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sexta-feira, 16 de novembro de 2012

CLARA OBLIGADO

"Sin el exilio, nunca habría escrito nada"

La escritora argentina, radicada en España desde hace décadas, cuenta en esta entrevista cómo se inició en la literatura desoyendo el mandato familiar y qué inspiró El libro de los viajes equivocados, volumen de cuentos imbricados que explora con sutileza, por medio de relatos que suceden en diversas épocas, los orígenes de la actual crisis europea
Por Martín Lojo | LA NACION - Buenos Aires

''En vez de analizar la política o la economía, quizá debamos prestar más atención a la neurociencia, a revisar nuestra condición de monos violentos'', sugiere la escritora. Foto: LA NACION / Graciela Calabrese

En el breve espacio de seis páginas, "El azar", el primer relato de El libro de los viajes equivocados cuenta una historia de quinientos millones de años. En aquel tiempo remoto, surgió del mar una caracola que llevaba grabada la forma de la expansión del universo. Se la volvería a ver hace doscientos mil años en el Ártico; en Normandía, durante el Medioevo; en una playa, durante la Segunda Guerra Mundial, y en otra, en algún momento del futuro cercano. De un cuento a otro, con un prodigioso despliegue de torsiones temporales y cruces de escenas y personajes, Clara Obligado interroga la crisis europea actual a través de la larga historia de violencia del continente. La sutil ilación que da homogeneidad a este libro, reciente ganador del premio Setenil 2012, uno de los más importantes dedicados al género en España, le da un sustrato común, aunque de difícil precisión, a una decena de relatos muy disímiles. El matrimonio frustrado de un inmigrante polaco en Buenos Aires; la historia decadente de una dinastía familiar junto al Paraná, en la que se cifra el pasado de la familia Obligado; la tragedia de una tribu nómade en el Círculo Polar Ártico; el pasado y la culpa con las que se reencuentra una emigrante argentina en España, una joven de la Europa rica convertida por un mal paso en refugiada albanesa.
Exiliada política en España desde 1976, la escritora y ensayista encuentra en estos derroteros desafortunados una forma de reescribir su propio recorrido que resuena en las tribulaciones del presente. Una reflexión lateral que, en virtud de su trabajo formal, excede la historia y se acerca a la percepción de la existencia cruda e insignificante de los hombres. En uno de sus frecuentes viajes a Buenos Aires, Clara Obligado contó a adn cómo emprendió, no sin reticencias, esa exploración literaria.
-La verdad es que no quería ser escritora. En mi familia, los hombres fueron poetas y escritores. Mi bisabuelo es Rafael Obligado, mi tío abuelo Pedro Miguel Obligado, mi abuelo también era escritor. No era el destino para las mujeres, que en general han sido pintoras. Si bien tuve clarísimo desde los diez años que me iba a dedicar a la literatura, nunca pensé en escribir sino en ser crítica y profesora, tareas a las que también me dediqué. Empecé por casualidad. No sé si fue una buena idea.
-¿Por qué?
-Porque es demasiado complicado escribir, y, a veces, doloroso. En general es gratis, te obliga a tener otro trabajo para sustentarlo. También es fantástico, es la posibilidad de tener varias vidas. Pero si una hija me dijese que quiere escribir no sé si se lo recomendaría.
-¿Cómo llegó a publicar La hija de Marx , su primera novela?

-Estaba en Madrid dando un curso de literatura erótica en el Círculo de Bellas Artes. Empecé a hacer una serie de ejercicios, no eróticos sino literarios, y a escribir textos. En ese momento comenzaba la caída del Muro de Berlín. Empecé a leer sobre historias olvidadas de las mujeres en Rusia. Entonces comencé una investigación y me entusiasmé. Me salió un cruce entre una novela de exilio y una novela erótica. Haber ganado el Premio Femenino Lumen (1996) y haberla editado en Tusquets fueron circunstancias extraordinarias, sin las que quizá no la hubiera podido publicar. Me abrió una puerta muy importante en la literatura.
-¿Cómo fue el origen de El libro de los viajes equivocados ?
-Tenía dos o tres cuentos que me habían pedido de un periódico, con cierta cantidad de páginas. Me encanta escribir a pedido y con un patrón fijo. Había escrito dos o tres y estaba un poco perdida, cuando empezó la crisis europea. Vivo en España desde 1976, vi construir el Estado de Bienestar que ahora se destruye pieza a pieza: la salud, la educación, el seguro de desempleo, el trabajo de ocho horas, el derecho a una vivienda. El capital financiero está devorando a Europa. El libro es hijo de ese hundimiento, surge de preguntarme por qué caminamos para atrás de este modo tan tosco. Mi idea fue interrogar a Europa desde que era una isla, desde su origen, y recorrer su historia y sus poblaciones, sobre todo las que el mismo europeo considera el extrarradio, como el Círculo Polar Ártico o Albania. En el recorrido aflora la violencia, algo que me interesa porque también soy argentina. Del mismo modo aparecen los pequeños acontecimientos de la vida: el amor, la maternidad. Esa búsqueda me llevó a la forma de la espiral logarítmica. El caracol que en el primer cuento Jan apoya en el ombligo de Lyuba y que desde ese punto se va abriendo. Esta estructura me permite representar lo que creo que es el mundo. No soy filósofa, pero en la escritura surge esta forma como un modo de pensamiento que me permite considerar que hay una segunda oportunidad. Que se puede retroceder cuando hemos tomado malos caminos y se puede seguir adelante a partir de los aciertos.
-¿Cómo trabajó la relación entre los cuentos, los pasajes temporales y las relaciones entre los personajes?
-Le debo parte del armado a un sobrino, Alfredo Negro, que es físico. Me tomé el trabajo de tratar de expresar lo que entiendo de la física, que es muy poco. Quise darle forma a una reflexión sobre las conexiones entre el tiempo y el espacio. En el cuento "Agujeros negros", esas líneas directamente se cruzan. No creo en el tiempo lineal, ni en el tiempo del recuerdo, nunca lo hice. No creo mucho en la racionalidad positivista, una manera de pensar el mundo que nos ha llevado por mal camino. En el último cuento, que transcurre durante la Revolución Francesa, hay una crítica a esa racionalidad extrema que quizá no nos sirva para pensar lo que nos pasó ahora. Propongo un pensamiento helicoidal, más útil para volver a ver otros puntos que no miramos al revisar la historia. En vez de hacer lo de siempre, analizar la política o la economía, quizá debamos prestar más atención a la neurociencia, a la evolución de las especies, a revisar nuestra condición de monos violentos. Abrir la pregunta hacia otros campos del saber.
-En ese último cuento, "La espiral admirable", la protagonista llega a la comprensión de este despliegue infinito del cosmos, pero muere en ese momento, el conocimiento no le permite salvarse.
-Muere porque es una mujer. Si uno hubiera nacido en el siglo XVIII y hubiera querido ser una intelectual o una política, habría tenido dos posibilidades: que le cortaran la cabeza, como le pasa a Camila, la amiga de la protagonista, a la que mata Marat, o morir dando a luz. La protagonista quiere ser matemática en una época en la que las mujeres no podían siquiera firmar sus descubrimientos. Lo único que pueden hacer es parir, con la posibilidad de morir en el intento. Pero parir también tiene su sentido. El libro comienza con un parto y termina con otro. Mi apuesta es a la reproducción de la vida por sí misma: la vida sigue aunque sus condiciones sean un desastre. Aunque no las conozcamos, la belleza y la armonía de la existencia existen, y la vida se reproduce. Ella muere, pero su hija se trepa sobre ella y alguien la va a salvar, el mundo va a seguir girando. Hay una belleza que es el ritmo del universo. Otros lo llamarían lo sagrado; para mí, es la belleza.
-Otros relatos del libro parecen negar esa posibilidad. Como el protagonista de "El silencio", que ante los crímenes del nazismo y la indiferencia de sus vecinos pregunta si acaso todo sirve para algo y alcanza su sentido.
-"El silencio" es como un pozo en el libro. Es una historia verdadera. Los españoles que huyeron de la Guerra Civil a Francia fueron encarcelados por los franceses, metidos en un tren alemán y llevados a construir el primer campo de exterminio. Es una historia que no se suele contar en España. A los hombres los bajaron a construir el campo y a las mujeres las dejaron en el tren y las devolvieron a España, ya casi muertas. Pude hablar con una de ellas, en ese entonces una niña de cinco o seis años. Le hice una entrevista muy larga en la que lloró casi todo el tiempo. Como su historia está escrita en otros libros, intenté contar sólo la emoción de su testimonio, a través de un observador externo. Es un cuento muy duro sobre la responsabilidad de los civiles en el genocidio, un tema que se empieza a tratar en la Argentina.
-¿Qué respuestas le dejó esa historia?
-En el fondo creo que hablo de esto en todo el libro. Intento preguntar por qué la crueldad es la norma en las relaciones humanas. Siguiendo un poco el concepto de "banalidad del mal", de Hannah Arendt, no creo que se pueda pensar la maldad, pero es un tema que me interesa. Para que haya ese nivel de crueldad es necesario que haya también una sociedad que se calle la boca. Me parece que la Argentina ha hecho un proceso impresionante del que quizá no es consciente, porque no se ve desde afuera. Es el primer país, con Sudáfrica, que intenta recuperar la justicia después de la crueldad. En España no se ha hecho prácticamente nada. Todavía hay nietos buscando a sus abuelos.
-¿Qué cree que impide la apertura de España a la discusión del pasado?
-Hubo cuarenta años de represión que calaron muy profundo en la gente. La derecha hizo un pacto de silencio, no sólo contra la izquierda, porque muchos de los muertos no lo eran. Los ganadores vencieron moralmente y anularon la memoria. Contaron su historia durante cuarenta años, los otros piden sólo recuperar esa memoria.
-En varios de los cuentos hay migraciones, refugiados y exilios, ¿cómo influyó su propio exilio político en la escritura?
-Creo que si no hubiera vivido el exilio nunca habría escrito nada. No lo hubiese necesitado. El exilio me obliga a buscar un puente permanente. Como cuento en "Agujeros negros", necesito restablecer algo que es irrecuperable. La Argentina ya no es lo que fue. La escritura me sirve para escenificar cosas que son traumáticas o difíciles de entender y darles una pequeña vuelta. La escritura permite poner en práctica un problema a través de figuras, de manera estética, que es lo que yo sé hacer Aunque no encuentre soluciones, cada libro me permite pensar un poco más allá. De momento estoy tranquila, creo que he hecho todo lo que podía. Este libro fue muy duro de escribir. Siempre me refugié en el humor, pero en este caso me he obligado a meterme en un tema muy cenagoso. Emprender este trabajo sobre la crudeza de vivir me ha permitido entender algunas cosas, y por eso la figura de la espiral representa la salvación. Se puede avanzar, eso ya es un consuelo. Hay algo inasible que nos sigue moviendo, que impide que nos tiremos por la ventana.
-En relatos suyos anteriores también aparece esta estructura de varias líneas argumentales y personajes que se cruzan. ¿Por qué recurre a esas formas?
-Lo que más me gusta de la literatura es el juego estructural. Si no hay un reto formal la escritura no me interesa. No digo que deba ser así, pero en mi caso lo es. Por eso me interesa la polifonía. El mundo en sí mismo es polifónico. No me atrae la historia de un solo individuo. Uno es el conjunto de las cosas que oye, de las personas con las que se cruza y con las que discute. Siempre me resultó más desafiante escribir con muchas líneas de acción. Mis influencias son la televisión e Internet, el zapping, el salto en la comunicación. No sé si me sale, pero es lo que intento hacer en la literatura. Por eso estoy buscando los vínculos entre la novela, el cuento y la microficción. Manejo la novela como si estuviera hecha de hipervínculos. La narración mayor, armada con estructuras pequeñas que el lector tiene que abrir en su cabeza.
-¿Qué le atrae de la microficción?
-Es el modo de comunicación de nuestra época. La brevedad es una forma de la cortesía. El microrrelato, en la narración, se acerca a esa búsqueda que suele ser más propia de la poesía. También es la esencia de lo literario, la búsqueda de una palabra justa.
ADN OBLIGADO
Buenos Aires, 1950
Estudió Letras en la Universidad Católica Argentina. A causa de la dictadura militar, en 1976 se exilió en España, donde vive actualmente. En 1978 fundó uno de los primeros talleres de escritura creativa de ese país. Publicó las novelas La hija de Marx (1996), Si un hombre vivo te hace llorar (1998), No le digas que lo quieres (2002) y Salsa (2002), y los relatos de Una mujer en la cama y otros cuentos (1990) y Las otras vidas (2006). Es compiladora de los libros de microrrelatos Por favor sea breve 1 y 2. Entre sus ensayos de enfoque feminista se cuentan Mujeres a contracorriente (2004) y ¿De qué se ríe la Gioconda? (2006).Ficha librotítuloFich libr autorFicha libro editorialExtracción texto negro luirfobor iure mincipismy nulla feu feugiam conumsan utea adigniat. Tummy nisisim n u sdfsdf corem at. Em ad tem in vel ut nosto.Ummodolum zolore vullam volut adignis molobore tie vul.Ommolorperci blaore dionse duipit aut aliquamcon vel do od min volum am, si ercil ea corer sisl utatissequis eumsandip euissit non ute exe raestrudlum unt ad do ea faci eut aliquamc vel dm.
EL LIBRO DE LOS VIAJES EQUIVOCADOS
Clara Obligado
Páginas de Espuma
El nuevo libro de la autora de La hija de Marx está compuesto de relatos encadenados que van formando la figura de un caracol.En ese recorrido, se despliega la historia europea y una reflexión sobre la crueldad que arrastra consigo la civilización occidental..

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