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segunda-feira, 24 de agosto de 2015

EL PALACIO DEL IDIOMA


Real Academia Española, el palacio del idioma

Todos los jueves, en un lujoso recinto de Madrid, 46 ‘jerarcas’ ocupan sus ‘tronos’ para discutir las normas de nuestra lengua.

Por Claudia Solera -excelsior.com.mx  - Mexico.





MADRID, 23 de agosto.— La lengua española es como una monarquía con un palacio, con 46 jerarcas que rigen 93 mil palabras y una constitución llamada Diccionario de la lengua española.


Todas las tardes de los jueves, en un lujoso recinto —antigua propiedad de la corona española en el centro de Madrid—, 46nobles se sientan en sus tronos señalizados en el respaldo por una letra, mayúscula o minúscula, alrededor de una mesa para discutir las normas de nuestro idioma.


La única diferencia entre una monarquía tradicional y ésta es que cada uno de los 46 integrantes fue merecedor del lugar por méritos excepcionales, no por nacer con sangre real. Eso sí, como los grandes monarcas también son poseedores de un título vitalicio.


Entre los dignatarios están destacados académicos con doctorados en filología, filosofía, derecho, letras o/y periodistas y escritores.


Basta mencionar dos de los 46 nombres reales para comprender el poder que estos académicos han ejercido sobre el idioma español: Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura 2010, quien ocupa la silla “L”, y Arturo Pérez-Reverte, famoso escritor y experiodista de guerra, autor de la novela La Reina del Sur, quien ocupa la silla “T”.


Como las cortes reales, la lengua española está regida por antiguos protocolos que nacieron junto con esta institución en 1713. Los jueves, los académicos —una vez reunidos en la solemne sede de la Real Academia Española de Felipe IV— se dirigen hacia el Salón de Plenos y, antes de atravesar la puerta, a un costado de la entrada principal se despojan de sus abrigos para dejarlos en su respectivo perchero personalizado por una placa blanca enmarcada en dorado con la leyenda de la abreviatura “Excelentísimo Señor”, seguida del nombre a quien pertenece.


Después de ponerse cómodos y pasar al Salón de Plenos, cada uno busca su silla con su letra grabada en relieve en el respaldo de madera. Cuando el director de la RAE, Darío Villanueva, los observa en sus respectivos asientos, lee de pie una oración en latín y la palabra “amén” da inicio a la sesión.


Los plenos de los académicos y la sede de la RAE están habitualmente cerrados al público. Sólo en dos ocasiones las sesiones salieron del recinto real y se ofrecieron en auditorios frente a numerosos invitados con motivo del bicentenario de la Constitución de Cádiz en 2012 y en la conmemoración del cuarto centenario de la publicación de la segunda parte de El Quijote, obra cumbre de Miguel de Cervantes, hace cinco meses.


La sede de la RAE está restringida, pues, según su director, es porque es un centro de trabajo para los académicos. Este año únicamente abrió sus puertas en el marco del Día Internacional del Libro el 23 de abril, jornada a la queExcélsior asistió.


En este palacio también se conservan tesoros de valor incalculable, como la primera edición de El Quijote y 42 incunables (libros impresos entre los años 1453 y 1500).


Después de la oración en latín, los protocolos continúan en el exclusivo Salón de Plenos. El primer ejercicio es leer el acta de la sesión anterior. Luego el secretario de la institución anuncia las noticias de la semana y, acto seguido, el director pronuncia “libros”, para que cualquiera de los 46 académicos que haya publicado alguna investigación o novela se levante para entregar el ejemplar donde aparece su nombre y de esta manera lo done a la biblioteca de la RAE, que cuenta con más de 250 mil títulos.


Por fin llega el tan ansiado anuncio que los académicos esperan para discutir lo que más les apasiona: la lengua española. Después de que el director pronuncia: “papeletas”, uno de los 46 jerarcas levanta la mano para proponer cuál palabra es la que será una de las protagonistas de ese día, ya sea que forme parte de las 93 mil hasta ahora aceptadas en el diccionario o que sea de uso informal y frecuente y que apenas pretenda incorporarse a nuestro idioma.


Entre las nuevas cinco mil palabras que se incorporaron a la RAE en los últimos cuatro años por su uso frecuente están: narcopolítica, feminicidio, homoparental, wifi, tuit, tableta y hacker.


Cada palabra tiene tres posibilidades de ser discutida en una sesión: por su significado en el diccionario, por los ejemplos de su uso y por sus distintas acepciones.


“Don” y “usted”


Las discusiones suelen llevarse a cabo en un ambiente de solemnidad. Los académicos deben dirigirse entre ellos de “don” y “usted”, y la jornada se prolongará sólo hasta que un reloj del siglo XIX en el Salón de Plenos se los permita, porque a las 8:30 de la noche sus campanadas serán la señal de que la sesión terminó.


A partir de ese instante, el director se reincorpora para leer nuevamente una oración en latín, pero más breve, y así clausurar la sesión. Las palabras que se quedaron sin resolución final serán discutidas en el pleno siguiente.


“Cultura”, “puto” y “abdicar”


Estos 46 notables son los encargados de regular la lengua española, el idioma oficial en 21 naciones, siendo México, el país con mayor número de hispanohablantes en el mundo, de acuerdo con datos del Instituto Cervantes.


Al día, el diccionario digital de la RAE tiene un promedio de un millón y medio de consultas, siendo la palabra “cultura” la más buscada desde 2012. Las únicas dos veces que “cultura” fue desbancada del primer lugar sucedió con el anuncio de abdicación a la corona del rey Juan Carlos, cuando millones teclearon en el buscador “abdicar” y la otra ocasión fue durante el mundial de Brasil, cuando la FIFA amenazó con sancionar a la afición mexicana por usar el popular insulto de “puto” en contra del portero de la selección rival.


Como cualquier monarquía, la RAE también tiene detractores. Jorge Luis Borges reclamaba: “Cada nueva edición hace añorar a la anterior”. Y ni hablar de la comunidad gitana que ha hecho diversos tipos de manifestación en contra de la acepción de “gitano”, que es trapacero (o tramposo), que aparece en la vigésimo tercera edición, por considerarla xenófoba.


Con 470 millones de hispanohablantes, la lengua española puede considerarse un insigne y monumental tesoro cultural

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