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quinta-feira, 28 de fevereiro de 2013

COMPETENCIA INFORMACIONAL


Competencia informacional para la actividad traductora
Eva Ortoll Espinet, Professora de Documentació. Estudis de Ciències de la Informació i de la Comunicació. Universitat Oberta de Catalunya
Fuente: http://www.fti.uab.es/tradumatica/revista/num2/articles/01/central.htm

1. Introducción
El trabajo de los profesionales de la traducción se caracteriza, entre otros factores, por ser intensivo en información. Resulta natural hablar de intensidad informacional si tenemos en cuenta que vivimos en una sociedad en la que las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) están presentes en la mayoría de esferas de nuestro entorno, y sin las cuales se nos antojaría extraño el desarrollo de determinadas actividades. Pero ¿a qué nos referimos cuando hablamos de trabajos intensivos en información? Para introducir la respuesta a esta pregunta me gusta partir de la propuesta de Alfons Cornella (2000)1, en la que superpone una sociedad de la información, (en la que la información, simplemente, tiene un gran valor) a una sociedad informacional (en la que la generación, el proceso y la transmisión de información se convierten en una de las más importantes fuentes de productividad y valor). Partiendo de esta premisa, en una sociedad informacional, un trabajo intensivo en información se caracterizará por que el producto o servicio resultante de dicho trabajo, así como las tareas y actividades implicadas en su consecución, requieren del uso de la información. O dicho de otra manera, la utilización de la información está presente, de forma sistemática, en el desempeño de las citadas tareas. Así, para hacer frente a esta nueva realidad y desenvolverse con éxito en esta sociedad informacional, se deben abordar propuestas formativas que favorezcan el desarrollo de la competencia informacional de los trabajadores en aquellos sectores profesionales con distintos niveles de intensidad informacional.
2. Cuando dominar la tecnología no es suficiente
Una realidad que se asume como consecuencia de la introducción de las TIC en los procesos de trabajo es la imperiosa necesidad de manejar dichas tecnologías para acceder a la información La introducción de la tecnología en los procesos relacionados con la información ha significado, para muchos sectores, que para ser competente en el mercado se deba dominar el uso de la información.
Podemos observar cómo la tecnología ha influido y modificado, también, el quehacer de la traducción en distintas dimensiones. En primer lugar, nos encontramos con nuevas áreas de actividad, por ejemplo la de los traductores que se ven implicados en proyectos de localización, que originan nuevas maneras de trabajar, nuevas especialidades y por lo tanto nuevas necesidades. Además, los citados procesos se han intensificado gracias a la presencia cada vez mayor de empresas que utilizan este canal de promoción y de relación con los clientes, hecho que obliga a analizar las repercusiones que pueden tener en la profesión.
En segundo lugar, la facilidad de edición y difusión de información a través de Internet ha favorecido la proliferación, en formato electrónico, de recursos y fuentes de información habitualmente utilizadas por los traductores (glosarios, diccionarios, bancos de datos terminológicos, etc.), con lo cual, la habilidad de documentarse correctamente adquiere todavía mayor protagonismo.
En tercer y último lugar, la introducción de distintas herramientas (programas de ayuda a la traducción, sistemas de traducción automática o las memorias de traducción) han agilizado y facilitado los procesos tradicionales de traducción. Ello ha originado la necesidad de desarrollar habilidades nuevas y específicas relacionadas con las citadas herramientas.
Si nos centramos en los aspectos más relacionados con la tecnología, ¿podemos considerar suficiente el dominio de la misma para el desempeño óptimo de trabajos intensivos en información?
Realicemos un paralelismo con una actividad tan cotidiana como conducir. Pongamos por caso que tenemos un automóvil y que somos perfectamente capaces de ponerlo en funcionamiento, frenar, acelerar, cambiar de marchas sin ninguna dificultad o saber cuándo necesitamos repostar combustible. Dominamos la tecnología, por supuesto. ¿Implica este dominio que sabemos conducir? Saber conducir requiere de un conocimiento adicional al funcionamiento del automóvil, por ejemplo conocimiento sobre las normas de circulación, información sobre el entorno específico en el que estemos conduciendo en un momento determinado, etc. Del mismo modo, el manejo y dominio de las TIC para acceder y utilizar la información no es suficiente para desarrollar de forma totalmente efectiva trabajos intensivos en información.
En este sentido, la expresión “alfabetización tecnológica” o “alfabetización digital” (valgan las diferencias entre ambos términos que no vamos a analizar aquí) se ha consolidado para hacer referencia a las iniciativas y esfuerzos destinados a promover una formación en el uso de las TIC. Dicha alfabetización se ha utilizado como maniobra para introducir a los individuos (a distintos niveles y en diferentes ámbitos) en la Sociedad de la Información, y se ha considerado una de las estrategias clave para hacer frente a la “sobreabundancia informativa”. Sobreabundancia provocada, en parte, por la facilidad de acceso a las TIC por una parte importante de la sociedad, y su progresiva presencia en el desarrollo de distintas profesiones. ¿Pero saber manejar estas tecnologías capacita a los profesionales para obtener la información que necesitan realmente? ¿Implica una correcta selección del recurso más apropiado de acuerdo con una necesidad concreta? ¿Garantiza un uso óptimo de la información a la que se puede acceder? Existen muchos otros interrogantes que nos podríamos plantear; sin embargo, lo importante es poner de manifiesto la necesidad de desarrollar elementos de carácter más conceptual asociados a la utilización de la información, independientemente de las herramientas tecnológicas con la que manejemos esa información, ya sea como receptores, como creadores o como transmisores de la misma.
3. Intensidad informacional de la actividad traductora
Hemos apuntado que en un trabajo intensivo en información se utiliza información para el desempeño de distintas actividades asociadas al mismo. Podemos contemplar, en las tareas implicadas en procesos de traducción, distintas dimensiones en las que interviene información. Estas dimensiones las distinguimos, por un lado, en la naturaleza misma del proceso de traducción y de algunas de las subcompetencias que configuran la competencia traductora. Por otro lado, en el tipo de traducción que se esté realizando y en el contexto de trabajo donde tenga lugar (agencia de traducción, freelance, etc.); y finalmente en las peculiaridades del proceso que se esté desempeñando.
Si tomamos como ejemplo algunas de las actividades a las que se enfrenta un traductor en un proyecto de localización, tenemos que, además del dominio del idioma de origen y del idioma de destino, necesitará recopilar y entender información adicional acerca de la audiencia a la que va dirigido el producto en el país destinatario, información sobre el entorno socio-cultural del mismo, información sobre aspectos técnicos del producto o servicio web que esté adaptando así como información relacionada con la especificidad del sector al que está vinculado. Obviamente para todo ello es importante que disponga de una formación de carácter transversal que le permita saber cómo obtener dicha información (ya sea formalizada o no formalizada), evaluar su fiabilidad y validez una vez obtenida, o adoptar estrategias que le permitan usarla de forma efectiva.
4. Competencia traductora y procesos informacionales
El concepto de competencia profesional se entiende, de forma general, como el conjunto de conocimientos, habilidades y actitudes que capacitan a un individuo para el desempeño óptimo de una actividad profesional concreta. La gestión de recursos humanos por competencias está cada vez más presente en los procesos de empleabilidad. En esta línea, el término competencia traductora (CT) se refiere a los elementos que constituyen la citada competencia profesional en este sector concreto.
Así pues, independientemente de la especialidad del traductor, y si reflexionamos sobre algunos elementos constitutivos de la CT, apreciamos en la mayoría de ellos, de distinta manera y con diferentes niveles de profundidad, la presencia de elementos informacionales. De todo el conjunto de competencias que componen la CT2, destacamos, por su intensidad informacional, las siguientes:
• Competencia comunicativa. Tanto en el proceso de compresión de la lengua de partida como sobre todo en el de producción de la lengua de llegada, se requerirá consultar información de carácter lingüístico para resolver determinadas cuestiones.
• Competencia extralingüística. En esta dimensión la intensidad informacional para adquirir conocimientos sobre ámbitos temáticos particulares o sobre condiciones sociales y culturales concretas, será especialmente crítica dado que constituye el área en la cual, inicialmente, el traductor dispone de menos conocimientos de partida.
• Competencia profesional. Para su desarrollo será importante disponer de información relacionada con el ejercicio de la profesión, mantenerse al día sobre nuevas herramientas, eventos sobre el propio colectivo, por citar algunas de las más comunes. Así mismo, también podemos encontrar elementos informacionales derivados de la participación en la gestión de proyectos, o en las estrategias de difusión de la propia actividad de los profesionales autónomos.
Por lo tanto el traductor además de poseer competencias tradicionalmente aceptadas (lingüísticas, gramaticales, socioculturales, pragmático-comunicativo, cognitivo-específica y funcionales, por citar algunas de ellas) necesita el desarrollo de la competencia informacional que le será útil como estrategia de apoyo para la realización de las anteriores.
5. (Sub-)Competencia informacional
Ahora bien, ¿qué entendemos por competencia informacional? La competencia informacional está constituida por un conjunto de conocimientos, habilidades y actitudes que capacitan y permiten a los individuos interactuar de forma efectiva con la información ya sea para la resolución de problemas, la toma de decisiones, o el aprendizaje a lo largo de la vida.
La competencia informacional abarca procesos de pensamiento y habilidades interpersonales e implica distintas áreas de aprendizaje que capacitan a una persona para:
• Saber cuándo necesita información.
• Identificar la naturaleza y extensión de la información requerida para solucionar un problema determinado.
• Aplicar estrategias que le permitan encontrar la información necesaria. Ello implica el conocimiento y la utilización de recursos de información, así como valorar su utilidad, fiabilidad y calidad.
• Evaluar de forma crítica la información y su relevancia para el asunto que se pretende resolver.
• Analizar, organizar y comunicar la información de acuerdo con unos objetivos específicos.
• Aplicar la información de forma efectiva para solucionar un problema determinado.
• Determinar la relación coste / beneficio de obtener y acceder a la información (en tiempo o en dinero).
• Entender los aspectos económicos, legales y sociales relacionados con el uso de la información, y utilizarla de forma ética y legal3,4.
Un elemento clave para alcanzar la competencia informacional es poseer otras competencias tales como la documental o la informática, ya que éstas forman parte de la primera y son imprescindibles para la ejecución de determinados aspectos de ella.
En definitiva, la competencia informacional permite que una persona sea capaz de utilizar y aplicar de forma crítica la información (científica, de gestión, personal, cultural, etc.) en su praxis profesional, siempre que ésta se vea beneficiada por ello, y le ayude a incrementar su competitividad y rendimiento. Por ello es preciso que las propuestas formativas que se desarrollen respecto a dicha competencia se adapten a las particularidades de los distintos ámbitos profesionales.
6. Conclusiones
Si bien los conceptos asociados a la competencia informacional no son nuevos, el impacto de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación ha puesto más de manifiesto la necesidad de potenciar su desarrollo, dado que usar la información de forma efectiva ha adquirido mayor complejidad. Esta complejidad viene dada por distintos motivos: aparición de herramientas que originan nuevas formas de utilizar la información; existencia de información cuya calidad y fiabilidad no siempre es evidente; información abundante que incrementa la necesidad de aplicar criterios de selección y filtro; información estructurada en distintas formas que obliga a modificar los esquemas mentales para interpretar su contenido, entornos de trabajo que obligan a compartir información y por lo tanto a trabajar con ella de acuerdo con unas determinadas reglas, etc. Todos estos aspectos, como hemos visto, los encontramos en la profesión de los traductores. Por ello, en un momento u otro de la actividad traductora, se plantean problemas de naturaleza informacional que con una formación específica en materia de utilización de información son fácilmente solucionables.
7. Referencias Bibliográficas
1-Cornella, A. (2000). Organizaciones Intensivas en Información. Barcelona: Universitat Oberta de Catalunya
2- Grup PACTE (2001). “La competencia traductora y su adquisición”. Quaderns. Revista de Traducció. 6.
3-ALA: American Library Association Presidential Committee on Information Literacy (1989). Final Report: Chicago: ALA http://www.ala.org/acrl/nili/ilit1st.html Fecha de la última actualización 29.05.2003. Fecha de consulta de la página: 6.06.2003
4. Grassian, ES (2001). Information Literacy instruction: theory and practice. New York: NealSchuman Publishers.

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