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segunda-feira, 15 de outubro de 2012

CONSEJOS PARA ESCRIBIR MEJOR

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El presente documento intenta aportar a los alumnos del Taller de Producción de Mensajes una herramienta de aplicación práctica que resulta vital para la labor del comunicador. La escritura personal, cartas, correos electrónicos y notas personales pueden estar empapados de aquello que nos hacer ser únicos. Lo mismo sucede con la redacción creativa o artística. Pero la redacción con fines laborales o académicos debe poner la claridad por encima de todo, estamos escribiendo para hacerle entender algo a otro ser humano, alguien que posiblemente no haya cruzado jamás una palabra con nosotros y que por lo tanto no podrá adivinar detrás de nuestras muletillas la verdadera intención que teníamos.


Por otra parte, la claridad de un texto es un reflejo de la claridad de las ideas de quien lo escribe. Si escribe mal, estará dando a entender que ignora o no domina aquel tema sobre el que escribe. Por todo esto, una redacción sencilla y clara es un requisito indispensable para el profesional de la comunicación.

A continuación, presentamos una serie de consejos que pueden ser aplicados a cualquier tipo de redacción, aunque están enfocadas en aquellas que hacen a nuestra labor profesional o académica... Las sugerencias señaladas pertenecen a un documento creado por directivos y docentes de la Universidad Austral.


Veintiún consejos generales

1) Los párrafos deben ser cortos. No más de seis o siete renglones. Deben ser de pocas oraciones. Las oraciones deben tener pocas palabras. Las palabras deben tener pocas letras. Escriba, después de una oración larga, una corta. Como esta.

2) Redacte párrafos más o menos homogéneos: ni un párrafo larguísimo, ni una oración por párrafo.
1. La primera línea debe ser como un gran golpe, decía Hemingway. Debe seducir, invitar a la lectura. Escríbala al final, cuando ya escribió todo el texto.
2. El orden habitual de las palabras es: Sujeto, Verbo, Objeto y Circunstancias. Coloque el verbo lo más cerca posible del sujeto. Ordene sus oraciones. Léase en voz alta. Lea sus textos a un colega. Asegúrese de que lo escrito es realmente lo que quiso decir. Y nunca, nunca, nunca se permita escribir peor de lo que habla.

3) Escriba en voz activa antes que en voz pasiva.

4) No comience las oraciones con adverbios (Ej. “Allí donde el año pasado…”). Si quiere informar, lo usual es empezar con el acontecimiento (qué) o con el protagonista (quién).

5) No abuse del gerundio (Ej. “Viajando hacia el sur, podemos…”). En la duda, suprímalo. Nunca lo use para referirse a una acción posterior a la del verbo principal.

6) Divida las oraciones con el punto seguido. No escriba: “Los empleados, que realizaron este año el curso de perfeccionamiento, ya escriben mucho mejor”. Escriba: “Los empleados ya escriben mucho mejor. Cursaron este año...”.

7) Evite la ambigüedad de todos los posesivos y determinantes. Pregúntese a quién se refieren. Si necesita más de una semana para darse cuenta, es posible que esté poco claro.

8) Orden: La producción de ideas no es lo mismo que la producción del texto. Si no hace un esquema antes de redactar, irá corrigiendo sobre la marcha (y el texto terminará en la papelera).

9) No incluya cláusulas incidentales: “Al terminar el martes la sesión de trabajo...”.

10) Quedan terminantemente prohibidos los errores de concordancia entre el sujeto y el predicado.

11) No abuse de los adjetivos. Es preferible uno significativo a dos o tres acumulados. “El adjetivo, cuando no da vida, mata”, Vicente Huidobro.

12) La clave de toda narración estriba en elegir un punto de vista adecuado desde el que se narra. Una narración es un entretejido de hechos. Importan mucho tanto la elección del tiempo verbal en el que se narra como el respeto a la correlación de los tiempos verbales.

13) Deseche los verbos ‘baúl’ y las palabras ‘comodín’ (‘decir’, ‘hacer’, ‘tema’, ‘cosa’, etc.).

14) Evite cacofonías y rimas internas: “Actualmente se ha perdido totalmente la ética”.

15) Los elementos que se yuxtaponen en una enumeración deben ser homogéneos. Lo mismo sucede con las coordinaciones: “Triste, solitario y final”.

16) Sea sencillo. No duplique innecesariamente las referencias a un sustantivo con expresiones como ‘dicho’ o ‘el mismo’. No escriba: “La llegada del CEO era muy esperada dada la experiencia de dicho profesional”. Escriba: “dada su experiencia”. Ahorra tres palabras y evita parecer un falso sofisticado.

17) Sea claro. Claro. Si usted quiere decir que el sol entró por la ventana, la mejor manera de hacerlo es esta: “El sol entró por la ventana”.

18) Sea conciso. Una palabra es mejor que dos. Concisión.

19) Sea riguroso. Evite expresiones del tipo ‘varios’, ‘algunos’, ‘numerosos’, ‘un grupo’. Sustitúyalas por datos concretos o dará la impresión de que no domina el tema sobre el que escribe.

20) Sea elegante. Huya tanto del estilo frívolo como del solemne. Evite los eufemismos y los lugares comunes.

21) Evite la indecisión y la prisa. Concéntrese tan solo en cumplir bien todos los pasos y no sea demasiado duro, exigente, ansioso, irónico, macabro, terrible o amargo con usted mismo y sus resultados.


No intente escribir como habla, salvo que se proponga reproducir por escrito un momento de oralidad. Cada lenguaje tiene sus potencialidades y limitaciones.

LEA MUCHO e intente leer cosas bien escritas. Por placer lea lo que guste, para mejorar su escritura lea prestigiosos escritores y medios.



Apéndice



Errores muy frecuentes



Expresiones Incorrectas
Expresiones correctas
De acuerdo a
De acuerdo con
En relación a
En relación con o Con relación a
A nivel de
En el nivel de
En base a
Sobre la base de o A partir de
Si yo tendría que Si yo tuviera que



Adherir (se)

‘Adherir’ significa ‘pegar’. ‘Adherirse’ significa ‘unirse’. Por lo tanto, son incorrectas expresiones del tipo “El secretario adhirió a la propuesta”. La expresión correcta sería “se adhirió a la propuesta”.


Mientras/Mientras que

‘Mientras’ posee referencia temporal, de simultaneidad de acciones: “Mientras lees, yo voy escribiendo”.

‘Mientras que’ indica diversidad de acciones o estados de cosas, sin referencia temporal: “Mientras que tú trabajas todo el día, yo trabajo solo unas horas”.


Deber/Deber de

‘Deber’ indica obligación: “Deben venir a verme”.

‘Deber de’ indica suposición: “Deben de ser las cuatro de la tarde”.

Palabras que suelen usarse impropiamente

Álgido significa “muy frío”.
Enervar significa “aplacar”.
Lívido significa también “amoratado”.
Mesarse el pelo equivale a “arrancárselo”.
Detentar significa “ocupar un cargo en forma ilegítima”.


Sujeto y verbo

El sujeto y el verbo NUNCA se separan por medio de comas.
El sujeto y el verbo DEBEN concordar en el número.



Cuestiones de estilo


1. Introducción.

En este texto se destacan y comentan algunos vicios frecuentes en la redacción informativa (se hace referencia a vicios, no a incorrecciones gramaticales).


2. Rimas internas.

Si las rimas son un recurso importante en el verso, deben ser eliminadas de la prosa informativa porque resultan desagradables al oído:

Uno de los defectos de estilo más ostensibles en la elaboración de una redacción es la repetición de una misma palabra o expresión.

Parece evidente que las nuevas medidas adoptadas por el Gobierno son claramente prudentes.


3. Las cacofonías.
Las recurrencias fónicas, que en el lenguaje literario producen efectos estilísticos interesantes, deben desecharse de la prosa informativa al igual que la rima:

Se apoderó de él un terrible terror que se quedó sin saber qué contestar.


4. Pobreza léxica.

Uno de los defectos de estilo más frecuente en la elaboración de textos informativos es el de repetir las mismas palabras o expresiones:

El pueblo de Goradze es pequeño, y lo más importante del pueblo es su plaza.

Debe evitarse la repetición de verbos excesivamente polisémicos como “hacer”, “haber”, “tener”, “ser”, “decir”, “dar”, “echar”, etc., o de sustantivos como “cosa”, “cuestión”, etc. Se trata de conseguir más variedad léxica y mayor riqueza de matices semánticos, empleando otras palabras más exactas y precisas.

También debe buscarse la variedad en los nexos conjuntivos. Así, para la unión se usarán nexos del tipo y, asimismo, también, además, así como...

Para contrastar, pueden emplearse nexos como pero, mas, sino (que), no obstante, sin embargo, por otra parte, por el contrario, a pesar de, en cambio.
Si se quiere manifestar una relación de causa o de consecuencia, habrá que utilizar nexos como porque, pues, ya que, como quiera que, puesto que, como, por tanto, por consiguiente, con que, así que...
Como nexos explicativos pueden emplearse o sea, esto es, es decir, por ejemplo, en otras palabras, mejor dicho, de hecho...
Para concluir o sintetizar algo: en fin, en conclusión, en síntesis, en resumen, finalmente, en resumidas cuentas.
Para narrar o relatar historias, anécdotas, etc., son fundamentales los nexos conjuntivos y los adverbios de carácter temporal. A veces se manifiesta la tendencia a narrar repitiendo siempre los mismos nexos, lo que produce un efecto de pesadez y poca agilidad (entonces... entonces; cuando... cuando... cuando; luego... luego). Véase la siguiente lista: entonces, luego, después, a continuación, al rato, pasado un tiempo, al día siguiente, al principio, en aquel momento, inmediatamente, pronto, después de, antes de, desde que, hasta que, cuando, tan pronto como, en cuanto, una vez que, etc.

Conviene vigilar la excesiva repetición del vocablo que tanto con valor de conjunción como de relativo:

“El general Balza se negó a que se le informase a los padres de los conscriptos de que sus hijos se tenían que presentar en el cuartel o que, de no ser así, no sería fácil que pudiesen seguir con sus licencias”.


5. Adjetivación inexpresiva.

Otro defecto de estilo, debido también a pobreza léxica, es el uso de adjetivos semánticamente descoloridos por su uso frecuente y su significado amplio en exceso: estupendo, maravilloso, precioso, fantástico, divino, bonito, fabuloso...

El lenguaje escrito, por ser más reflexivo que el oral, exige una adjetivación más apropiada. Este argumento justifica la no inclusión de los llamados epítetos-tópicos (o constantes), que suelen empobrecer la expresión:

fiel reflejo
verdadera o auténtica pena
claro exponente
pura verdad
activa participación
altos rascacielos
sincero pésame
blanca nieve
parte integrante
negro carbón
mansos corderos
verde hierba
estrecha colaboración
auténtica catástrofe
plena confianza
palpitante actualidad
meridiana claridad
ferviente deseo
(dar) cumplida cuenta
base fundamental
belleza estética
casualidad imprevista
clímax máximo
divisas extranjeras
ejemplo práctico
enfermedades patológicas
Erario o Tesoro público
idiosincrasia particular, propia
paradigma ejemplar
peluca postiza
protagonista principal



6. El hipérbaton.

El orden lineal o lógico de la frase es aconsejable porque ayuda a la claridad de lo que se quiere exponer, sobre todo cuando las ideas que se pretende comunicar presentan un alto grado de complejidad, de ahí que se sugiera en un principio elaborar las redacciones sometiéndolas a este orden:

Sujeto  Verbo  C. Directo  C. Indirecto
 C. Circunstancial, o bien

Sujeto  Verbo  Atributo

Ahora bien, hay que tener en cuenta que esta construcción lineal, si se usa en castellano con profusión, puede hacer monótono el escrito. Por eso, habrá que acudir, en algunas ocasiones y sin abusos, a la alteración de ese orden lógico.


7. La ambigüedad.

La ambigüedad, como se sabe, puede ser léxica o sintáctica, y hay que evitarla en la prosa informativa (en el lenguaje artístico se busca la ambigüedad intencionalmente como fenómeno estilístico).

Ambigüedad léxica: se manifiesta en el uso de alguna palabra polisémica u homónima cuyos significados encajan en un mismo contexto. Por lo general, un contexto lingüístico más amplio suele arrojar luz suficiente.
La ambigüedad sintáctica es más peligrosa y puede producirse por la defectuosa colocación de los elementos de la frase o por la polivalencia funcional de algunos de sus componentes:

Llaman al hijo del presidente cobarde (¿al presidente o al hijo del presidente?)
Se venden calcetines para niños de algodón
Se venden sombreros para hombres de paja
Vi al cantante bajando del avión (¿quién bajaba, yo o él?)

Hay que prestar mucha atención al uso del posesivo ambivalente “su, sus”, que da lugar a muchas ambigüedades sobre las que se basan chistes y comedias de enredos. Eso debería ser un llamado de atención cuando nuestra intención es ser claros.


8. El gerundio.

Es el abuso del gerundio —y no su uso— lo que resulta desechable. En muchos casos, su empleo está justificado y sirve para producir efectos estilísticos importantes debido al aspecto imperfectivo-durativo por el que se consiguen imágenes prolongativas de la acción verbal.


9. Las redundancias.

Hay que evitar el empleo de redundancias en la lengua escrita, pero no el de pleonasmos, pues mientras que estos aportan un cierto valor expresivo, aquellas nada añaden al contenido del texto:

asomarse al exterior
bajar abajo
bifurcarse en dos direcciones
caso muy extremo
constelación de estrellas
coordinadas entre sí
dentro del seno del equipo
encargado de la misión de repartir el pan
entrar dentro
hablar tres idiomas diferentes
hacer especial hincapié
hijo primogénito
injerencia en los asuntos ajenos
insistir de nuevo, reiteradamente
interconectados entre sí
40 kgs. de peso
marchar en dirección a un sitio
poco entreabiertas (un)
prever con antelación
progresar hacia delante
retroceder hacia atrás
proyecto de futuro
salir afuera
seguir detrás
soler ir a menudo
vigente en la actualidad
volver a releer, resurgir, retomar, etc.


10. Vicios contra la concisión.

Ya se ha hablado de algunos vicios contra la claridad: el hipérbaton exagerado y violento y la ambigüedad. Ahora se habla de los vicios contra la concisión, que en algunos casos son defectos que dificultan la comprensión del texto.


10.1 Sinónimos consecutivos:

Hay que explicitar o sacar a la luz lo que está latente o larvado en el texto.
Alfonsín tuvo una actitud clara y manifiesta de desprecio contra los presentes.


10.2 Constituyentes discontinuos:

“Lo que es... es”. Lo que defendemos y propugnamos es un mayor acercamiento a los problemas de la mujer en la sociedad contemporánea/Defendemos...


10.3 Secuencias y adverbios de relleno:

Deben evitarse, cuando sean añadidas sin contenido semántico ni sintáctico, expresiones como pura y simplemente, simple y llanamente, de alguna manera, como es habitual, bien es verdad, claro está...
Otro tanto sucede con adverbios que nada añaden al contenido: positivamente, evidentemente, obviamente, realmente, verdaderamente, indudablemente, lógicamente, prácticamente, particularmente, etc.

10.4 Circunloquios:

Siempre será preferible a



conocer tener conocimiento de
considerar tener en cuenta
poder estar en condiciones de
llamar por teléfono efectuar una llamada telefónica
comunicar hacer saber
manifestar poner de manifiesto
descenso evolución descendente
ascenso evolución ascendente
fuera de en el exterior
opinar ser de la opinión de
atajar interrumpir el curso de
comenzar dar comienzo
finalizar dar por finalizado
efectuar llevar a cabo
publicar hacer público
revocar dictar resolución de revocación
ser agredido ser objeto de agresión
archivar proceder al archivo
autorizar dar autorización
avisar dar aviso
usar hacer uso
fugarse darse a la fuga
presentarse hacer acto de presencia

Asimismo, ha de preferirse el adjetivo a la proposición adjetiva sintáctica y semántica equivalente.

Las personas que carecen de fuerza de voluntad.../ Las personas abúlicas...
Hay que buscar un estilo que no emplee más palabras de las necesarias/ Hay que buscar un estilo conciso.



10.5 Giros y locuciones preposicionales innecesarios:

Siempre que se pueda, hay que buscar la preposición sencilla.

A juicio del presidente de la compañía/ mejor: según
Nos preparamos al objeto de ganar la licitación/ mejor: para
Estaremos con ustedes por espacio de una hora/ mejor: durante
Invertiremos sin opción de peligro/ mejor: sin
Iremos a bordo de un auto/ mejor: en



11. Vicios contra la naturalidad y la sencillez.

11.1 Léxico pedante:

Neologismos

Entendimiento /mediación
Basamentar /basar
Atractividad /atracción
Conflictual /conflictivo
Inicializar /iniciar
Obstruccionar /obstruir

Extranjerismos

Suceso /éxito
Rol /papel,misión
chance /oportunidad
remarcar /destacar, resaltar

Otros

Clarificar /aclarar
Concretizar /concretar
Influenciar /influir


11.2 Subordinación sintáctica excesiva y construcciones sintácticas foráneas:

La subordinación excesiva da lugar a períodos y párrafos demasiado largos, lo que dificulta y oscurece el contenido. Se prefiere el período breve, la sucesión y/o yuxtaposición de oraciones y secuencias cortas.
También es aconsejable huir de las construcciones sintácticas foráneas tales como la pasiva calcada del inglés “estar siendo  participio”:

Los resultados empresariales están siendo evaluados por el Comité de Crisis/El Comité de Crisis está evaluando los resultados empresariales.


11.3 El uso de la pasiva:

Si bien este uso no siempre es un vicio contra la sencillez, conviene tener en cuenta las siguientes consideraciones:

a) Las construcciones pasivas producen un efecto de lentitud, pesadez y rigidez.
b) Las construcciones activas manifiestan mayor rapidez y agilidad expresivas.
c) Es preferible en castellano la pasiva refleja (con se), por su ligereza y flexibilidad, a la pasiva normal con ser.

Mañana se proyectará la película/mañana será proyectada la película.


11.4 Léxico exagerado e imágenes ‘cursis’ y tópicas:

Dientes /perlas
gotas de lluvia /lágrimas
sol /astro rey
aprobar/ admitir/dar luz verde

CALIDAD Y TRADUCCIÓN (segunda parte)



En la primera parte de este artículo (número 85 de PUNTOYCOMA) presenté un instrumento para medir la calidad de las traducciones, cuya principal característica, y tal vez la más dada a la polémica, es la distinción que hace entre errores aditivos y no aditivos. Los errores de semántica no son aditivos, de forma que uno solo de ellos determina el nivel de calidad de toda la traducción. Dentro de ese nivel, la calidad podrá alcanzar un valor numérico u otro en función del peso y de la frecuencia de los errores aditivos, que son todos los demás.
Mi objetivo en esta segunda parte es demostrar que el instrumento de medida que se propone cuenta con el suficiente respaldo teórico y metodológico como para que su utilidad se pueda aceptar sin demasiados reparos.
El instrumento de medida
A todo instrumento de medida se le deben exigir, al menos, validez, sensibilidad y fiabilidad. Veamos, pues, hasta qué punto posee el nuestro estas tres características.
Validez. ¿Mide realmente aquello que queremos medir?
Con la única excepción de los neologismos para los que todavía no exista una traducción aceptada, la respuesta es SÍ, porque disponemos de suficientes referencias terminológicas y de otro tipo para identificar los errores en la traducción.
Sensibilidad. ¿Es capaz de detectar mínimas diferencias de la variable que medimos?
La respuesta, por definición, es SÍ. De hecho, la sensibilidad del instrumento está determinada básicamente por el número de opciones que admite en la medición (algo así como el número de decimales de una balanza). Así pues, la sensibilidad se decide en la fase de diseño y se pone a prueba durante la fase de ensayo previa a la aceptación del instrumento. Es en esta fase cuando hay que asegurar el mayor acuerdo interjueces posible, objetivo que solo se alcanzará si las opciones se han definido con precisión, y si además son exhaustivas y mutuamente excluyentes.
Fiabilidad. ¿Los resultados son independientes de la situación y del momento en que se lleva a cabo la medición?
Aquí tenemos que reconocer que el instrumento, o mejor dicho, su aplicación, presenta los mismos problemas que cualquier instrumento no automático, ya que el evaluador que lo maneja no es inmune a la fatiga, a la distracción, o al estrés. Estos y otros factores imputables al evaluador están sujetos a variaciones y tienen, sin duda, un reflejo en el resultado de la medición.
No obstante, a pesar de los problemas de fiabilidad, me parece que la utilidad de este instrumento no puede negarse solo porque requiera un manejo cuidadoso. En todo caso, habrá que garantizar que el evaluador posee el adecuado nivel de conocimientos y experiencia, y asegurar al mismo tiempo unas condiciones de medición que hagan mínima la probabilidad de cometer fallos.
El resultado de la medición
Se trata ahora de comprobar si efectivamente el resultado obtenido con este instrumento es una buena medida de la calidad de la traducción. En este punto, nuestro instrumento puede suscitar una duda razonable: ¿Por qué los deméritos penalizan toda la traducción, y además lo hacen sin tener en cuenta su frecuencia? Para dar respuesta a esta cuestión hay que decantarse por uno de estos dos planteamientos teóricos:
a. la traducción, como texto, es un todo unitario
b. la traducción, como texto, es un agregado de partes.
Yo defiendo la tesis de que una traducción es un todo unitario, y lo hago apoyándome en los siguientes argumentos:
Todo texto tiene como finalidad que alguien lo lea. Como consecuencia de la lectura, se produce en el lector inevitablemente una respuesta en forma de opinión, decisión, actitud, etc. Esta respuesta es unitaria, y lo es porque el lector ha convertido el texto, al leerlo, en una unidad. Es él quien integra los significados de cada elemento del texto y cambia su opinión respecto al uso de aerosoles (artículo en una revista de divulgación científica), o modifica su actitud hacia los minusválidos (reportaje en una revista semanal), o toma la decisión de comprar un determinado producto (folleto publicitario), o de votar a un partido político (programa electoral).
En un texto de seis frases, un error de traducción en la tercera de ellas no puede dar como resultado una calidad 5/6, puesto que el significado del párrafo equivocado puede influir en la interpretación de los otros, y por lo tanto, afectar a todo el texto.
En el proceso de traducción (y posterior revisión), el traductor busca activamente el contexto, y para ello rastrea en los párrafos o frases anteriores y posteriores cuando se encuentra, por ejemplo, ante una palabra polisémica. En ese momento no se pregunta por el significado de esa palabra, o por el significado de esa palabra en esa frase, sino por el significado de esa palabra en ese texto. Lo que está tratando de hacer es percibir el texto como un todo. Me gustaría ilustrarlo con un ejemplo. Supongamos que se debe traducir el título «La naturaleza engendra monstruos». El significado de este título no habría que buscarlo en el propio título, sino fuera de él, precisamente en el texto al que pertenece. Es el texto el que da significado a este título (otras veces es justamente al revés), de forma que no podrá traducirse antes de haber leído aquel en su totalidad. ¿Se trata de una crítica feroz a una persona? Entonces monstruo significa una cosa y tiene una traducción. ¿Se trata, por el contrario, de una muestra de admiración hacia una figura del deporte? Entonces monstruo tiene un significado diferente y su traducción es otra.
Aceptando este planteamiento, es fácil entender la lógica en la que descansa el doble sistema de calificación que se ha propuesto aquí. Por un lado, los errores que interactúan con otros elementos del texto le afectan por completo (deméritos), y por otro lado, los errores que no interactúan con otros elementos del texto se ponderan y se acumulan. El hecho de que la frecuencia de deméritos a partir de n = 1 no influya en el resultado es consecuencia del planteamiento de que hemos partido, es decir, de la consideración de la traducción como un todo. Quizá sea útil un símil. Los desperfectos observables en una bola de billar (el todo unitario) se pueden dividir en aditivos y no aditivos. Las rayas, manchas, fallos del color o picaduras son errores aditivos, unos más graves que otros (ponderación), y unos más numerosos que otros (cuantificación). En cambio, una abolladura, una sola, ya sitúa a toda la bola en una categoría, digamos B = la bola rueda dando saltos, del mismo modo que un aplanamiento de la superficie la sitúa en otra categoría, digamos C = la bola se para. Estos últimos serían los errores no aditivos.
El único problema que se nos puede plantear en este momento es el del volumen del texto. Es evidente que, por razones prácticas, no podemos tomar un texto de 500 páginas como unidad y, por razones teóricas, no podemos clasificar su calidad en la categoría B solo porque hay una frase mal traducida en la página 48. Afortunadamente existen técnicas de muestreo compatibles con los planteamientos expuestos en este trabajo. Es tarea del evaluador elegir una u otra en función de los objetivos y de las limitaciones de su plan de control de calidad.
Nota final
La traducción no es una ciencia exacta, pero tampoco es arte abstracto. Existe la necesidad de ir introduciendo en la práctica de la profesión elementos de objetividad, por mucha polémica que susciten. La traducción tiene, sin duda, su vertiente artística y creativa, pero también tiene su vertiente profesional, y es aquí donde debe dotarse de herramientas capaces de darle un nivel de tratamiento y elaboración equiparable al de otros productos del trabajo. La medición de la calidad es uno de los retos a los que debemos hacer frente los traductores. Tendremos que empezar haciendo concesiones y admitiendo la utilidad de la estadística y de los planes de muestreo; tendremos que seguir automatizando muchos procesos, y confiar a la informática problemas de traducción que hasta hace muy poco solo era capaz de resolver con éxito un cerebro humano. En cualquier caso, solo el rigor en los procedimientos y en la metodología podrán situar la profesión en el nivel de reconocimiento que todos queremos que alcance.
Referencias
http://universum.utalca.cl/contenido/index-86/rojas.htmlhttp://www.ntu.edu.au/education/csle/student/jang/jang0.htmlhttp://www.nist.gov/speech/tests/mt/doc/ngram-study.pdfhttp://www.ifi.unizh.ch/cl/volk/papers/LREC2000.pdfhttp://www.erudit.org/revue/meta/2001/v46/n2/003141ar.pdfhttp://www.unilat.org/dtil/MEXICO/dieguez.htmlhttp://www.bib.uab.es/pub/quaderns/11385790n1p65.pdf
Andrés López Ciruelos
Traducción médica. Alemania
minus3plus4@t-online.de

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Recomendación del día


jibarizar, un verbo adecuado

El término jibarizar significa ‘reducir, disminuir’, generalmente con connotaciones negativas, y es un verbo bien formado que proviene de una metáfora que alude a la práctica del pueblo jíbaro de cortar las cabezas y reducirlas.

Cada vez es más frecuente ver este verbo o su correspondiente sustantivo jibarización en los medios de comunicación, como en «El presidente defenderá la jibarización del mastodóntico sector público» o «Los empleados han visto como su sueldo se ha jibarizado».

Aunque el Diccionario académico no registra todavía esta voz, sí la recoge el Diccionario del español actual (de Seco, Andrés y Ramos) con la definición de ‘reducir el tamaño de algo’.

Ocasionalmente se usa la forma jivarizar, a partir de jívaro, una variante ortográfica con cierto uso del nombre del pueblo, aunque no recogida en el Diccionario académico, que solo da jíbaro.

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