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quarta-feira, 30 de janeiro de 2013

LA VERDAD HA MUERTO








Por José Pablo Feinmann – FUENTE: Página 12 – Bs.As.

El tema de la verdad es uno de los más complejos de la filosofía y a ella le pertenece, le corresponde. Dejemos de lado a los griegos porque, de lo contrario, no terminaremos más. Pero acompaño a Protágoras y a su formidable frase “El hombre es la medida de todas las cosas”.
Durante la Edad Media el problema no fue difícil. Dios poseía la verdad y se la revelaba a los hombres. O mejor dicho a los pastores. A la institución eclesiástica. Surge eso que Foucault (al que recurriremos muchas veces) llama “poder pastoral”. Los buenos siervos de Dios siempre se sienten en pecado, acuden al buen sacerdote y, en el confesionario, le dicen las opacidades de su alma. El pastor conoce todo del siervo y el buen hombre no sabe nada del pastor. Así, el confesionario es como la CIA de la Iglesia. Tiene un fichaje de todos los siervos de todos lados. La “verdad” que Dios revela la recibe la Iglesia y el que no la cumpla será castigado por la Inquisición. Descartes viene a establecer una nueva verdad. Al dudar de todo duda también de Dios. ¿Qué es lo que le permite dudar de todo? Su pensamiento. ¿Qué es aquello de lo que no puede dudar? Claro está: de su pensamiento. La verdad que viene a instaurar Descartes es la de la razón: ego cogito, ergo sum. Pero hay otra verdad que Descartes debiera probar. La externa. ¿Cómo salir del cogito? A través de Dios. La revolución no ha sido total. Si veo todo eso ahí afuera es porque debe existir; si no, Dios no me lo haría ver. O sea, la única verdad que viene a establecer Descartes es la del pensamiento, la de la subjetividad. La del hombre. Pero ese hombre es incapaz de probar la existencia del mundo exterior. Todo cambia con Kant. Kant es un filósofo fundamental. Lo que hizo todavía sirve. Dice: todo conocimiento empieza por la experiencia pero no se reduce a la experiencia. La primera parte de la frase es una concesión al pensamiento de Hume, al empirismo inglés, al que Kant respetaba mucho. O sea, todo conocimiento empieza por la experiencia, por lo fáctico, por lo empírico. Por los hechos. Hegel dirá: Lo verdadero es el todo. Tomemos cualquier instancia de la dialéctica histórica. Tiene tres momentos: afirmación, negación de la afirmación y negación de la negación. El tercer momento es la síntesis de los otros dos y los contiene en una totalidad que los contiene en tanto superación. Este tercer momento es la totalidad. Y la totalidad –en Hegel– es lo verdadero. Sobre todo al constituirse en tanto sistema. Adorno (en el siglo XX), oponiéndose a la dialéctica hegeliana, lanzará un famoso dictum: La totalidad es lo falso. Sartre, en la Crítica de la razón dialéctica, dirá que la totalidad nunca cierra: apenas totaliza ya se destotaliza. Pero siempre hay algo que nunca falta: la empiria, la materialidad. Nietzsche dice: “No hay hechos, hay interpretaciones”. Pero sí: hay hechos. Sólo que la verdad se establece por medio de la interpretación de los hechos. Sólo que, sin hechos, no hay interpretaciones. Seamos redundantes porque aquí está el centro de la cuestión: aun cuando la primacía de la interpretación de los hechos pareciera llevar a un relativismo, esa interpretación parte también de lo fáctico. De los hechos. Sin hechos, no hay interpretaciones. Foucault partiendo de Nietzsche y Heidegger establece la verdad como lucha de interpretaciones. La verdad es de este mundo, dice en Microfísica del poder. En La verdad y las formas jurídicas establece que hay una lucha por la verdad. Algo que también hace en Poder y verdad. Se lucha por la verdad porque la verdad es la que establece el poder. En suma, de todas las interpretaciones de los hechos van a triunfar aquellas que puedan acumular más poder. De aquí el interés de los monopolios en conservar lo que han logrado. Es fácil: si yo tengo doscientas o trescientas bocas comunicacionales a través de las que enuncio mi interpretación de la realidad, ésta se transforma en la verdad porque logro convencer a la mayoría. La verdad es hija del poder. Hoy más que nunca por el despliegue agobiante de los medios de comunicación. Esto no significa que no existan verdades alternativas a la del poder mediático. Pero serán muy débiles. Ya que el monopolio mediático (y, no lo olvidemos, los medios de comunicación son el partido político de la derecha) se ha ido devorando a todas las fuerzas competitivas del mercado. El mercado no es libre y es antidemocrático: se lo devoran los monopolios y los oligopolios, que concentran el poder adosando a los competidores o llevándolos a la ruina. Lo cual es fácil: cualquier monopolio puede vender un año a pérdida y fundir a las pequeñas empresas del mercado. Ahí es donde las compra o deja que entren en convocatoria de acreedores, donde acaso las compre o se fundan.
Pero todo ha cambiado. Un cambio en la ética periodística. Vimos que todas las filosofías partían de los hechos. Kant requería de la experiencia. De aquí que sea nuestro ejemplo predilecto. Todo conocimiento empieza por la experiencia. El periodismo nació para decir la verdad. Se diferencia en esto de la literatura. El buen periodismo dice la verdad, la buena literatura miente. Esta es una frase indiscutible y llena de orgullo a los escritores. El escritor escribe ficciones. (No voy a entrar aquí en las interpretaciones que afirman que interpretar la realidad es una ficción porque sería largo. El que ha llevado esta interpretación al extremo es Hayden White en La ficción de la narrativa. Pero es una posición muy discutible.) Digamos que Kant jamás diría que no parte de la experiencia. Que Nietzsche no negaría que parte de los hechos para interpretarlos. Y que esa guerra por la verdad que postula Foucault también se basa en la facticidad. En el periodismo esto es lo que ha muerto. El periodismo ya no parte de los hechos. Esta fue su tarea primordial desde su nacimiento. El periodismo informaba. Pretendía informar imparcialmente. Aquí radicaba su seriedad. Pretendía ser un tábano para mantener alertas a los hombres y advertirles que no adhirieran a la falsedad. O pretendía ser un clarín sobre los grandes problemas argentinos, para no eludirlos, para enfrentarlos, para decir, sobre ellos, la verdad. La contratapa que publicamos ayer fue provocativa. Pero, creemos, contundente. Ahora el periodismo ya no trabaja sobre materialidad alguna. Al estar en constante estado de beligerancia deja de lado lo fáctico. Ya no parte de los hechos, los inventa. Esa foto del presunto Chávez en la tapa de El País es la prueba. El País fue un diario respetable y querible, progresista. Hoy es parte del complot mediático contra los gobiernos populares de América latina que nosotros –lo sentimos mucho pero son nuestras creencias, les pedimos que las respeten y no se rebajen insultándonos– defendemos. Ese “Chávez” no se basa en ninguna “materialidad”, en ningún “hecho”. Todos los filósofos que he citado dirían que así no se consigue la verdad. Que no es el camino para llegar a ella. Porque sin base material no es posible la interpretación. Y si no hay interpretación, lo que hay es la más recalcitrante y vergonzosa mentira. Señores, ustedes están hundiendo al periodismo. Costará mucho que recuperen la fe de los lectores, o de muchos de ellos que no se dejan engañar fácilmente. Ustedes, señores, al apelar a la mentira como arma de antagonismo, están matando a la verdad. Y eso no tiene retorno. Y es, además, imperdonable.
Brevemente: vayamos a la Argentina donde todo esto malamente abunda. En la Feria del Libro, hace un par de años, el médico psiquiatra Marcos Aguinis, junto con Jorge Fontevechia, le diagnosticó, sin conocerla, sin haberla visto nunca, sin haberla tenido de paciente, “depresión bipolar” a Cristina Fernández. Además, ¡un diagnóstico no se da en público, en la Feria del Libro! Un médico, si es honesto, se guarda el diagnóstico como todo paciente lo merece. Una indecencia. Hablé esto con varios psiquiatras y psicólogos amigos. Sobre todo, con uno que había sido maestro de Aguinis y le había derivado pacientes. “¿Marquitos hizo eso? Qué raro. Era una buena persona.” Aún no hay causa penal sobre eso, pero no importa. Lo que importa, lo que alarma, es la impunidad para mentir. Porque la mentira es la muerte de la verdad. Y la verdad ha muerto. Al menos en la tapa de El País el día que publicaron esa foto obscena del falso Chávez. Y, cotidianamente, en muchos otros medios de la presuntuosamente llamada “prensa independiente”.

GNOMOS


Gnomos: inolvidables, pero difíciles de nombrar

Por Graciela Melgarejo | LA NACION
Twitter: @gramelgar    |   Mail: lineadirecta@lanacion.com.ar    |   


Los tuits más frecuentes de la RAE son los que remiten a su servicio de consultas. Este, por ejemplo: "RAE @RAEinforma #RAEconsultas Las preguntas y propuestas relacionadas con el diccionario académico pueden remitirse a unidrae@rae.es". Esto demuestra definitivamente que la Academia ha comprendido cuán útiles pueden ser las redes sociales para mantener vivo y comprensible el código común.
Más de una vez, se ha mencionado aquí el hecho de que no porque la lengua materna nos haya sido dada desde la cuna, como un regalo del hada madrina en un cuento infantil, significa que podemos hablarla y escribirla sin conocer y manejar las reglas que la rigen. De allí que insistamos en que siempre es tan útil acercarse a obras de consultas como el Diccionario (en línea,http://lema.rae.es/drae/ ),el Diccionario panhispánico de dudas ( http://lema.rae.es/dpd/ ), laGramática o la Ortografía , por mencionar solo algunas.
Sin embargo, como no todas están ya en línea y siempre vale la pena compartir algunas dudas con los que leen Línea directa, aquí están las del lector Arnoldo Ederle, en su correo electrónico que tiene por asunto "De síndromes y gnomos". Escribe Ederle: "Siempre he leído, y pronunciado, la palabra síndrome como esdrújula. Así figura en todos los diccionarios. Sin embargo, en algunos campos profesionales, como la medicina, la veterinaria y la agronomía, suelo escuchar muy seguido que la pronuncian como palabra llana: «*sindrome». ¿Es una moda o nueva tendencia, o simplemente un error?"
Y continúa el lector: "También, en los cuentos infantiles hemos conocido a los encantadoresgnomos, palabra que pronunciábamos así como se escribe. Con sorpresa, particularmente en los medios, hoy escucho frecuentemente decir «ñomo, ñomos». Según la RAE viene del latín gnomus , que en el latín clásico se pronuncia así como se escribe. Entonces, ¿por qué decir «*ñomo»?"
Tiene razón el lector: síndrome , ?conjunto de síntomas característicos de una enfermedad', es voz esdrújula, y lo confirma el DPD : "No es correcta la forma llana *sindrome, pron. [sindróme]".
En cuanto a los inolvidables gnomos, también en el DPD podemos encontrar la explicación. En la entrada de la letra g , en el párrafo 2.1.3, se aclara: "Algunos términos, generalmente cultismos de origen griego, presentan la letra g en posición inicial seguida de una n . Debido a la dificultad de articulación de este grupo consonántico a comienzo de palabra, la g no suele pronunciarse, por lo que en la mayoría de estas voces se admite también la grafía sin la g inicial: gneis/neis (y su derivado gnéisico/néisico ) ; gnetáceo/netáceo; gnómico/nómico; gnomo/nomo; gnomon/nomon (y sus derivados gnomónica/nomónica y gnomónico/nomónico ); gnóstico/nóstico (y su derivadognosticismo/nosticismo ) ".
Los que pronuncian * ñomo quizá lo hagan por analogía con la pronunciación de los riquísimos ñoquis , del italiano gnocchi , ya aceptados por el Diccionario (ver entrada correspondiente) e igualmente populares, aunque por muy distintas razones.
© LA NACION

LA ESQUINA DEL IDIOMA



Por Piedad Villavicencio Belloliopvillavi@eluniverso.com

 

¿Cuándo escribir deshecho y desecho?
El sustantivo «desecho» se deriva del verbo desechar (botar, despreciar, descartar). Desecho es lo último que queda después de haber seleccionado lo mejor. La basura, los restos, lo que sobra de algo, lo que es digno de desprecio son desechos.

El adjetivo «deshecho» proviene del participio irregular de deshacer (desbaratar, destrozar, descomponer, enflaquecer, debilitar). 

En el DRAE consta con el significado de ‘dicho de la lluvia, de una borrasca, de un temporal, etc.: impetuosos, fuertes, violentos’. Como segunda acepción se incluye ‘desaliñado’.

En el Ecuador se usa con los sentidos de ‘cansado, agobiado, muy triste’.

Degollar y renovar se conjugan como contar
Hay que tener presente que los verbos irregulares no siguen los modelos de conjugación propuestos y sus lexemas (raíces) o desinencias (terminaciones o morfemas) sufren cambios. Es decir, estos infinitivos no se ajustan a los cuadros de conjugación de amar, temer y partir.

Los verbos degollar, renovar y contar se encasillan en el grupo de irregulares porque tienen la particularidad de aceptar cambios en su raíz. Veamos cómo pasa esto.

Los tres infinitivos mencionados terminan en -ar; por lo tanto, si se clasificaran en el grupo de los verbos regulares se tendrían que conjugar como amar. Pero esto no sucede así, pues se dice «yo amo», «tú amas», pero no «yo conto» ni «tú contas», sino «yo cuento» y «tú cuentas». Y precisamente esta última conjugación es la que se debe usar para «degollar» y «renovar».

Los verbos irregulares que se conjugan según el modelo de «contar» se diptongan (se unen dos vocales [-ue-]) en sus formas verbales que tienen acento prosódico en la raíz. En degollar y renovar las raíces son degoll- y renov-.

Degollan, degollen, renovan y renoven son formas incorrectas porque tienen la mayor fuerza de voz en sus penúltimas sílabas (go y no), segmentos que están justamente en sus raíces; por lo tanto, se deben diptongar en güe y en nue, respectivamente. Ejemplos: degüellan, degüellen, renuevan, renueven.

Las raíces que tienen pronunciación átona no sufren modificaciones: degollé, degollaron, degolláramos, renové, renovaron, renováramos... En este grupo la intensidad de la articulación cae, de manera respectiva, en las sílabas última, penúltima y antepenúltima, sin que se afecten sus raíces.


FUENTES: DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA, DICCIONARIO PANHISPÁNICO DE DUDAS Y NUEVA GRAMÁTICA DE LA LENGUA ESPAÑOLA, DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA Y LA ASOCIACIÓN DE ACADEMIAS DE LA LENGUA ESPAÑOLA.


VIRGINIA WOOLF


Los ojos de la fragilidad

“Virginia Woolf. La vida por escrito” es una monumental biografía de la autora inglesa realizada por la periodista argentina Irene Chikiar Bauer en la que, a través de un trabajo minucioso, se descubre la intimidad de una escritora inigualable.

POR OSVALDO GALLONE

La biografía que ha elaborado la escritora, periodista y socióloga argentina Irene Chikiar Bauer en torno a la figura de Virginia Woolf es monumental en, por lo menos, dos sentidos: el volumen físico y objetivo del libro (poco más de novecientas páginas que incluyen un prolijo y necesario índice onomástico, un minucioso cuerpo de notas y un exquisito álbum de fotografías), y el notabilísimo trabajo de investigación que termina ofreciéndole al lector una Virginia Woolf de cuerpo entero: con sus cumbres, sus caídas y sus vacilaciones, su sempiterna fragilidad anímica, su genuina búsqueda de trascendencia y la inimitable filigrana de su escritura. 

El libro de Chikiar Bauer está estructurado en dos partes: la primera cubre la infancia y adolescencia de Woolf, y la segunda, año por año de su madurez hasta el suicidio en 1941; es un trabajo que se puede parangonar sin mengua con las mejores y envidiables biografías anglosajonas en las cuales el biógrafo parece haber vivido día tras día junto al biografiado, y, en este sentido, la labor de Chikiar Bauer resulta un hito fundante e imprescindible en el campo de las biografías en idioma castellano. Dicho de otra manera, al finalizar el libro, que se lee gozosa y morosamente, el lector puede delinear una respuesta propia a la pregunta quién fue Virginia Woolf.

Las relaciones difíciles


Hay, entre tantos, cuatro temas espinosos que Chikiar Bauer aborda con particular sensibilidad: las controvertidas relaciones de Virginia con su padre, Leslie Stephen; con su hermana, Vanessa; con su marido, Leonard Woolf; y el tan zarandeado y polémico tópico de su sexualidad. 

Leslie Stephen es un victoriano paradigmático con un carácter tramado por requerimientos: requiere cuidados, requiere obediencia, requiere respeto; Virginia vive su muerte, a principios del siglo XX, con la ambigua sensación con la que se asiste a la desaparición de un tirano próximo y querido: experimentando un duelo liberador. Virginia construye a Vanessa como si fuera el personaje de alguno de sus libros: una mujer en la que confluyen la sensualidad, la belleza y la fecundidad. Virginia la envidia, la admira, la combate y no deja de buscar su incondicional apoyo y, hacia el final de su vida, concluye de modo impecable: Vanessa ha tenido hijos; ella, libros. De manera un tanto asombrosa aún para la época, Virginia y Leonard, en el momento de casarse, no consideran que la mutua atracción física, o la carencia de ella, sea esencial para cimentar un decoroso matrimonio; y es este dato, precisamente, el que más contribuye a elucidar el restante tema: Virginia tiene, en efecto, tendencias claramente bisexuales (los ejemplos de ello son numerosos, en especial su tórrida y tormentosa relación con Vita Sackville-West), lo que no tiene es cuerpo, o bien su cuerpo está tan hurtado a su propia mirada que acaba deshilachándose en la disolución.

Virginia Woolf escribió tres novelas que, a despecho de los vientos de la moda y los caprichos academicistas, quedarán en la historia grande de la literatura: La señora Dalloway, Al faro y Las olas. Como alguna vez escribió Mario Vargas Llosa de la primera: “El huidizo, ubicuo y protoplasmático narrador de La señora Dalloway es el gran éxito de Virginia Woolf en este libro, la razón de ser de la eficacia de su magia, del irresistible poder de persuasión que emana de la historia.” Chikiar Bauer se aboca con éxito a la tarea de ilustrar el proceso creativo de Virginia Woolf en cada uno de sus libros: lento, trabajoso y tan intenso que inevitablemente la conduce al borde del desequilibrio, del cual emerge para volver a escribir. Ella misma es tan consciente del camino que está inaugurando con su escritura que llega a plantearse: “Tengo la idea de inventar un nuevo nombre para mis libros que suplante a ‘novela’. Una nueva ____ de Virginia Woolf. Pero ¿qué? ¿Elegía?” Como bien advierte Chikiar Bauer, aquello que intenta la narrativa de Woolf –y de allí la imposibilidad de definirla de modo unívoco– es un borramiento de fronteras al estilo de la filosofía bergsoniana, que plantea la posibilidad de un modo de percepción que trascienda la división entre sujeto y objeto (¿hará falta añadir que también es la filosofía bergsoniana una de las piedras de toque de la narrativa de Marcel Proust?).

El infinito esfuerzo


Por eso sería recomendable también abocarse al Diario de Virgina Woolf, que es uno de esos libros (junto a algunos otros: la correspondencia de Flaubert; Contra Saint-Beuve, de Proust; Un arte espectral, de Norman Mailer; todos ellos infinitamente más fecundos que cualquier taller literario) que todo aspirante a escritor debería leer como si fuera la Biblia. El Diario consta de veintisiete tomos en los cuales queda claro el infinito esfuerzo que le suponía estar a la altura de su anhelo; vale decir, lograr en la escritura una forma tan fluida y abierta que pueda contener la vida expurgando lo superfluo. Del Diario dimana, entre penalidades, frustraciones y sueños rotos, una misma y reiterada conclusión: no hay más remedio que escribir, siempre.

LA LENGUA VIVA


LA LENGUA VIVA 2013-01-28

Polisemia, que algo queda

Amando de Miguel

Siento no haber convencido a algunos libertarios más puntillosos de que la polisemia (el que una palabra tenga varios significados) es una bendición del Cielo. Por lo menos es una pista de cómo podemos utilizar la lengua para expresar muchas ideas y sentimientos. Tomemos la palabra puntual. Tradicionalmente quería decir que un hecho se producía como estaba previsto. De ahí se deriva puntualidad, una rara virtud en España. Pero ahora puntual significa también algo así como circunstancial, ocasional, efímero. Naturalmente, ese segundo significado proviene del inglés ubicuo. Puede darse una ligera confusión, pero el sentido de la frase lo aclara todo. Marcela Plana recoge esta frase de una entrevista con una organizadora de bodas: "Rogamos a los visitantes puntualización". Dado que la puntualidad ya no se estila, la buena señora consideró que, alargando la palabra, las cosas irían mejor. Claro, la polisemia tiene un límite. Puntualizar es tanto como concretar, distinguir.
Alberto Dapena insiste en que los textos de jueces y abogados deben contener palabras con un solo significado cada una. Lo siento, pero eso es imposible. Como utópico me parece el sueño de don Alberto de "un país que no necesite jueces, abogados, etc.". José Manuel Sánchez-Gómez expresa una opinión parecida, aunque moderada. Sostiene don José Manuel que en los textos jurídicos deben figurar solo palabras con su "significado auténtico", su "sentido propio", como dice el Código Civil. Una vez más, el deseo es plausible pero de imposible cumplimiento. No hay autoridad que pueda decir cuál es el sentido propio o auténtico de una palabra. El lenguaje es convención y libertad.
Uno de los correlatos más divertidos de la polisemia es que se presta a múltiples chanzas. Andrés Cárdenas (Granada) me dice que en su tierra se recurre mucho a la palabra polla en el lenguaje coloquial. Tan corriente es que ha perdido su original sentido obsceno. Don Andrés registra esta frase de un alcalde Motril reunido con sus compañeros de partido, quienes andaban tramando una moción de censura. Les espetó: "Me he enterao que estáis de pollas. Dejaros de pollas y vayamos a pollas". Supongo que cada una de las tres veces la palabra significa una cosa distinta. Nadie tuvo ninguna duda de lo que el alcalde quiso decir.
Ignacio de Despujol narra dos breves chistes que traducen muy bien la gracia derivada de la polisemia. En la compra:
–Buenos días, deme dos kilos de tomates y enséñeme las tetas.
–¿Cómo se atreve?
–Es que estos del PP dicen que ahora hay más confianza en los mercados.
El que va con dos chicas al burger:

–Buenas, tres pizzas, por favor.
–¿Familiares?
–No; son putas, pero tienen mucha hambre.

Contacte con Amando de Miguel: http://www.libertaddigital.com/opinion/amando-de-miguel/polisemia-que-algo-queda-67210/

 

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Recomendación del día


asfixia, no axfisia

Asfixia se pronuncia y se escribe con ese en la primera sílaba (as-) y con equis en la tercera (-xia), no al revés (ax-fi-sia).
En los medios de comunicación orales se oye a veces pronunciar /aksfísia/ y /aksfisiárse/ en lugar de /asfíksia/ y /asfiksiárse/, que son las únicas pronunciaciones correctas, tal como señala el Diccionario panhispánico de dudas.
Respecto a la prensa escrita, apenas se registran casos representativos de esta confusión, aunque se pueden citar ejemplos como «Perecieron 71 personas, en su mayoría por axfisia» o «La defensa de los Steelers se encargó de axfisiar a los Jets», donde lo apropiado habría sido escribir asfixia y asfixiar.

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