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quinta-feira, 18 de abril de 2013

LA LENGUA VIVA


La pauperización del idioma
Amando de Miguel

He señalado aquí lo cansina que es esa expresión lo que es, que tanto emplean ahora los políticos. Es un vulgarismo que se ha convertido casi en un cultismo. Antonio Martínez-Brocal anota una versión popular del latiguillo: lo que viene siendo. Ya es retorcimiento. Se emplea para dar una impresión rebajada del coste de un servicio. Ahí no lo veo tan mal. Lo horrísono es soltar la cantinela de forma repetida en frases aparentemente técnicas. Por ejemplo, "lo que es la prima de riesgo".

Ana Martín Gómez me envía un razonado catálogo de cuándo se permite el queísmo o el dequeísmo. Es fácil comprender que debe decirse "no cabe duda de que tienes muchas labia" o "pienso que vamos a ganar". La idea de doña Ana es que el dequeísmo injustificado se introduce en España por los hispanoamericanos. Antes era cosa de personas poco instruidas, pero ahora es más bien de personas con carrera. El criterio para acertar con el queísmo o el dequeísmo es el oído. Desde luego, es el que yo sigo, pero puede ser traicionero. Mi impresión es que (y no de que) el dequeísmo injustificado se irá haciendo cada vez más frecuente.

Son otros los vicios del lenguaje público los que me preocupan. Acabo de oír (y no escuchar) a un político que no sé qué problema está "diametralmente claro". Esto pasa por abusar de los adverbios terminados en –mente. El más traicionero es absolutamente, que se emplea a troche y moche, cuando pocas cosas son absolutas.

El otro día un alto cargo del Gobierno andaluz nos espetó que su Gobierno era "honesto y honrado". La cosa sería de risa si no fuera para llorar.

Me preocupa la supresión del artículo determinado. Pase que aceptemos lo de "reunirse en Zarzuela", pero es que ya se dice "reunirse en Banco de España" o en cualquier otra institución. Supongo que ese ahorro de los artículos proviene de los comentaristas deportivos, que son los juglares de nuestra época.

Me asombra que muchas personas cultas en declaraciones, entrevistas y tertulias empleen con soltura palabras malsonantes, como pifostio, marrón o carajal. Ya sé que no son propiamente tacos, pero, peor, son ñoñismos para evitarlos.

Hay algunas expresiones bien legítimas que me sumen en la perplejidad. Por ejemplo, meterse en un jardín. Para mí es algo placentero, pero los españoles de secano entienden que un jardín debe de ser algo peligroso o molesto.

No me gusta la imagen de café para todos que se repite tantas veces. Se quiere indicar que algo se reparte equitativamente, a todos por igual. Pero la realidad nos dice que cuando un grupo de españoles se reúnen a tomar café, no hay dos que soliciten el mismo servicio. Son infinitas las combinaciones para traducir el café, aparte de que siempre hay alguno que pide otra cosa.

Encuentro que en algunas declaraciones de los hombres públicos se confunden estos tres términos: humano, humanista y humanitario. Cualquier diccionario nos puede aclarar la sutil diferencia entre los tres, aunque cuenten con una raíz común.

Cuidado con el verbo dimitir. Es de los que dicen defectivos, como nevar. Se puede decir que "nieva en los Pirineos", pero nadie podría asegurar "yo nievo". Por lo mismo, no hay forma de oír "yo dimito". Y cuidado que hay razones para ello.

Contacte con Amando de Miguel: http://www.libertaddigital.com/opinion/amando-de-miguel/la-pauperizacion-del-idioma-68169/

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