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segunda-feira, 10 de julho de 2017

PREJUÍCIOS



En defensa de los prejuicios

¿Por qué se mantienen tantos prejuicios? La explicación más simple es porque con ellos se siente cohesionado el grupo que los sustenta.





Los prejuicios son algo tan general como los sueños nocturnos. En ambos casos puede que no se reconozca su existencia, pero ahí están, metidos en las circunvoluciones cerebrales. El prejuicio es una creencia básica, axiomática, irracional, que condiciona muchas actitudes y conductas más o menos positivas o negativas. Interesan más los prejuicios anti, los negativos, porque poseen más fuerza y generan más conflictos.
Resulta utópico imaginar que nuestras ideas, opiniones y conductas vayan a ser enteramente racionales. Ni siquiera los filósofos o científicos más radicales se han atrevido a mantener una cosa así.
Por lo mismo que nuestra vida consciente permanece atravesada por un invisible medio de bacterias y virus, nuestra mente se asienta en una atmósfera imperceptible de prejuicios. En uno y otro caso esa presencia de fondo puede llegar a ser dañina, pero por lo general resulta benéfica o por lo menos necesaria.
El prejuicio más analizado, por sobresaliente y porque ha habido medios para ello, es el antijudío. Su carácter negativo llevó al paroxismo de la vergüenza del llamado holocausto, un hermoso nombre bíblico para el genocidio más brutal que ha conocido la Historia. Parece mentira que un pueblo tan culto y refinado como el alemán llegara a tales extremos de sadismo colectivo. En donde se demuestra el poder del prejuicio en su límite más radical.
Lo anterior no quita para que los mismos judíos hayan mostrado muchos prejuicios benévolos a lo largo de la historia, como la endogamia, la preferencia por vivir juntos (el gueto), la prohibición de comer cerdo o marisco. Precisamente, el apasionado gusto de los españoles cristianos viejos por el cerdo o el marisco se explica por el culto a la apariencia, por hacer ver que nada tienen que ver con la estirpe judía. El prejuicio antijudío de muchos españoles se basa en la racionalización de que "los judíos mataron a Jesús". Pasan por alto que el mismo Jesús, su familia, los apóstoles y los primeros mártires fueron judíos. Pero ya digo que el prejuicio es algo irracional, no atiende a razones.
¿Por qué se mantienen tantos prejuicios? La explicación más simple es porque con ellos se siente cohesionado el grupo que los sustenta. Los judíos o los mahometanos se niegan a comer carne de cerdo porque así se saben diferentes de los gentiles o los infieles, los otros, los que no son como ellos. Quizá en su origen la prohibición del cerdo resida en que se trata de un animal omnívoro y doméstico, por lo que bien pudiera haber comido carne humana. El prejuicio de la antropofagia es uno de los más universales. No debemos extrañarnos de tal enunciado. Nótese que los españoles actuales nos resistimos a comer carne de animales carnívoros (perro, gato, lobo, zorro, etc.). En el fondo del subconsciente colectivo es que se trata de evitar la antropofagia, puesto que un animal carnívoro puede haber comido carne humana. Es tan fuerte el tabú de la antropofagia que en muchas sociedades donde se practica ritualmente la opinión es que se trata de una práctica que caracteriza a las otras sociedades.
El prejuicio más intenso hoy en Europa es el antiislámico. Se fundamenta en la arribada de millones de musulmanes a los países europeos, un hecho insólito desde hace siglos. Se refuerza con el prejuicio contrario de los radicales islamistas que llamamos terrorismo. Nos podríamos preguntar por qué el terrorismo islámico no golpea tanto a España como a Francia, Reino Unido o Alemania, entre otros países. No es fácil la respuesta. Solo se me ocurre que en España no es tan fuerte el prejuicio antiislámico. Después de todo, la Historia ha conseguido que la sociedad española haya cultivado el mestizaje, después de tantas invasiones, incluida la musulmana.
Quizá el prejuicio colectivo más notable en la España contemporánea sea que los artistas e intelectuales más valiosos pertenecen a la izquierda. Por ejemplo, Federico García Lorca siempre será más apreciado que Ramiro de Maeztu. Ambos fueron fusilados por sus ideas.

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