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sábado, 5 de janeiro de 2013

LUIS HARSS












"Hay escritores que se echaron a perder"
En los años sesenta escribió Los nuestros, volumen que proyectó internacionalmente a los autores del Boom latinoamericano. En este diálogo, cuenta cómo aquel libro perjudicó sus propios proyectos literarios y critica acerbamente la Argentina de su juventud
Por Juan Cruz | Para LA NACION

De todos sus entrevistados, el que más le interesaba a Harss era Cortázar. Rayuela lo había deslumbrado, pero los libros que siguieron no lo entusiasmaron.
Madrid.- Luis Harss no sabe, no lo puede saber, e incluso puede que no quiera saberlo, el tesoro que dibujó escribiendo Los nuestros . Le encargaron un libro sobre la actualidad (una obra sobre lo que estaba pasando en la literatura hispanoamericana) y metió un mensaje en una botella que se ha encontrado, medio siglo más tarde, con los lectores del futuro. A medio camino, a partir de los años 80, cuando la literatura del sur de América empezó a interesar menos en España y quizás en el mundo, y el libro se dejó de imprimir, Los nuestros se convirtió en un tesoro inencontrable que algunos exhibíamos como trofeos raros cuando hallábamos ejemplares viejos en librerías antiguas. Ahora Alfaguara ha hecho que el libro aparezca de nuevo y ahí tenemos otra vez ese tesoro que fue una adivinanza en 1966, cuando apareció originalmente.
El impacto que producía el libro, cuando lo tenías en las manos por primera vez, era la abundancia de la literatura combinada con la perspicacia adivinatoria de Harss. Como si tuviera un periscopio privilegiado, aquel joven que entonces aún no tenía treinta años fue a encontrarse, uno a uno, con escritores latinoamericanos que tenían su edad, más o menos, y los puso, uno a uno, ante el esquema profuso, e informadísimo, de sus preguntas. Esos personajes habían publicado ya, pero su fama estaba marcada aún por la incógnita. Harss se atrevió con ellos, y ahí están, en la declaración inaugural de sus intenciones literarias, Vargas Llosa cuando tenía 30 años, Carlos Fuentes cuando tenía 34, García Márquez cuando tenía 38.
Entrevistarlos tenía el mérito de la curiosidad; la naturaleza del acertijo vino luego, cuando éste se produjo certero. Pero Los nuestros tenía un mérito anterior, acaso paralelo a los propios merecimientos de los autores que descubrió. Detrás de Harss, en su conocimiento y en su memoria, había un enorme bagaje cultural y literario, un conocimiento exhaustivo (y raro a su edad) sobre lo que había pasado en la narrativa del siglo XX (e incluso antes) de América Latina. Según él, en su prólogo, de esa historia iba a nacer una historia nueva, más cosmopolita y más abierta. Él atendió a los que ya habían escrito sus obras mayores (y eran mayores), como Juan Carlos Onetti, Alejo Carpentier, Jorge Luis Borges o Miguel Ángel Asturias, y se atrevió con sus adivinanzas. Ese prólogo que (como todo el libro) está intacto en la edición actual de Alfaguara muestra a un Luis Harss que domina lo que pasó y lo que pasa, y por tanto adquiere autoridad para sugerir qué va a pasar.
Descubrí el libro hace más de una década, mientras todavía era editor o acompañante de editores y de escritores. Desde entonces lo regalé, lo fotocopié para amigos (que no lo encontraban por ninguna parte), sugerí la reedición a colegas que hasta ahora mismo juzgaron prematuro hacerme caso...El resultado de esta pesquisa fue múltiple; un día me habló Tomás Eloy Martínez de su casual encuentro con Luis Harss, a quien entrevistó para adncultura en 2008; ahí cuenta Tomás lo que es cierto también en otros escritores con los que Harss se encontró para Los nuestros : todos preguntaban por él. Gabo quería saber qué había sido de él, Fuentes contaba cómo lo puso en contacto con Vargas Llosa, Mario recordaba cómo Harss, tan minucioso, había vuelto a su cuarto en París para repetir la entrevista que habían hecho algunas horas antes...
Harss estaba en el recuerdo de todos ellos como el hombre que los fijó en libro, y para los lectores que hubo después Los nuestros se convirtió en la enciclopedia a la que acudíamos para saber cuál había sido el minuto uno del Boom de la literatura latinoamericana. Gracias a Gerald Martin, el biógrafo de García Márquez, logré saber de él personalmente, y desde entonces he tenido el privilegio de tratarlo... por mail. "¿Cómo eras?", le pregunté para saber qué lo había llevado a esta adivinanza. Yo había leído un libro suyo extraordinario, entonces inédito, que se titula Momentos de vida . Es una obra de apariencia autobiográfica que dialoga con Pavese, con Kafka, con Beckett, con Onetti y con Fernando Vallejo, levanta las heridas de su melancolía con humor onettiano, y retrata a un personaje y su tiempo con una audacia sentimental sobrecogedora.
Lo que me dijo Harss: "¿Cómo era yo? Me crié con el primer peronismo. Un aparato de vida odioso (que ahora ha vuelto). Huí de la Argentina a los 16 años. No pensaba volver nunca. Vivía en inglés, aunque me transportaba de un lugar a otro (Estados Unidos, Centroamérica, Europa). De chico ya había ido a un colegio inglés, una especie de cárcel donde te daban palizas con una zapatilla mojada, pero me abrió el idioma. Después estudié en Stanford, en California. Anduve un poco despatarrado, pero muy lejos del mundo de habla española. No sabía nada de sus literaturas. En Buenos Aires nos torturaban con Lugones. Y teníamos que leer la novelita rosa de Eva Perón, La razón de mi vida . Las dictaduras, las vacunas con vidrios rotos, la música folklórica, la retórica fascista, la burocracia del rencor social me producían una especie de horror. Una vez, años después, conocí a la nieta de Lugones en una fiesta. Una flaquita muy cargada de culpas. Le pregunté si era la nieta del ' gran poeta' y me dijo: ' Sí, y la hija del torturador'. Bueno, para mí era todo un mundo de terror".
Ese camino no tuvo retorno. "Recuerdo que cuando puse los pies en Estados Unidos sentí por primera vez en mi vida que respiraba libre, que podía moverme y ser yo. Escribía en secreto desde siempre. Con letra cifrada y en inglés, para esconderlo. Un rincón de vida privada. En Estados Unidos me encontré por primera vez con un profesor que entendió lo que yo escribía, o el simple hecho de que yo escribiera (mi familia lo consideraba una aberración)."
Ahí nació Los nuestros . Pero antes había publicado dos novelas en inglés. "Tenía un pedacito de camino hecho. Los nuestros me distrajo. Lo agarré por curiosidad y porque necesitaba plata. Ya sabes que el libro lo hice en inglés, traduciendo las entrevistas. La idea fue de un editor de Nueva York, Roger Klein, que me pagó algunos gastos. Pero el verdadero envión me lo dio Rayuela , que no sólo me deslumbró (nunca había pensado que pudiera existir nada así en el mundo de habla española, ni mucho menos salido del abismo argentino), sino que también me pareció que tenía muchísimas afinidades con lo que yo llevaba embuchado."
Claro, era otra generación, concede Harss, "pero Cortázar también era un sobreviviente y sabía hacer comedia y metafísica con su angustia de expatriado. Sus pesadillas y sus monstruos eran los míos. Me encantó cuando en un poema decía: ' nacionalista, folklorista infeliz'. Me hubiera quedado muy tranquilo con Cortázar, pero tenía que hacer mi libro, pasé a otros escritores, hice mi deber. Nadie más me entusiasmó del mismo modo".
Pero trató de identificarse con la "nueva novela", como dice él. "Me adoptó como alma gemela Paco Porrúa, el editor y amigo de Cortázar en Buenos Aires. Me ayudó a ' españolizar' Los nuestros . Con él ' 'descubrimos' a García Márquez. Toda esa gente fue muy amable, me llevaron a uno y a otro. Y claro que descubrí muchas cosas inesperadas. Te hablo ahora no de la literatura sino de mi vida. Empecé a redescubrir algo perdido en mí, me entusiasmé, me confundí. Quise escribir en español yo también. No ser parte de la ' nueva novela' porque en realidad no sentía nada en común con esa gente y sus preocupaciones pero buscarme en mi idioma de infancia, estar y ser allí. Me causó un terremoto, perdí todo lo que tenía hecho en inglés."
Fue un libro decisivo para la historia de la "nueva novela", como dice él, y para los lectores que nos hicimos con el Boom , pero a él, dice, le salió caro. Anímicamente. "Pasé años recuperándome, después de que me di cuenta de que todo lo que hacía en español resultaba ' raro', no se entendía, tenía que permanecer secreto, fragmentario, otro yo. Ahora estoy muy lejos de todo eso otra vez, pero me persigue, como un malentendido sin solución. Cuando pienso en Los nuestros es como si fuera un invento, otra novela. Creo que así es como puedo llegar a entender que lo hice yo."
Le pregunté a Harss cómo ve ahora a esos escritores que contribuyó a descubrir. "Ahora leo por placer", dice. "Detesto las mafias, los movimientos, las ' generaciones'. Ya no me intereso en la ' literatura latinoamericana' sino en páginas que me gustan o me dicen algo. Como me sucede con libros de cualquier lado. Algunos de los ensayos, más que los cuentos, de Borges. La primera mitad de La vida breve , de Onetti. Los cuentos de Felisberto Hernández. Y siempre Cortázar, no me olvido de ese ' capítulo prescindible' de Rayuela donde Oliveira (o el autor), en París, sueña con un pan francés, pero es un pan francés de Buenos Aires. ' Las grandes novelas totalizadoras' no me interesan. Esto, obviamente, no es un criterio crítico, una valoración, sino un gusto personal. A algunos escritores los he seguido, más o menos, a otros no."
Por ejemplo, lo decepcionaron, dice ahora Harss, "las novelas que escribió Cortázar después deRayuela , no eran lo que yo esperaba de él. Jugó mal, se perdió en chistes, después se politizó, lo sedujo la ilusión de volver del exilio, de ser ' alguien' en su continente perdido. Creo que hasta se arrepintió de no haber sido peronista en su momento. He admirado páginas de algunos de los descendientes de la ' nueva novela': Tomás Eloy Martínez, Roberto Bolaño. Sin empecinarme, lo que me depara la casualidad. Desde fuera de ese mundo. Y me he ido olvidando de los otros. En algún caso podría citar a Scott Fitzgerald que decía: 'No hay segundos capítulos en las vidas americanas'. Escritores que dieron algo que nunca volvieron a alcanzar, se aburrieron o se echaron a perder. Es un comentario general".
Traducción: Anne-Hélène Suárez Girard

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