Translate

quinta-feira, 9 de junho de 2011

CHISPITAS DEL LENGUAJE


Enrique R. Soriano Valencia


Respeto a vulgarismos

Jueves, 09 de Junio de 2011





Los vulgarismos merecen respeto. Nuestro idioma, su estado actual, es una consecuencia de ellos. No dejan de ser una incomodidad para la gente culta, pero la historia demuestra que terminan por imponerse y, entonces, se transforman en palabras de uso común, coloquiales. Algunas llegan, incluso, a formar parte del léxico culto del idioma –como ejemplificaré más adelante–.

El diccionario oficial define como vulgarismo el «Dicho o [la] frase especialmente usada por el vulgo». Y por vulgo se entiende la gente común. Lo vulgar se refiere a todo aquello que es poco culto, que incluso socialmente cae en la falta de conducta educada frente a otras personas.

El español procede del latín vulgar. Fue la gente poco culta del imperio romano la que creó poco a poco lo que hoy se conoce como lenguas romances (francés, italiano, portugués y español, sin mencionar a los idiomas no oficiales). Muchos de los vulgarismos, incluso palabras en verdad bastas (groseras, toscas) terminaron por imponerse.

Un curioso ejemplo son las palabras con que nombraban los romanos la cabeza. En latín culto la voz era caput; en latín vulgar capitia; pero entre las tropas la llamaban de forma burlona cacharro, tiesto o maceta. Para ello, usaban juguetonamente la palabra testa. Hoy, esta última palabra es en español un cultismo; mientras que «cabeza» es voz común.

No es difícil identificar que capitia era una voz importante pues también derivó en «capital», que se entiende como la localidad que encabeza una jurisdicción, el caudal o patrimonio y algo de la mayor importancia (pecado capital, pena capital). No menos ha sido «testa», de la que se acuñaron voces como testamento, testarudo y tiesto (maceta). En italiano y francés se impuso testa (testa, tête) y en español, capitia (cabeza). Combatir los vulgarismos (considerados así en una época determinada) ha sido una tarea recurrente de las personas cultas. Hay una constante corrección a quienes desvirtúan las palabras (por eufemismo –trastocar con todo propósito una palabra porque la original podría ser ofensiva, como actualmente dicen los muchachos mexicanos «no manches», por evitar «no mames»– o pronunciación equívoca, como «despostillado», por «desportillado»). Muchos de esos documentos (conocidos genéricamente como «apéndices») compilan largos listados de palabras del latín culto (abundantes en la literatura) y señalan las formas incorrectas para evitarlas (muchas, solo en esos documentos las encontramos y son una valiosa fuente para identificar la evolución de vocablos actuales). A pesar de las voces cultas, las vulgares terminaron por imponerse.

Un caso más o menos reciente es la voz «caray» derivada por eufemismo de «carajo» (pene) –según José Cuervo, lingüista colombiano–. Hoy es parte del lenguaje coloquial, sin el menor asomo de vulgarismos. Quizá, por esa lógica histórica, muchas palabras que en generaciones como la mía eran francamente soeces, como la palabra «güey», se tornen totalmente inocentes e incluso en un futuro más o menos cercano, lleguen a formar parte del lenguaje coloquial y hasta de algún cultismo, cuando se reduzca en número de usuarios de esa voz. El idioma es del vulgo, no cabe duda, y no de cultos.

Nenhum comentário:

LA RECOMENDACIÓN DIARIA:

  LA RECOMENDACIÓN DIARIA el maratón  y  la maratón ,   formas adecuadas   La palabra  maratón  puede emplearse tanto en masculino  ( el mar...