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segunda-feira, 28 de janeiro de 2013

JORGE IGNACIO COVARRUBIAS






Español: idioma universal
El secretario de la Academia Norteamericana de la Lengua Española y presidente de la Comisión de Información, el argentino Jorge Ignacio Covarrubias, asegura que el idioma español es “un tesoro”, y considera que los hispanos no somos conscientes del valor que este tiene.
POR FRANCISCO MARTÍNEZ

Covarrubias es, además, escritor y editor del Departamento Latinoamericano de The Associated Press en Nueva York. Con este oficio ha recibido 37 asignaciones a 28 países, incluso asambleas generales de las Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos. Ha cubierto 12 visitas papales, campeonatos mundiales de futbol, juegos olímpicos y panamericanos, eurocopas y actividades políticas y científicas.
Pero más allá de todo su bagaje profesional, es un hombre de una humildad y solidaridad que contagian. Conversador, amigable y sincero.
Pocos como él tienen la autoridad para hablar de las luces y sombras del idioma que compartimos en este continente. Pocos como él tienen la voluntad y disponibilidad de responder durante más de una hora las preguntas de una entrevista, como esta de la cual presentamos una síntesis.
¿Cuál es el futuro del español a partir de que es el segundo idioma que más se habla en el mundo?
Vivimos en un continente atípico, donde podemos ir desde México hasta el sur de Chile hablando el mismo idioma, un fenómeno que no se repite en ningún otro lugar del mundo. El español lo hablan 450 millones de personas. Incluso podemos ir a España, a Guinea Ecuatorial o a algunas regiones de Filipinas y seguiremos hablando el mismo idioma. Lo importante es mantener su uniformidad, para que nos siga permitiendo hablar con personas de más de 20 países. Además, se está estudiando cada vez más en otros. Tenemos un idioma rico que tiene un poco más de mil años de historia.
Pero el mandarín también está cobrando fuerza.
Nunca se sabe qué va a pasar, pero el chino es un idioma difícil y complejo. Si se convierte en potencia, como no tengo duda de que va a pasar, habrá mucha más gente que se interese por él, pero nunca se va a universalizar como el español, porque partamos de la base de que hay más de 20 países que hablan el castellano, en cambio el chino es uno solo, o sea, es más fácil que un idioma que sale de más de 20 países se difunda que uno que sale de uno solo. Además, es complicado porque no tiene un alfabeto como el que tenemos nosotros. Es más fácil aprender coreano que chino, porque el chino son casi como ideogramas, conceptos, en cambio en coreano un simbolito significa tal letra; es mas fácil. Yo tengo cuatro traducciones de un texto chino y cada una parece un texto distinto, debido a que, como son ideas, entonces no es una correspondencia exacta de una palabra con la otra.
Dadas las migraciones a EE. UU. ¿Hay posibilidades de que aumente el número de hablantes?
Vivo en Estados Unidos y soy el secretario general de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, y en este país hay una gran cantidad de migrantes, sobre todo de México y Centroamérica, así como de algunos lugares de Sudamérica y el Caribe. De acuerdo al último censo, los hispanos en EE. UU. superan los 50 millones. Uno de cada seis habitantes, casi el 16 por ciento, es hispano, pero entre los niños uno de cada cuatro es hispano. De acuerdo con las proyecciones de esta oficina, para el 2050, cuando los estadounidenses superen los 400 millones, habrá más de cien millones de hispanos. Los hispanos y su idioma están cobrando mayor importancia en EE. UU. También hay núcleos en Canadá.
¿Por qué si el español es uno de los idiomas más importantes, los hijos de los latinos no quieren hablarlo en EE. UU.?
Ese fenómeno está cambiando radicalmente. Antes los padres hispanos querían que los hijos no hablaran más el español para integrarse a esa sociedad, debido a que si lo hablaban los discriminaban. Ahora es distinto porque saben que el que habla dos idiomas tiene más futuro en el mercado laboral.
¿Los hispanohablantes estamos conscientes del valor de nuestro idioma?
No todo el mundo está consciente sobre esta importancia. Quizá sí, más en los medios periodísticos, porque su misión es informar, y para hacerlo también hay que informarse. Tenemos la ventaja de transitar por casi todo el continente hablando un mismo idioma. Eso nos tiene que dar consciencia de la importancia, no solamente como idioma universal, por el número de hablantes, sino también por ser referente de un continente.
Debido al uso de las redes sociales, el internet y fenómenos como el espanglish, ¿podría distorsionarse el idioma?
Este fenómeno sucede siempre en todas las culturas y épocas. El idioma evoluciona, surgen nuevas tendencias, aparecen nuevas palabras, incluso nosotros los periodistas, los escritores y los traductores estamos un poco a la vanguardia de esas innovaciones, que es lo que escucha la gente en la televisión y lee en los periódicos. Hay realidades nuevas que imponen la obligación de darles nombre. El idioma cambia constantemente, pero también conlleva el peligro de distorsiones. La cuestión es que nosotros tengamos en cuenta que estas no nos tienen que hacer perder el objetivo de mantener la uniformidad del idioma, o sea detectarlas y descartarlas.
No tenemos que descartar todo lo novedoso, porque el idioma se va nutriendo constantemente de palabras nuevas. El idioma es algo vivo y los cambios los hacen los usuarios, los hablantes. En última instancia, las academias no ordenan, no disponen nada, sino que aclaran, tratan de canalizar y encauzar el uso del lenguaje. Lo que el uso impone no hay academia que se pueda oponer.
En la práctica pareciera que el uso del idioma va más rápido que las academias.
Las academias, al final, actúan como notarios de lo que el uso impone. Los cambios ahora son más vertiginosos porque hay redes sociales, intercomunicación, mecanismos nuevos que hace poco tiempo eran inconcebibles: todo es más rápido. Las academias parecen frenar, pero lo que quieren es encauzar, que se siga una norma culta en estos momentos, para que no se disperse el idioma, porque si no hubiera un ente regulador y un diccionario normativo que diga “esto sí y aquello no”, correríamos el peligro de que todo se disgregara de tal manera que pronto se principiarían a insinuar otros idiomas dentro del español, lo cual sería una pena, porque si tenemos un idioma universal, ¿por qué fragmentarlo? Las academias decían antes: “No hay que usar”. Ahora dicen “no conviene”. Lo que ahora hacen más es recomendar. Diacrónicamente, a través del tiempo, las reglas ortográficas y las gramaticales van cambiando. Dentro de un siglo va a tener normas distintas a las que tiene ahora. Por ejemplo, nosotros no escribimos como Cervantes y Lope de Vega, no hacemos poesía como Berceo; son otras épocas.
Hay discusiones entre los integrantes de la Academia, quizá porque algunos deben ser más conservadores. ¿Cómo llegan a acuerdos?
Es curioso, pero ahora la gente es cada vez más comprensiva. En la mente de las personas aún está la imagen de que los académicos que se reúnen son viejos. Yo, por ejemplo, escribo de las telenovelas y sus jergas juveniles, o sea estamos de acuerdo con la vibración del momento, y los académicos, como todos los humanos, somos falibles, pero, claro, tenemos esas discusiones y reconocemos todo eso.
Entre lo normativo de la Academia y la realidad de los hablantes, ¿dónde debe ubicarse el papel de los medios de comunicación, sobre todo los escritos?
Es una responsabilidad importante. Las academias siempre tratan de mantener un español dentro de lo que establece la norma culta, pero los periodistas, los escritores y los traductores son las personas que deben preocuparse por un idioma bien hablado, lo cual no quiere decir que el periodismo siga a la Academia ciento por ciento, porque el comunicador debe ser independiente de toda influencia, tal como lo es del poder político y otros. Los periodistas son ahora los máximos responsables de que el idioma español no se fragmente, porque ellos lo llevan a todo el mundo. Por ejemplo, si el peruanismo usa lo suyo, el antioqueño hace lo mismo e igual el rioplatense, ¿cómo nos vamos a entender?
¿La lectura y audición a través de internet contribuyen a universalizar los términos?
Absolutamente. El internet es una influencia decisiva poderosísima, porque uno puede leer un periódico de cualquier parte del mundo. Beneficia en el sentido de que podemos enterarnos de lo que sucede en otros países. Si se disgregara el idioma y leyéramos un diario de Perú y no entendiéramos una palabra, sería una gran pérdida desde el punto de vista cultural, porque sería empezar a no entender a determinadas comunidades. Por eso ahora los periódicos saben que van al resto del universo de habla hispana y se preocupan en no usar demasiados localismos.
¿Y cómo saber cuáles son los términos correctos para ser entendidos en varios países?
Esa es una de las funciones del diccionario.
¿Cómo se imagina al lector del futuro, en virtud de que los niños están inmersos en la tecnología, que privilegia lo breve y lo visual y estimula poco la lectura?
Estamos en una época de transición apasionante. Ahora nace la generación digital, con el manejo de tantos dispositivos. Hay una tendencia a que lo visual reemplace a lo textual, pero esto no se puede totalmente, porque lo visual es ambiguo. Una foto puede decir más que mil palabras, pero también admite muchas interpretaciones. En cambio el texto va a aclarar esas interpretaciones, lo cual significa que podrá disminuirlo, pero no desplazarlo. El lector del futuro será el que siga con la capacidad de ver las grandes obras —literatura—, pero al que hay que presentárselas de manera distinta.
¿Esto causará que se olvide a los grandes escritores?
Nadie puede saberlo, pero hay cosas que se olvidan y por algún motivo se rescatan después. A mí me apasiona Bach, pero por alguna situación estaba prácticamente olvidado hasta que lo rescataron, porque todo es cíclico, de la misma manera como ha habido una revolución romántica, clásica, barroca y rococó, por lo que de repente en cien años están redescubriendo a Cervantes y Lope de Vega.
PERFIL
Autor de tres libros y tres audiolibros.
Ha ganado premios de ensayo, cuento y poesía.
Ha traducido para New York Times, Selecciones del Reader's Digest, CBS, Money, International Psychiatry Today, Kraft, Lamaze y otros medios.
Fue jefe de Redacción de la revista Canales y editor de la revista La Familia de Hoy.

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