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quarta-feira, 17 de abril de 2013

Los Estatutos del Ser Humano


Los Estatutos del Ser Humano
Por: Juan Gabriel Gómez Albarello


A veces, sin que uno la busque, en realidad, la mayoría de las veces, la poesía lo encuentra a uno.

A mí me encontró el poema Estatutos do Homem con un renovado encanto por la lengua portuguesa y una felicidad de pájaro. Buscaba una traducción al portugués de un poema de Neruda y supe que su intérprete en la lengua de Thiago de Mello había sido el mismo Thiago. Yo, ignorante, no sabía sin embargo quién era ese señor de Mello, pero pronto hube de saberlo como supe luego de un poema suyo que hoy interpretaría de este modo: Los Estatutos del Ser Humano.



Los Estatutos del Ser Humano

Artículo I

Queda decretado que desde hoy vale la verdad; ahora vale la vida y con las manos dadas, todos marcharemos por la vida verdadera.

Artículo II

Queda decretado que todos los días de la semana, incluso los martes más grises, tienen derecho a convertirse en mañanas de domingo.

Artículo III

Queda decretado que, a partir de este instante, habrá girasoles en todas las ventanas; que los girasoles tendrán derecho de abrirse bajo la sombra y que las ventanas deben permanecer el día entero abiertas para el verde donde crece la esperanza.

Artículo IV

Queda decretado que el ser humano no precisará nunca más dudar del ser humano; que el ser humano confiará en otro ser humano como la palmera confía en el viento, como el viento confía en el aire y como el aire confía en el campo azul del cielo.

Parágrafo único:

El adulto confiará en otro adulto como un niño confía en otro niño.

Artículo V

Queda decretado que los seres humanos quedan libres del yugo de la mentira. Nunca más será necesario usar la coraza del silencio ni la armadura de las palabras.

El ser humano se sentará en la mesa con su mirada limpia porque la verdad será servida durante la comida.

Artículo VI

Queda establecida, durante diez siglos, la práctica soñada por el profeta Isaías: lobo y cordero pastarán juntos y la comida de ambos tendrá el mismo gusto de la aurora.

Artículo VII

Por decreto irrevocable queda establecido el reinado permanente de la justicia y de la claridad; la alegría será siempre una bandera generosa ondeando en el alma del pueblo.

Artículo VIII

Queda decretado que el mayor dolor siempre fue y será siempre no poder dar amor a quien se ama y saber que es el agua quien da a la planta el milagro de la flor.

Artículo IX

Queda permitido que el pan de cada día tenga en el ser humano la señal de su sudor, pero que tenga siempre y sobre todo el caliente sabor de la ternura.

Artículo X

Queda permitido a cualquier persona, en cualquier hora de su vida, el uso de traje blanco.

Artículo XI

Queda decretado, por definición, que el ser humano es un animal que ama y que por eso es bello, mucho más bello que la estrella de la mañana.

Artículo XII

Se decreta que nada será obligado ni prohibido; todo será permitido, incluso jugar con los rinocerontes y caminar por las tardes con una inmensa begonia en la solapa.

Parágrafo único

Sólo una cosa queda prohibida: amar sin amor.

Artículo XIII

Queda decretado que el dinero no podrá nunca más comprar el sol de las mañanas venideras.

Expulsado del gran baúl del miedo, el dinero se transformará en una espada fraternal para defender el derecho de cantar en la fiesta del día que ha llegado.

Artículo Final

Queda prohibido el uso de la palabra libertad, la cual será suprimida de los diccionarios y del pantano engañoso de las bocas.

A partir de este instante la libertad será algo vivo y transparente como un fuego o un río y su morada será siempre el corazón del ser humano.



Mi interpretación de este poema refleja la sensibilidad contemporánea. Contrario a los franceses que todavía se precian de hablar conforme a su tradición de los derechos del hombre, yo no logro aceptar declaraciones acerca de lo humano que no se refirieran genérica e incluyentemente a lo humano. No es que me crea con poder para enmendarle a otro a la escritura. Para nada. Es otra cosa. Es el mero reconocimiento de que nuestra escritura fue enmendada por gentes como Wollstonecraft, Mott y Stanton, por sólo mencionar algunas de ellas.

En 1964, en el mundo donde Thiago de Mello escribió Os Estatutos, aunque se sintieran distinto, las cosas políticas y filosóficas se nombraban genéricamente con un sólo género ‒ y eso que en Chile, donde estaba el poeta, las mujeres llevaban más de una década de ejercicio del derecho al voto. En el mundo del 2013, donde más sentimientos han ganado su voz, las cosas son de otro modo y, ciertamente, las expresamos de otro modo. Por eso, al vertir en este mundo lo que encontré en ese otro, que nos parece tan vecino, he precisado interpretar algunas palabras de un modo distinto a como lo hizo su primer traductor: Pablo Neruda (este enlace lleva a la versión original del poema y a la traducción que hiciera el autor de Los Versos del Capitán).

En muchas líneas de Los Estatutos encuentro afinidades y huellas de una trayectoria. Veo el camino que he andado y en el poema el reflejo de tantos espejismos e ilusiones que animaron muchas veces mi caminar. No es que haya perdido la fe en la verdad y en la justicia. Es, simplemente, el milenarismo el que ha perdido mi militancia. Por eso hoy, cuando leo Los Estatutos, me conmueve la ingenuidad, no la esperanza.

Reconozco en el poema de Thiago de Mello un espíritu que ha generado muchos espectros, un ardoroso deseo de concordia que desencantado se ha trocado en tanta violencia, un deber ser que es menos proyecto y más protesta, una utopía, un mundo extraño que no cabe esperar, una antropología ansiosa de luz y de ternura y de incondicionales para una existencia tan condicionada. Pero también me reconozco en la luz y en la ternura, en girasoles en las ventanas, en martes de plácidas mañanas, en el juego con los rinocerontes, en el traje blanco y en la begonia en la solapa.

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