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segunda-feira, 15 de maio de 2017

LA COMA

Comas: el infierno de la puntuación

Elena Álvarez Mellado (eldiario.es, España)

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Photo published for Javier Fernández, suspenso en ortografía: 26 erratas en su carta de respuesta a Pablo IglesiasSi la comparamos con la escritura, la puntuación es un invento relativamente reciente. El padre de la coma fue  Aristófanes de Bizancio, un bibliotecario de la célebre Biblioteca de Alejandría que vivió allá por el siglo III a. C. Por aquel entonces, la forma de escribir era en scriptio continua, es decir, los textos se escribían de corrido, sin signos de puntuación ni espacios entre palabras. La finalidad de los textos escritos no era la lectura individual tal y como hoy la concebimos, sino que los textos se entendían como partituras pensadas para que el orador ejecutase en directo el discurso. Nos gusta pensar que toda lengua pasada fue mejor y que ya no hay decoro lingüístico como el de antes, pero lo cierto es que la scriptio continua de la Antigüedad nos resultaría hoy ilegible y haría que hasta el más nostálgico de los talibanes ortográficos modernos abrazase con alegría el lenguaje abreviado y telegráfico de las redes sociales y de los servicios de mensajería.

Reconozcámoslo abiertamente: la puntuación en general es un dolor de muelas y las comas en particular nos llevan por el camino de la amargura al común de los mortales. 
Aquel que esté libre de una coma mal puesta que tire el primer diccionario.
Ver imagen en TwitterSi la comparamos con la escritura, la puntuación es un invento relativamente reciente. El padre de la coma fue  Aristófanes de Bizancio, un bibliotecario de la célebre Biblioteca de Alejandría que vivió allá por el siglo III a. C. Por aquel entonces, la forma de escribir era en scriptio continua, es decir, los textos se escribían de corrido, sin signos de puntuación ni espacios entre palabras. La finalidad de los textos escritos no era la lectura individual tal y como hoy la concebimos, sino que los textos se entendían como partituras pensadas para que el orador ejecutase en directo el discurso. Nos gusta pensar que toda lengua pasada fue mejor y que ya no hay decoro lingüístico como el de antes, pero lo cierto es que la scriptio continua de la Antigüedad nos resultaría hoy ilegible y haría que hasta el más nostálgico de los talibanes ortográficos modernos abrazase con alegría el lenguaje abreviado y telegráfico de las redes sociales y de los servicios de mensajería.
Si la comparamos con la escritura, la puntuación es un invento relativamente reciente. 

El padre de la coma fue Aristófanes de Bizancio, un bibliotecario de la célebre Biblioteca de Alejandría que vivió allá por el siglo III a. C.

La propuesta de Aristófanes de Bizancio era sencilla y eficaz: indicar mediante un sistema de puntos la cantidad de aire que el orador debía tomar en cada pausa para poder acometer sin ahogos el fragmento de texto hasta la siguiente pausa. En una época en la que era el lector quien debía apañárselas para separar correctamente el espagueti continuo de caracteres, se asumía que para comprender totalmente un texto eran necesarias varias re lecturas. En ese sentido, la notación que proponía Aristófanes suponía una mejora notable, ya que permitía al orador enfrentarse al texto de primeras con más claridad.
Lejos de ser una anécdota irrelevante sobre eruditos de la Antigüedad, la invención de Aristófanes de Bizancio es un buen ejemplo del problema que supone reflejar por escrito la infinidad de matices relevantes que tiene la lengua oral y del ingenio de los hablantes para proponer soluciones creativas a las limitaciones de la escritura. En último término, el espíritu de su propuesta no es tan diferente del uso creativo que hacemos hoy de emojis, gifs y otros elementos extralingüísticos recientes (y que por ahora viven extramuros de la normativa): al fin y al cabo, lo que tanto Aristófanes como los hablantes de hoy buscamos es indicar visualmente al lector cómo debe interpretarse oralmente una frase y el tono adecuado con el que queremos ser leídos.
Con el transcurso de los siglos, la tradición de la oralidad fue siendo sustituida por una tradición centrada en los textos escritos y la escritura fue entendiéndose cada vez menos como un elemento auxiliar de la oralidad y más como un sistema en sí mismo con su propia lógica interna. Lo que en su día habían sido signos de respiración puestos un poco a la buena de Dios según la capacidad pulmonar del orador se convirtió en un protocolo lingüístico formal con poco margen de maniobra. En contra de lo que solemos pensar, las comas hoy no representan respiraciones sino que se rigen por criterios exclusivamente gramaticales, coincidan o no con pausas orales. Las reglas de puntuación se parecen al código de circulación: intentan dar lógica a los enunciados, resolver ambigüedades y aislar de forma unívoca pero fluida los elementos que forman las oraciones.
Hay comas evidentes y poco problemáticas, como la que separa las enumeraciones ( salir, beber, el rollo de siempre). Otras, en cambio, corren peor suerte. La coma del vocativo (esa que aísla el nombre del destinatario al que va dirigida nuestra frase, como en Houston, tenemos un problema o Tócala otra vez, Sam) es raro verla fuera de contextos formales y esmerados. 
Entre los sibaritas ortográficos, la coma del vocativo levanta unas pasiones que hacen que la polémica sobre la tilde en sólo parezca una discusión de patio de colegio; si quiere conquistar a un purista de la lengua, no se olvide de ponerla:
Por otro lado, están las comas de más, aquellas que ponemos cuando nos puede la hiperventilación tipográfica y nos dejamos llevar por la emoción de puntuar según nos suena. Los correctores llaman “coma asesina” a la coma innecesaria que habita entre sujeto y predicado y que campa a sus anchas en titulares y entradillas de los más reputados medios. Quizá su éxito se deba a que en la lengua hablada tendemos a hacer una breve parada cuando el sujeto es particularmente largo.
Lo que nuestra incapacidad para poner comas de acuerdo a la norma nos recuerda es que la lengua es, antes que ninguna otra cosa y a pesar de los milenios de tradición escrita y del empeño de los puristas ortográficos, oralidad. Por eso cuando toca puntuar un texto optamos por tocar de oído y ponerlas intuitivamente allá donde nos parecería natural respirar. 
Seguimos siendo hijos de la tradición aristofánica. 
 Nos duele la espalda porque evolutivamente aún no nos hemos acostumbrado a la bipedestación y no sabemos poner las comas porque, en último término, seguimos siendo seres fundamentalmente orales.

FUNDACIÓN DEL ESPAÑOL URGENTE

Agencia EFEFundéu - BBVA
FUNDACIÓN DEL ESPAÑOL URGENTE

imán e imam


formas válidas

Recomendación urgente del día
Tanto imán, con tilde y acabado en ene, como imam, sin tilde y acabado en eme, son formas válidas para aludir al guía o jefe religioso musulmán.
En los medios se aprecia que ambas formas se usan indistintamente: «Turquía emite una orden de detención contra 101 imames del Ejército» o «Una representación de la comunidad encabezada por Abdellah Mhanna (imam de la mezquita del centro histórico y coordinador provincial de imanes) visitaba a la cónsul de Francia».
El Diccionario académico recoge el término imán con las acepciones ‘encargado de presidir la oración canónica musulmana, poniéndose delante de los fieles para que estos lo sigan en sus rezos y movimientos’ y ‘guía, jefe o modelo espiritual o religioso, y a veces también político, en una sociedad musulmana’, al tiempo que señala que también es válida la grafía imammenos habitual en el uso.
Ambas voces son agudas, pero mientras que imán lleva tilde por acabar en ene, imam no la lleva por acabar en eme. Los plurales respectivos son imanes e imames, este último de formación excepcional, pues las palabras que terminan en -m normalmente se pluralizan con –s.
Aunque las dos variantes son válidas, es recomendable mantener la coherencia en un texto, de modo que siempre se use bien imán e imanes o bien imam e imames. Por ello, el primer ejemplo es correcto, pero en el segundo sería mejor «Una representación de la comunidad encabezada por Abdellah Mhanna (imán de la mezquita del centro histórico y coordinador provincial de imanes) visitaba a la cónsul de Francia».
Dado que los imanes son tradicionalmente hombres, estas voces se usan casi exclusivamente en género masculino, pero en caso de que se tratara de una mujer es aconsejable hablar de una imán o una imam, en femenino, como en «Comenzó a gestarse la idea de abrir una mezquita para mujeres en la que una de ellas fuera la imán».

FUNDACIÓN DEL ESPAÑOL URGENTE

Agencia EFEFundéu - BBVA
FUNDACIÓN DEL ESPAÑOL URGENTE

programa maligno


mejor que 


malware

Recomendación urgente del día
La expresión programa maligno es una alternativa en español al anglicismomalware.
En los medios de comunicación, sin embargo, prolifera el uso de la voz inglesa en noticias sobre ataques informáticos: «Así son los malware que pueden secuestrar nuestros datos», «Cómo saber si hemos sido infectados por el mismo malware que ha afectado a Telefónica» o «España, con más de 5 millones de ataques de malware identificados, se sitúa en el puesto 43 a nivel mundial».
De acuerdo con la traducción que el Oxford Dictionary Online da de malware, este término equivaldría en español al ‘programa informático o virus específicamente diseñado para perturbar o dañar un sistema’.
Asimismo, se recuerda que los términos programa maligno y programa malicioso no son sinónimos, ya que programa malicioso hace referencia al que se introduce en un sistema operativo con mala intención pero sin dañar el equipo.
Por tanto, en los ejemplos anteriores lo adecuado habría sido escribir «Así son los programas malignos que pueden secuestrar nuestros datos», «Cómo saber si hemos sido infectados por el mismo programa maligno que ha afectado a Telefónica» o «España, con más de 5 millones de ataques de programas malignos identificados, se sitúa en el puesto 43 a nivel mundial».
Un tipo específico de programa maligno es el que en inglés se denomina ransomware (de ransom, ‘rescate’). Se trata de programas que toman el control del sistema o dispositivo que infectan y piden un rescate para devolvérselo a su dueño. Las formas programa de secuestro o secuestrador programa de chantaje o chantajista son posibles alternativas en español a ese anglicismo. Así, en titulares como «El ‘ransomware’ se ha convertido en la peste negra digital» podría haberse escrito «Los programas de chantaje se han convertido en la peste negra digital».
Ciberchantaje y cibersecuestro (de sistemas o dispositivos) son formas adecuadas para referirse a la acción llevada a cabo mediante el uso de estos programas.
Se recuerda que si se prefiere emplear la formas inglesas, lo adecuado es escribirlas en cursiva o entre comillas, cuando no se dispone de ese tipo de letra, por tratarse de extranjerismos no adaptados.
Ver también ciberataque, no cíber-ataque ni cíber ataque.

LA RECOMENDACIÓN DIARIA:

  LA RECOMENDACIÓN DIARIA el maratón  y  la maratón ,   formas adecuadas   La palabra  maratón  puede emplearse tanto en masculino  ( el mar...