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terça-feira, 9 de abril de 2013

¿De dónde vienen?


El que es alimentado…

09/04/2013
Por María Luisa García Moreno

Dos son los protagonistas en el proceso de enseñanza-aprendizaje: el maestro, de quien ya hemos hablado, y el alumno, -a, término que procede del latín alumnus, y este de alĕre, 'alimentar', porque el alumno recibe de su maestro el alimento espiritual que le permite ser, en toda la extensión de la palabra, humano.

Otra versión, no real pero curiosa —precisa Etimologías de Chile— refiere que la palabra procede de a (sin) + lumno, lumnus (luz), o sea, ‘sin luz’; aunque poética, esta versión resulta poco probable por cuanto uno de los términos es de origen griego y el otro, latino.

Un alumno o discípulo, lo es «respecto de su maestro, de la materia que aprende o de la escuela, colegio o universidad donde estudia», es la «persona educada desde su niñez por alguno, con respecto a este».

El Diccionario del español de uso de María Moliner da entre sus numerosos sinónimos: bolonio —con un sentido irónico, ‘necio’—, cadete, decurión —’en los estudios de gramática, estudiante a quien, por hábil, se daba el encargo de tomar las lecciones a otros, hasta diez’—, discípulo, educando, escolapio —’estudiante de las Escuelas Pías’—, escolar, galonista —’alumno distinguido de un colegio o academia militar, a quien por premio se concede el uso de las insignias de cabo o de sargento, representativas de cierta autoridad sobre los demás’—, manteísta —’alumno que asistía a las escuelas públicas vestido de sotana y manteo (‘capa larga con cuello, que llevan los eclesiásticos sobre la sotana y, en otro tiempo, los estudiantes’), cuando este traje se usaba’, mayorista, medianista o minimista —’en los estudios de Gramática, Teología, etc., alumno que estaba en la clase de mayores, medianos o menores’—, normalista —’alumno de una escuela normal’ (‘aquella en que se hacen los estudios y la práctica necesarios para obtener el título de maestro de primera enseñanza’—, novato, obispillo —’en las universidades, estudiante nuevo a quien ponían una mitra de papel y le tributaban burlesco acatamiento’—, oyente —’persona asistente a un aula, pero no matriculada’—, pasante —’en algunas órdenes, religioso que, acabados sus estudios, esperaba, imponiéndose en los ejercicios escolásticos, para entrar a las lecturas, cátedras o púlpito’—, seminarista —’alumno de un seminario conciliar’—, decuria —’en los estudios de gramática, grupo de diez o menos, señalado para recibir sus lecciones del decurión’: Si se fijan, términos casi todos caracterizados por su sabor antiguo.

Sinónimos más modernos serían: estudiante, educando, escolar, colegial, párvulo… y becario —’persona que disfruta de una beca para estudios’— o becado, variante mucho más usual entre nosotros. Otras palabras relacionadas son: condiscípulo, alumnado, discipulado —’ejercicio y cualidad del discípulo’, ‘conjunto de discípulos de una escuela o maestro’— y estudiantado.

Llamado por uno u otro nombre, lo que no puede olvidarse es que el alumno es elemento esencial de todo proceso docente-educativo.

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