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segunda-feira, 30 de dezembro de 2013

LA LENGUA VIVA











Aquí va a haber más que palabras
Amando de Miguel en Libertad Digital - España




Nos enzarzamos aquí en las anfractuosidades del idioma español, pero después de mil años (más o menos) todavía está confuso qué pueda ser eso de lo español. Hace unos años Montserrat Caballé era la invitada de una cena de homenaje en la Generalidad de Cataluña, algo muy particular. El comensal que tenía al lado la famosa cantante era un innominado consejero de Cultura. El cual señaló que la Caballé era "una catalana universal; lástima que se hubiera casado con un extranjero". La cantante hizo ademán de abandonar la cena, pero fue retenida amablemente por la esposa del presidente Pujol. Doña Montserrat hizo esta declaración ante su selecto auditorio:

Estoy muy feliz de haber nacido en Barcelona, de haberme casado con un aragonés, de que mi madre fuera valenciana y de que mis hijos hayan estudiado en España.

La historia es muy pertinente en estos días. Llega tarde la pretensión de separarnos por raíces étnicas, pues el mestizaje es lo que impera. La mayor parte de los españoles andamos entremezclados por esos orígenes. Lo más divertido es que la palabra español sea catalana. En castellano hay pocas voces que terminen en -ol. Por lo mismo, llama la atención que los colores de la bandera catalana sean también los de la española. No es una casualidad.

José Antonio Martínez Pons apunta la necesidad de distinguir legalidad y legitimidad. Muy en su punto. Son dos dimensiones conexas pero no superpuestas. La legalidad pertenece al plano jurídico positivo. Lo legal es lo que resulta conforme a Derecho. Es legítimo lo que la gente cree que es bueno, conveniente, útil, y lo que debe imponerse por el poder político. El problema está en determinar quién es ese sujeto de "la gente". En términos democráticos se acepta que corresponde a la mayoría del electorado, pero se puede afinar un poco más. El asunto lo podríamos aplicar a la cuestión batallona de la prepóstera independencia de Cataluña.

Gabriel Ter-Sakarian Arambarri admite dos formas del verbo cesar: 1) intransitiva, "el ministro ha cesado en su cargo"; 2) transitiva, "el ministro ha sido cesado". Comprendo que es muy realista ese sincretismo, pero resulta confuso. Sería más claro que el verbo fuera siempre intransitivo (= dimitir) y no transitivo (= destituir). Precisamente la confusión actual procede de que muchas destituciones se disfrazan piadosamente de dimisiones. Hipocresía es el nombre de la cosa.

El cáustico A. Rodríguez aduce que la expresión dubitativa quizá proviene del italiano chi sà (= quién sabe) y no, como pretende la RAE, del latín qui sapit. Añado que a mí me priva la versión castiza de "según" y todavía más "según y cómo", y no digamos “según y conforme”. En Unamuno aparecen algunas veces con intención satírica. Por otro lado, el origen latino de una expresión no está reñido con la ascendencia italiana.

Ya de paso, el hipercrítico A. Rodríguez (pero ¿cómo se llamará ese hombre?) condena el abuso que se suele hacer del adjetivo democrático. Cita, por ejemplo, el encarcelamiento miserable de Yulia Timoshenko, que un periodista califica de "atentado democrático". Tiene razón nuestro libertario. Será más bien un "atentado contra la democracia". Añado que la confusión es paralela a esa otra de calificar como “humanitario” lo que no es más que un atentado contra la humanidad. La Cruz Roja es una organización humanitaria, que suele aliviar los desastres colectivos, los que asolan a los humanos.

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