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quinta-feira, 8 de outubro de 2015

EN DEFENSA DEL IDIOMA

El lenguaje colombiano está «enlagunado»
Jairo Valderrama V. (El Tiempo, Colombia)
Los colombianos emplean de forma coloquial alusiones relacionadas con lo líquido.
Cuando Cupido, ese dios travieso, hace de las suyas, lanzando su flecha a mansalva sobre cualquier desprevenido (casi siempre adolescente), aparecen evocaciones como “quiero sumergirme en el lago inmenso de tu mirada”, “mi universo se inunda con tu sonrisa” o “tu ausencia, como nube oscura, me ha separado del cielo”.
A esa edad, casi todos nos creemos poetas; suponemos acudir por primera vez a palabras “elevadas” y a imaginar que nadie más ha descubierto la rima de “amor” con “dolor”, de “soñando” y “esperando”. Aun con esa dosis de cursilería, nada más humano, bello y elevado que el mismo amor.

Imaginar las aguas diáfanas y juguetonas, zigzagueando entre colinas, mientras acarician y envuelven piedras, mecen hojas secas o emparejan la arena en el margen de los cauces, en medio de cambios multicolores que van delineando los rayos de un sol tibio, podemos entender que la existencia constituye un trascurso permanente, donde dejamos huellas a cada paso.

Parafraseando la famosa frase de Heráclito de Éfeso “no te puedes sumergir dos veces en el mismo río”, es notorio cómo el agua o las alusiones a esta entrañan inacabables comparaciones con la vida y su trasegar.

Con la proliferación de expresiones hídricas, uno desconoce si está en medio de un naufragio, si requiere clases de natación, si falta un bote salvavidas o es imprescindible el uso constante de un paraguas. A veces, ignoramos cómo una honra aparece “empañada” o cuándo las ideas “se cristalizan”. En otras situaciones, nos asfixiamos en las “cataratas” de euforia y elogios que nos prodigan los seres queridos.

Para referirnos a una persona incumplida, diremos que “salió con un chorro de babas”; si por una tarea sencilla parece maniatada ante las exigencias del trabajo, “se ahoga en un vaso de agua”; si alguna noticia la tomó por sorpresa y quedó absorta, recibió “un baldado de agua fría”, y si superó algún problema, entonces, “salió a flote”, como si antes estuviese a punto de “hundirse”, después de haberse sentido “inundada” de problemas o de “tener el agua al cuello”.

Otras más proceden de manera contraria, por ejemplo en una sala de cine, porque “se sumergen” en la trama de una película. No faltan aquellas que, sin poder alguno para cambiar ciertas realidades, se oponen a las decisiones ya tomadas y establecidas, y terminan solo “nadando contra la corriente”.
Cada vez que relacionamos la riqueza de las ideas, hablamos de “un mar de conocimiento” o, si tratamos una materia puntual y a profundidad, se dice que estamos “empapados” del asunto. Con frecuencia, el trabajo en equipo resulta más provechoso si hay “lluvia” de ideas (o de sobres); si estas son diversas, se alude a las “vertientes” de pensamiento.

En otros ámbitos, ya de alcance nacional, los medios de comunicación reiteran que el diálogo o el proceso siguen “empantanados”; también se publica cómo los escándalos “salpican” a una o a varias personas; muchas de ellas protestan porque les “echaron el agua sucia” o porque un imprevisto “chubasco” impidió llegar al cumplimiento de las metas.

Para señalar que el curso de cualquier iniciativa está en receso, que el pánico nos invadió o que el tiempo sigue, pasamos del estado líquido al sólido: el trámite está “congelado”, quedamos “helados”, la “nieve” de los años cubre la cabellera… Y si los problemas apenas se vislumbran superficialmente, y en el fondo se sospecha de la existencia de una situación más grave, entonces eso es solo la “punta del iceberg”. Y como esquimales silenciosos al inicio de una conversación difícil, también nos dedicamos a “romper el hielo”.

Algunas veces, las especulaciones distorsionan los caminos a nuestros objetivos, y caemos en un “río de ilusiones”, nos sentimos “enlagunados” o los propósitos solo se van cumpliendo poco a poco; es decir, “a cuentagotas”. Por tanto, cuando falta llegar a un lugar seguro o establecer un acuerdo firme, seguimos “chapaleando”. En otras situaciones, con un sentido que se cree contradictorio, hay quienes “toman baños de sol”, y lo que más tiende a desaparecer, así, es la humedad.

Permítanme, amables lectores, desbordar los agradecimientos por concederme ese océano de paciencia, confiando en que algunas dosificadas gotas de alegría rueden esta semana en las elevadas fuentes del trabajo diario. Eso sí: disfrutando siempre del fresco manantial del optimismo.

Con vuestro permiso
JAIRO VALDERRAMA V.
Profesor de periodismo de la Universidad de La Sabana

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