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quinta-feira, 7 de março de 2013

JOSÉ ANTONIO PASCUAL


«El diccionario es como el agua oxigenada»
ANTONIO FONTANA @AFONTANAGALLEGO

José Antonio Pascual, autor del ensayo «No es lo mismo ostensoso que ostentóreo»
El ADN de las palabras es lo que investiga José Antonio Pascual en «No es lo mismo ostentoso que ostentóreo». Una reflexión sobre nuestra lengua, que, como señala el vicedirector de la Real Academia Española, «hablamos familiarmente, en zapatillas».
¿Tan mal hablamos los españoles?
No, aunque no conozco a nadie que diga que hablamos bien. Es como el tiempo: siempre se queja uno de él. Claro que hay muchas personas que hablan muy mal; pero también hay muchas que hablan muy bien. Como profesor, lo que debo hacer es animar a hablar bien y no partir del derrotismo de que se habla muy mal. Las cosas han cambiado. Hoy, ante una duda, puedes consultar el diccionario gracias a un teléfono móvil. Hace veinticinco años, tenías que esperar a llegar a casa para consultar el diccionario..., si es que en tu casa había un diccionario. Ahora existen muchas más posibilidades, casi todo el mundo sabe leer y escribir, disponemos de medios con los que antes no contábamos; tenemos, por tanto, la posiblidad de hablar mejor. Otra cosa es que, si cometes una equivocación escribiendo o hablando por la radio o en televisión, se difunda, se magnifique. Pero son flores de un día: terminan desapareciendo. El problema no está en equivocarte, el problema está en no tener intención de hablar bien. Si jugamos con otras cosas, ¿por qué no vamos a jugar con la lengua?
¿Castellano o español?
«El latín no ha muerto: el latín es lo que yo hablo»
Los dos. El diccionario de la Academia se llamó hasta poco antes de mediados del siglo pasado «Diccionario de la lengua castellana», y luego, «De la lengua española». Y en el pasado hubo un gran diccionario, el de Covarrubias, que se llamó «Tesoro de la lengua castellana o española». Castellano y español son sinónimos.
¿Una lengua, para estar viva, necesita ser promiscua?
Sin duda. Una lengua tiene que cambiar y tiene que contagiarse. No hay que justificar el cambio, no hay que justificar la mezcla: los buscamos. El cambio es algo connatural con las lenguas. Las lenguas puras no existen. Quienes crean que pueden tener una lengua pura se están engañando. Póngase a estudiar inglés y alemán. En tres meses logrará entender bastantes palabras en inglés; en alemán, no, porque ha sido una lengua que ha frenado mucho más los préstamos.
¿Cuántas palabras contiene el español?
En el diccionario hay unas ochenta y dos mil. Si medimos todas las que podemos cazar –porque han existido, porque las hemos utilizado alguna vez–, podríamos contar con unas ciento cincuenta mil. Aunque nos manejamos con unas siete mil. Es decir, no utilizamos demasiadas, pero entendemos muchas otras; es lo que se llama léxico pasivo. Además, no sólo hay palabras, también hay esquemas de palabras, lo que nos permite crear otras.
¿Hablamos sin conocer el significado de las palabras?
«Hay quien nos critica por haber ido demasiado lejos, otros por lo contrario»
Claro. Aprendemos las palabras aproximativamente. El significado de las palabras no es algo que se mida de una manera clara y precisa: es muy sutil, y para averiguarlo hay que consultar el diccionario. Ahora bien, el diccionario no es la lengua, sino un recurso al que acudimos, como recurrimos al agua oxigenada si nos hacemos una herida o a las pastillas si nos duele la cabeza. En el diccionario encontramos solución a muchos problemas, pero frente al diccionario está el uso. En el diccionario sólo se da cuenta de una parte de la realidad, por eso tenemos que ir cambiándolo.
«Las lenguas, como los gobiernos, tienen una tendencia natural a degenerar», escribió Samuel Johnson. ¿Está de acuerdo?
No. Sería como decir que las lenguas van a peor. El latín no ha muerto, el latín es lo que yo hablo en este momento. No ha ido degenerando: se ha ido transformando. Otra cosa es que una lengua pueda desaparecer si desaparecen sus hablantes.
«El castellano no evolucionará nada, porque ahí están los académicos para impedir que evolucione», decía Julio Camba. ¿Algo que objetar?
Como todos los grupos, tendremos nuestros defectos y somos propensos a equivocarnos. Hay quien nos critica por haber ido demasiado lejos, por tener la manga muy ancha; otros nos critican por lo contrario.
¿Llega a la calle el trabajo de la Academia?
Por desgracia, no. No sé si es que no lo sabemos comunicar. Somos un grupo de personas que trabajamos en la lengua y que parecemos muy serios; quizá por eso demos la impresión de que nos queremos distanciar. Pero nuestro interés no es mantener cerradas las puertas.

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