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quarta-feira, 17 de dezembro de 2008

MORDERSE LA LENGUA.

No cabe duda que el de los médicos pasa por ser uno de los más incomprensibles e insólitos territorios lingüísticos que existen. Un lenguaje secreto al que nos acercamos siempre con la debida cautela, prevención y desdén, cuando no con una aprensión contagiosa, y nunca mejor dicho.

Y es que la salud aparece permanentemente amenazada por una lista interminable de enfermedades, infecciones y alteraciones que necesitan un diagnóstico preciso y temprano, lo que no siempre ocurre. La siguiente información, por ejemplo, narra cómo un soldado sufrió durante meses una extraña afección, hasta que finalmente un médico acabó acertando el diagnóstico: hernia fiscal. Y eso que fue el médico el que dio con la dolencia, porque podría haber sido un inspector de Hacienda, lo que habría complicado las cosas considerablemente.

No es por buscar justificaciones, pero lo cierto es que hay enfermedades verdaderamente complejas. Les invitamos a valorar el cuadro clínico de este oficial británico, veterano de guerra, aquejado —atención— de daños cerebrales en el hígado, intestinos y vejiga, aparte de pérdida de visión, entre otros males.

O esta otra enfermedad que afectó a un grupo de científicos, atrapados entre tímpanos de hielo. Igual que veíamos antes los singulares efectos del progreso en el mundo animal, nos enfrentamos ahora a este nuevo hombre biónico con nervios de acero, manos de hierro, pies de plomo, y tímpanos de hielo.

Y dando gracias que en esas latitudes geográficas los témpanos son de hielo, porque ha ocurrido (por ejemplo en Madrid) que las bajas temperaturas han formado placas de hierro en las calles, con lo difíciles que son de eliminar. Sobre todo con sal…

Después están los raros. ¿Qué me dicen de este deportista que tiene fracturado el dedo derecho del pie pequeño? Con esas indicaciones no hay facultativo que pueda hacer un diagnóstico adecuado.

Lo mismo que la siguiente información: un motorista que —se explica—, sufrió una fractura de vía aérea. Ya me dirán dónde se localiza eso.

No hay duda de que exigimos demasiado a la medicina tradicional que se enfrenta constantemente a nuevos retos. Como estos decapitados trasladados en las ambulancias de una Cruz Roja que nunca se da por vencida en su lucha contra la enfermedad y la muerte.

Otro caso extraño es el de este joven a quien en una operación de urgencia en un hospital público se le practicó una extirpación de abdomen. Tal vez una ojeada al diccionario nos aclare que el abdomen, «cavidad del cuerpo de los animales vertebrados y conjunto de los órganos contenidos en ella», no puede extirparse con facilidad, ni siquiera en la sanidad pública.

En todo caso, es un problema el de las extirpaciones abdominales que viene de lejos a juzgar por la siguiente noticia, donde se cuenta que fue Fernando I quien al dividir su reino provocó las guerras intestinales que tantos quebraderos de cabeza nos dan incluso en la actualidad.

Otras veces los problemas no tienen tanto que ver con las enfermedades como con lo que podrían denominarse accidentes laborales, los gajes del oficio, vaya. Como este fallecido por causas laborales sin especificar.

Porque el mundo del trabajo está lleno de riesgos que nadie ignora: los madrugones, los atascos, los jefes… La siniestralidad laboral, una auténtica lacra, sobre todo en aquellos trabajos de riesgo. Ahí tienen a este torero cogido por un astado que le disecó la femoral.

Lo que nos lleva a pensar en el taxidermismo como uno de los grandes enemigos del arte de Cúchares. El otro son los propios toreros, no ya por su falta de arte con los instrumentos del oficio —muletas, banderillas y estoques—, sino por su costumbre de aprovechar la mínima ocasión para quitarse competidores de en medio. Así, se dan casos como el siguiente, que ocurrió en la plaza de las Ventas, en Madrid, en la que un matador acabó con otros seis toreros que habían resultado cogidos, probablemente para evitarles sufrimientos, aparte de los toros que le tocaran en el reparto, naturalmente.

Y si así están las cosas en los toros, no vean cómo se las gastan en el de los rallies para demostrar, como leemos en la siguiente noticia, que las venas corren por su sangre, y no al revés, como ocurre con el resto de los mortales. Raro, ya les cuento.

Conocedores de todas estas cuestiones, no resulta extraña la proliferación de errores médicos de todo tipo que acaban, buena parte de ellos, en los tribunales, a veces con penas realmente elevadas. Lean la singular petición de la acusación particular en este caso, en el que se pide para el médico la condena a un año… ¡de cáncer! Una errata que, cuando menos, podríamos calificar de desafortunada.

Como esta otra noticia, que tiene que ver con la celebración del Día Mundial del Sida, en el que, como leemos (con mal disimulada aprensión) se realizará una actividad de difusión de la enfermedad. ¿Pero estamos locos?

Si desde el Gobierno de la nación se difunden enfermedades, a ver quién se atreve a señalar al sector de la restauración que, como ven, invitan a degustar un apetitoso plato de… ¡anchoas con salmonela!

Tanto rigor en unas cosas, y tanta relajación en otras. Fíjense en este pobre agente de la Benemérita enviado a prisión por comerse un bocadillo de guardia.

Así las cosas, tampoco llaman la atención titulares como el siguiente, en el que se narra el accidente en el que colabora una ambulancia local. Hay que ser malpensado: lo mismo colaboró recogiendo a los heridos y llevándolos a tiempo al hospital donde tal vez se encontrara con el siguiente panorama: una huelga de médicos y enfermos. Ahí tienen a facultativos y pacientes haciendo coincidir la justa lucha por sus reivindicaciones, lo que bien pensado no deja de tener cierta lógica.

No hay nada como ordenar las cosas.




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Lembre...

" O mundo recompensa com mais frequência as aparências do mérito do que o próprio mérito"
Francois La Rochefoucauld.

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