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sexta-feira, 4 de outubro de 2013

REFRANERO DE USO ARGENTINO





“Los muchachos de hoy casi no usan refranes”
El académico Pedro Luis Barcia será una de las figuras centrales hoy y mañana en la Feria del Libro. Presentará Refranero de uso argentino

Ramiro Ortiz
ortiz.ramiro@diariouno.net.ar

Académico, literato, escritor, ex presidente de la Academia Argentina de Letras. Pedro Luis Barcia es un sabio y simpático verborrágico al que da gusto cruzarse en el camino. En lugar de los habladores que habitualmente se eluden, Barcia tiene en su oralidad un poder de atracción irresistible en la que combina conocimiento profundo e interesantes historias junto con una capacidad de narrar llena de calidez y
buen humor.

Este argentino será hoy y mañana una de las figuras principales de la Feria del Libro con dos actividades que organiza Diario UNO. Esta tarde, a las 19, presentará su nuevo libro, Refranero de uso argentino, en una entrevista abierta con Jaime Correas. Y mañana, a las 18, dará su disertación “Rasgos identitarios del argentino”.

Antes, desde Buenos Aires, Barcia adelantó algo de la charla de mañana y dio muestra de su completa visión de los refranes, cuya usanza ha decaído con el tiempo.

–¿La charla es específicamente sobre el nuevo libro?
–En principio estimo que vamos a tener una conversación grata, salvo que Jaime (Correas) se empeñe en molestarme y preguntarme cosas que ignoro. Pero como es un hombre bien mandado creo que va a llevarme bien en la conversación, porque yo soy blando de boca si me tratan con cuidado. La conversación será sin duda sobre Refranero de uso argentino, una compilación de 8.500 refranes verificados que se han usado o se usan en el país. Están tomados de cancioneros y refraneros que se han publicado desde 1920.

–¿Por qué esa fecha?
–Porque en 1921 se hizo una notable compilación de informes de maestros de todo el país acerca de elementos folclóricos y, entre ellos, iban los refranes. Ese fue el primer registro organizado de refranes, por provincias.

–¿Cómo organizó su libro?
–Están organizados según los temas, es decir, la amistad, el amor, el sexo, la suegra. Hay refranes que son únicos y otros con algunas variantes. Vamos a tratar también el trasvase de muchos refranes a nuestro mundo argentino, porque indudablemente el conjunto grande es de origen peninsular. Algunos los hemos respetado tal cual lo usaban en España, pero otros se han adaptado. También hay algunos
absolutamente nuestros que tienen que ver con el mundo lunfardo y rural, lo que los hace tener marca registrada argentina.

–¿Considera que el refrán tiene un significado lineal?
–Hay distintas formas de posición que el refrán tiene, es decir, que no tienen una sola acepción. Depende la intención que ponga el que lo usa y en qué contexto lo usa. Si uno dice “yacaré que se duerme es cartera”, totalmente correntino, no sólo se refiere al yacaré, ¿no? Y también las historias, porque hay muchos refranes que tienen historias interesantes.

–¿Subsiste en la oralidad el hábito del refrán?
–Si hubiésemos tomado refranes de la oralidad, nos quedábamos con muy pocos. Los muchachos de hoy casi no usan refranes. En el registro que yo hago en el primer año de la Facultad de Comunicación
no pasan de 12 refranes y siempre son los mismos. Hay poca vivacidad de refranes, antes la gente era más refranera y además se ha perdido la presencia del viejo en la casa, que era el que dejaba caer el refrán en mitad de una conversación como una gota de aceite.

–¿Cómo mira la literatura al refrán?
–Hay literaturas que le sacan el cuerpo al uso del refrán porque parece demasiado vulgar. En cambio la literatura española se ha caracterizado por incorporar en sus páginas, ya sea en el Quijote o hasta Garcilaso tiene un par de refranes en sus poemas porque entienden que es algo propio del pueblo.

–¿Su libro, además de recopilar, también analiza el tema?
–Sí, lo distingo de otras cosas con las que se lo confunde, como el proverbio, la máxima o la sentencia. También hablo de sus características, la brevedad, la rima, la métrica, el ritmo. Y el sentido figurativo, porque muchos tienen una imagen en la que se apoyan. También explico que sí son la sabiduría del pueblo, por eso yo llamo al refrán “el tuit de la sabiduría popular”, porque en una línea, como si fueran los 140 caracteres de Twitter, se cifra toda una experiencia.

–¿Algún ejemplo de su agrado?
–Uno de los más cortos es “Vecina, bocina”, que la vecina bocinea a todos en el barrio. Ahí tiene métrica, rima y todo ayuda a recordarlo y retenerlo, porque lo que el refrán hace es expresar en muy poca materia verbal una experiencia en la observación, una experiencia de vida y que se transfiere como una literatura sapiencial de padres a hijos. Como una advertencia, uno puede tomar los refranes y verificar
la verdad que contienen, y cuando no los atiende después se arrepiente. Los antiguos en el siglo XVI le llamaban “evangelios pequeños”, porque contienen mucha enseñanza.

–¿Qué uso le da usted a Twitter?
–Ocurre que por escribir estos libros he dejado el Twitter de lado. Es una pena, al principio tuitié mucho. Para mí era un gusto porque tenía un intercambio muy lindo con mucha gente. Además es un buen ejercicio para mí, que soy muy charlatán y locuaz, el hecho de tener que ceñirme a ese espacio. Es una especie de escuela de virtuosismo, tuitear con palabras completas es un desafío estimulante.

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