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sábado, 5 de novembro de 2016

EL MUNDO ALUCINANTE

Antonio Ortuño


Por Antonio Ortuño opinion@informador.com.mx

Los siete sabios

El diario El País, de Madrid, publicó hace unos días un listado con los que algunos críticos y literatos entrevistados para la ocasión consideraron los mejores libros publicados en lengua española en los últimos 25 años. El aniversario del suplemento Babelia (uno de los más influyentes en nuestro idioma y punto de referencia para académicos, editores y lectores, al menos hasta que la dirección de la empresa decidió reservar la mayoría de sus contenidos en red solamente para suscriptores) dio pie a la presentación del trabajo.
No recuerdo haber leído alguna reacción particularmente entusiasta hacia la lista: me temo que la proliferación de ese tipo de enumeraciones (los mejores libros del año y del mes, los más populares según qué subgénero, los más avispados narradores jóvenes, las más insignes ensayistas de tal o cual región, etcétera) ha endurecido la piel de los lectores y ya son pocos quienes se dejan conmover (o, dirían los más agresivos, engatusar). Lo que sí se produjo fue una ola de algo que podría describirse como fastidio e indignación entre ciertos escritores de ambos lados del Atlántico, en especial entre los nacidos en los años sesenta y después. Entre los españoles, porque en la lista no sólo predominan, sino que son prácticamente únicos, los mayores de 50 años. Entre los latinoamericanos, porque queda claro que hay una sobrerrepresentación inverosímil de peninsulares y porque muchos latinoamericanos de altísimo calibre quedaron marginados o minimizados. Entre todos, por la inmensa mayoría de varones, en detrimento de grandísimas escritoras, y por la ausencia casi total de obras de géneros como la poesía, el ensayo, el microcuento, etcétera.
Me parece que culpar a Babelia y El País por imponer un canon excluyente, un imperio de figurones de la tercera edad y además iberocéntrico, machista y narrativo, es llevar las cosas demasiado lejos. Finalmente, el listado no se lo inventó la redacción, sino que se elaboró a partir de las votaciones de un grupo de personas externas al diario (y que, vaya, eligieron a famosísimos que probablemente habrían salido en cualquier lista alterna, como Bolaño, Marías, Vila-Matas, Cercas, Vallejo, Poniatowska…). Me temo que el problema es mayor: entre buena parte de quienes se ocupan de las letras españolas en el periodismo, la academia y la crítica, domina una visión poco arriesgada, que prefiere irse con pies de plomo y no alejarse de la base. Dimos un paso más allá del Boom y sus estertores en los años recientes pero poco más. Y el peso específico de España en las cabezas de muchos, pese a la crisis de su industria editorial, es aún desmedido (y no porque falte talento en la península: solamente no es creíble que exceda de tal modo el de América Latina al completo).
Esperemos que los años venideros ayuden a que visiones muy distintas entren en debate con las sostenidas por este tipo de listados. La discusión sobre el futuro de las letras en español, creo, no vendrá de erigir jerarquías, sino de reinventarlas.

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