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segunda-feira, 14 de janeiro de 2013









Ve la luz el Diccionario inédito del castellano rural de Miguel Delibes
ANTONIO ASTORGA / MADRID

Con 326 palabras que en su amplísima mayoría no aparecen en el Diccionario de la Real Academia Española, el delibesiano convicto y confeso Jorge Urdiales Yuste erige una monumental investigación por la vida y obra del inventor mágico de Castilla: Miguel Delibes

ABC

Jorge Urdiales
Jorge Urdiales (Madrid, 1969), de fuertes raíces vallisoletanas y palentinas, licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense y doctor «cum laude» en Ciencias de la Información con su tesis «El discurso de carácter popular-rural en la narrativa de Miguel Delibes», talla un monumento literario al maestro con una obra definitiva, deliciosa, imprescindible:«Diccionario del castellano rural en la narrativa de Miguel Delibes» (Ediciones Cinca).

El libro se presentará el próximo día 28, a las siete y media de la tarde, en la Fundación Miguel Delibes, de Valladolid, por Germán Delibes de Castro, patrono de la Fundación; Angélica Tanarro, jefa de Cultura de El Norte de Castilla; Joaquín Sastrón Urioste, director de Ediciones Cinca; Alfonso León López, director gerente de la Fundación Delibes; y el autor de tan magnífica obra, Jorge Urdiales@jorgeurdiales
El Diccionario del castellano rural en la obra de Miguel Delibes arroja inédita y resplandeciente luz sobre uno de los aspectos más importantes de la narrativa del inolvidable alma de Castilla, Miguel Delibes, y su lenguaje rural. «Delibes es un hombre de campo que escribe sobre el campo y atiende a su lenguaje». Ésta es la síntesis a la que ha llegado el doctor Urdiales después de trabajar durante años y años sobre el terreno la obra de Miguel Delibes.
Labor detectivesca
Al profesor Urdiales siempre le han fascinado la fuerza y el vigor que toman los valores rurales a través del lenguaje de Miguel Delibes, por lo que decidió emprender una extraordinaria investigación que ha llevado a cabo para descubrir el significado de las 326 palabras que emplea Delibes y que no aparecen en el Diccionario de la Real Academia Española. La tarea ha sido detectivesca.

Pueblo a pueblo, casa a casa, surco a surco, preguntando a los ancianos, Jorge Urdiales ha recorrido las zonas rurales más frecuentadas por Delibes en busca de los significados que hoy se plasman en el Diccionario del castellano rural en la narrativa de Miguel Delibes. Ediciones Cinca edita este sólido trabajo del doctor Urdiales, que recoge y presenta todos los términos rurales, 326, que aparecen a lo largo de la narrativa de Miguel Delibes. Cada palabra se recoge con su significado preciso, su contexto y el libro y la página de la obra de Miguel Delibes en la que aparece. Hacía falta un estudio sistemático así, un ordenamiento y fijación del discurso popular-rural que se da en la narrativa de Delibes, obra de Jorge Urdiales Yuste.
Delibes es un hombre de campo que escribe sobre el campo y atiende a su lenguaje. Así nos lo dejó escrito al afirmar en «Un mundo que agoniza» que al hombre se le arrebata la pureza del agua y del aire pero también se le está amputando el lenguaje.
Jorge Urdiales ha dado con los significados de estos términos populares y rurales después de una dura y tenaz investigación de campo por los pueblos que más ha frecuentado Delibes en su vida. El propio Delibesaporta directamente al diccionario el significado de 45 palabras que eran más o menos desconocidas por las gentes de los pueblos consultados.
Delibes aportó al autor el significado de muchas palabras
Las cartas que aparecen al principio de este diccionario, y que envió el propio escritor a Jorge Urdiales, son una prueba palpable del valor que cobra este diccionario al estar, en parte, confeccionado con las aportaciones de Miguel Delibes. «Este glosario salva la rica porción del castellano que se produjo en una etapa lingüísticamente muy rica de Castilla. Al enriquecer con rigor filológico la obra de nuestro novelista, preserva del olvido lo que fue este modo de vida rural y, por tanto, una porción valiosa de la cultura. La cultura española sería menos rica de perderse el lenguaje popular rural que Delibes inmortaliza en su narrativa», vindica Jorge Urdiales.
Miguel Delibes tomó las palabras del pueblo, y se las devolvió al pueblo, como confesó ante sus paisanos en 1983, al recibir el doctorado «honoris causa» por la Universidad de Valladolid: «Si yo escribo bien es porque vosotros habláis bien y yo os he escuchado». Con su ternura inalcanzable, a Delibes le daban pena los ojos de los jabalíes, ciervos, y liebres. Y abominaba de la palabra global: «¿Qué burla es esa del calentamiento global si hace frío en Burgos».
Apuntar a la realidad
Visto en su conjunto, este Diccionario elaborado con mano maestra por Jorge Urdiales, que por su contenido centra la atención en particulares aspectos del discurso narrativo de Miguel Delibes, logra que los valores populares rurales tomen fuerza y vigor. El estudio del léxico popular-rural suscita la atención y lleva a valorar positivamente lo que está detrás de él. «Con este diccionario creo haber apuntado al fondo de las realidades que nombra este léxico y sus expresiones», explica el autor. Se trata de una obra imprescindible para todos aquellos lectores que se recrean con la narrativa del autor de El camino, El hereje, Cinco horas con Mario,… y, en general, para todos aquellos que disfrutan con el lenguaje rural y que quieran profundizar en el conocimiento de la lengua española.
Los antepasados paternos de Jorge Urdiales viven entre los valles de los ríos Esgueva y Duero, escenario rural frecuentado por Miguel Delibes entre cazador y atento observador de la lengua popular. Urdiales es profesor de Lengua y Literatura española de la Institución Educativa SEK y ha publicado otros dos libros sobre Miguel Delibes: «Diccionario de expresiones populares en la narrativa de Miguel Delibes» y«Aprende a redactar con Miguel Delibes».
Premio de Periodismo «Provincia de Valladolid» 2011, en sus trabajos y divulgaciones (www.jorgeurdiales.com) Jorge Urdiales parte de la constatación de Delibes de que «al hombre, ciertamente, se le arrebata la pureza del aire y del agua, pero también se le amputa el lenguaje». Con el propósito, por su parte, de impedir el empobrecimiento del castellano para que no se pierda una rica porción de la lengua española, la popular-rural, rescata el Diccionario rural del maestro Delibes.

Carta de Delibes
Decálogo rural de Delibes

Como una muestra de este magnífico Diccionario, Jorge Urdiales nos facilita el siguiente decálogo de Miguel Delibes. Cada término se presenta con la definición de las palabras, tal y como aparecen en la obra, una con la definición de Delibes, otra con el añadido de la definición de otro diccionario.
1. Zahurdón
(Los santos inocentes, p. 15) (...) se acostaba a la abrigada de loszahurdones o entre la torvisca (...)
Zahurdón: conjunto de maleza, espinos, árboles pequeños, zarzas, etc. que forman una especie de pared. Es más alto que la cerviguera y es empleado por labradores y cazadores para ponerse al agrego en días de viento. (Investigación de campo).
2. Trasera
(Las ratas, p. 15) El Pruden asomó por la trasera abotonándose los pantalones.
Trasera: adj. Puerta trasera del corral, por donde entran tractores, carros, animales, etc. Sinónimos: Accesoria, carretal, carretera, portona. (Diccionario del Castellano Tradicional)
Trasera: Puerta grande que da entrada al corral. Puede constar, a su vez, de una puerta pequeña llamada portajón, para que pasen las personas. (Investigación de campo)
(El disputado voto del señor Cayo, p. 127) Se dirigió hacia una trocha bajo las hayas, en la trasera del templo,
3. Trapunta
(Europa parada y fonda, p. 56) (...) la ropa tendida a sacar en la calle o la trapunta a airear constituyen la fe de vida del italiano humilde-,
Trapunta: Lo que no se lava. Colchas, mantas. (Miguel Delibes, 13 de agosto de 2003)
4. Ganchito
(Diario de un cazador, p. 38) (...) Tochano dijo que lo que procedía era dar unos ganchitos, primero en la ladera y luego arriba, en los chaparros.
ganchito.
1. m. Esp. Aperitivo ligero y crujiente, de forma alargada o de gancho, generalmente hecho con maíz o patata.
Ganchito: Miguel Delibes define lo que son los ganchitos en El último coto p. 24: Y hablo de ganchitos en su acepción más exacta, es decir, unos ojeos a lo pobre, sin pantallas (las escopetas se disimulan tras un majano o un cardo), banderolas, ni disciplina; basta una tropilla de media docena de chavales para patear el terreno como Dios les da a entender. (Investigación de campo)
(Diario de un cazador, p. 83) Dimos tres ganchitos de salida y caímos dos liebres, dos perdices y una torcaz.
(Diario de un cazador, p. 188) En el segundo ganchito, los Currinches nos colocaron en la cortada de un camino.
(El libro de la caza menor, p. 81) Hace pocos meses, en unganchito que dimos en Villafuerte (...)
(El último coto, p. 24) Jesús Reglero nos invitó ayer a unosganchitos en Coruñeses,
(El último coto, p. 66) Decididamente estos ganchitos en monte cerrado no me van.
(El último coto, p. 102) Festejamos la Inmaculada con unosganchitos al conejo.
5. Morrete
(Las perdices del domingo, p. 18) (...) a buen paso para empujar las perdices a los tomillos de los cerros y altozanos que presiden cada cazadero. En esos morretes, apenas abrigados,
Morrete: Pico bajo con mucha piedra en la parte superior. (Investigación de campo)
6. Desventrado
(El disputado voto del señor Cayo, p. 158) El cono de luz de los faros enfocó, entre la fronda, las primeras casas derrumbadas de una aldea sin vida:
Miró por la ventanilla, a la última luz, los tejados vencidos, los pajares desventrados, la yedra agrietando los muros, las pilas de piedras en las callejas enlodadas:
Desventrado: Reventado, arpado. Cuando se metía la paja en el pajar, se la pisaba para que cupiese más. Esto hacía que el pajar cogiese mucha presión y las paredes podían ceder. La paja en los pajares, al estar así de prieta, ejercía más presión que el grano. (Investigación de campo)
7. Sacavinos
(Las ratas, p. 30) Con el jerez o el tinto no lo harías así. Con el jerez o el tinto dejarías dos varas pulgares, dos yemas y unsacavinos, ¿oyes?
Sacavinos: n.m. Sarmiento que se deja en la parte baja de la cepa para, una vez crecido, plantarlo como cepa nueva. (Diccionario del Castellano Tradicional)
Sacavinos: Localismo sobre ramas que repodan en la vid. (Miguel Delibes, 26 de julio de 2005)
Sacavinos: Palo que se deja largo al podar la cepa, sabiendo que el primer año no dará vino pero al segundo sí. (Investigación de campo)
8. Araña
(Viejas historias de Castilla la Vieja, p. 49) (...) uno podía pescar cangrejos con reteles, como es de ley, o con araña, esparavel o sencillamente a mano, mojándose el culo, como dice el refrán que debe hacer el que quiera comer peces.
araña. (Del lat. aranĕa).
1. f. Arácnido con tráqueas (…)
Araña: Especie de araña de metal para pescar cangrejos. (Miguel Delibes, 1 de octubre de 2003)
Araña: Alambre de unos 20-30 cm. para pescar cangrejos que se dobla en forma de círculo. Por cualquiera de sus extremos se pinchan las lombrices hasta cubrir todo el alambre. Posteriormente se doblan los extremos del alambre y se unen. En uno de ellos se engancha el hilo que sirve para echar y sacar del río la araña. También se le pone algo de peso (una piedrecita) al alambre para que no quede flotando. (Investigación de campo)
9. Acerico
(Las guerras de nuestros antepasados, p. 207) (...) agarró la horca, como si fuera un acerico, oiga.
acerico. (Del dim. de *hazero, almohada, y este del lat. vulg. *faciarĭus, de facĭes, cara).
m. Almohada pequeña que se pone sobre las otras grandes de la cama para mayor comodidad.
Acerico: Almohadilla para clavar alfileres. Se solía hacer en casa con cualquier retal que hubiese sobrado. Dentro se metía arena muy fina porque con la arena los alfileres no se oxidan. Finalmente, se cosía la tela que recubría la arena. En otras casas se metían, en lugar de arena, granos de cereal, etc. (Investigación de campo)
10. Agavillar
(Las guerras de nuestros antepasados, p. 275) P.P.- ¡Ya ve qué iba a hacer! Agavillarme en la carrasca y aguardar.
agavillar.
1. tr. Hacer o formar gavillas.
Agavillar: Hacer gavillas de las mieses. Juntarse en cuadrilla. (Diccionario General de la Lengua Castellana)
Agavillar: Hacer gavillas. Juntarse en cuadrillas. (Diccionario Ilustrado de la Lengua Española)
Agavillar: Hacer las gavillas. Este trabajo solía hacerlo el segador, aunque en ocasiones lo hacía el mochil (muchacho mandadero de los mozos de campo o segadores). Las recogían para hacer haces de mies. Contrapeaban las espigas de forma que quedaran cruzadas al hacer el haz para atarle debidamente con sogas de esparto con dos nudos a la punta. En este caso, Delibes da otro significado al verbo agavillar.Lo transforma en verbo reflexivo y supone amonarse, encogerse, ocultarse. (Investigación de campo)


Dejemos hablar a las palabras






Por: DANIEL SAMPER PIZANO

El seguimiento de los vocablos permite seguir el pulso a la Historia y medir intenciones políticas.

Cada vez son más los expertos en lengua y comunicación que intentan asociar una época a una palabra o un grupo de palabras. Por ejemplo, el diccionario Collins elaboró una lista con neologismos de moda en la lengua inglesa desde hace más de un siglo. El resultado es fascinante. Muchas de esas palabras desaparecieron o se usaron poquísimo al pasar unos años, y otras se convirtieron en hitos lingüísticos de la historia social contemporánea, como aspirina (1897), alergia (1907) y jazz (1909). La cultura hispánica tiene presencia indirecta en la lista con dos referencias mexicanas: en 1962, "la venganza de Montezuma", elegante nombre para la diarrea que ataca a los turistas en tierra azteca, y la "ola" que mueve en forma coordinada a los espectadores de los estadios (1986). En 1998, el Collins realizó una gran encuesta en Gran Bretaña con miras a averiguar la palabra capaz de definir el siglo XX. Ganó "televisión"; la mayoría de las 20 finalistas representaban avances tecnológicos (computador, silicona, Internet, automatización), realidades crueles (holocausto, genocidio) o deliciosas trivialidades (biquini).
Internet y sus minuciosos registros han permitido nuevas estadísticas. El diccionario estadounidense Merriam-Webster publica cada año, desde el 2003, las palabras que circularon con mayor frecuencia en las búsquedas de la red. Para sorpresa general, casi siempre han sido términos abstractos de uso cotidiano, como democracia (2003), austeridad (2010) y pragmático (2011). El último año ganó un viejo binomio de adversarios: socialismo y capitalismo. La explicación: muchos votantes gringos temían que esta era la opción entre Barack Obama y Mitt Romney. La vasta pradera de las noticias del año permite expandir las novedades pertinaces: abismo fiscal, bosón (partícula física infinitesimal), baktún (período de 394 años en el calendario maya), lesala (primera especie de mono descubierta en las últimas tres décadas)...
Las academias de la lengua española registraron en el 2012 una lista de 172 palabras que saldrán del diccionario madre, entrarán a él o, si ya lo están, serán modificadas cuando se publique su vigésima tercera edición el año entrante. En desplante de vigor y dinamismo, entre el 2001 y el 2012 se añadieron al tesauro oficial 2.445 palabras, se suprimieron 170 y sufrieron enmiendas 19.374.
En el enorme arrume del 2012 se imparte bendición oficial a términos ya habituales entre los hispanohablantes, como acojonamiento, beisbolero, blog y bloguero, chat y chatear, cienciología, cuentacuentos, ecorregión, espanglish, estent, friki, golfístico, incluyente, lápiz de memoria, matrimonio (homosexual), okupa, papamóvil, sudoku, sushi, tableta (electrónica), USB, ultraderechismo, ultraizquierdismo...
El examen estadístico de las palabras no solo permite determinar los vocablos de mayor o más prolongado uso, sino que refleja la influencia en el idioma de diversos poderes. En su libro Violencia política en Colombia 1958-1960 (Bogotá, 2012), el politólogo Marco Palacio revela que la palabra "terrorista" era "una expresión rara" en los reportes oficiales de incidencias, "pero desde la posesión de Uribe Vélez entró a la jerga oficial" para describir exclusivamente a guerrilleros, no a paramilitares. Entre el 2002 y el 2007 se convirtió en el término más frecuente en los informes de violencia (13.516 menciones).
Las palabras no cambian la realidad (un ciego y un invidente son la misma persona carente de vista), pero sí pueden modificar su percepción e inyectar determinada carga sicológica. El más escalofriante eufemismo colombiano de los últimos años es ese higiénico "falso positivo", que mimetiza un horror inhumano.
Carezco de datos estadísticos, pero sospecho que las dos palabras claves del 2012 son aquel "excremental" lleno de intención política que, literalmente (y con perdón), reduce a mierda el derecho a las diferencias sexuales y los "cayos", protagonistas de la sentencia de La Haya, que algunos periodistas ya confunden con los del pie.

Daniel Samper Pizano
cambalache@mail.ddnet.es

Cinco décadas de literatura








En “El amante uruguayo”, Santiago Roncagliolo narra parte del siglo XX desde la obsesión por García Lorca.
POR JULIAN GORODISCHER

El historiador que se identifica con la posición enunciativa del cronista logra hacer presente el pasado: en este caso, además de construir una trama intemporal, vigente, sinuosa, densamente argumental sobre la base de hechos reales, el peruano Santiago Roncagliolo –autor de La cuarta espada y Abril rojo , jurado del premio Clarín de Novela en 2012– acota su punto de vista a un margen para narrar el centro de la cultura hispanoamericana de los años ‘20 a los ‘60; encuentra la impostura de las grandes firmas de la literatura y la plástica de Europa y América Latina del mismo modo en que el semiólogo italiano Carlo Ginzburg recomendaba detectar una falsificación de La Gioconda : menos por el trazo de la emblemática sonrisa que por el pliegue descuidado del lóbulo de una oreja. ¡En el margen, el borde, el revés de la trama! El uruguayo Enrique Amorim es el lado B de Federico García Lorca: su amante, su fanático, su impostor, un pliegue, un episodio banal que no afectará el mármol; ahí instruye Roncagliolo a leer la primera mitad del siglo XX, en el millonario latinoamericano adorador de estrellas, mimético, voluble, acomodaticio, motivado a perpetuos golpes de efecto, rebelde, inconformista, encantador de serpientes, creativo artífice de una vida literaria que incluyó amistades con Jorge Luis Borges y Pablo Picasso, más creyente en el batacazo como salto a la estridencia que en el salvataje económico a la arltiana que jamás necesitó, tan incongruente como su doble adhesión a los fastos y los lujos de la más rancia oligarquía rioplatense y a las grandes ligas del Partido Comunista en el que militó para sentirse más cerca de su héroe y amor máximo. Participar sin pertenecer, adorar sin retribución, amar sin ser correspondido: Roncagliolo apuesta a encontrar en Amorim un mito esencialmente latinoamericano: su perfil no es anécdotico ni pintoresco; todo lo contrario, es expansivo, representativo, un desheredado castigado aún en la abundancia, devoto de una Europa por la que vive, ama y pontifica, la misma que lo expulsa cuando su faceta de extranjero excéntrico vira a la de sospechoso agente rojo. Amorim es el síntoma de un ser múltiple en cuanto a sus identificaciones, que, cual absorbido por un zahir poderoso –sus monstruos contemporáneos–, olvida el signo que le es propio en favor del brillo ajeno.
El amante uruguayo fue escrito con la inventiva y el alto vuelo de las mejores no ficciones mexicanas de la segunda mitad del siglo XX (de Monsiváis, Villoro, Poniatowska), así de polifónico como para dar cuerpo colectivo a un texto que sabe entrecruzar las historias de Salvador Dalí a Pablo Neruda con un marco que despliega con equivalente espesura el acontecimiento trágico masivo –la Guerra Civil Española–, un triángulo sentimental con Oliverio Girondo y Jorge Luis Borges o el devenir trágico de Horacio Quiroga, respaldados por una ambición por la reconstrucción total del período abordado. La biografía de Amorim demuestra que la realidad provee más texturas que la ficción, y es aún más sinuosa, pero para eso se necesita un realista militante que pretenda abarcar el magma total de significaciones, invirtiendo el valor de centro y periferia para asignar complejidad y suspicacia a las causalidades. Para conseguir su novela total sobre las décadas de las que se ocupa, Roncagliolo apela al rigor verificador del periodismo anglosajón en el que suele publicar sus trabajos –en Vogue, Vanity Fair y National Geographic– y reproduce anexos de fuentes, bibliografía y el entero proceso de la pesquisa biográfica de Amorim, dándole al conjunto de lo narrado el carácter de herramienta precisa y confiable para reconocer el pasado.

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Recomendación del día


interfaz es palabra femenina

Una interfaz es una conexión entre dos aparatos o bien la comunicación de un sistema con un usuario, y tal como explica el Diccionario panhispánico de dudas se trata de una palabra femenina: la interfaz y no el interfaz.

En esa misma obra, las Academias de la Lengua recomiendan adaptar como interfaz el término inglés interface, por lo que no resulta apropiado el uso del anglicismo crudo, así como tampoco el de interficie, formado de modo anómalo con la misma terminación que superficie; su plural es interfaces.

Además, debe distinguirse de interfase, que según el Diccionario académico se aplica en biología a cierta fase intermedia del ciclo celular y en física a la superficie que separa dos fases o partes homogéneas de un sistema.

Estas tres últimas formas, sin embargo, aparecen en ocasiones en las noticias tecnológicas de los medios de comunicación, como en «El cifrador puede usarse en todas las marcas de teléfonos con una interfase para WPAN» o «La nueva aplicación vuelve con nueva interficie y navegación paso a paso», frases en donde habría sido más adecuado usar interfaz.



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