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quinta-feira, 16 de abril de 2015

EL ORIGEN DE LAS OFENSAS MÁS POPULARES


El insulto cuyo rastro trató de ser borrado

Día 16/04/2015 - 12.22h

El término marimacho servía antaño para describir únicamente a la hembra fiera, desenvuelta en las cosas de los hombres

En determinadas ocasiones no medimos lo suficiente el alcance que puede tener un improperio. Algunos se profieren pensando que no son tan ofensivos de lo que realmente son. Es el caso del apelativo que hoy centra nuestra atención, cuyo abanico de agresividad varía sustancialmente en función del contexto donde se pronuncie.
En su «Inventario General de Insultos», Pancracio Celdrán describe así a la «mujer que se comporta como un hombre, y que a menudo tiene los gustos de éste, pareciéndolo en su corpulencia y modo de conducirse. Es contracción de María y macho».
El médico Pedro Felipe Monlau, escribe en un Diccionario etimológico a mediados del siglo XIX:
Hay algunas marimachos, o mujeres hombrunas, de costumbres masculinas, voz ronca, etc.
No obastante, el vocablo data de varias siglos atrás. Celdrán señala que ya era utilizado en el siglo XVI, «y poco después por Lope de Vega, enLa Serrana de la Vera, donde dice»:
Lindo talle, hermosa moza,
si marimacho no fuera...
Aunque hoy en día el apelativo lleve intrínseco un significado muy concreto, no pasaba lo mismo en época pretéritas. «Antaño no poseía la connotación de lesbianismo que hoy conlleva, sino únicamente el de hembra fiera, desenvuelta en las cosas de los hombres, y de aspecto masculino; no parece que se quisiera ir más lejos», puntualiza Celdrán.
En la primera mitad del XVIII, Diego de Torres y Villarroel, en la obra Barca de Aqueronte, dice de cierta dama:
Volvióse marimacho y brotó un par de bigotes como un tudesco.
La dificultad de abordar un tema como la homosexualidad femenina, que antaño era tabú, queda reflejada en que apenas hay referencias literarias excesivamente claras sobre la materia. «No se consideraba cosa ofensiva, sino melindres propias del sexo débil a las que, como en casi todo lo que con él se relacionaba, se le concedía poca importancia. Era insultante recordarle a una mujer lo poco femenino de su aspecto, y mentarle los bigotes o los descomunales bíceps», aborda Celdrán.

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