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quarta-feira, 16 de julho de 2014
EL LENGUAJE EN "EL TIEMPO"
Incluso e inclusive
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FERNANDO ÁVILA (EL TIEMPO.COM, COLOMBIA)
Cita: «Sin embargo el club "merengue" dijo que pagaría máximo 60 millones, e inclusive se manejó un intercambio por el argentino Ángel Di María».
Comentarios: Primero, el Diccionario de la lengua española, DRAE, 2001, incluye entre las acepciones de la palabra merengue las siguientes: 5. adjetivo, ‘perteneciente o relativo al Real Madrid’. 6. adjetivo, ‘jugador o seguidor de este club español’. En consecuencia es innecesario escribir merengue entre comillas cuando se refiere a este equipo de fútbol.
La palabra merengue, en este caso, alude al color blanco del uniforme, igual al de los dulces de huevo y azúcar así denominados. Es uso similar al de llamar cardenal al Santa Fe y cardenales a sus jugadores, por alusión al color rojo de la sotana clásica de los electores del papa, igual que el de la camiseta del equipo bogotano. Ni cardenal referido al Santa Fe, ni merengue referido al Real Madrid necesitan comillas.
Segundo, con la expresión «se manejó un intercambio» quizá se quiso decir «se manejó la idea de un intercambio».
Tercero, antiguamente se hacía la siguiente diferencia entre incluso e inclusive: incluso es preposición equivalente a ‘hasta’ o ‘aun’, que significa ‘contenido’ o ‘implícito en algo’; por ejemplo: «Se emocionaron todos, incluso los menos aficionados», «se emocionaron todos, hasta los menos aficionados», «se emocionaron todos, aun los menos aficionados», mientras que inclusive es adverbio que significa ‘incluyendo el último’; por ejemplo, «Atendemos desde el 20 hasta el 30 de julio inclusive».
[...]
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DEL IDIOMA:
Acerca del pitusa…
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MARÍA LUISA GARCÍA MORENO (PIONERO, CUBA -JUNIO, 2014)
Se acercan las vacaciones y tanto chicas como chicos se aseguran de tener listos sus pitusas para cualquier ocasión que se presente, pues constituye una prenda útil, que se usa en diversas situaciones. Pero… ¿sabes de dónde procede el término pitusa?
Pues te cuento que constituye un cubanismo y se aplica al vaquero, «pantalón de tela recia, usado originariamente por los vaqueros de Texas», por lo que también se le conoce como (pantalón) de mezclilla o tejano —gentilicio que corresponde a los nativos de esa región estadounidense y a los productos que de allí proceden—; aunque esta última denominación solo se usa en España. En gran parte de Hispanoamérica se utiliza bluyín (-es) y yin (-es), del inglés (blue) jean(s); aunque hoy, no siempre es azul.
La palabra se emplea indistintamente con el artículo en singular o en plural: un pitusa,unos pitusa).
Resulta que pitusa era el nombre de una marca comercial, que se confeccionaba por los cincuenta del pasado siglo en un taller radicado en Jaruco, la cual desapareció al cerrar la fábrica; pero como otras marcas más o menos famosas sobrevivió en el habla popular y dio nombre a esa prenda de vestir. El pitusa o ranchero, hoy tan de moda, era entonces usado por los trabajadores del campo, los mecánicos… pues la mezclilla y las dobles costuras los hacían apropiados para faenas duras.
Como hoy, los jóvenes los usaban por debajo de la cintura y, además, los compraban bien largos —para hacerles un bajo con varios dobleces en las patas— y tan anchos como fuera posible.
En relación con ello, he sabido a través del testimonio de un profesor, quien a su vez lo escuchó de su mamá, que el dueño de la empresa productora de los pitusa tenía dos hijos: un varón, al que decían familiarmente Paquito, y una niña, a la que llamaban Pitusa.
De modo que es muy posible que el nombre de la marca provenga, en definitiva, del apodo de la hija de este empresario, probablemente relacionado con el significado común de esta palabra, que aparece registrado en el DRAE: «pituso, -a, adjetivo que se aplica al niño pequeño que es muy lindo o gracioso».
Al generalizarse el término pitusa como sinónimo de pantalón de mezclilla, ranchero, tejano o bluyín, una vez más, los cubanos hemos puesto nuestra identidad a una palabra que existe en la lengua, añadiéndole una acepción muy nuestra: un cubanismo.
FUNDÉU RECOMIENDA:
glosar no es ‘alabar’
El verbo glosar no tiene entre sus significados el de ‘alabar’.
El hecho de que con frecuencia se glosen los aspectos positivos de algo o alguien favorece que pueda deducirse que glosar yalabar son sinónimas: «… ofreció un emocionado discurso para glosar la figura del Di Stéfano», «A continuación, Torre ha glosado la figura de Adolfo Suárez y ha pedido después un respetuoso minuto de silencio» o «Rosa García glosó la figura del rey Fernando III el Santo».
Sin embargo, glosar significa meramente ‘hacer una glosa’, es decir, una anotación al margen de un escrito para explicar algo que no se entiende y, por extensión, ‘dar una explicación o hacer un comentario, en general, sobre algo o alguien’. Quizá esta desviación semántica se deba a una evolución de la expresión glosar alabanzas, con la inclusión del significado del sustantivo en el verbo.
Así, en los ejemplos anteriores podrían haberse utilizado apropiadamente verbos alternativos como alabar, ensalzar, elogiar, encomiar, enaltecer, destacar: «… ofreció un emocionado discurso para encomiar la figura del Di Stéfano», «A continuación, Torre ha ensalzado la figura de Adolfo Suárez y ha pedido después un respetuoso minuto de silencio» o «Rosa García elogió la figura del rey Fernando III el Santo».
El sentido adecuado de este verbo se pone de manifiesto en ejemplos en los que no cabe la interpretación errónea relacionada con las alabanzas o los elogios: «En este fascículo glosaremos el comunicado final de la conferencia sobre el cambio climático» o «Hizo algunas observaciones introductorias y glosó el programa de trabajo».
GATOS
Por qué son «gatos» los madrileños y otros gentilicios sorprendentes
M. R. DOMINGO @ABC_MADRID / MADRIDPor qué se llama «gatos» a los madrileños
¿Sabías que Felipe II llamó «el Caribe» al pueblo de Zarzalejo? ¿Por qué a los de Algete se les conoce como «tramposos»? ¿Y«burros» a los de Chinchón? El diccionario geográfico popular de Madrid, recopilado por Gaspar Sánchez Salas, recoge muchas de estas curiosidades.
«Gato» fue un apellido muy célebre en la conquista de Madrid en tiempo del Rey Alonso VI. En el asalto de la villa, un soldado valeroso trepó por la muralla ayudado de una daga que clavaba en las juntas de las piedras. Sus camaradas, al ver la hazaña dijeron que parecía un gato, palabra por la cual comenzó a conocerse también a sus descendientes. La familia llegó a ser tan importante en la ciudad que no se consideraba nobleza castiza de Madrid a la que no pertenecía a aquel linaje –al de Los Escarabajos y Los Muertos, que eran los tres más ilustres de la Villa–. Con el tiempo, se acabó llamando «gatos» a todos los habitantes de Madrid.
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