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domingo, 6 de junho de 2021

GOOGLE TRANSLATE

Google Translate: fortalezas y límites de la amenaza que los traductores convirtieron en herramienta El uso de la inteligencia artificial hace que los textos se entiendan en su contexto, pero puede generar sesgos y distorsiones Por ENRIQUE ALPAÑÉS en El País – España - Madrid - 25 FEB 2021 - Como profeta, Warren Weaver era malo, pero como estratega era un genio. Cuando en los años 50, este matemático estadounidense vaticinó que las máquinas serían capaces de traducir automáticamente en el plazo de cinco años sus colegas arquearon la ceja. Y los inversores aflojaron la cartera. Puede que Weaver se viniera arriba, pero lo hizo con un propósito: conseguir que le financiaran una investigación que hoy aún se está perfeccionando: la traducción automática. El pasado mes de enero, Google anunció que su servicio de traducción, Google Translate, será capaz de realizar traducción simultánea oral. Este hito conseguiría que dos personas se entendieran hablando distintos idiomas sin necesidad de escribir previamente lo que quieren traducir, como hasta ahora. Los cascos de la compañía serán capaces de susurrarnos al oído en nuestra lengua todo lo que se habla, pongamos, en un bar de Yakarta. Se cumple así una de las predicciones con las que lleva décadas fantaseando la ciencia ficción, desde Star Trek hasta Guía para el autoestopista galáctico. Los inversores y los compradores ya están listos para aflojar la cartera, pero en esta ocasión los expertos no han mostrado sorpresa alguna. La traducción automática lleva un par de lustros cambiando la forma de entender (y de entenderse en) el mundo. Esto es solo un paso más. Las declaraciones de Weaver dieron el pistoletazo de salida, y el anuncio de Google podría suponer el esprint final en una maratón que dura ya 80 años. Los traductores automáticos detectan 180 lenguas, hacen que podamos leer (aún sin mucha precisión) toda la web, limitan las situaciones de incomunicación en los viajes y prometen un futuro que difumine las barreras lingüísticas, culturales e incluso de clase. Pero antes de analizar las potencialidades futuras merece la pena analizar los riesgos presentes. “Si no lo sabes usar, Google Translate puede hacer que hables peor inglés”, confirma Celia Rico, experta en tecnologías de la traducción de la Universidad Europea de Madrid. “Se basa en un corpus de palabras y estas pueden ser limitadas, degenerando el lenguaje. No podemos limitarnos a usarlo pensando que todo lo que sale de ahí es perfecto”. Rico es traductora, pero su aseveración no surge de una rivalidad mal entendida. De hecho, ella lleva 30 años estudiando la traducción automática con pasión. “Todo el mundo nos imagina con una pluma y un diccionario, pero la de traductor es una profesión muy tecnológica”, explica con sorna. “Casi todos usamos herramientas de traducción automática, nos hacen el trabajo más fácil, lo que pasa es que hay que saber usarlas”. Entonces, ¿cómo deberíamos usar Google Translate? “Si es sobre un idioma que conocemos nos puede servir como una primera pasada, casi como inspiración”, asegura Rico. “También nos puede ayudar si no conocemos ciertas palabras”. A partir de aquí hay que revisar, modificar y pulir el texto. Y esto, concluye la traductora, no lo puede hacer una máquina. El hacedor de la máquina, irónicamente, se muestra de acuerdo. Desde Google insisten en que su herramienta no va a sustituir jamás la labor de un buen traductor, y cuando se le pide un consejo para los usuarios anuncian: “Google Translate funciona mejor cuando se trata de fragmentos cortos de texto, como menús, letreros o artículos, y puede resultar muy útil en conversaciones breves cuando necesitamos, por ejemplo, preguntar por una dirección, verificar qué ingredientes lleva un plato o averiguar el precio de algo. No pretende reemplazar la fluidez en otro idioma”. Otro extremo a tener en cuenta al usar esta herramienta es que las formas de expresarse difieren según el idioma. “Puede que la traducción sea exacta, pero muchas veces al leerla te das cuenta de que hay algo que no está bien”, considera Rico. “Por ejemplo, en el español nos explayamos más sobre una misma idea, damos más rodeos, mientras que el inglés utiliza frases más cortas y directas. La gente razona de forma distinta según el idioma y esto se nota en la manera de estructurar los textos”. Ahí es donde entra en juego la labor de un buen traductor, para cambiar la literalidad sin alterar el espíritu de un texto. Carmen Torrijos lleva toda la vida dedicada a hacer que nos entendamos mejor. Antes lo hacía mediando entre personas de diferentes lenguas. Ahora lo hace mediando entre humanos y máquinas. Esta antigua traductora se ha reciclado en lingüística computacional, labor que ejerce para el Instituto de Ingeniería del Conocimiento. Por eso tiene una visión más global de la traducción realizada por las máquinas. Para explicar su idea acerca de esta tecnología tira de una anécdota: “En una ocasión pregunté a Google Translate por la traducción exacta al inglés de la expresión “trata de personas”, y me respondió “Is about people” (”va sobre las personas”). Entonces acudí al traductor DeepL, que respondió “human trafficking” (” tráfico de personas”). La diferencia era grande, pero ambas respuestas eran estrictamente válidas “Solo yo podía decidir cuál era la correcta, porque conocía el carácter del texto, el contexto y el cliente”. Por eso, ella recomienda hacer una lectura comprensiva del texto a traducir antes de darle al botón y confiar en que las máquinas hagan su magia.

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