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"De leguleyos, hablistas y celadores de la lengua", libro que reúne una selección de ensayos de José Gabriel (1896-1957), escritor y periodista español que participó de grandes debates argentinos, es publicado ahora en una edición que presenta diversas discusiones del intelectual sobre los modos de entender el lenguaje popular.

Publicado por la Biblioteca Nacional, el libro presenta a un intelectual olvidado por la historiografía oficial, protagonista de la historia cultural argentina, pese a su origen español, en la primera mitad del siglo XX.

La reforma universitaria, su biografía a Evaristo Carriego -previa a la de Borges-, sus notas sobre literatura y fútbol en Crítica, sus ácidas crónicas sobre la Guerra Civil española, más la cárcel ocasionada por sus debates sobre el lenguaje, son sólo algunas de las cosas en las que participó Gabriel.

Guillermo Korn, autor del estudio preliminar y de la selección de ensayos, dijo a Télam que Gabriel fue "un polemista tenaz que dio cuenta de los numerosos cruces entre la literatura rioplatense y la cultura hispánica, cuestionando la adopción de tonos profesorales que buscaron sancionar el habla popular en nombre de un deber ser".

- ¿Cómo nació la idea de hacer este libro?

- Forma parte de la colección Museo del Libro y de la Lengua, que publicó también la antología de textos sobre "La querella de la lengua en Argentina", a cargo de Fernando Alfón y más recientemente "Lengua y peronismo", a cargo de Mara Glozman. En el cruce de ambas antologías podemos pensar este libro cuyos textos, a diferencia de los mencionados, pertenecen a un solo escritor: José Gabriel. La idea es poner en la mano del lector, especializado o no, un archivo compuesto por escritos dispersos en revistas, en diarios y de algunos de sus libros, donde aparecen algunas preguntas y posiciones en torno al idioma.

- ¿Por qué te parece importante rescatar los escritos de Gabriel?

- En principio como necesidad de reponer un pensamiento olvidado que tiene actualidad en los debates sobre las variantes idiomáticas. No pienso los escritos de Gabriel como un legado arqueológico, sino como algo que cobra actualidad respecto de la idea de unidad en la diversidad, un concepto de la Real Academia, que reemplazó a aquel de 'limpia, fija y da esplendor'. Su supuesta amplitud no la exceptúa de ser un modo centralizador y normativo.
El rechazo a las tutelas que se expresan en esta antología ofrecen argumentos para una disputa de sentidos con las instituciones y personas que pretenden regular el lenguaje. Y me parece importante rescatar sus ideas por el modo en que, en su trayectoria intelectual, se cruzan dos estaciones de su pensamiento: la izquierda como origen y el peronismo como llegada.

- ¿Cuáles son los aportes más relevantes de su pensamiento?

- Me parece importante el rescate de un escritor de una larga obra (más de veinte libros) con una prosa personal, agudeza de pensamiento y lúcidos análisis antiacadémicos, en relación a la lengua. La defensa del lenguaje rioplatense, ajeno al purismo, los censores y los modos admonitorios de regular el idioma a través de instituciones y sus representantes fueron una constante.

- ¿Cómo fue su vida y por qué crees que fue olvidado?

- Fue una vida agitada: tuvo una activa participación en varios hechos y debates relevantes en la primera mitad del siglo XX argentino: la Reforma universitaria, la huelga en el diario La Prensa en los días de la Semana Trágica; haber conformado la redacción del vespertino Crítica, ser cronista durante la Guerra Civil española, sus discusiones con la izquierda cultural, sus críticas al organismo regulador del lunfardo que usaba Niní Marshall y su participación durante el peronismo, al que había criticado antes de su exilio.
Creo que fue olvidado porque confrontó -desde inferioridad de fuerzas- con la Real Academia Española, Ricardo Monner Sans, Ramón Menéndez Pidal, Arturo Costa Álvarez, el Instituto de Filología -en la figura de dos de sus directores: Américo Castro y Amado Alonso-, la Dirección de Correos y Telégrafos, que arremetió contra los "vicios idiomáticos", desde 1943 y algunos más. Su defensa respecto de las variantes de una lengua popular, viva y vigorosa que puede ser modificada no fue gratuita. Ese costo fue el olvido.
El otro olvido probablemente deviene de sus posturas políticas. Sus simpatías por la figura de Trotsky, el POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) en la Guerra Civil y más tarde, el peronismo lo hicieron una figura esquiva para sus antiguos compañeros del periodismo y la literatura.

- ¿Cuál fue su punto de contacto con Borges y con el peronismo?

- José Gabriel escribió la primera biografía sobre Evaristo Carriego, en 1921. Borges publica la propia en 1930, donde tomó datos de la investigación de Gabriel, aunque minimizó su lectura calificando al libro de su antecesor de "servicial". En 1926, bajo el clima de las vanguardias, ambos coincidieron en el "Primer Salón de Escritores", donde fueron convocados para una exposición de dibujos y pinturas propias. Otra coincidencia fue el cuestionamiento en 1941 que ambos hicieron a los argumentos de Américo Castro en relación a la peculiaridad lingüística rioplatense.
Finalmente, Gabriel se replantea el peronismo y se acerca a lo que creyó una expresión política que validaba lo popular: "Vivo más humildemente que nunca en una barriada fabril y obrera que ustedes, libertadores de la muerte, no conocen […] yo, grasa, tengo que remar como forzado en galeras para esquivar la invasión de la miseria, de la ignominia y de la muerte, y no estoy para lujos", confesó en una carta.