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segunda-feira, 22 de maio de 2023

Lo que la inteligencia artificial nos enseña sobre qué es realmente la inteligencia

La llegada de la inteligencia artificial al público general ha supuesto el comienzo de un debate sobre si es posible que este sistema automático sustituya a la inteligencia humana. Múltiples autores, de Noam Chomsky a los filósofos epistemólogos, plantean una serie de dudas sobre este asunto: Chomsky detecta en ella la banalidad del mal de la filósofa Hannah Arendt, y otros consideran que no tiene capacidad para los juicios abductivos de nuestra mente, es decir, para la generación de nuevas lógicas en el progreso inesperado de la racionalidad. Muchos autores piensan que esta “inteligencia” está lejos de ser creativa, no es generativa, aunque sea capaz de producir textos nuevos en apariencia. Pero realmente, ¿qué diferencia la inteligencia artificial de la inteligencia humana, a secas? Seleccionar, combinar y comparar Los autores que estudian la inteligencia compositiva o sintética, que es la que puede generar nuevas ideas, tienen establecido que el cerebro humano que procesa información de modo inteligente y creativo realiza tres actividades diferentes: Combinación selectiva: uniendo y combinando piezas informativas de modos específicos. Permite innovar cambiando el orden de los elementos, y muchas invenciones son resultado de una combinación o asociación innovadora, como la visión de la doble naturaleza del electrón. Comparación selectiva: proyectando cadenas de asociaciones sobre nuevos contextos, para observar los paralelismos, es decir, realizando analogías y proyecciones metafóricas. Permite establecer paralelismos y lanzar hipótesis de unos campos a otros. Por ejemplo, ver la estructura molecular como una escalera de caracol o la del núcleo de un átomo como un pequeño sistema solar, comparaciones selectivas que generaron cruciales avances en el conocimiento. Codificación selectiva: sintetizando, eliminando y puliendo las estructuras hasta que pierden ambigüedad y la información superflua. Este es el principio crucial en los avances inventivos y creadores en todos los campos. Por poner un ejemplo sencillo: Rembrandt renunció al uso de la gama del color azul en sus pinturas para potenciar la expresión con los otros colores; o Frank Capra recomendaba siempre eliminar rollos de película filmada para mejorar la calidad del conjunto. La inteligencia artificial usa toda la información que nosotros mismos volcamos a la red, realiza comparaciones y constantes combinaciones de elementos, siendo capaz de rastrear y presentar composiciones de cualquier tema o texto. El parecido con las operaciones creativas existe, pero hay una diferencia radical. ¿Cuál es? Forma, elegancia y estética El matemático francés Henri Poincaré llegó a la conclusión de que el acceso al conocimiento innovador no era una operación mecánica, ni tampoco provenía de la lógica racional. Acceder a una idea nueva, decía, era un “sentimiento de la forma” de esa innovación. Según explica en su obra Ciencia y Método, cuando descubría soluciones en su búsqueda de avances matemáticos, experimentaba una impresión de forma, que iba inexorablemente unida al descubrimiento, y de cuya captación dependía el posterior desarrollo de todo el avance. Dicha experiencia podía considerarse estética, y Poincaré llegaba a experimentar la elegancia de la resolución de un problema matemático. ¿Qué quería decir Poincaré? Salto al futuro Los autores que estudian la inteligencia creadora efectivamente registran la paradoja de que cuando se crea una innovación en cualquier campo, se “saca de la nada” un conocimiento que antes no existía. Esta operación no puede generarse de modo automático, ni sistemático. Lo que hay en la invención creadora es un “salto al futuro” mediante un lenguaje nuevo, como explicaba Antoine de Saint-Exupéry en sus Cuadernos. Según Saint-Exupéry, la relación entre elementos, que es anteriormente impensable e improbable, se construye mediante el lenguaje. Y esta operación es un fenómeno que los creadores ven ligado a la visión repentina de una forma, composición o estructura nuevas. Una vez se expresan y son compartidas, cambian radicalmente nuestra realidad. Pero no podemos planificar su aparición porque pertenecen al futuro que ellas mismas van creando. El lenguaje cambiante Solo mediante un lenguaje capaz de combinaciones infinitas de elementos finitos, que puede romper sus propias normas y establecer o moldear nuevos elementos, es posible que se produzcan estos saltos. Según Poincaré y Saint Exupéry, entonces, la invención no es algo que resulte del compendio automático, ni del resumen de un conjunto profuso de datos, ni siquiera de la experiencia de aprendizaje previo. Se trata de algo diferente que está relacionado con un uso “disruptor” de los lenguajes y los códigos. Cuando un creador, un investigador o un científico innovan, no siguen patrones de uso habitual ni compilan la información universal. Su selección de elementos puede ser completamente inexplicable. Puede que incluso desconozcan información básica, y ello precisamente les sirva para innovar. Las analogías con las que trabajen pueden escapar de toda plausibilidad, pero sin embargo, serán como las de Galileo, imprescindibles. Y sus síntesis creativas seguramente serán al mismo tiempo nuevas y asombrosamente adecuadas. Ello forma parte del avance en el conocimiento, que no puede ser automatizado ni fabricado. En una muy reciente investigación, precisamente sobre el declive de la expansión científica, se percibe la desaparición significativa del uso de lenguajes disruptores en todos los campos del avance científico humano. Trabajar con lo ya sabido La inteligencia artificial no puede generar información nueva ni usar el lenguaje para generar nuevos pensamientos jamás concebidos por los seres humanos, porque su base de trabajo es lo “ya sabido”, lo ya existente, la información universalmente compartida en la red. Es un excelente medio para procesar o difundir lo ya sabido, pero no para pensar lo nuevo. Está férreamente atada al pasado, y sus estructuras y códigos repiten y reiteran lo existente, lo previo. Estos sistemas pueden ayudar muchísimo para liberar a los informadores de tareas poco creativas e incluso puede que obligue a los profesionales a hacer algo más que repetir como loros la información convencional de fuentes ya conocidas. Si aprendemos a distinguir entre inteligencia artificial e inteligencia creadora quizás podamos también aprender con ello que muchas de las formas de comportamiento que hoy consideramos inteligentes no son más que simples ejercicios de redundancia, superficialidad e incluso estupidez. La inteligencia artificial puede enseñarnos esto, al menos. * Eva Aladro Vico es Catedrática de Teoría de la Información, en la Universidad Complutense de Madrid

EL ORIGEN DE LA LETRA Ñ

¿De dónde viene la ‘eñe’? Breve repaso de la historia de una letra única Published: May 21, 2023 8.14pm BST Autor Esther Nieto Moreno de Diezmas Profesora Titular, Directora del Departamento de Filología Moderna. , Universidad de Castilla-La Mancha La letra “eñe” es emblema del español, lengua materna de casi 500 millones de personas en todo el mundo. Pero ¿cuál es el origen del sonido y de esta curiosa letra? ¿Por qué no encontramos la letra “eñe” en otros idiomas en los que sí que aparece el sonido? ¿Es la “eñe” patrimonio exclusivo del español? El origen del sonido La letra “eñe” representa un sonido que no existía en latín y que, sin embargo, encontramos en la mayoría de las lenguas romances (italiano, portugués, francés, castellano, etc.). Este sonido se define como nasal (con salida del aire por la nariz), palatal (la lengua se apoya contra el paladar duro) y sonoro (las cuerdas vocales vibran). Para comprender el origen de este sonido, hay que tener en cuenta que, además del latín culto, las gentes del imperio hablaban lo que se denomina “latín vulgar”. De manera que era corriente en todo el imperio el uso de particularidades en la pronunciación y simplificaciones morfológicas y sintácticas. Uno de estos fenómenos fue la tendencia a la palatalización de la “n”, que dará lugar al sonido “ñ”, en tres contextos principales: “NI/NE”+vocal: Cuando en latín aparece el grupo “NI” o “NE” seguido de otra vocal, la “n” se contagia del sonido de las vocales palatales y termina adoptando el sonido “eñe”. Tal es el caso del latín VINEA, que da lugar a “viña”, (castellano), “vigne” (francés), “vigna”, (italiano), “vinha” (portugués) y “vinya” (catalán). “GN”: El sonido aparece también por evolución de –GN– como en AGNELLUS o AGNUCULUS (corderito), de donde deriva el francés “agneau”, el italiano “agnello”, el castellano “añojo” o el catalán “anyell”. “NN”/“MN”: el esfuerzo articulatorio empleado para pronunciar los grupos –NN– y –MN– también desembocó con el tiempo en el sonido “ñ”. Así ocurre en “año” (castellano), que procede del latín ANNUS, o “sueño” (castellano), “sogno” (italiano) o “sohno” (portugués) que provienen del latín SOMNU. El origen de la grafía ‘ñ’ En la Edad Media, los copistas y escribanos se encontraron con un nuevo sonido para el que no existía una letra, por lo que lo transcribían atendiendo a la etimología latina como “ni+vocal”, “gn” o “nn”. Para ahorrar tiempo, y, sobre todo, papel y tinta, era muy frecuente el uso de abreviaturas. La “nn” se abreviaba con una “n” con una virgulilla encima, y así es cómo, por motivo de economía, nace nuestra letra “ñ”. La labor de Alfonso X el Sabio en el siglo XIII fue fundamental para seleccionar y fijar la “eñe” como única grafía para representar el sonido nasal palatal. Más tarde, la primera Gramática Castellana publicada por Antonio de Nebrija en 1492, reconoce el estatus de la “ñ” y de su sonido diferenciado respecto de la letra “n”. Extracto de la Gramática de la lengua castellana de Antonio de Nebrija en donde menciona la letra 'ñ' declarando 'La n esso mesmo tiene dos oficios: uno proprio, cuando la ponemos sencilla, cual suena en las primeras letras destas diciones: nave, nombre; Extracto de la Gramática de la lengua castellana de Antonio de Nebrija en donde menciona la letra ‘ñ’ declarando ‘La n esso mesmo tiene dos oficios: uno proprio, cuando la ponemos sencilla, cual suena en las primeras letras destas diciones: nave, nombre; otro ageno, cuando la ponemos doblada o con una tilde encima, como suena en las primeras letras destas diciones: ñudo, ñublado, o en las siguientes destas: año, señor’. Biblioteca Digital Hispánica, CC BY Por su parte, en el primer diccionario general monolingüe del castellano, el Tesoro de la lengua castellana o española de Sebastián de Covarrubias (1611), la grafía “eñe” aparece en interior de palabra. Sin embargo, y, a pesar de su total implantación, habría que esperar al diccionario de la Real Academia Española de 1803 para que apareciera como letra inicial diferenciada. La adopción de “ñ” como abreviatura de “nn” es la solución adoptada en castellano y gallego. En italiano y francés la palatalización nasal quedó representada por el dígrafo “gn”, otro de los grupos latinos que dio lugar al sonido. En catalán, se representa por el grupo “ny”, y en portugués, como en occitano, como “nh”. La ‘ñ’ alrededor del mundo Como se ha visto, el sonido aparece en la mayoría de las lenguas que proceden del latín, pero no solo en ellas. También lo encontramos en idiomas diversos, desde lenguas de origen eslavo como el checo (con su “Ň”) o el polaco (con su “ń”), hasta en lenguas amerindias y senegalesas. Por influencia del castellano, la grafía “ñ” está además presente en las lenguas filipinas, así como en el guaraní, quechua, mapuche y aimara, entre otras. En EE. UU., la “ñ” se encuentra en términos de origen español como “piña colada” y “El Niño”. La comunidad latina reivindica el respeto de esta grafía presente en multitud de apellidos como “Peña” o “Núñez”. A pesar de que no tengamos la exclusividad de la “ñ”, es, indudablemente, icono del español en el mundo. Además, representa la lucha por la identidad cultural, y hasta resistió al intento de estandarización de teclados sin la letra “ñ” en 1991, encontrando insignes defensores como Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, entre otros.

LA RECOMENDACIÓN DIARIA

superalimento, no superfood El término inglés superfood es innecesario, pues tiene como equivalente directo en español superalimento. Uso no recomendado Desde hace algunos años, los super foods han adquirido popularidad. La soja, un súper food muy polémico. No todos los superfoods tienen propiedades tan extraordinarias como prometen. Uso recomendado Desde hace algunos años, los superalimentos han adquirido popularidad. La soja, un superalimento muy polémico. No todos los superalimentos tienen propiedades tan extraordinarias como prometen. A este tipo de alimentos, a los que se les atribuyen propiedades nutritivas especiales, se les ha estado llamando habitualmente superalimentos. No obstante, se observa un creciente uso del término inglés superfood, completamente innecesario porque hay una alternativa que refleja de modo transparente el concepto y que, además, goza de amplio uso. Se recuerda que, al igual que otras palabras a las que se une un prefijo, lo adecuado es escribir superalimento sin espacio ni guion, no super alimento ni super-alimento.

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