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quinta-feira, 21 de julho de 2011

LA MENTIRA


Elogio de la Mentira
ENERO 8, 2011 POR AGUSTÍN CELIS











El sueño de la Mentira y la Inconstancia, de Francisco de Goya, 1799

La mentira es la más humana de las debilidades. Es una afición, un arte, un regalo, un modo de aguantar, una virtud. Nos sentiríamos incompletos sin nuestras mentiras. La vida se nos caería a pedazos y tendríamos miedo de enfrentarnos a nuestras penosas verdades. Sobrevivimos gracias a nuestra capacidad para mentirnos. Nos salvamos en el caldo de nuestras mentiras. El más feliz es el que más se miente. Lo que más se persigue en nuestros días, el éxito, el triunfo, no solo es un malentendido, es sobre todo una mentira. Nos mintieron hasta los mitos griegos; cuando Pandora abrió la caja que los dioses entregaron a Epimeteo y de ella salieron todos los males que infestan la tierra, lo último que salió de ella para soportar la catástrofe que se nos venía encima no fue la Esperanza, sino la Mentira. La mentira es la última de nuestras esperanzas. Cuando Adán le dio el primer mordisco a la manzana no solo dejó de ser inocente, empezó también a creer en verdades que terminarían convirtiéndolo en un hombre engañado. Se sospechará de los mentirosos oficiales, de los que van con la mentira por delante, pero no se les puede culpar de ninguna de las grandes convulsiones de la historia. Nos abandonan a nuestra suerte sin implicarse en nuestras decisiones. Mirad en cambio todos los desastres que provocaron las creencias, los ideales y los juicios de quienes hablan en nombre de los otros. Pensad en todos los idealistas que pisaron la tierra y tendréis todo un listado de culpables. La más pura de las verdades es mil veces más dañina que la más sucia de las mentiras. Si nos sentimos tan a gusto rodeado de ficciones, si nos siguen conmoviendo el cine y la literatura es porque están llenas de mentiras inocentes.
La historia de la Mentira es la historia de la humanidad y como tal debería estar contemplada en los planes de estudio como asignatura obligatoria. Nos iría mejor si fuéramos expertos en mentir y mentirnos. Hasta ahora solo hemos conseguido ser unos aficionados. Recurrimos a mentiras piadosas, pero seguimos sospechando de la piedad de las mentiras. Tenemos talento para la mistificación pero seguimos ocultándolo. Me lo dijo un amigo el otro día cuando se le cayó el mundo encima: “yo querría ser un personaje de ficción, pero solo soy una persona estafada”. Somos demasiado reales y esa es nuestra tragedia. Nos sostienen los engaños, pero los maquillamos con el nombre de creencias. Nos seducen los embaucadores, pero nos resistimos a creer que somos uno de ellos, y a pesar de nuestra vergüenza seguimos mintiéndonos.
A través de la mentira y de la ficción huyo de toda clase de mesianismos. Me resisto a ser prosélito de causas ajenas. Quiero engañarme y aspirar al humor de los que se devoran para librarse de sí mismos. Me lo dijo Groucho Marx la otra noche con una bocanada de humo en la cara: “me encanta que me mientan, me siento correspondido”.

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