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terça-feira, 30 de outubro de 2012
¿CASTELLANO O ESPAÑOL?
Apuntes sobre la lengua que hablamos
Por Graciela Melgarejo | LA NACION
Atrás en el recuerdo quedó la época en que algunas editoriales españolas "expurgaban" de regionalismos las obras de autores latinoamericanos con el pretexto de que sus lectores no los iban a entender ( Pedro Páramo y El llano en llamas , de Juan Rulfo, sufrieron este sorprendente procedimiento).
Hoy, con la publicación del monumental Diccionario de americanismos y con la incorporación al Diccionario general de muchas palabras usadas en América latina por sugerencia de algunas de las Academias de la región, la RAE parece haber expiado aquellos viejos pecados imperialistas.
De manera que el español, nuestro idioma, está hoy constituido por el aporte constante de los casi 500 millones de hispanohablantes, y esa realidad le ha permitido decir a Mario Vargas Llosa, hace pocos días, que es la lengua "más pujante" después del inglés.
Al conocer la noticia de que había ganado el I Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria en el Idioma Español, otorgado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes mexicano (Conaculta), Vargas Llosa llamó a hacer más en cuanto a la "circulación de libros y autores", porque así se permitirá mostrar "la riqueza, la variedad, la diversidad de nuestra literatura", y de apuntalar y fortalecer "el denominador común" que es el idioma, añadió.
En un reciente artículo publicado en el diario Página 12, el escritor Mempo Giardinelli, con dulzura, pero con firmeza, rebatió algunos conceptos de Don Mario, como lo llama: "Que me disculpen, pero no dejaré de insistir en que en nuestra América nosotros no hablamos «español» sino «castellano americano», el mismo que prefiguró Andrés Bello hace 200 años". Y agregaba Giardinelli: "Desde siempre, por generaciones, el nombre de nuestra lengua para hablar, leer y escribir, o sea el nombre del idioma de nuestra literatura -Bello dixit - fue castellano: «Se llama lengua castellana (y con menos propiedad española) la que se habla en Castilla y que con las armas y las leyes pasó a América, y es hoy el idioma común de los Estados hispanoamericanos»".
Para zanjar la cuestión, que sigue muy viva y cada tanto reaparece, recordaremos aquí una vez más el título de un libro del maestro Amado Alonso: Castellano, español, idioma nacional, escrito en 1938 para "indagar cuáles han sido y son sus nombres [los de nuestra lengua] y qué contenido espiritual tienen, qué fisonomía cultural reflejan y qué dirección de anhelos ha impulsado a los hispanohablantes a preferir uno u otro". Alonso -autor, junto con Pedro Henríquez Ureña, de la celebrada Gramática castellana - concluye en el final de su obra que "castellano y español nombran a un mismo objeto con perspectivas diferentes. El uso de uno u otro nombre tiene, pues, justificaciones diversas y ocasionales [?] Cada uno de los dos nombres designa con igual capacidad el mismo objeto, y cada uno por su lado es el más propio para expresar la diferente visión afectiva y valorativa que se haya tenido o se tenga del idioma".
En fin, que podemos usar uno u otro nombre, legalmente y según el espíritu que nos anime en el momento.
© LA NACION.
El hujier y la higuana hovera
FRANCISCO RÍOS
FUENTE: La Voz de Galicia -27 de octubre de 2012
Hay una serie de palabras que pueden escribirse con o sin h.La Academia ha decidido en varios casos prescindir de una de esas variantes. Por ejemplo, exágono y exagonal, que van a desaparecer del Diccionario, donde solo se conservarán hexágono y hexagonal.
Hubo una época en que la única forma aceptada era hexágono. El Diccionario de autoridades señalaba en 1734: «Es voz griega, que debe escribirse con aspiración, aunque algunos la omiten». En griego clásico, esta palabra llevaba sobre la épsilon inicial un espíritu áspero, un signo parecido a una coma, abierto a la derecha. Este espíritu indica la aspiración de una vocal inicial y se transcribe como h. En latín fue hexagonum, con una h que también representó un fonema aspirado que pronto desapareció en esa lengua.
En español, muchos prescindieron ya en el siglo XVIII de la h de hexágono. La Academia tomó nota e incorporó exágono al Diccionario en 1791, donde convivió con hexágono. A este le ha dado siempre preferencia y ahora va a ser la única grafía que acepta. Ello es coherente con los significados que desde 1984 da a los elementos compositivos hexa- ('seis') y exa- ('un trillón de veces').
No es ese el único caso en que se prescinde ahora de una de las grafías alternativas. Así, del verbo rehilar coexistían las formas con h y sin ella: rehilar/reilar ('moverse una cosa como temblando'). Se suprime reilar.
De otras palabras, las grafías sin h son las que prevalecen. Así, desaparecen harpillera, higuana, hodómetro, horco, hovero, huf y hujier. En su lugar quedan arpillera (un tejido), iguana (un reptil), odómetro ('podómetro' y 'taxímetro'), orco ('infierno'), overo (referido a animales, 'de color parecido al del melocotón'), uf (interjección) y ujier ('cierto subalterno en los organismos públicos'). Solo alguna de aquellas haches era etimológica.
FUENTE: La Voz de Galicia -27 de octubre de 2012
Hay una serie de palabras que pueden escribirse con o sin h.La Academia ha decidido en varios casos prescindir de una de esas variantes. Por ejemplo, exágono y exagonal, que van a desaparecer del Diccionario, donde solo se conservarán hexágono y hexagonal.
Hubo una época en que la única forma aceptada era hexágono. El Diccionario de autoridades señalaba en 1734: «Es voz griega, que debe escribirse con aspiración, aunque algunos la omiten». En griego clásico, esta palabra llevaba sobre la épsilon inicial un espíritu áspero, un signo parecido a una coma, abierto a la derecha. Este espíritu indica la aspiración de una vocal inicial y se transcribe como h. En latín fue hexagonum, con una h que también representó un fonema aspirado que pronto desapareció en esa lengua.
En español, muchos prescindieron ya en el siglo XVIII de la h de hexágono. La Academia tomó nota e incorporó exágono al Diccionario en 1791, donde convivió con hexágono. A este le ha dado siempre preferencia y ahora va a ser la única grafía que acepta. Ello es coherente con los significados que desde 1984 da a los elementos compositivos hexa- ('seis') y exa- ('un trillón de veces').
No es ese el único caso en que se prescinde ahora de una de las grafías alternativas. Así, del verbo rehilar coexistían las formas con h y sin ella: rehilar/reilar ('moverse una cosa como temblando'). Se suprime reilar.
De otras palabras, las grafías sin h son las que prevalecen. Así, desaparecen harpillera, higuana, hodómetro, horco, hovero, huf y hujier. En su lugar quedan arpillera (un tejido), iguana (un reptil), odómetro ('podómetro' y 'taxímetro'), orco ('infierno'), overo (referido a animales, 'de color parecido al del melocotón'), uf (interjección) y ujier ('cierto subalterno en los organismos públicos'). Solo alguna de aquellas haches era etimológica.
EL TRADUCTOR COMO MEDIADOR CULTURAL
Traducción turística, mediadora lingüística y cultural
La traducción persigue el fin de hacer inteligible un sistema de contenidos culturales en otro sistema cultural. El traductor, por excelencia, es un mediador entre lenguas y culturas, entendiendo 'cultura' como el «conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.»2.
Partiendo de esta idea, podemos diferenciar dos papeles importantes en la labor del traductor: como mediador lingüístico y como mediador cultural. En esta doble vertiente, es obvio que el traductor cuente con una formación lingüística de sus lenguas de trabajo y, además, de una formación cultural en dichas lenguas. Esta doble vertiente se observa en todo tipo de traducción, ya sean textos divulgativos o textos muy especializados.3
De esta manera, en todos los niveles de abstracción que encontramos en los lenguajes especializados, observamos referencias a la cultura de origen del texto, ya sea con respecto a su formato, la terminología utilizada, su estilo, etc. El traductor, por tanto, debe ser consciente de estos elementos culturales y de las asimetrías de las lenguas en cuestión y adaptarlos eficientemente a la cultura de llegada, con objeto de acercar el texto al lector meta, transmitirle el contenido del texto origen y mantener la función concretada en el encargo.
El turismo es una actividad que implica el contacto directo entre culturas y todo lo que
ello incluye (folklore, costumbres, gastronomía, normas, etc.). En este sentido, el traductor se convierte en un mediador intercultural y adquiere un papel primordial en la actividad turística.
Asimismo, debe actuar de la misma manera que cualquier otro traductor de textos especializados, es decir, debe transmitir adecuadamente el contenido, la función y las referencias culturales del texto turístico original, teniendo en cuenta las características particulares del lenguaje turístico.
2
Esta definición ha sido sacada del Diccionario de la Real Academia de la Lengua en su versión electrónica:
3
El nivel de especialización de los textos se ajusta a los conocimientos especializados de una comunidad lingüística en un tema determinado, con lo cual cuanta mayor sea la competencia de los interlocutores de un texto, mayor será su especialización y mayor será la frecuencia de unidades terminológicas.
Lea el artículo completo en: http://cvc.cervantes.es/lengua/esletra/pdf/04/040_duran.pdf
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Recomendación del día
Halloween se escribe con mayúscula inicial
La fiesta de Halloween, que se celebra en algunos países la víspera del Día de Todos los Santos, se escribe con mayúscula inicial, en redonda y sin comillas.
Según la Ortografía de la lengua española, los sustantivos y adjetivos que forman parte del nombre de festividades, ya sean civiles, militares o religiosas, se escriben con inicial mayúscula en todas las palabras significativas.
Por tanto, lo adecuado es escribir con mayúscula inicial Halloween, que es la contracción de la expresión inglesa All Hallow's Eve y cuyo significado es ‘víspera del Día de Todos los Santos’.
También se escriben con mayúsculas iniciales Día de Todos los Santos, Día de los Fieles Difuntos y Día de los Muertos.
Además, dado que uno de los disfraces habituales de esta festividad es el de muerto viviente, se recuerda que en español, para referirse a uno de los cadáveres reanimados mediante prácticas de brujería, se emplea la palabra zombi, en plural, zombis, en lugar de las formas zombie y zombies, que no son españolas, sino propias del inglés, idioma a través del cual llegó al nuestro esta voz de origen africano.
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