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terça-feira, 18 de setembro de 2012


Es un regalo poder conocer a alguien que te quiere como eres.

En general te juzgarán siempre.

Así que vive y haz lo que tu corazón te dicte.

EL DESARROLLO DE UNA TEORÍA DE LA TRADUCCIÓN









Pequeño resumen de la obra de EUGENE A. NIDA.
Usted puede acceder al artículo completo a través del enlace:http://cvc.cervantes.es/lengua/hieronymus/pdf/04_05/04_05_055.pdf

¿Qué es la traducción, una ciencia, una habilidad o un arte?, la respuesta estándar es que la traducción incluye las tres. No cabe duda de que la capacidad de traducir es una pericia, destreza, o habilidad, y al mismo tiempo es un arte, especialmente la traducción literaria. Pero el procedimiento de traducir no es una ciencia en el sentido técnico del término. Sin embargo, siempre es posible estudiar la traducción de una manera científica, pero el procedimiento de traducir no constituye una disciplina aparte, porque, en primer lugar, depende de una serie de disciplinas, por ejemplo, la lingüística, la antropología cultural, la filología, la teoría de comunicación y la psicología; y en segundo lugar, porque al traducir se confecciona un producto, un texto, lo que significa que se trata de una tecnología y no de una ciencia.
En contraste con las diferentes ciencias, por ejemplo la física, la química, la biología e incluso la lingüística, que requieren años de estudio antes de acceder a un conocimiento real de estas ramas científicas, muchas personas bilingües pueden ser eficientes traductores sin preparación especial; por eso la traducción es en realidad una tecnología o una habilidad en vez de una ciencia o una disciplina aparte.
La traducción en sí misma es una habilidad, pero la capacidad de traducir textos de contenido técnico requiere una formación especial. Probablemente en el futuro podremos hablar más científicamente acerca de la traducción cuando sepamos la manera en que el cerebro manipula información y transfiere conceptos de una lengua a otra; pero sin conocimientos suficientes de las actividades de las redes neuronales, el cerebro es solo una caja negra.
A partir del proceso de traducción, y teniendo en cuenta los resultados de las investigaciones neurofisiológicas, pensamos que existen tres diferentes sistemas de redes: uno que recibe o transmite textos orales o escritos y consiste más o menos en templetes (o patrones, o modelos) para identificar o descifrar elementos lingüísticos, otro para formular mensajes que transmiten un segundo sistema que almacena conceptos, y un tercero que relaciona el primer sistema (el sistema input/output) con el conceptual.
En el sentido técnico y científico una teoría es “Un grupo coherente de proposiciones generales usadas como principios para explicar una clase de fenómenos”.
Esta definición limitada y restringida se aplica, por ejemplo, a la teoría de la estructura de los átomos y a la teoría de la relatividad.
Pero existe también un sentido más amplio de la palabra teoría: «una serie de reglas o principios usados para orientar a las personas que tratan de llevar a cabo una tarea», esencialmente principios de tecnología.
Por lo general, el sentido empleado en discusiones sobre la traducción se ajusta a esta segunda definición, y, aunque en algunos casos, los traductores tratan de incluir toda clase de textos, las circunstancias de comunicación, los grados de equivalencia y las suposiciones de los receptores de una traducción, no hay en realidad una teoría que incluya todos los factores.
Y por eso las llamadas teorías son únicamente parciales y consisten principalmente en reglas y principios acerca de la manera de producir traducciones aceptables de unas clases específicas de textos.
El problema básico en la formulación de una verdadera teoría de la traducción es que el procedimiento de traducir existe en nuestras mentes, y como hemos dicho, no sabemos precisamente lo que ocurre en ellas.
Casi todos los bilingües competentes pueden traducir o interpretar de una lengua a otra, aunque muchas veces de una manera muy limitada, y niños de sólo cinco años parecen competentes en la comunicación interlingual. Por eso, debemos reconocer que la traducción es una habilidad o pericia natural, que puede mejorarse mediante la experiencia y la instrucción.
La verdad es que, en muchos casos, los mejores traductores no han estudiado los principios de la traducción y, sin embargo, muestran una destreza admirable.
Por eso muchos traductores están en contra de seguir cursos de teoría de la traducción, porque piensan que tales estudios son una pérdida de tiempo.
Aunque en todas las teorías, o series de principios sobre traducción, se hable de varias clases de equivalencia o correspondencia, no ha sido posible estipular precisamente cómo producir o medir estas correspondencias, especialmente en los textos literarios en los que el contenido y la forma se combinan para contribuir al sentido.
Desafortunadamente, casi todos los libros acerca de la traducción están escritos desde el punto de vista de los textos literarios, donde los traductores se sienten obligados a conservar todas las características estilísticas o a completar el sentido por medio de otras formas retóricas equivalentes.
Por eso existe siempre tensión entre los dos aspectos de comunicación.
Para la traducción de textos comerciales, políticos, jurídicos y técnicos (que representan más del 99 % de las traducciones) se siguen unos principios muy diferentes.
Dichas traducciones deben ser precisas y claras, y esto implica la eliminación de ambigüedades u oscuridades, con excepción de los casos en los que el escritor pretendió ser ambiguo u oscuro.
Para entender mejor las implicaciones de cualquier teoría de la traducción es necesario considerar algunos aspectos de las lenguas y, especialmente, la relación entre lenguas y culturas.
Únicamente de esta manera podemos comprender las limitaciones de cualquier teoría. Debemos pensar en una serie de teorías o principios aplicables para diferentes clases de textos, diferentes circunstancias de uso y diferentes públicos, con sus respectivas preconcepciones acerca de la naturaleza de traducciones adecuadas.

ASPECTOS ESENCIALES DE LAS LENGUAS
1. Una lengua es una serie de hábitos verbales que representan aspectos de una cultura. Ningún hablante posee el inventario completo de los signos o de las estructuras de cualquier lengua. La comunidad de los hablantes es la que colectivamente posee, cambia y transmite esta herencia a las generaciones siguientes. Las personas aisladas no pueden preservar una lengua, porque las lenguas constituyen un fenómeno interactivo.
Por ejemplo, los esclavos negros que huyeron de varias islas del Caribe a la costa de Honduras hablaban una lengua franca compuesta principalmente de español y de portugués.
Pero al llegar a Honduras, como individuos aislados de diferentes lugares, pronto abandonaron su lengua para comunicarse con los indígenas misquitos de la costa. Se asimilaron tanto a ellos que ahora la mayoría de los hablantes de misquito en esa región son negros en su apariencia física, aunque en su cultura son esencialmente misquitos.
2. El significado de un símbolo verbal se define mediante otros símbolos, como en cualquier sistema de símbolos, por ejemplo, el sistema para dirigir el tráfico. Pero estos símbolos que definen deben ser definidos mediante otros símbolos, y por eso es imposible llegar a una definición absoluta. Los símbolos usados para definir los significados son
— sintagmáticos: símbolos que aparecen en las mismas expresiones, o
— paradigmáticos: palabras o frases que se pueden sustituir por otros símbolos en contextos específicos.
Sin embargo, los contextos sintagmáticos son esenciales en el noventa por ciento de los casos en que las personas aprenden los significados de las palabras.
3. Como Jóos2 indica claramente, dentro de cualquier sistema simbólico el contexto contiene más información que la palabra de que trate. Esto quiere decir que en cualquier sistema simbólico la función del contexto es maximizada y la función de los términos específicos es minimizada. La manera tradicional de hablar de tales diferencias de sentido es:
— asignar una serie de significaciones a una palabra como run y después remitirse a los contextos para indicar el significado correcto, o
— escoger un sentido llamado básico o prototípico, a partir del cual los otros significados pueden ser analizados o derivados como diferentes tipos de «extensiones».
La aceptación de esta manera de analizar los sentidos por medio de contextos queda confirmada en algunos diccionarios para uso de los traductores de la Comunidad Europea. Casi el 90 % de los términos de esos diccionarios son frases y no palabras aisladas. Algo similar ocurre en el Activator Dictionary editado por Longman y en una serie reciente de diccionarios editados por la Universidad de Cambridge. En el libro de Alcaraz, El Inglés Jurídico, únicamente 12 de cada 85 términos seleccionados al azar se expresan mediante palabras aisladas. Y en varios glosarios terminológicos para el uso de los traductores de la Comunidad Europea muchos términos se ilustran con frases de cinco a nueve palabras. Esto no nos puede extrañar, porque en la mayoría de los casos el nivel conceptual relevante no es una palabra aislada sino una palabra en combinación con el contexto.
4. No hay sinónimos completos (designativos o asociativos) dentro de una lengua o en dos diferentes lenguas. Esta afirmación parece no tener sentido ya que la mayoría de los diccionarios tienen listas de «sinónimos». Tales vocablos están próximos únicamente en el sentido, pero no son idénticos.
5. Todas las lenguas y también las culturas cambian continuamente, y estos cambios se producen en todos los niveles de estructura: desde los sonidos hasta los diferentes textos o discursos.
6. En todos los niveles, desde los sonidos hasta los textos o discursos, las fronteras de las formas y de los usos son indefinidas, pero la mayor parte de esta indefinición se soslaya mediante el sistema tradicional de la escritura que normalmente esconde tales diferencias y da la impresión de más uniformidad de la que existe en el habla. La mayoría de las diferencias sutiles de entonación se olvidan en la ortografía, y las diferencias de pronunciación,
En muchos casos los significados de las palabras no dependen de contextos sintagmáticos, sino de los contextos prácticos de la comunicación.
La palabra inglesa stock por lo general representa referentes distintos que dependen de quien habla, por ejemplo, un granjero (su ganado), un comerciante (lo que almacena), un agente de bolsa (acciones), un agricultor (las plantas o la calidad de éstas).
Las diferencias gramaticales sugieren muchas veces diferencias socioeconómicas o dialectos regionales, pero la manera en que los hablantes aceptan las diferencias gramaticales difiere radicalmente.
Desafortunadamente el lenguaje académico es lo que frecuentemente se acepta como “la lengua”, y mucha gente piensa que las expresiones que no alcanzan ese nivel no son la lengua verdadera. Pero esto es un error fundamental. El lenguaje académico es únicamente un dialecto limitado. Las variaciones que existen en el lenguaje coloquial son, en muchos casos, precisamente lo que más tarde se llega a aceptar en las conferencias académicas, o más tarde en discursos escritos,
De acuerdo con el principio dominante, el sentido casi siempre es más importante que los factores puramente formales. Incluso las fronteras entre las diferentes clases de textos son confusas, por ejemplo, prosa poética y prosa libre, conversación y entrevistas, novelas y cuentos.
7. Un aspecto importante en las lenguas y culturas es el hecho de que los modelos o patrones habituales tienen una influencia tan importante que el habla parece ser casi automática. Se puede decir que una persona puede hablar sin pensar. Pero, a causa de la naturaleza preceptiva de la mayoría de los libros de gramática, mucha gente piensa que una lengua está siempre regulada por reglas fijas, pero como hemos indicado, las reglas son muy “elásticas” y son constantemente violadas.
La verdad es que “en la variedad está el gusto”. Pero, como en todo comportamiento (lingüístico y cultural) existen reglas y tácticas, y los mejores autores y hablantes modifican en muchos casos las reglas por medio de tácticas nuevas para conseguir más impacto y atención. Una manera eficaz para conseguir este efecto es el uso de la comunicación indirecta, es decir, el uso de lenguaje figurativo, ironía, sarcasmo, exageración, litotes y anacolutos. El lenguaje indirecto puede permitir también eludir las restricciones institucionales o sociales. Es el que usó una secretaria a la que preguntaron cuál era la posición económica de un profesor de la Sorbona. Esta no quiso contestar directamente y solo dijo: “vive en el hotel Continental”, que en aquel tiempo era el más elegante y costoso de París... una ilustración excelente del uso de tácticas dentro de las reglas culturales.
8. Para los traductores e intérpretes probablemente el aspecto más importante es la existencia de clases referenciales que son universales: entidades (como “hombre”, “árbol”, “sol”, “estrella”, “montaña”, “agua”, “flor”), actividades (como “pensar”, “andar”, “hablar”, “cubrir”, “trabajar”), estados (como “muerto”, “vivo”, “cansado”, “lleno”, en muchos casos el resultados de actividades), procedimientos (como “morir”, “degenerar”, “mejorar”, “aumentar”, es decir, cambios de estado), características (como “alto”, “cuadrado”, “rojo”, “bello”, “probable”) y términos que relacionan palabras de diferentes clases referenciales (como “y”, “o”, “dentro”, “aunque”, “cuando”, “porque”, “para que”, “sin embargo”).
Algunas palabras, sin embargo, pertenecen a más de una clase referencial. Por ejemplo, en la frase “un buen bailarín”, el adjetivo “bueno” no es una referencia al carácter de la persona, sino una calificación de la destreza de “bailar”. Otros términos con referencias a más de una clase son “músico”, “campesino”, “biólogo”, “predecesor” y “heredero”. Muchas de las palabras que relacionan otras palabras o frases pertenecen también a más de una clase, por ejemplo, “durante”, que relaciona y que al mismo tiempo indica una relación de tiempo, y la conjunción “porque”, que relaciona oraciones y que indica también una relación de causa. Algunas palabras relacionantes no son semánticamente complejas y por eso funcionan en un nivel puramente sintáctico, por ejemplo, “que” cuando introduce una cláusula substantiva.
9. Algunos modelos universales de discursos son igualmente muy importantes para los traductores e intérpretes. Las cuatro clases de discursos más importantes son: narración, descripción, argumentación y conversación fáctica. La narración incluye novelas, cuentos, experiencias personales, historia y biografía, pero todas se construyen sobre componentes de participantes activos, acontecimientos y tiempo (el espacio en muchos casos es solo un aspecto limitado), pero en la descripción, el factor espacio es básico. En la argumentación los factores principales son condición, concesión, causa-efecto, resultado y propósito.
Pero la mayoría de los textos son mixtos. La conversación cubre en parte la argumentación, porque varias personas pueden participar en una discusión sobre un tema, pero generalmente la conversación no está muy estructurada y en algunos casos totalmente fáctica, ya que se utiliza únicamente para establecer y mantener una posición social, por ejemplo, la clase de conversación que se mantiene en muchas recepciones diplomáticas y cócteles. Sin embargo, una entrevista, que tiene muchas características de conversación, puede ser rigurosamente estructurada.
En un discurso hay:
— componentes indispensables de progresión, por ejemplo, el tiempo (referencias a acontecimientos futuros o pasados), espacio, participantes activos, consecuencias y graduaciones, y
— componentes de cohesión: transiciones (por ejemplo, “por eso”, “sin embargo”, “durante aquel tiempo”), referencias a acontecimientos y entidades, y coherencia con “el mundo del texto”, ficticio o fáctico.
El objeto de un texto puede ser descrito en términos de impacto (relevancia, novedades y claridad), de atracción (unidad y totalidad, apropiado en cuanto al contenido y las circunstancias de la comunicación) y factores estéticos (por ejemplo, orden, paralelismo, lenguaje figurativo, ritmo, equilibrio).
VARIAS APROXIMACIONES A UNA TEORÍA DE LA TRADUCCIÓN
Muchas personas han tratado de definir una teoría de la traducción que 'pueda incluir todas las diferencias de textos, los diversos contextos históricos y culturales, y las distintas clases de receptores, pero ninguna descripción del proceso de la traducción ha conseguido la aceptación de la mayoría de los traductores. Una dificultad para la presentación de cualquier teoría es el hecho de que todos los idiomas reflejan la cultura de la que forman parte. Y como hemos sugerido, antes de establecer una teoría de la traducción sería necesario tener una teoría de la cultura, que es algo mucho más complicado que una lengua. La cultura y la lengua son dos sistemas simbólicos, en la medida en que una lengua consiste en símbolos verbales y la cultura consiste en símbolos constituidos por creencias y prácticas. El hecho de que la lengua es una parte íntima de la cultura indica claramente la necesidad de formular cualquier teoría de la traducción mediante la cultura representada por la lengua.
Sin embargo, es importante mencionar de qué manera los diferentes autores han descrito la traducción y han propuesto principios para orientar a los traductores en su trabajo. Y quizá para ello la manera más adecuada consiste en recoger los diferentes puntos de vista expuestos en diversos libros y artículos sobre la traducción. Estos puntos de vista incluyen la filología, la lingüística, la teoría de la comunicación y la sociolingüística, que combina los factores culturales y lingüísticos. Desde los tiempos de San Jerónimo, que tuvo que defender su traducción latina de la Biblia, las principales discusiones sobre la teoría y la naturaleza de la traducción se han basado en textos literarios, quizá porque estos textos parecían ser los únicos que merecían ser traducidos. El Sendbrief zum Dolmetschen de Lutero también influyó en la práctica de la traducción, pero más importante que su teoría de la traducción fue su traducción de la Biblia, que fue imitada en muchas lenguas. Muchos otros autores han escrito acerca de la traducción de textos literarios, por ejemplo Alexander Frazer Tytler, Goethe, Schopenhauer, Ezra Pound, I. A. Richards, Brower, Quine, Andrei Fodorov, Mounin3, Meschonnic, Georges Steiner o G. Toury4.
Muchas han sido las teorías acerca de la traducción. Así se cita con frecuencia a Walter Benjamin5 por su insistencia en que una traducción debe representar una equivalencia formal para alcanzar el lenguaje puro, pero su deseo de comunicar por medio de un metalenguaje o un metatexto no ha tenido éxito entre la mayoría delos traductores. Mary Snell-Hornby 6 desearía que los estudios de la traducción se consideraran como una disciplina independiente con el fin de incluir en ella toda clase de textos desde lenguajes para uso especial hasta la traducción de textos literarios. Y Gutt7 habría querido encontrar en el concepto de relevancia la respuesta a toda clase de problemas de traducción, pero, como la mayoría de los traductores han experimentado, no es posible atribuir a cualquier aspecto de comunicación la solución para todas las dificultades de comunicación interlingual. El punto de vista de Ladmiral8 (1979) incluye varios factores de la psicología, de la sociolingüística, de la semántica y de la semiótica como solución para cualquier problema de traducción. La orientación de Osgood9 acerca de unos universales psicolingüísticos es crucial para entender los perfiles semánticos asociativos de palabras. Pero, para tener una amplia perspectiva de los diferentes puntos de vista acerca de la traducción, resulta muy interesante el libro Textos Clásicos de Teoría de la Traducción, editado por Miguel Ángel Vega10. El punto de vista lingüístico es característico de Catford(11) con su orientación funcional, y de Malone12, que trató de seguir la lingüística transformacional. Ya en mis primeros trabajos conecté la lingüística con un punto de vista cultural, anticipando mucho de lo que hoy se conoce como la sociolingüística13. Al mismo tiempo, sugerí la posibilidad de utilizar la lingüística comparativa como una base para una teoría de la traducción, lo que Vinay y Darbelnet14 elaboraron en un libro muy importante para traductores ingleses y franceses.
La teoría de la comunicación también aportó diferentes puntos de vista en lo que se refiere a fuentes, medios de comunicación, mensajes, receptores, ruido, circunstancias de comunicación y regeneración del mensaje. Aunque estimulante, este punto de vista fue demasiado simplista, porque dio la impresión de que el contenido de un mensaje llega más o menos automáticamente a su receptor. Pero esto no es lo que en realidad sucede, ya que los receptores están también involucrados en el mensaje. Algunos autores aceptan cualquier interpretación de un texto, ya que piensan que cada texto tiene su propia existencia y autoridad. Pero un texto representa también un acto y un contexto de comunicación que son una parte esencial del texto. La idea de que la traducción es un tipo de comunicación más o menos automática tiene su origen en la analogía que algunos establecen entre los ordenadores y la comunicación entre las personas. En este contexto el cerebro representa el “hardware” y la mente el “software”, pero no podemos olvidar que las personas tienen un sistema de valores que impregnan cualquier experiencia. Y es ese sistema de valores lo que da importancia a todos los acontecimientos o conceptos. Los principios de traducción más reconocidos y usados por los traductores son una combinación de factores lingüísticos y culturales, llamados “sociolingüísticos”. El libro Les Fondements Socio-linguistiques de La Traduction15 tuvo buena acogida y ya en una serie de artículos y libros hice hincapié en la necesidad de combinar aspectos lingüísticos y culturales. El hecho de que una lengua es una parte de una cultura y que la lengua y la cultura son sistemas simbólicos que tienen un sentido, obliga al traductor a reconocer la íntima conexión que existe entre los dos grandes sistemas que se encuentran en la mente de todas las personas.
Cualquier teoría de la traducción debe reconocer la multiplicidad de traducciones adecuadas porque siempre es posible decir prácticamente la misma cosa de diferentes maneras. Por eso debemos establecer unos límites máximos y mínimos para caracterizar un área dentro de la cual existen varias traducciones aceptables. Se puede definir el límite máximo de una traducción de la manera siguiente: “Los lectores de una traducción deben entender, apreciar y reaccionar ante una traducción de manera esencialmente equivalente a la manera en que los receptores del texto original lo entendieron, lo apreciaron y reaccionaron ante él”. Pero este nivel de comprensión y de reacción casi nunca se produce a causa de las diferencias de culturas, lenguas y circunstancias de la comunicación. Siempre es necesario tener en cuenta el entendimiento y la apreciación, y en el nivel mínimo el lector de una traducción únicamente debe reconocer la manera en que los primeros lectores probablemente entendieron y apreciaron el texto.
No estamos preparados por ahora para formular una teoría integral de la traducción, pero hemos aprendido bastante en las últimas tres décadas durante las cuales se ha producido una explosión de traducción en todas partes del mundo. Más de un millón de personas traducen en la actualidad textos de todas clases, desde poesía postmoderna hasta decisiones jurídicas, y hay indicaciones claras de que el número de textos traducidos se duplicará en cada década futura. Vivimos en la edad de la información interlingual.
REFERENCIAS:
1 Antonio R. Damasio y Hanna Damasio: «Brain and language», Scientific American (1992),septiembre, pp. 89-95.
2 Martin Jóos: «The Five Clocks», International Journal of American Linguistics (1962), 28, 2,
Parte V (Publication 22 of the Indiana University Research Center in Anthropology, Folklore, and Linguistics).
3 G. Mounin: Los problemas teóricos de la traducción, Madrid, Gredos, 1971.
4 G. Toury: In Search of a Theory of Translation, Tel Aviv, Porter Institute for Poetics and Semantics, 1980.
5 A/alter Benjamin: «Die Aufgabe des Übersetzers», introducción a su trad, de Charles Baudelaire: Tableaux parisiens, Heidelberg, 1923.
6 Mary Snell-Hornby: Translation Studies. AnIntegrated Approach, Amsterdam, John Benjamins, 1988.
7 Ernst-August Gutt: Translation and Relevance, Oxford, Basil Blackwell, 1991.
8 J. R. Ladmiral: Traduire: Théorèmes pour la Traduction, París, Petite Bibliothèque Payot, 1979.
9 C. Osgood: «Language universals and psycholinguistics», en J. H. Greenberg (ed.): Universalsof Language, Cambridge, MIT, 1963.
10 Miguel Angel Vega (ed.): Textos clásicos de teoría de la traducción, Madrid, Cátedra, 1994.
11 J. C. Catford: A Linguistic Theory of Translation, Oxford, OUP, 1965.
12 Malone: The Science of Linguistics in the Art of Translation, Albany, State Univ. oí New York, 1988.
13 Eugene A. Nida: Toward a Science of Translating, Leiden: E. J. Brill, 1964.
14 J. P. Vinay y Darbelnet: Stylistique Comparée du Français et de l'Anglais, Paris, Didier,1958.
15 Maurice Pergnier: Les Fondements Sociolinguistiques de la Traduction, Lille, Presses Universitaires, 1993.

El declive de Occidente y ascenso del resto del mundo






Fuente: Informador.com.mx
La próxima configuración mundial se asemejará a una guerra de tronos de la Edad Media, donde los ''reinos'' tendrán fuerzas semejantes. Ninguno podrá imponerse con claridad sobre otro.


GUADALAJARA, JALISCO (17/SEP/2012).- A mediados de julio, cuando François Hollande expresó su voluntad de salvar al grupo automovilístico francés Peugeot-Citroën, un comentarista llamado Ulf Poschardt brincó indignado en el diario derechista alemán Die Welt. El deseo de Hollande de rescatar a una industria que, según Poschardt, produjo su último buen producto, el Citroën DS, en 1955, constituía un regreso a “la economía planificada” y, peor todavía, una “provocación” para Alemania.

Esta era la conclusión que sacaba Poschardt: Francia ya no es un buen socio para Alemania, por lo que Merkel debería buscarse otros. Él sugería “los polacos, los británicos, los escandinavos, los bálticos y los holandeses”.

Terminará deshaciéndose de facto la Unión Europea? Hoy, esa hipótesis ya no es descartable. Reino Unido bien podría largarse en ese referéndum con el que sueña David Cameron, y Alemania, una vez España, Italia, Grecia y Portugal devueltos a su condición anterior a la construcción europea, bien podría seguir el camino que citan con creciente desparpajo sus políticos y periodistas conservadores: constituir, con algunos vecinos de la Europa central, oriental y septentrional, un club basado en un euro fuerte y una disciplina presupuestaria de acero. París quedaría así en el limbo y Berlín sería la capital de una nueva potencia germana, esta vez, financiera y económica.

Puede que ocurra esto o puede que no. La futurología geopolítica es tan poco fiable como los augurios de las agencias de calificación norteamericanas.

Recuérdese que en 1980 estaba de moda vaticinar que el PIB de Japón superaría al de Estados Unidos en 2010, y no ha sido así, la economía nipona se estancó.

Ahora Goldman Sachs dice que, de aquí a 2050, China será la primera potencia económica mundial relegando a Estados Unidos a la segunda posición. India ocuparía el tercer lugar, Brasil, el cuarto y México, el quinto.

No habría un solo país europeo entre los cinco primeros.

Tal vez lo vean nuestros hijos, tal vez no. Lo certificable ahora es que el “nuevo orden mundial” surgido de la caída del muro de Berlín, el hundimiento del imperio soviético y el final de la guerra fría, ha sido de breve duración, apenas los años noventa del pasado siglo.

Liderazgos compartidos

En contra de lo que entonces se profetizó, el siglo XXI no será indiscutiblemente americano, con Estados Unidos como única potencia de un mundo unipolar. Apenas tiene una docena de años de vida y el siglo XXI ya es multipolar.

Con Estados Unidos que empieza a aceptar sus limitaciones y una Unión Europea en desbandada, el Occidente capitalista, democrático y atlántico, el heredero de esa “carga del hombre blanco” de la que hablaba Ruyard Kipling, va perdiendo autoridad a diario, mientras el centro de gravedad planetaria se desplaza a Asia y surgen sorpresas en América Latina, Oriente Próximo y hasta África.

Así que se está en pleno desorden mundial y lo que puede predecirse razonablemente para los próximos tiempos se asemeja más bien a una nueva Edad Media, a una especie de Guerra de tronos con múltiples reinos, señoríos y ciudades de fuerzas más o menos semejantes, compitiendo implacablemente unos con otros sin que ninguno pueda imponerse con rotundidad.

La última foto triunfalista del periodo anterior fue la de la cumbre del G-8 celebrada en Alemania en junio de 2007.

A orillas del Báltico se reunieron los líderes de Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, Canadá y Rusia para prometer ayuda paternalista a la pobre África. Aquel fue el retrato de despedida de la breve época nacida con la caída del muro de Berlín.

En el otoño de 2008, la quiebra de Lehman Brothers desencadenaba una brutal crisis financiera mundial, y, con ella, se aceleraba una tendencia que ya estaba ahí: el declive de Occidente y el ascenso del resto del mundo.

Ahora las reuniones del G-8 han dado paso a las de un grupo llamado G-20, donde los occidentales ya no pueden dar lecciones a los demás y donde chinos, brasileños, indios o sudafricanos abroncan a Estados Unidos por su deuda descomunal, a Europa por su nulidad para cerrar la crisis del euro y a ambos por sus barreras proteccionistas.

¿ORDEN O DESORDEN MUNDIAL?

Con los imperios español, portugués, francés y británico, y luego con el estadounidense, Occidente ha dominado el mundo durante cinco siglos. Los occidentales llegaron a teorizar que esto era una ley natural, un estatuto fruto, en el peor de sus argumentos, de una superioridad racial, o, en el mejor, de una superioridad democrática. Pero el sol de la Historia no se detiene: la hegemonía ya ha recorrido su camino por el Oeste y vuelve a alzarse en el Este.

Los hechos hablan por sí solos. Los chinos invierten en África y América Latina y prestan dinero a los estadounidenses y europeos.

El perfil urbano de Shanghái representa hoy la modernidad y convierte al de Nueva York en un entrañable monumento del pasado siglo. Los mayores rascacielos están en los emiratos árabes del Golfo, y la mayor industria cinematográfica, en India.

Las informaciones y opiniones de las cadenas televisivas Al Yazira (árabe), NDTV (india) y CCTV (china) llegan a más gente que las norteamericanas CNN y Fox y la británica BBC.

El hombre más rico del planeta es el mexicano Carlos Slim.

La cultura pop japonesa es casi tan pujante como la estadounidense. Turquía vuelve a tener más peso en los asuntos de Oriente Próximo que Europa...

¿Qué saldrá de todo esto? ¿Cuál será el mapamundi económico y geopolítico de las próximas décadas? Puestos a aventurar, es razonable imaginar que, de mantenerse las actuales tendencias, Estados Unidos, China e India serán los principales señoríos de la Guerra de Tronos, los que competirán en el que será su principal escenario: el asiático. Y tampoco es descabellado predecir que, liderando sus respectivas regiones y con su cuota de influencia global, Brasil, Sudáfrica, Turquía, los países árabes del golfo y Rusia serán relevantes en el gran juego.

En cuanto a Europa, Reino Unido parece destinada a culminar su tendencia a convertirse en una pintoresca provincia de Estados Unidos, y Alemania, a convertirse en la cabeza de un pequeño club continental fuerte en lo financiero y económico, pero no tanto en lo político y militar. Para los hispanos, el premio de consolación es que serán un gran actor humano, lingüístico y cultural en todas las Américas.

A mediados de este siglo, constituirán un cuarto o hasta un tercio de la población del territorio comprendido entre el Río Bravo y Canadá, convirtiendo a Estados Unidos en un país bilingüe.

De modo que la latinidad estará presente en tres de las primeras economías del planeta (Estados Unidos, Brasil y México).

Estados Unidos comenzó a angustiarse por su posible decadencia a finales de los años setenta y comienzos de los ochenta, con Vietnam, Watergate, la estanflación, la crisis de los rehenes de Teherán y la pujanza económica japonesa.

En 1984 Ronald Reagan le devolvió un optimismo que fue confirmado por su triunfo en la guerra fría. Sin embargo, como escribió en 2008 el politólogo Parag Khanna en "The New York Times Magazine", “la era unipolar bajo hegemonía norteamericana solo duró en realidad la década de los noventa”, los tiempos de Bill Clinton.

En el arranque del siglo XXI, con George W. Bush en la Casa Blanca, el coloso dilapidó buena parte de su capital al arruinar sus finanzas federales, lanzarse a la desastrosa aventura de Irak y convertirse en el epicentro de la gran crisis financiera mundial.
desastrosa aventura de Irak y convertirse en el epicentro de la gran crisis financiera mundial.

Hacia 2005-2006, con Estados Unidos empantanado en Iraq, ya empezó a hablarse en todas partes del mundo multipolar que surgía tras el breve intervalo de monólogo norteamericano.

En 2008, el periodista de "Newsweek", Fareed Zakaria, publicó un libro, "The post-American world" (El mundo después de USA, en su edición española), donde lo daba por hecho. La mundialización no iba a ser americanización.

Zakaria hizo esas predicciones antes de la catástrofe de Wall Street. Ahora Barack Obama habita la Casa Blanca constatando con lucidez que la influencia de su país recula en el escenario global. Tanto en lo político, cultural y moral —el poder blando teorizado por Joseph Nye— como en lo económico —pérdida de peso relativo en el PIB mundial y descomunales cifras de déficit comercial, presupuestario y deuda pública—. De esa constatación y de su talante se deriva una actitud menos arrogante y agresiva.

Pero, atención, Estados Unidos está muy lejos de un colapso semejante al del Imperio Romano. Tiene activos poderosos: un sistema financiero que, aunque desprestigiado, es la primera referencia mundial; una gran producción industrial; marcas y empresas implantadas en todas partes; universidades prestigiosas; una incesante oferta televisiva y cinematográfica; la genialidad tecnológica de Silicon Valley; un mercado de trabajo atractivo para talentos extranjeros y una incombustible capacidad para levantarse tras las caídas. Last but not least, es una potencia militar sin parangón (casi la mitad de los gastos militares planetarios son norteamericanos).

Estados Unidos, dice el historiador Paul Kennedy, “no es un coloso impotente, lo que ocurre es que las cosas están volviendo a la normalidad, está pasando de ser un imperio universal a un gran país, y eso es bueno”.

Su talón de Aquiles, en opinión de Kennedy, es que “cuente peligrosamente con los otros Estados para financiar sus déficits. El poder militar no puede reposar en estos pies de barro, no puede depender indefinidamente de acreedores extranjeros”.

MAPAMUNDI

El reacomodo económico y geopolítico

>Estados Unidos, China e India: Serían las principales potencias. Su escenario de competencia será el asiático.

>Brasil, Sudáfrica, Turquía, los países árabes del Golfo y Rusia: Liderarían sus respectivas regiones.

>Alemania: con algunos vecinos de la Europa central, oriental y septentrional, sería la capital de una nueva potencia germana, esta vez, financiera y económica, y con una estoica disciplina fiscal.

>Inglaterra: Pasaría a convertirse una “pintoresca” provincia de Estados Unidos.

>México: Formaría parte de los llamados Next 11.

ESTUDIO GLOBAL TRENDS 2030

Tendencias mundiales para las próximas dos décadas

Global Trends 2030 es un gigantesco estudio sobre las tendencias mundiales de aquí a 2030 y que será difundido íntegramente tras las elecciones de noviembre. En sus augurios económicos más optimistas, Estados Unidos, con un crecimiento medio de 2.7% entre 2010 y 2030, confirmaría su pérdida de peso económico relativo, pasando su participación en el PIB del G-20 de un tercio a un cuarto. En los más pesimistas, un estallido de la zona euro provocaría al otro lado del Atlántico otra crisis financiera y una nueva recesión de consecuencias impredecibles.

Europa se ha convertido, pues, en un problema para sí misma, para Estados Unidos y para el resto del mundo. Lo triste es que no hace tanto era vista como la solución. En 2004 el economista norteamericano Jeremy Rifkin publicó un libro titulado "The european dream" (El sueño europeo en su edición española), en el que afirmaba que la visión europea (asociación de Estados democráticos, combinación de libre mercado con protección social, defensa del medio ambiente, acción internacional pacífica y gusto por la calidad de vida) no iba a tardar en eclipsar en la escena global al Sueño Americano. Y en 2008 el profesor indoamericano Parag Khanna predijo en el artículo que publicó en "The New York Times Magazine" que Estados Unidos tendría que compartir la hegemonía en el siglo XXI con China y con una UE de la que se deshacía en elogios.

Ahora, incapaz de resolver una crisis del euro que ha revelado lo disparatado que era crear una unión monetaria sin gobierno económico común, la Unión Europea parece agonizar. Los viejos intereses nacionales la corroen en la hora de la prueba suprema. Y ante el resto del mundo proyecta la imagen de una fortaleza cerrada a las mercancías, las personas y las ideas del resto del planeta, una gerontocracia que da muchas lecciones moralistas y siempre se acobarda ante la acción, un club incapaz incluso de socorrer de modo contundente a sus miembros más débiles, y dirigido por una Angela Merkel cuya única visión consiste en imponer al resto el dogma presupuestario alemán.

La crisis empobrece a las poblaciones europeas y la política de austeridad a toda costa destruye la más importante aportación del Viejo Continente a la humanidad tras la II Guerra Mundial: el capitalismo con protección social de democristianos y socialdemócratas. ¿Por qué todo esto parece resbalarle a Merkel? En mayo de 2010, el filósofo Jürgen Habermas ofreció una explicación en "Die Zeit". Alemania, dirigida por élites políticas que siguen “los titulares groseros de Bild”, ha perdido la vocación europea a la par que el complejo de culpa, y se ha encerrado en una “mentalidad egocéntrica”.

“Europa no se da cuenta de hasta qué punto ha perdido toda importancia a los ojos del resto del mundo”. Esta frase provocadora, pronunciada por Kishore Mahbubani, director de la Escuela de Administración Pública de Singapur, es hoy muy citada para subrayar la creciente irrelevancia del Viejo Continente, algo que no le viene nada bien a Estados Unidos. Por lo evidente, porque la recesión europea lastra su despegue económico, y porque Obama deseaba retirar a su país del primer plano de todos los conflictos y descansar algo en hombros europeos.

China comenzó a cambiar en 1978 con la llegada al poder de Deng Xiaoping, el autor de la célebre frase: “Qué más da que el gato sea blanco o negro, lo importante es que cace ratones”. Comenzaron así las reformas económicas que convertirían el gigante asiático en un país capitalista con un Gobierno autoritario del Partido Comunista. Ahora China es la gran fábrica del mundo, cuenta con una pujante clase media, es un gran cliente de las materias primas de África y América Latina y un gran inversor y prestamista internacional, dispone de una divisa prestigiosa, el yuan, y va controlando, como proveedor o comprador, la producción mundial de los llamados metales raros como el litio, claves en las nuevas industrias. También invierte mucho en investigación: sus científicos hacen significativos progresos propios en áreas como la informática, la industria aeroespacial, las energías verdes, la ingeniería metalúrgica, la biología molecular. Se dice que China podría superar en 2020 a Estados Unidos como la primera potencia científica del planeta.

LAS NUEVAS POTENCIAS

Considerado hace seis o siete lustros el mayor competidor potencial de Estados Unidos, Japón está prácticamente desaparecido en esta crisis. Lleva más de una década pagando el precio de la burbuja financiera y evidenciando sus carencias: estancamiento económico, envejecimiento de la población e inestabilidad política. Ahora busca ser menos dependiente de Estados Unidos y dirige su mirada a Asia.

India añade a su propuesta de crecimiento económico (9%) unos valores, democracia y pluralismo, que han llevado a Obama a decir que es “una potencia mundial responsable” y “un líder en Asia”. Su despertar arrancó en 1991, cuando el Gobierno abandonó el modelo estatalista, y está basado en la satisfacción de las necesidades del inmenso mercado nacional. A sus firmas colosales, como la automovilística Tata Motors y la telefónica Bharti Airtel, India añade una miríada de pequeñas y medianas empresas que fabrican productos textiles, mecánicos, informáticos y agroalimentarios que resultan útiles y baratos para su población. Ensalzado en los filmes de Bollywood, el héroe nacional es hoy el joven emprendedor.

Brasil ya juega en el escenario global. Su actitud es la de una creciente seguridad que huye, no obstante, de la arrogancia y la confrontación. Se está convirtiendo en un gran productor de hidrocarburos a la par que es líder mundial en biocombustibles. Ya es miembro del G-20 y aspira a un sillón permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Se va desmarcando de Estados Unidos sin provocar serias crisis. Partidario de la cooperación transversal entre países del Sur, va multiplicando su presencia en América Latina, Oriente Próximo y África. Se ha aliado con India y Sudáfrica en las negociaciones comerciales internacionales atacando a las barreras aduaneras norteamericanas sobre el acero y a las subvenciones agrícolas europeas. Y con China tiene una alianza estratégica. Las economías china y brasileña son muy complementarias:

¿Se le sumará en algún momento México? No pocos lo predicen así. Al actual grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), los futurólogos le han añadido el de los llamados Next 11 (los 11 siguientes), en el que figuran México, Corea del Sur y Turquía. Y México, según algunos análisis, tendría incluso potencial para estar entre los cinco primeros del ranking mundial a mediados de este siglo.

A imagen y semejanza de internet, su gran instrumento de comunicación, la globalización se estaba convirtiendo en una red de redes, en una tela de araña de nueva factura, con diversos centros e inextricables relaciones. O en una guerra de tronos.

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táper, adaptación española del anglicismo tupper

Táper, plural táperes, es la adaptación española del anglicismo tupper, que hace referencia a los recipientes de plástico popularizadas por la empresa Tupperware, y así aparece en algunos diccionarios como el DEA, de Seco, Andrés y Ramos, o el Clave.

Además, al haberse convertido en un nombre común, se escribe en redonda y sin comillas.

En España, con motivo del comienzo del curso escolar y de las dificultades económicas de muchas familias para hacer frente a los gastos de comedor, distintas autoridades han recomendado a sus escolares que se lleven la comida de casa, y en las informaciones relacionadas con esta cuestión se ha podido ver escrita la palabra táper de distintas maneras: tupper, túper, taper o táper.

Aunque en español existen términos como fiambrera, tartera, tarrina o lonchera que pueden aludir a recipientes similares, el uso mayoritario de la palabra táper se ha impuesto sobre todos los demás.

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