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sábado, 5 de janeiro de 2013

MEREDITH HAAF

Otra forma de ser joven
Por Verónica Chiaravalli | LA NACION

Habla desde su propia generación y en el corazón de la Europa todavía rica, donde se gestó el problema. El libro de Meredith Haaf (Múnich, 1983) Dejad de lloriquear. Sobre una generación y sus problemas superfluos apareció en España, publicado por el sello barcelonés Alpha Decay (la traducción es del argentino Patricio Pron), y causó revuelo: en el país donde todos protestan contra las políticas económicas restrictivas, el ensayo de Haaf llama la atención sobre un sector peculiar de disconformes, los jóvenes, entre quienes campea un malestar difuso que tendría su origen, paradójicamente, en el exceso de riqueza.

Haaf ha estudiado historia y filosofía y defiende una posición crítica de la generación que hoy tiene entre 22 y 32 años. En distintas entrevistas ha señalado que se trata de jóvenes que lo han tenido todo, académicamente sobreeducados pero incapaces de volcar esos conocimientos en la esfera pública; sobreprotegidos y dependientes de sus padres porque, a las dificultades para encontrar trabajo se suma, según Haaf, el hecho de que no se sienten responsables de sí mismos. Aquí vale aportar el punto de vista de la antropóloga mexicana Rossana Reguillo. En su libro Culturas juveniles. Formas políticas del desencanto observa que la demora del ingreso de los jóvenes en el mundo del trabajo respondió a una estrategia. El aumento de la esperanza de vida y el retraso de la vejez alcanzados en la posguerra por los países desarrollados hizo necesario postergar la incorporación de las nuevas generaciones al mercado laboral para mantener equilibrada la situación de las poblaciones económicamente activas, "lo cual implicaba que los jóvenes fueran retenidos durante un período más largo en las instituciones educativas. La ampliación de los rangos de edad para la instrucción no es sólo una forma inocente de repartir el conocimiento social, sino también, y principalmente, un mecanismo de control social", afirma Reguillo.
Pero volvamos a Haaf. Acaso lo más curioso sea su visión del campo virtual. En diálogo con Kiko Amate considera lo que ocurre en la Red, en la que su generación gasta horas, un "tsunami de banalidad". Dice: "La comunicación se ha convertido en un fin en sí mismo que domina el mundo en que vivimos. La sensación es que siempre hay alguien dirigiéndose a ti, y que siempre tienes que responderle. La gente se ha acostumbrado a decir cosas sin que existan consecuencias directas de ello". Y concluye: "Estoy escribiendo un manifiesto que urge a borrarse de Facebook. Todas esas compañías han pasado a formar parte de nuestras vidas, alterando la forma en que nos comunicamos con los amigos y la forma en que sentíamos que formábamos parte del mundo. Hoy, si no estás en Facebook, la gente te espeta: ¿Dónde te metes?'. Es como una adicción". Los mayores de 32 que siempre se han sentido ajenos a la lógica de las redes sociales ya pueden dejar de verse como especie en extinción..

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