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domingo, 4 de novembro de 2012

CORTAZAR







Cortázar renovó la magia de la ciudad de París con "Rayuela"

A cincuenta años del fenómeno editorial que cambió para siempre la percepción de la literatura latinoamericana en el mundo, Guerrero, él mismo escritor, quiso recalcar la "especial y antigua" relación de Francia con las letras de Latinoamérica, que data de "mucho antes del 'boom'".
EL UNIVERSAL - Venezuela


París.- "Rayuela", la obra más emblemática del argentino Julio Cortázar, que desarrolla parte de la historia en París, le granjeó el respeto de los literatos franceses y renovó la magia de esta ciudad, al hacerla converger con el realismo mágico latinoamericano.

"Puede que 'Rayuela' no fuera un éxito de ventas, pero Cortázar gozó a partir de entonces de un inmenso prestigio en el mundo literario francés", explicó a Efe el responsable de la sección latinoamericana de la casa de edición Gallimard, Gustavo Guerrero.

A cincuenta años del fenómeno editorial que cambió para siempre la percepción de la literatura latinoamericana en el mundo, Guerrero, él mismo escritor, quiso recalcar la "especial y antigua" relación de Francia con las letras de Latinoamérica, que data de "mucho antes del 'boom'".

En los años veinte el mexicano Alfonso Reyes, considerado como "eterno candidato al Nobel", se convertiría en el primer autor de la región traducido al francés, y en los años cincuenta, Gallimard creó "La Cruz del Sur", primera colección dedicada en exclusiva a la literatura latinoamericana, no sólo en Francia, sino a nivel mundial.

En ese entonces, las tiradas no excedían las 500 copias, pero a partir del llamado "boom" en los años sesenta y setenta esa cifra se sextuplicó, "no por un complot editorial, sino por una explosión del interés entre el público debido a la innegable calidad literaria de estos autores", aclaró Guerrero.

Tanto los precursores Juan Rulfo y Jorge Luis Borges como los grandes representantes de la corriente -Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, el propio Cortázar y, posteriormente, Carlos Fuentes- se tradujeron al francés al igual que a otros muchos idiomas, con la diferencia de que en Francia "sí se había oído hablar antes de ellos, no eran unos completos desconocidos".

Pero además, la relación de estos literatos con París fue mucho más estrecha que con ninguna otra ciudad europea, debido a que la capital francesa "ha sido desde siempre la meca literaria de los escritores latinos, por el capital simbólico de reconocimiento" que suponía volver a su patria habiendo triunfado allí, opinó Guerrero.

En efecto, ya fuera por circunstancias personales, por motivos profesionales o por una mezcla de ambos, la generación del "boom" se encontró íntimamente ligada a esta ciudad en un momento u otro de su vida, e incluso después de su muerte.

Cortázar, que en 1951 aterrizó en París para trabajar como traductor en la Unesco, se quedó, fue naturalizado por el presidente François Mitterrand en 1981 y acabó reposando en el cementerio de Montparnasse, pese a haber afirmado con frecuencia que vivir en Francia le había hecho descubrir hasta qué punto se sentía latinoamericano.

Carlos Fuentes, fallecido este año, también eligió París como ciudad de reposo final y su tumba se encuentra en el mismo cementerio que la del argentino.

Por ello, la ciudad de la luz aparece retratada en las obras de casi todos estos escritores, más allá de Cortázar y su "Rayuela". Vargas Llosa, por ejemplo, terminó de escribir allí su primera novela, "La ciudad y los perros", y a ella ha vuelto con otras más recientes como "Travesuras de la niña mala", mientras que García Márquez la conoció varios años en tanto que corresponsal.

El Instituto Cervantes de París ha creado itinerarios en internet para mostrar la vida de todos ellos, amén de otras personalidades, en una de las capitales del mundo que ha acogido a un mayor número de creadores de España y de América Latina en la historia reciente.

La unión intrínseca entre hombres de letras latinoamericanos y París, la impronta que esta ciudad ha dejado en su obra no nació con el "boom", pero sí fue potenciada por el fenómeno.

Y ellos, con su mirada de otro hemisferio, privilegian una imagen de la capital francesa distinta de la de los grandes literatos franceses, al conjugar en su visión de París magia, metafísica, crítica social y fantasía.

PAUL AUSTER

Un progreso que empeora las cosas: Paul Auster y la crisis del mundo desarrollado

Se supone que la tecnología debe unirnos pero en realidad nos separa” y “nadie tiene una visión alternativa a la del capitalismo sobre cómo organizar nuestras vidas”, afirma en esta entrevista el prestigioso novelista, ferviente defensor de las protestas juveniles.
POR RAQUEL GARZON - Enviada especial a Nueva York
FUENTE: REVISTA Ñ

Un progreso que empeora las cosas
El reclamo de los jóvenes es claro. Se paran ante nosotros y nos dicen: ‘Ustedes nos arruinaron, no tenemos futuro; estudiamos, nos capacitamos y no tenemos nada. Estamos retrocediendo, no avanzamos. El capitalismo de consumo sólo puede llegar hasta cierto punto.’” La escena sucede en el patio trasero de un café de Brooklyn, Nueva York, y el hombre que habla es el escritor estadounidense Paul Auster, Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2006 y uno de los autores más prestigiosos de su país, traducido a “43 o 44 idiomas”.
Auster ha publicado dos libros este año: Diario de invierno (Anagrama), unas memorias escritas en segunda persona y “compuestas como una pieza musical” en las que usa su vida como tema “para reflexionar simplemente, sobre lo que implica estar vivo” y Poesía completa (Seix Barral), que reúne los poemas que escribió mucho antes de su éxito global, en los años 70, mientras sobrevivía como traductor del francés. Acaba de terminar otro texto autobiográfico, Report from the Interior , que saldrá en inglés el año que viene y prepara con su amigo, el Nobel sudafricano John Coetzee, un libro que reúne parte de la correspondencia que sostienen desde hace años. “En las primeras cartas Coetzee y yo hablamos mucho sobre la amistad; sobre qué la distingue del amor”, anticipa. “El amor es la gran pasión pero la amistad es fundamental. Es más cortés, más decorosa y menos tumultuosa que el amor. Existen matrimonios, buenos matrimonios incluso, que pelean todo el tiempo. Con un amigo eso sería imposible; la amistad terminaría”. Los amores de Auster tienen nombres y rostros concretos. Hace 35 años se unió a la escritora de origen noruego Siri Hustvedt. Tiene dos hijos, Daniel (de su matrimonio anterior) y Sophie, cantante y compositora quien actuó además en la película que su padre dirigió en 2007, La vida interior de Martin Frost .
Mientras espera que Obama gane las presidenciales del 6 de noviembre (“si no, estaremos en problemas”), entre copas de vino blanco y el humo de sus infaltables cigarritos holandeses, el autor de La trilogía de Nueva York conversó con Ñ sobre política, cambios culturales, violencia y utopías.
Respiramos la globalización y sus efectos. ¿Qué nuevos rostros han adoptado para Ud. los cambios culturales más importantes de la última década en los Estados Unidos?
Le daré mi visión amplia, no mi visión estrecha. Lo que estoy viendo en los últimos años son insurrecciones espontáneas entre los jóvenes de diferentes países del mundo: Rusia, España, Estados Unidos, los países árabes… Y en ello percibo una declaración de los jóvenes diciéndoles a los adultos que el mundo no funciona, que nos hemos llevado a una situación insostenible y que debemos reinventar nuestras vidas. Es un llamado básico a reformar todo lo que hacemos, todo lo que pensamos.
Los movimientos de los que habla, el de los indignados españoles por ejemplo, suscitan dudas entre distintos intelectuales –Zizek entre ellos– en relación con su posibilidad de persistir, debido a la falta de un programa.
Sí y es entendible, porque no hay ninguna organización política entre ellos y por lo tanto los movimientos estallan intensamente y después decaen. Creo que eso debe leerse en un contexto más amplio y profundo. Uno de los problemas es que desde la muerte del marxismo, desde el fracaso de la experiencia soviética, no hay un argumento filosófico contra el statu quo . Porque Marx tenía razón en un montón de cosas, y aunque otras estaban equivocadas, tenía una posición coherente respecto de cómo analizar las deficiencias del capitalismo y lo que el sistema les hacía a los seres humanos. Especialmente el Marx joven al que encuentro muy interesante, muy conmovedor. Ya no hay ningún argumento filosófico contra el capitalismo. Lo que tenemos son diferentes grados: un libre mercado sin restricciones o un capitalismo regulado de una u otra manera, pero nadie tiene una visión alternativa respecto de cómo organizar nuestras vidas. Y por eso seguimos recorriendo los mismos caminos trillados; estamos estancados.
¿Cómo se expresa ese sentimiento aquí?
En el movimiento Occupy Wall Street con su lema “Somos el 99%” en alusión a que el 1% de la población acapara la mayor parte de la riqueza y toma decisiones políticas y económicas cuyas consecuencias afectan a todos. En Estados Unidos es un fenómeno muy interesante.
Hace poco se cumplió un año de su nacimiento, pero ¿sigue vivo el movimiento?
Vagamente, es cierto. Pero estoy esperando que vuelvan los chicos. Quiero que vuelvan.
¿Cómo cree que ha impactado la tecnología en todo esto?
Tiene sus ventajas y sus desventajas. Se supone que la tecnología debe unirnos, pero en realidad nos separa. ¡Qué deprimente es ver que estando con amigos en una cena, cada uno está mirando su smartphone ! Son aparatos que supuestamente deben unir a las personas, pero en general no lo hacen porque la experiencia pasa a ser demasiado mediada. Esto genera grandes problemas y creo que la tecnología está destruyendo cosas que a mí personalmente me importan muchísimo.
¿Cuáles?
Ya no hay más disquerías, por ejemplo. No puedo explicarle la cantidad de horas felices de mi vida que he pasado en disquerías buscando un tema, un single . Y esa idea de revolver bateas… en la computadora no se puede hacer. No sé si la gente dimensiona esto. La experiencia maravillosa de entrar en un espacio donde había 5.000 piezas de música disponibles. Y con la vista se captaba todo: ahora voy a ver la sección de Mozart, ahora voy a ver la sección del jazz. Y se descubrían cosas, cosas que uno no sabía que existían. Ese cambio tuvo impacto en la industria discográfica; la destruyó. Lo veo por mi hija, Sophie, que es cantante. Eso está llegando también a los libros, libro tras libro. Me asusta la idea de un mundo sin librerías y un mundo donde el escritor sea su propio editor.
Tiene una noción un poco oscura del progreso.
Es que es progreso pero a la vez no es progreso. Empeora las cosas, porque todo está más fragmentado que unificado. Las experiencias colectivas. La gente ya no va tanto al cine. Ve las películas en su casa y esa experiencia fantástica de ir al cine y ver la película con otras 200 personas se está volviendo obsoleta.
Sus ejemplos se centraron en lugares: las disquerías, las librerías, el cine. ¿Es eso lo que nos robó la tecnología, la experiencia básica de la espacialidad?
Sí, y las experiencias humanas no mediadas, los contactos que no requieren de artefactos. Pero hay un costado positivo, claro. Debemos decir –y es todo muy reciente– que por otra parte, ahora todo puede registrarse y por lo tanto la mayor parte de la información que recibimos sobre la situación de Siria, y el caos y el baño de sangre que está ocurriendo allí, por ejemplo, proviene de gente que filma los hechos en sus teléfonos celulares, lo envía a cadenas de noticias o lo pone en Internet y podemos verlo, saber, estar allí. Esto es muy bueno y antes no era posible. No parece disminuir la brutalidad o la sed de matar gente pero por lo menos el mundo se entera y quizá pueda actuar.
Le preguntaba por la tecnología porque tengo entendido que usted prefiere pasar sus originales con una máquina de escribir.
Escribo con pluma y luego tipeo en mi Olympia, cada párrafo.
¿No usa computadora?
Sólo para escribir guiones cinematográficos. Tuve una; ya no. No me gusta. No me gusta cómo es el teclado de la computadora al tacto. Mi vieja máquina de escribir tiene cierta resistencia y todo el tiempo está desarrollando sus músculos mientras que la computadora lastima mis manos porque no hay resistencia en las teclas. Todos esos aparatos mecánicos eran maravillosos y mi máquina de escribir, que compré al volver de Francia en 1974, probablemente fue fabricada en 1960 y sigue funcionando estupendamente. Es mucho tiempo. Más de 50 años.
Hemos hablado de globalización, de tecnología, de los cambios que ambas han introducido en la percepción de la vida. Con este marco ¿por dónde diría Ud. que pasa hoy el conocimiento?
Siri Hustvedt, mi esposa, no sólo es novelista; desde hace años está involucrada en el mundo de la neurociencia. Se ha convertido en una figura destacada de ese mundo. Su argumento es – y creo que es brillante– que necesitamos múltiples modelos para entender y actuar sobre el mundo. El error que han cometido muchas veces científicos y pensadores es buscar un modelo único que lo explique todo. Pero no funciona de ese modo, porque a la larga se encuentra la falla y uno se queda sin nada. Hay que seguir acercándose a la vida humana desde múltiples direcciones –filosofía, economía, arte, neurociencias, etc– . Como con las interpretaciones que coexisten de Bartleby, el escribiente , ese cuento infinito de Melville, que leí por primera vez a los 15 años y que me influyó tanto. Admite varias lecturas, todas ellas convincentes. Para algunos hay una respuesta religiosa: Bartleby, este personaje que ante cada petición responde “Preferiría no hacerlo”, es una figura similar a la de Cristo y la cárcel que debe soportar se compara con la crucifixión. Para otros cabe una lectura autobiográfica: Melville escribía sobre sí mismo y Bartleby lo representaría a él como escritor incomprendido. Y hay una lectura psicológica, otra sociológica. Todas son válidas. Cada una tiene algo que agregar a la comprensión de ese relato. Una sola no basta. Creo por ello que no hay una respuesta única: la ciencia no tiene la respuesta, el arte no tiene la respuesta, la filosofía no tiene la respuesta, pero con todo eso junto, podemos pensar quizá cómo dar un nuevo paso para la raza humana y vivir vidas más coherentes. Aunque no soy muy optimista. Siento que hemos ido para atrás en todos los aspectos en este país.
¿Tiene algo que ver su falta de optimismo con los brotes de violencia recientes en los Estados Unidos? Me refiero a la ola de asesinatos que se inició en Aurora con un loco disparando contra la gente en un cine durante el estreno de “Batman”. ¿Qué reflexión le merece todo eso?
Creo que en los Estados Unidos es una cuestión de armas. Pero no es algo simple. Las estadísticas hablan de 270 millones de armas en un país con 311 millones de habitantes. Hay gente enojada en todas partes del mundo pero si no se tiene acceso a las armas, no se puede hacer lo que hicieron estas personas.
¿La respuesta violenta sería una de las marcas de época de la era global?
No, me parece que los hechos de violencia al azar vienen desde hace largo tiempo. Era 1966 cuando Charles Whitman en Austin, en la Universidad de Texas fue hasta la torre del reloj con un rifle y empezó a matar gente que caminaba por el campus. Quince personas murieron y más de treinta resultaron heridas. Fue el primer brote reciente que recuerdo. Mi amigo John Coetzee, el escritor sudafricano ganador del Nobel 2003, estudiaba el doctorado en la Universidad de Texas, y estaba allí cuando eso ocurrió. Tenía 25 años. ¿Cuántos años hace de eso? Imagínese. Hace mucho tiempo y ha pasado una y otra vez. Una de las cosas que más odio de mi país es esta cultura de las armas que tenemos debido a una mala interpretación de la Constitución. Todos en el área del derecho y dentro de la policía quieren el control de las armas, pero como se incluye el derecho en el Bill of Rights , la gente cree que es legal. Aunque la Constitución no dice eso en realidad. Habla del derecho a armar una milicia si alguien nos invadiera. Para mí es triste; es terrible.
En uno de los articulos de “El arte del hambre”, al hablar de la poeta estadounidense Laura Riding, afirma que ella dejó de escribir poesía porque entre la verdad y la belleza eligió la primera. ¿Por qué dejó de hacerlo Ud.? Y en cualquier caso ¿qué entiende por verdad y qué, por belleza?
Para mí no fue una decisión. Fue algo que simplemente no pude hacer más. Me parecía que me repetía y hacia 1979 volví a la narrativa, un género que había escrito sin convicción entre los 19 y los 23 años. Riding, en cambio, tomó una decisión intelectual. Era inflexible, brillante y loca. Y escogió el silencio. Para mí, verdad y belleza son –en el arte– inseparables y se dan cuando el artista toca algo profundamente humano que nos arrastra con el sentimiento de una verdad ganada. Pero opciones hay siempre. Fíjese: Facing the music el título de uno de los libros incluidos en mi Poesía completa se tradujo en castellano como Aceptando las consecuencias , pero quiere decir, en verdad, las dos cosas: es una expresión muy hermosa que alude a la música, pero también a hacerse cargo de la realidad. Cuando alguien delinque y debe afrontar las consecuencias, por ejemplo, se usa esa expresión: Now you have to face the music . Por eso la poesía no se puede traducir, porque de haber dos sentidos hay que elegir y uno se pierde .
Hablemos de lo real y de lo posible entonces. ¿Cómo cree que le irá al presidente Obama en las elecciones del 6 de noviembre?
Creo que ganará. Es mi corazonada. Pero no puedo garantizarlo. Si no gana, estamos en problemas porque los republicanos son idiotas, hipócritas y mentirosos. Y lo que tienen para ofrecer a los EE.UU. es cero; nada de nada. Han frenado todo lo que Obama trató de hacer estos cuatro años. Después dicen que no ha hecho lo suficiente. Bueno, no se puede avanzar con nada.
Acaba de terminar un libro y está preparando otro. ¿Confía en la capacidad de la ficción para incidir en la realidad? ¿Pueden los libros cambiar el mundo?
El arte no es una aventura solipsista, es compartir. Es algo que expresa nuestra humanidad común, de allí su importancia. De allí que sigamos leyendo libros y viendo películas y escuchando música. Genios como Dante, Cervantes, Shakespeare son monumentos de artistas que siguen hablándonos cientos de años después de crear, porque lograron unir belleza y verdad. Montaigne, el creador del ensayo, por ejemplo, cambió en el siglo XVI la forma de pensarnos a nosotros mismos. Nadie antes había sido tan honesto en la página. Un libro como Diario de invierno, hubiera sido imposible antes de él. El abrió la puerta a una nueva forma de pensar el ser humano: sin jerarquías, sin religión; el individuo en su propio cuerpo, rodeado por el cosmos. No sé si podemos cambiar el mundo al escribir pero podemos imaginar cómo podríamos cambiarlo. Siempre he encontrado muy interesante la noción de utopía. Es algo irrealizable y nunca ocurrirá, pero es muy revelador hablar con las personas para descubrir quiénes son y cómo quieren que sea el mundo. Me gusta conversar con ellas y proponerles el juego de imaginar qué harían, qué modificarían. Es casi un reto: “Ahora tenés el poder, usalo.”

LITERATURA






El "boom" latinoamericano en 30 frases

El "boom" latinoamericano ha generado tantos libros notables como reacciones a favor y también alguna en contra de lo que supuso como fenómeno literario mundial. EL UNIVERSAL – Venezuela.

Algunas de las más destacadas son las siguientes:



1.- "Los autores del 'boom' (...) son nuestros clásicos". Jorge Volpi, escritor mexicano (2011).

2.- "'La ciudad y los perros' es el libro más emblemático, con el que se afirma y establece el 'boom'". Carmen Balcells (2012).

3.- "Se hizo popular (V. Llosa) en todo el mundo de habla castellana (...) y 'La ciudad y los perros' hizo hablar a todo un continente". José Donoso (2012).

4.- "La literatura latinoamericana goza de muy buena salud (...) y no hay distancias siderales entre los escritores del 'boom' y los nuevos escritores". Mario Vargas Llosa (2006).

5.- "Carlos Fuentes, con Gabriel García Márquez 'Gabo' y el resto de autores del 'boom', entroncaron de nuevo la literatura española con la modernidad". Juan Goytisolo (2008).

6.- "La generosidad y los contactos de Fuentes, el gran artífice del 'boom', fueron claves para este fenómeno". Santiago Gamboa (2012).

7.- "El Renacimiento, una de las claves de gestación de la novela iberoamericana". Carlos Fuentes (2011)

8.- "El 'boom' es un cruce de caminos del destino individual y el destino colectivo expresado en el lenguaje". Carlos Fuentes (2011).

9.- "'La muerte de Artemio Cruz' (C. Fuentes) revolucionó en los inicios del 'boom' los paradigmas narrativos de América Latina". Julio Escoto (2012).

10.- "Fuentes, un hombre involucrado con la realidad de su tiempo y de opiniones valientes y necesarias". Luis García Montero (2012).

11.- "¿Qué es la historia de América Latina sino una crónica de lo maravilloso en lo real?". Alejo Carpentier.

12.- "El cubano Guillermo Cabrera Infante, el hombre que transformó el lenguaje". Zoe Valdés (2005).

13.- "Con la cristalización del 'boom', se generó una ilusión temática en la narrativa latinoamericana (...) y fue García Márquez quien lo delimitó con más nitidez narrativa". Ricardo Piglia (2011).

14.- "Aunque los escritores del 'boom' han usado de la palanca de propaganda política con discreción (...), lo que importa es la calidad de esas obras". Francisco Ayala.

15.- "Soy escritor, gracias a Borges, García Márquez y Vargas Llosa". Alfredo Bryce Echenique (1994).

16.- "En la época del 'boom' la lengua era un elemento de unidad cultural". Jorge Edwards (2001).

17.- "Álvaro Mutis encarna el maridaje perfecto de la tradición narrativa con la modernidad del 'boom'". Miguel Delibes (2001),

18.- "Aunque me estuviera muriendo de hambre no aceptaría ni la más mínima limosna del 'boom', aunque hay escritores que releo a menudo, como Cortázar o Bioy". Roberto Bolaño (2009).

19.- "Había muchas mujeres escribiendo (...), pero los que conformaron el 'boom' eran hombres". Isabel Allende (2009).

20.- "El 'boom' no lo hicieron los editores, sino los lectores". J. Cortázar (2004).

21.- "Lo que me alegra del 'boom' es que hemos sido leídos por primera vez por millones de compatriotas (...) y ustedes, los españoles, nos leen gustosamente". J. Cortázar (década de los setenta).

22.- "El 'boom' es la más extraordinaria toma de conciencia por el pueblo latinoamericano de una parte de su propia identidad". J. Cortázar (2004)

23.- "Excepto Cortázar, el boom estaba formado por un grupo de abuelos egoístas que cerraron puertas y no se preocuparon de nosotros (nuevos escritores)". Luis Sepúlveda (1996).

24.- "El boom supuso ese triunfo, esa fama, ese poder, aun ese lujo cosmopolita que desde las encerradas capitales latinoamericanas parecía imposible obtener". José Donoso (1999).

25.- "Me sorprende que haya escritores que renieguen del 'boom' latinoamericano". Juan Gabriel Vásquez (2012)

26.- "El 'boom' influyó en nosotros. Ellos ampliaron nuestros límites". Richard Ford (2009).

27.- "El 'boom' es una referencia fundamental, nunca una sombra". William Ospina (2008).

28.- "El 'boom' resultó de la atención que dedicó el catalán Carlos Barral, el verdadero editor de las dos orillas". Rosa Regás (2007).

29.- "Últimas generaciones siguen aprendiendo de los autores del 'boom' y peleando contra ellos". Antonio Muñoz Molina (2007).

30.- "Los ecos del 'boom' se mantienen en el mundo". Jorge Franco (2007).







EL BOOM DE LA LITERATURA LATINOAMERICANA










Medio siglo del "boom", cuando Latinoamérica colonizó el mundo con la imaginación
Nombres como Borges, Carpentier, Rulfo, Onetti, Fuentes, García Márquez y Vargas Llosa dejaron a Europa boquiabierta

Redacción Cultura. (EFE/Carmen Sigüenza).-

Todo empezó con el deseo de convertir "el dolor en una fiesta" y de colocar a Latinoamérica de otra forma en el mundo. Una magia, un carnaval de la literatura, alimentado por Borges, Carpentier, Rulfo y Onetti, y que Fuentes, García Márquez y Vargas Llosa convirtieron en un "boom", del que se cumplen 50 años.
Y es que, sin saberse en qué fecha exacta se inicia el llamado "boom" latinoamericano que dejó a Europa boquiabierta gracias a la proyección que le dieron desde España editoriales como Seix Barral, se ha tomado la publicación hace 50 años de La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa como punto de partida.
Un homenaje a unos escritores que van a volver a ser revisados en un congreso internacional que comienza el 5 de noviembre en Madrid, en la Casa de América, y que inaugurará Mario Vargas Llosa. A él asistirán 46 escritores de ambas orillas del Atlántico, jóvenes y consagrados, que participarán en este encuentro que se desarrollará además en distintas universidades españolas.
Ese nombre, ese sonido de "boom" que definió el apabullante éxito de la nueva novela latinoamericana, fue puesto por el periodista y escritor Luis Harss (Valparaíso, Chile, 1936), quien anticipó este fenómeno sin precedentes en su libro Los nuestros, que publicó en 1966 y que ahora vuelve a editar Alfaguara.
Ahí estaban los mayores maestros, Borges, Asturias, Guimaraes Rosa, Onetti o Rulfo, y los jóvenes que serían los magos del "boom", Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa.
"No estoy contento con este nombre y muchas veces me arrepiento de él porque me parece un poco superficial", explica Harss en una entrevista telefónica con Efe.
"En 1966 -argumenta Harss- me encontraba como periodista en una reunión en la que estaba Vargas Llosa, en Buenos Aires, con el jurado en torno al premio Primera Plana, y empezaron a hablar de la novela iberoamericana, y entonces hice un comentario idiota al decir que lo que estaba pasando con la novela era como el 'boom' económico que había vivido Italia; luego lo escribí en un reportaje y desde entonces se quedó".
Estos escritores se preocuparon por encontrar un lenguaje y por cómo hacer del continente americano una experiencia universal, señala Harss.
"Un continente que había sido marginal, digamos, que alguien llamó el pecado capital de América, que consistía en haber nacido fuera de la cultura y fuera de la historia y que hasta entonces la novela lo había aceptado con un tipo de novelas parciales y regionales. De pronto, estos autores hablaban aceptando su propia tradición, su propia cultura, pero la proyectaron hacia fuera: universalizaron los temas", sostiene el periodista chileno.
El contexto político, en los años sesenta y setenta, también caracterizó a este grupo de escritores: las dictaduras o la revolución cubana marcaron sentimientos mezclados de utopía, tragedia, barbarie, insatisfacción o deseo de justicia.
"Vale tener en cuenta -escribe Carlos Fuentes en su libro La gran novela latinoamericana- que, literariamente, esta es la tierra común del Señor Presidente de (Miguel Ángel) Asturias y el Tirano Banderas de Valle-Inclán, el Primer Magistrado de Carpentier y el Patriarca de García Márquez, el Pedro Páramo de Rulfo y los Ardavines de Gallegos, el Supremo de Roa Bastos, el minúsculo don Mónico de Mariano Azuela y el Trujillo Benefactor de Vargas Llosa".
Así, se fue construyendo una imaginación liberada, un canto de libertad. Una épica del desencanto que convirtió las balas en belleza radical, la naturaleza extrema en mito y el lenguaje en una fiesta mágica.
Una nueva realidad que dio títulos como La casa verde, de Vargas Llosa; Cien años de soledad, de García Márquez; Rayuela, de Cortázar o La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes. Estos solo por mencionar brevemente algunos de los muchos libros que fueron éxitos del "boom" y que traspasaron la frontera de España y América Latina, ya que fueron traducidos en toda Europa.
Admiradores de Joyce, Proust, Sartre, Camus o Faulkner, los dueños del "boom" son unos clásicos que viven, como García Márquez y Vargas Llosa, ambos premios nobel, y que tienen ahora la oportunidad de ser revisitados.
"Serán revisitados para recordarlos, criticarlos y ponerlos en su sitio. Ellos dieron un salto hacia adelante y marcaron un punto de inflexión", dice a Efe Juan José Armas Marcelo, director de la cátedra Mario Vargas Llosa, organizadora del congreso internacional sobre el "boom", junto con Acción Cultural Española.
Y es que, al fin y al cabo, como escribió García Márquez, "la vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla".
Leer más: http://www.lavanguardia.com/cultura/20121101/54354094670/medio-siglo-boom-latinoamerica.html#ixzz2BA1xmyiy

HITCHENS

Últimas palabras del gran polemista


'Mortalidad’, libro póstumo de Christopher Hitchens sobre su enfermedad y la inminencia de la muerte, recupera a uno de los grandes analistas de nuestro tiempo
TONI GARCÍA Barcelona.

Dicen que cuando uno se enfrenta cara a cara con la muerte algo cambia en su interior, como si la certeza del propio fin pusiera en marcha un mecanismo que acaba otorgando al ser humano una perspectiva distinta de las cosas. Sin embargo Christopher Hitchens no vivió ninguna epifanía. Hasta el último día siguió siendo el ateo deslenguado y escéptico que el mundo había conocido. Lo cuenta el propio Hitchens en Mortalidad(Debate, en traducción de Daniel Rodríguez Gascón), el libro en el que retrata su enfermedad, con luz y taquígrafos. Sin ahorrarse nada.
La obra póstuma de este pensador y polemista recopila, con variaciones, los artículos que Hitchens publicó en la revista Vanity Fair desde el momento en que se le diagnosticó un cáncer hasta pocos días antes de su muerte, cuando ya había perdido la voz. “Aquella noche me desperté con la sensación de que estaba encadenado a un cadáver”, dice el británico, maestro de la prosa más descarnada, para describir el momento, a principios de junio de 2010, en que en medio de la noche notó un dolor agudo en el pecho y se vio obligado a consultar al médico. El diagnóstico fue tajante: “Un cáncer agresivo y muy extendido”. Aquel mismo día, mientras promocionaba su autobiografía, Hitch 22, el ensayista acudió a dos programas de televisión (“los compromisos eran importantes”) sabiendo que tan solo había empezado a ensayar el calvario que estaba por venir.
En las siguientes páginas, aun cuando el lector note que el león se aplaca, Hitchens hace honor a la mala leche que le caracterizaba en vida, sin olvidar la inmensa humanidad y talento que desprendían sus reflexiones: “La nueva tierra es bastante acogedora a su manera. Todo el mundo sonríe con coraje y parece que no existe el racismo (…). Por el contrario el humor es flojo y repetitivo, parece no haber ni un poco de conversación sobre el sexo y la cocina es la peor de todos los lugares que he visitado. El país tiene su propia lengua así como gestos perturbadores que requieren cierto tiempo para acostumbrarse a ellos”, dice Hitchens de su obligada visita a los territorios del cáncer.
Aunque se ha repetido hasta la saciedad y el autor sea famoso por ello, no está de más recordar su intransigencia religiosa, que dejó clara en obras como Dios no es bueno o su polémico ensayo sobre la Madre Teresa de Calcuta y que el propio Hitchens trata en Mortalidad con flema. Primero reproduce la entrada de un blog frecuentado por extremistas cristianos donde se relaciona el cáncer del escritor con sus pretendidas ofensas a Dios y en el que se le desea “que arda eternamente en el infierno”. Eso sirve a Hitchens como punto de partida para una demoledora autopsia sobre la religión en la que acaba advirtiendo a los lectores que si en algún momento cambiara de opinión y solicitara la ayuda de alguna divinidad, que “sepan” que no ha sido él.
No podían faltar en esta suerte de epílogo sus grandes obsesiones públicas: “¿De verdad no viviré para ver a mis hijos casarse? ¿Para ver el World Trade Center alzarse otra vez? ¿Para leer —si no escribir— los obituarios de viejos villanos como Joseph Ratzinger o Henry Kissinger?”, se pregunta en un formato dolorosamente retórico el hombre que durante años fue el azote de figuras como Bill Clinton, Noam Chomsky o el mencionado Kissinger.
En Mortalidad, describe la sensación de ser envenenado con un propósito que no acierta a comprender, sus conversaciones con amigos que le hablan de terapias novedosas que nunca llegan a materializarse o de su anhelada delgadez, que cuando llega lo hace convertida en un enemigo cuyos beneficios son “convertir cada paseo al frigorífico en una forzada marcha”. Y entonces emerge el grandioso ser humano que se escondía tras aquel tipo capaz de desnudar a cualquiera con tres frases.
Hitchens, descrito por Richard Dawkins como “el más grande orador de nuestro tiempo” murió el 15 de diciembre de 2011 en Houston. A su funeral acudieron personajes tan dispares como Sean Penn, Anna Wintour, Salman Rushdie o Paul Wolfowitz, uno de los halcones de la administración Bush. En el precioso epílogo, su esposa, Carol Blue, cuenta la “esperanza radical” de su marido hasta el final, de sus peticiones de lectura “tráeme a Nietszche, Mencken y Chesterton” y de sus charlas a media voz cuando la suerte parecía echada. Después de su muerte, cuenta Blue, se dedicó a vaciar las estanterías de libros y leer las notas que Hitchens depositaba en ellos: “Cuando lo hago, le escucho, y él tiene la última palabra. Una vez tras otra, Christopher tiene la última palabra”.
El dolor hecho literatura
W. M. S.

Edición original del libro de Styron 'Esa visible oscuridad'.
Abundan en los últimos tiempos los libros que retratan el sufrimiento y la pérdida en primera persona o a través de la experiencia de seres queridos.
Hablar solos. Andrés Neuman (Alfaguara). A partir de las voces de un moribundo, su cuidadora y su hijo, el autor se acerca a la agonía y a la pérdida.
De vidas ajenas. Emmanuel Carrère (Anagrama). Antropología de la pérdida y del dolor por la muerte de un hijo para sus padres y de una madre para su marido y su hijo.
Tiempo de vida. Marcos Giralt Torrente (Anagrama). El inevitable adiós del padre da tiempo al hijo a desandar sus pasos con él, a enderezar los desencuentros y a entender la vida desde el borde del abismo.
Memorias de una viuda. Joyce Carol Oates (Alfaguara). Una cartografía de las emociones contradictorias y llenos de vida. Diáfana, irónica, aleccionadora.
Esa visible oscuridad. William Styron (La otra orilla). Publicada en origen en EE UU en 1985, narra la lucha constante contra las tinieblas de la depresión que lo emboscaron todo el tiempo

TRADUCIR PUBLICIDAD O EL ARTE DE PASAR HAMBRE










Autor: Miguel Duro Moreno


Introducción
La idea fundamental de la obra podría quedar abreviada en una frase: El traductor de publicidad es, a su manera, un artista del hambre. Esto es debido a que hoy en día son los propios creativos de las agencias de publicidad (con alguna ayuda ocasional de los profesionales de la traducción) los que se encargan de traducir o adaptar a la lengua y cultura de llegada los productos surgidos en la lengua y cultura de partida que quieren anunciar. Los traductores han perseverado en la perfección de su técnica. Por ello, han sido considerados incompetentes en la fabricación y gestión de fórmulas creativas.
El anuncio es considerado como el producto unitario de la actividad publicitaria. En su fabricación puede intervenir cualquier cosa, sea palpable o no, real o no, emocional o intelectual. Todo traductor profesional trabaja y cobra por verbalizar por escrito, cuanto mayor sea el número de palabras del anuncio sometido, más interesante resultará la actividad. El problema reside en la importancia de la cantidad y calidad de los diversos elementos que componen un anuncio, de tal manera que la actividad traductora se ve complicada ya que traducir publicidad no consiste en solo traducir palabras de una lengua a otra, sino que se debe tener en cuenta un sinfín de elementos que nos obligan a modificar la traducción.
Resumen
El libro está conformado por distintos apartados que persiguen documentar cuatro objetivos. El primero de ellos consiste en estudiar los pasos seguidos en la traducción al español de un anuncio únicamente verbal redactado en inglés y concebido para su publicación en una revista del Reino Unido. El segundo de ellos incide en que para traducir un discurso suasorio como el de la publicidad se necesita pulir dicho discurso una y otra vez. El tercero contrasta los resultados obtenidos mediante diferentes métodos. Y el cuarto, demuestra la dificultad que tiene el traductor para vivir de este tipo de traducciones.
El libro está distribuido en cinco capítulos. El primero constituye una presentación de la investigación. El segundo es una síntesis del recorrido por el pensamiento traductológico de Occidente (sobre todo desde la segunda guerra mundial hasta la actualidad). El tercer capítulo, el más amplio, analiza en profundidad el anuncio objeto de estudio. El cuarto, es el resultado de una reflexión sobre las consecuencias derivadas de una traducción de dicho anuncio al español. El quinto albergaría las conclusiones procedentes de los distintos apartados anteriores.
La obra presenta un anuncio como base de la investigación. Este anuncio trata de un coche, es impreso y verbal, elaborado en inglés y publicado en una revista importante en el Reino Unido, cuyo destinatario suele ser un público determinado. No tiene imágenes, con estructura dialogística, y una apariencia monolítica que cuenta una historia con un final abierto o con truco, posee un slogan no exento, sigue un ritmo de sílabas, etc… Todo ello pensado con un propósito. Este método puede ser dividido en tres etapas diferentes, en cada una de ellas se aborda una cuestión sobre el mismo anuncio.
En la primera etapa (propedéutica), se tratan cuatro temas: la determinación de las coincidencias entre la retórica y la publicidad como prácticas sociales suasorias, la aclaración y definición de términos técnicos de la comunicología, la lingüística y la traductología que se van a usar a lo largo de todo el libro, la descripción de los modelos básicos de la comunicación humana, y la conexión entre los mecanismos que regulan esta misma comunicación humana y la publicidad.
En la segunda etapa (analítica y hermenéutica: semasiológica), el anuncio que estudiamos se somete a un análisis de todas sus facetas comunicativas, que son su referente, su emisor, su destinatario, su canal, su entorno, sus códigos, sus posibilidades de retroalimentación y su materialidad.
En la tercera y última etapa (onomasiológica), se centra la atención en examinar, bajo las nociones traductológicas (normas, adecuación y aceptabilidad, naturalización y extranjerización, función o escopo, traducción subordinada, adaptación, mecenazgo,…). También tratamos el hipotético caso en el que un traductor hubiera tenido que traducir el anuncio objeto de estudio para su divulgación en el mercado. El método expuesto es, por tanto, descriptivo.
Comentario
La publicidad puede definirse como una práctica social claramente incitadora. Su única razón de existir es el fin que tiene, consistente en informar y persuadir, de modo intencional y a través de técnicas de sugestión ilimitadas, a un público más o menos extenso, anónimo, informe y heterogéneo para que actúe de una determinada manera. Ya sea consumir, viajar, no conducir bajo los efectos del alcohol, etc. La publicidad no es más que un ejercicio de persuasión, por eso es suasoria. Puede ser un ejercicio retórico o no serlo, y también puede ser de mayor o menor complejidad, destinado a un público objetivo seleccionado de antemano, que se ejecuta para conseguir de él un fin concreto.
La persuasión actúa tanto en lo racional como en lo emocional de cada persona, es decir, actúa tanto en el consciente como en el subconsciente. El anuncio podríamos definirlo como el producto unitario de la actividad publicitaria. En su fabricación puede intervenir cualquier cosa, siempre y cuando se acomode al fin. El anuncio que sea verbal y solo verbal se caracteriza por estar constituido únicamente por la palabra, oral o escrita. El discurso es retóricamente suasorio y persigue un fin pragmático concreto en conexión con un producto, un servicio, una idea o una institución. Pocos anuncios son solo verbales.
Todo anuncio verbal puede extranjerizarse a propósito, traducirse a secas, adaptarse de uno ya traducido, crearse, o todo ello a la vez. Éstas son sus progresivas estrategias de generación enunciativa. Hay quienes consideran que el anuncio verbal, al igual que el poema, no es traducible, aunque lo parezca a primera vista. La cuestión de la traducibilidad o intraducibilidad de los anuncios publicitarios es lo que se aborda en este libro. Si estableciéramos una secuencia continua de factores de traducibilidad, en el punto extremo izquierdo colocaríamos la traducibilidad plena, y en el punto extremo derecho la intraducibilidad plena del anuncio. Esta secuencia estaría dividida por las cuatro estrategias de generación enunciativa (extranjerización deliberada, traducción, adaptación y creación).
Los traductores de publicidad (según la comunicología) son primero destinatarios, y luego se convierten en emisores del anuncio verbal que se les encomienda. Como destinatarios, deben actuar convirtiendo el enunciado que se les da en texto. Para ello deberán salvar todas las distancias lingüísticas, culturales, cognitivas, … que los separen de la posibilidad de extracción del sentido pretendido por el emisor original. Los traductores, aunque sean emisores secundarios siguen siendo emisores, y por ello deben cumplir la función de reproducir el enunciado a través de cualquiera de las estrategias de generación de enunciados que utilicen (extranjerización deliberada, traducción a secas y adaptación (recreación)).
La estrategia de creación a los traductores les está vedada, porque siempre corresponde a las agencias de publicidad. Y nada más hacerlo, se entrega el trabajo realizado a su cliente, a fin de que éste pueda darle publicidad. Según la deontología (y también desde la perspectiva del mercado), los traductores están destituidos de cualquier competencia publicitaria ya que la suya es sólo comunicativa.
Precisamente al contrario de lo que nosotros imaginaríamos, los profesionales de la traducción no siempre se encargan de los anuncios publicitarios. De hecho, el tenor de la información que hay en el toda la investigación de la noticia de un dato: el personal de las agencias publicitarias (textistas, grafistas, ejecutivos de cuentas, directores de cuentas, creativos, directores de arte, etc.) ha quitado de sus funciones a estos profesionales. Es el propio personal de las agencias el que decide qué, cómo, cuándo, dónde, para qué y para quién crear, adaptar, traducir o extranjerizar deliberadamente. Es el propio personal el que crea, adapta o extranjeriza como quiere. Cuando no traduce es porque así lo desea. Y es el propio personal el que, al quitar de estas tareas a los profesionales de la traducción, comete errores. Aun cuando los traductores tengan como misión traducir y no hacer publicidad (de esto ya se ocupan los publicistas), una valoración de las dotes que poseen (el oficio les requiere ciertas habilidades propias de un creativo) y de su crédito profesional (en un mercado tan angosto, sólo el que es bueno se mantiene a flote) invita a pensar que sus prestaciones están poco valoradas. ¿Sería acertado contar siempre con su experto dictamen a la hora de recorrer el ciclo productivo verbal (fase onomasiológica) completo de un anuncio, con independencia de cuál sea la estrategia (fase semasiológica) adoptada?
El segundo de los teoremas centrales de este libro quiere demostrar que sí. Los traductores, que aunque para las agencias de publicidad no sean más que meros trabajadores con idiomas y a veces, de trabajadores con idiomas, son profesionales de la escritura y especialistas en, al menos, dos lenguas y dos culturas, deberían poder mediar en todos los niveles de producción verbal de un anuncio destinado a una comunidad de llegada dada, por el simple motivo de que reúnen las condiciones idóneas para ello. Saben extranjerizar deliberadamente. Saben traducir (sobre todas las cosas, saben traducir). Saben adaptar (recrear). Y, si se les solicita, sabrían auxiliar al personal de las agencias en la creación de sus reclamos publicitarios. Puede ser que esto último no sea su cometido específico, pero tampoco lo es del personal de las agencias extranjerizar deliberadamente, traducir o adaptar, y sin ningún problema, lo hace todos los días. Las nuevas generaciones de traductores profesionales saben, además, bastante teoría de la traducción ya que la han aprendido en las universidades. Esta teoría, les sirve sobre todo para pensar, pero también para tomar decisiones.

Tres nociones teóricas pueden ser especialmente útiles en raras ocasiones en las que nos llegue un encargo de traducir (o extranjerizar a propósito, o adaptar) un anuncio verbal: la de normas, la de escopo y la de mecenazgo.

La primera noción, la de normas, tiene relación con lo sociocultural. Su creador, Gideon Toury, pensaba en ella como la masa dinámica, evanescente y centrífuga de reglas (ya sean explícitas o implícitas) de las que se provee una comunidad lingüística y cultural dada con el fin de saber en cada momento qué es socialmente aceptable desde el punto de vista de la traducción (literaria) y qué no. Los traductores, como miembros no extraños a esa misma comunidad, tienen la obligación de conocerlas, compartirlas, asimilarlas y aceptarlas si quieren hacer bien su trabajo, ya que las decisiones que hayan de tomar respecto de éste se encuentran determinadas por ellas. Toury divide las normas en dos clases: las preliminares, que son las que regulan qué anuncios se deben de traducir o no traducir y cómo el producto de toda traducción ha de llegar a su destinatario, y las operativas, divididas en matriciales y textuales, que son las que atienden a las estrategias de generación enunciativa y a las técnicas utilizables en el proceso de reproducción de los anuncios. A estas dos clases añade una tercera norma, la inicial, que es la que designa si el producto resultante de una traducción debe plegarse a la cultura que haya generado la obra original (adecuación), transparentándola, o bien satisfacer con plenitud, mimetizándose con la cultura de recepción, las expectativas comunicativas del destinatario (aceptabilidad).

La segunda noción, la de escopo, es debida a Katharina Reiss y Hans J. Vermeer, quienes la definieron como: «El principio dominante de toda traslación traducción es su finalidad». Llevada al mundo de la publicidad, esta noción implica que la relación existente entre dos anuncios, uno cuyo origen y destino sea una comunidad lingüística y cultural cualquiera y otro que haya sido generado a partir del primero, por medio de la traducción, en otra comunidad lingüística y cultural distinta y tenga como destino esa misma comunidad, dependerá exclusivamente de cuál sea el propósito, es decir, la finalidad, la intención, la función, es decir, el escopo, que deba cumplir el segundo. Esta noción ha dado lugar a una teoría del mismo nombre, la teoría del escopo, también llamada teoría funcionalista, que, como tantas otras, tiene muchísimos adeptos en el ámbito de la traductología. Para los funcionalistas, que así se llaman esos adeptos, toda traducción es siempre fruto de un encargo, no depende sino de la cultura de llegada y está sometida al principio supremo de que el fin justifica los medios. Christiane Nord, consciente de la dureza de este planteamiento, trata de suavizarlo incorporándole un criterio ético de lealtad que nos recuerda la existencia del emisor y, con él también la cultura de partida.

La tercera noción, la de mecenazgo, que utilizaba André Lefevere para referirse al factor de control externo ejercido sobre una literatura dada, entendida como sistema, por poderes fácticos tales como personas físicas, instituciones (el gobierno, el parlamento, la judicatura, la Corona, el ejército…), clases sociales, editoriales, medios de comunicación, grupos de presión varios (confesiones religiosas, partidos políticos, grandes empresas…) etc. Todos estos poderes para operar se sirven de mecanismos de intervención ya establecidos y socialmente aceptados: academias, comités de censura, publicaciones, centros educativos, etc., con la finalidad decidida de gobernarla y de dirigir sus vaivenes.

Podemos decir entonces que el mecenazgo no es inocente. Siempre deriva del poder y siempre encuentra en él su justificación. En opinión del mismo Lefevere, este hecho se comprende mejor si nos damos cuenta de que sus componentes son tres elementos: la ideología, la economía y el estatus. Éstos se combinan entre sí con el propósito de abrir y cerrar las compuertas más sensibles y previsibles de la literatura afectada: el pensamiento (sobre él actúa la ideología), el bolsillo (sobre él actúa la economía) y la estima (sobre ella actúa el estatus). Si se sustituye la literatura por la publicidad, lo interesante de la institución traductológica del mecenazgo es que puede explicar por qué es posible o imposible traducir un anuncio. Para Lefevere, traducir es reescribir, y el traductor es un reescritor.

Cualquier forma de reescritura, también la publicitaria, se ve sometida a un montón de limitaciones en cuanto a su libre ejercicio y circulación y que, incluso, llegan a determinar que exista o no. El mecenazgo, como es obvio, es una de ellas. Pero hay más: la poética, el universo del discurso, el idioma y el propio original del que se parta. Toda reescritura tendrá que enfrentar todas esas limitaciones si pretende sobrevivir.

Lo que se conoce como canon (publicitario) es la materia que queda después de haber superado las limitaciones. Según Lefevere, si un anuncio no encuentra un mecenas, no existirá nunca. Y si el mecenas que encuentra no es bueno, no funcionará bien. Pero es excepcional el anuncio que no funciona bien.

Conclusiones
Las comodidades materiales son el pilar básico de la civilización occidental de hoy día. Esta última ha llegado hasta el demente extremo de medirse por su consumo o por el uso que de ellas se hace. La frase «Tenemos empleos que odiamos para comprar cosas que no necesitamos», resumiría muy bien la dinámica que llevamos a cabo en nuestra sociedad. Tal vez eso no sea cierto para todo el mundo, pero sí lo es que lo que poseemos nos posee y que lo que somos o queremos ser lo hemos visto en un anuncio. Eso es la publicidad. Que sea un fenómeno alienante de dimensiones cósmicas es culpa de todos: anunciantes, publicistas, consumidores y usuarios, pero no del traductor, quien a fin de cuentas no es más que un artista del hambre.

POR: Rut Laborda

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