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sexta-feira, 1 de março de 2013

LA LENGUA VIVA


La felicidad: polisemia perfecta
Amando de Miguel

Agradezco mucho los envíos que me hacen los amigos de esta seccioncilla sobre piezas de su invención. Por desgracia, el espacio limitado no me permite comentarlos como se merecen. Hago hoy un alto a esa restricción para echar mi cuarto a espadas sobre una cuestión que plantea Julio Iglesias de Ussel. Se trata de un monumental estudio que está haciendo sobre la felicidad. Con don Julio me ocurre una cosa poco común. De forma sistemática me atraen los objetos de estudio que toca el de Granada. Por ejemplo, el tiempo cronológico, la vida cotidiana, el lenguaje, la familia, la educación y algunos más. Ahora esto de la felicidad me subyuga. Esas coincidencias o cercanías con don Julio, lejos de generar envidias (que es lo sólito entre colegas), me causan admiración y estímulo. Por ejemplo, ahora estoy terminando una investigación sobre el tiempo cronológico basada en un seminal trabajo anterior de don Julio.
Es notoria la polisemia de infeliz. Significa por lo menos tres cosas: a) una persona desgraciada o no feliz; b) una cosa desacertada; c) una persona cándida, inocente. Lo más curioso es que desgraciado se puede transformar en un insulto. Es conocida mi tesis sobre la polisemia. Lejos de ser una tacha, se convierte en un recurso maravilloso para enriquecer el discurso.
Muchas veces hemos preguntado los sociólogos por el grado de felicidad que se siente. Los datos que así obtenemos suelen ser decepcionantes. Casi todo el mundo asegura que es "bastante feliz" y ese sentimiento no correlaciona con nada. El error está en considerar la felicidad como un estado. No; es más bien un balance que se aplica a unas u otras situaciones y para un corto tiempo. Por eso hay ratos de felicidad. No debe confundirse la felicidad con su pariente próximo: el bienestar. En todo caso, la felicidad sería una especie de bienser, pero esa palabra no existe.
En tiempos de crisis se agudiza la felicidad como compensación de diversas tribulaciones y amarguras, las propias y las del prójimo. Por ejemplo, menudean las ofertas de felicidad a través de las escapadas, los cruceros, los productos dietéticos o cosméticos. Otro atractivo es el estar en forma a través del ejercicio físico pautado. Pero todo ello afecta más bien al bienestar. Por lo mismo se identifica la felicidad con la juventud.
Lo mejor será volver a los clásicos para entender ese resbaladizo concepto de la felicidad. Es decir, lo más interesante es la búsqueda o persecución de la felicidad; no tanto su resultado. El trabajo de don Julio nos proporcionan observaciones exhaustivas de los clásicos para llegar a esa idea, que es la perenne.
Es claro que la felicidad se concentra en un criterio subjetivo y hasta íntimo. Pero es difícil entenderla si no es en relación con otra persona, aunque solo sea simbólicamente. Es el caso del raro momento de felicidad que proporciona la lectura de un buen libro o la contemplación de un paisaje o una obra de arte. Seguramente Adán no fue muy feliz hasta que apareció Eva, aunque también en ese momento empezaron sus desgracias. Quizá sea contradicción la verdadera condición humana. Es tan inútil tratar de conseguir la felicidad como acercarse a un arco iris. Las dos cosas son efectos ópticos. Lo mejor será contemplarlas de lejos.
Contacte con Amando de Miguel:http://www.libertaddigital.com/opinion/amando-de-miguel/la-felicidad-polisemia-perfecta-67549/

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