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quinta-feira, 14 de janeiro de 2010

CONSTELAÇÕES FAMILIARES


Reflexões extraídas do livro
“A paz se inicia na alma“,
Editorial Herder, de Bert Hellinger
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“Recolham-se e se centram, preparem-se para receber algo novo. Quero dizer algo sobre a desordem mental. Como surge? Por que é que uma pessoa realmente recorre à psicoterapia? Usualmente é porque a pessoa está afastada dos outros. Tão pronto alguém se afasta de seus pais ou de um dos pais, se perde a energia e a força. A pessoa começa a experimentar os sintomas.
A resolução é em realidade muito singela. Há que restabelecer a conexão quebrada. Como? Que qualidades permitem que o ajudante tenha sucesso? Primeiro, o ajudante deve estar conectado com seus pais ou seus ancestres ou com seu destino particular, com sua própria culpabilidade ou com sua morte.
Agora podemos fazer um breve exercício. Fechem os olhos e sintam a seus pais dentro de seu corpo. Não há nada dentro de nós que não tenha vindo originalmente deles. Expandimo-nos internamente até que posamos sentir nossos pais dentro de nós, completamente, tal como são e como foram sem nenhum desejo de que sejam diferentes. Da mesma maneira, sintam a seus avôs e a seus bisavôs, e a todos os que pertencem a sua família, incluindo aos que morreram sendo jovens. Podem sentir-los a todos dentro do seu corpo. Permitimos que estejam todos eles e nós dentro de nosso corpo. Encolhemos-nos com eles, por assim dizer-lo, e nos permitimos ser abraçados por eles; assim nos convertemos em um com eles. Neste movimento experimentamos nosso destino particular de parte de nossos pais e nossos ancestres, porém também nossas próprias ações e nossa própria culpabilidade. E estamos de acordo: “Este é meu destino e o aceito“.
Há algo a mais que vem da alma. Mais além de nossos pais e nossos ancestres, estamos conectados com algo maior que nos chama a servir. Deste poder maior, cada um de nós recebe uma instrução particular, e também a fortaleza para enfrentar-la. Ao permitir isto somos livres, sem a distração dos desejos superficiais. Este grande poder nos enche.
Então, quiçá, olhamos aos consulentes que acodem a nós em busca de ajuda. Quando olhamos a estes indivíduos, podemos ver e sentir a seus pais ao mesmo tempo, justo como são e eram, e os admitimos com respeito e amor. Logo, olhamos seus avôs e bisavôs, a todos seus ancestres, a cada um deles, até os que nessa família morreram jovens. Todas estas pessoas estão presentes para nós em nossos consulentes, e nos inclinamos para eles e lhes pedimos apoio. Então, não somos nós os que cuidamos a nossos consulentes. Seus ancestres lhes dão apoio, e também esse poder maior no qual todos participaram. Então poderemos compreender qual é a direção ou tarefa desta pessoa, assim como seu destino. E lhe damos consentimento.
Então, sentimos como estamos conectados com esta pessoa e ao mesmo tempo afastados. Cuidadosamente nos asseguramos que o que fazemos está em harmonia com toda sua família, com seu destino, e ainda quiçá, com sua morte.
Também há algo a mais. Às vezes uma pessoa está enfadada com seus pais; reprocha-lhes ou os culpa, tal vez até com desprezo. Se estou em harmonia com os pais e ancestres dessa pessoa, então, no que a mim concerne, devo me negar a ajudar à pessoa. Está perdida. Se não dá o primeiro passo, o individuo está perdido. Então, o que lhe pode ajudar? Atuando em harmonia com ele ou ela, deve confiar-se a essa pessoa o seu próprio destino. É então que pode haver uma virada que o ajude a transformar sua atitude.
Imaginam o que aconteceria se vocês tomassem o lugar dos pais de seus consulentes, e tratassem de ajudar-los em contra dos pais, por assim dizer-lo, sem a bênção dos pais e sem a bênção de seu próprio destino? Para manter-se em harmonia com a totalidade se requer de grandeza.
Há uma coisa a mais. Muitas desordens surgem quando à alguém na família não é permito ser criança; ele ou ela tem sido atormentado por algum enredo que faz impossível a conexão com seus pais. Por exemplo, quando alguém é atraído para a expiação, repetindo um destino que não lhe pertence. Podemos ajudar buscando uma ordem benéfica que alivie a carga e faça possível que o consulente seja criança e que tome como criança, o que se lhe seja dado.

Reflexiones extraídas del libro “La paz inicia en el alma“,
Editorial Herder, de Bert Hellinger.
“Recójanse y céntrense, prepárense para recibir algo nuevo. Quiero decir algo sobre el desorden mental. ¿Cómo surge? ¿Por qué es que una persona realmente acude a psicoterapia? Usualmente es porque la persona está alejada de otros. Tan pronto alguien se aleja de sus padres o de un padre, se pierde la energía y la fuerza. La persona empieza a experimentar los síntomas.
La resolución es en realidad muy sencilla. Hay que restablecer la conexión rota. ¿Cómo? ¿Qué cualidades permiten que el ayudante tenga éxito? Primero, el ayudante debe estar conectado con sus padres o sus ancestros o con su destino particular, con su propia culpabilidad o con su muerte.
Ahora podemos hacer un breve ejercicio. Cierren los ojos y sientan a sus padres dentro de su cuerpo. No hay nada dentro de nosotros que no haya venido originalmente de ellos. Nos expandimos internamente hasta que podamos sentir a nuestros padres dentro de nosotros, completamente, tal como son y cómo fueron, sin ningún deseo de que sean diferentes. De la misma manera, sientan a sus abuelos y a sus bisabuelos, y a todos los que pertenecen a su familia, incluyendo a los que murieron siendo jóvenes. Pueden sentirlos a todos dentro de su cuerpo. Permitimos que estén todos ellos y nosotros dentro de nuestro cuerpo. Nos acurrucamos con ellos, por así decirlo, y nos permitimos ser abrazados por ellos; así nos convertimos en uno con ellos. En este movimiento experimentamos nuestro destino particular de parte de nuestros padres y nuestros ancestros, pero también nuestras propias acciones y nuestra propia culpabilidad. Y estamos de acuerdo: “Éste es mi destino y lo acepto“.
Hay algo más que viene del alma. Más allá de nuestros padres y nuestros ancestros, estamos conectados con algo mayor que nos llama a servir. De este poder mayor, cada uno de nosotros recibe una instrucción particular, y también la fortaleza para enfrentarla. Al permitir esto, somos libres, sin la distracción de los deseos superficiales. Este gran poder nos llena.
Entonces, quizá, miramos a los consultantes que acuden a nosotros en busca de ayuda. Cuando miramos a estos individuos, podemos ver y sentir a sus padres al mismo tiempo, justo como son y eran, y los admitimos con respeto y amor. Luego, miramos a sus abuelos y bisabuelos, a todos sus ancestros, a cada uno de ellos, hasta los que en esa familia murieron jóvenes. Todas estas personas están presentes para nosotros en nuestros consultantes, y nos inclinamos hacia ellos y les pedimos apoyo. Entonces, no somos nosotros los que cuidamos a nuestros consultantes. Sus ancestros les dan apoyo, y también ese poder mayor en el que todos participamos. Entonces podremos comprender cuál es la dirección o tarea de esta persona, así como su destino. Y le damos consentimiento.
Entonces, sentimos cómo estamos conectados con esta persona y al mismo tiempo separados. Cuidadosamente nos aseguramos que lo que hacemos está en armonía con toda su familia, con su destino, y aun quizá, con su muerte.
También hay algo más. A veces una persona está enojada con sus padres; les reprocha o los culpa, tal vez hasta con desprecio. Si estoy en armonía con los padres y ancestros de esa persona, entonces, en lo que a mí concierne, debo negarme a ayudar a la persona. Está perdida. Si no da el primer paso, el individuo está perdido. Entonces, ¿qué le puede ayudar? Actuando en armonía con él o ella, debe confiarse a esa persona a su propio destino. Es entonces que puede haber un viraje que lo ayude a transformar su actitud.
¿Imaginen lo que sucedería si ustedes tomaran el lugar de los padres de sus consultantes, y trataran de ayudarlos en contra de los padres, por así decirlo, sin la bendición de los padres y sin la bendición de su propio destino? Para mantenerse en armonía con la totalidad se requiere de grandeza.
Hay una cosa más. Muchos desórdenes surgen cuando a alguien en la familia no se le permite ser niño; él o ella han sido agobiados por algún enredo que hace imposible la conexión con sus padres. Por ejemplo, cuando alguien es atraído hacia la expiación, repitiendo un destino que no le pertenece. Podemos ayudar buscando un orden benéfico que alivie la carga y haga posible que el consultante sea niño y que tome, como niño, lo que se le dé.

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