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quinta-feira, 31 de janeiro de 2019

MANUSCRITO


Acerca de las palabras

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Ariel Torres en La Nación - Buenos Aires
En la primera clase de una materia que dicto en la universidad, propongo un ejercicio engañosamente humilde. En medio del pizarrón escribo la palabra "gato". Solita, insignificante.
A continuación, les pido a mis alumnos que vayan diciendo todos los conceptos que pueden relacionar con esa palabra. Van saliendo así desde la agilidad hasta el sigilo, desde las vibrisas hasta Bastet. En la siguiente media hora, la pizarra -que en realidad es blanca, y apunto este dato sin ninguna inocencia- se llenará de adjetivos, sustantivos y verbos. Entonces les digo que salvo unas pocas excepciones, todas las palabras reverberan en el lector con una resonancia así de vasta. Que no es igual miedo que terror, pavor, pánico, aprensión, susto, alarma o desasosiego. Ni significa lo mismo casa que hogar o morada que domicilio.
La semántica es la armonía del idioma, y cada palabra resuena con otras, no dichas, y estas a su vez inspiran nuevos ecos. Como las 11 cuerdas del sitar que no se tocan, sino que suenan por simpatía con las que el músico pulsa.
Les aconsejo entonces que no se conformen con el primer término que se les ocurra, que exploren, porque todo puede siempre decirse mejor, y que con no poca frecuencia el mismo adjetivo será mucho más efectivo si aparece una sola vez o si cuatro párrafos antes colocamos un sustantivo que de algún modo lo anticipa.
Palabras. Usamos entre 300 y 500 para hablar. Se dice que un buen escritor pasa de las 5000. Es lógico. Sobran los ejemplos en la literatura para demostrar una máxima inmarcesible: los libros no se escriben con ideas, sino con palabras. Así que cada día que aprendemos una nueva es, para los que vivimos del texto, un día de felicidad. Dije aprender, pero es más bien descubrir.
La tarea es doblemente dichosa. Porque, ¿cómo se descubren nuevas palabras? Leyendo a los maestros, por supuesto, y con un diccionario al lado. Pero hay otro modo. Mi madre, que quiso ser escritora, me enseñó cuando era chico a leer el diccionario. Prescindir de los autores e ir directo a la fuente. Desde entonces, no solo puedo pasarme horas rebuscando en ese arcón lleno de tesoros, sino que se me hizo un hábito el coleccionarlos. Tengo incluso dos de sánscrito y uno de alemán tan antiguo que está impreso en letras góticas.
Recuerdo lo que sentí cuando aprendí el verbo escampar. Algo tan sutil como el momento en que cesa de llover. No podía no tener su propio verbo. Allí estaba. En un cuento o en una novela. El escritor no tomó el camino fácil. No puso que había dejado de llover, sino que había escampado. Eso es amor.
Así se mantienen vivas las palabras, además. Cuando las dejamos de emplear, cuando caen en desuso, cuando alguien en alguna parte las cataloga como arcaísmo, adiós, es un color menos, un armónico menos. No habría música sin armónicos. Tampoco habría literatura.
Podría enumerar muchas vocablos que lo hacen a uno amar su idioma. O contar cómo, hace muchos años, con un ejecutivo de una compañía nacional, durante un viaje del que participaban muchos periodistas latinoamericanos, nos propusimos crear un diccionario con las palabras que suenan igual, pero significan cosas por completo diferentes, y en ocasiones con efectos enojosos. Quizás estábamos atareados en asuntos menos importantes, y el proyecto nunca prosperó.
Relataré, en cambio, cómo descubrí la palabra más nueva en mi colección. Hace unos días, mi colega Sebastián Ríos, experto en vinos y viticultura, publicó una foto de los racimos de su cabernet sauvignon y escribió: "Llegó el envero a Florida city". Entonces sentí esa emoción única, corrí al diccionario de la Real Academia y ahí estaba, preciosa y única. "Envero: Color que toman las uvas y otras frutas cuando empiezan a madurar." Ese fue un día feliz.

FUNDÉU

La recomendación diaria | 31 de enero del 2019

LA RECOMENDACIÓN DIARIA
salvaguardia, mejor que
backstop en el contexto del brexit
El término backstop, empleado a menudo con relación a la situación de la frontera entre el Reino Unido e Irlanda, puede traducirse en este contexto como salvaguardia o salvaguarda.
Uso no recomendable
  • Bruselas promete que el “backstop”será temporal.
  • Rechazan que Irlanda del Norte mantenga un régimen diferente al del resto del Reino Unido, como plantea el backstop
Uso recomendable
  • Bruselas promete que la salvaguardaserá temporal.
  • Estos diputados rechazan que Irlanda del Norte mantenga un régimen diferente al del resto de Reino Unido, como planteala solución de último recurso.
La voz inglesa backstop se emplea, según señala el diccionario Oxford, con el significado de ‘cosa situada en la parte trasera de algo como barrera o soporte’, tal como ocurre, por ejemplo, en el béisbol, con la malla situada tras el receptor para proteger al público.
En el contexto específico del abandono del Reino Unido de la Unión Europea, se emplea la expresión backstop solution, que, tal como explica la revista Punto y comase puede traducir como solución de salvaguardia y solución de último recurso. Lo más frecuente, sin embargo, es emplear de modo aislado backstop, en cuyo caso se puede hablar simplemente de salvaguardia (con la variante, también válida, de salvaguarda).

La revista citada, que publican los traductores españoles de las instituciones de la Unión Europea, aclara que esta solución consiste en que, si no se alcanza un acuerdo para la frontera entre la República de Irlanda y el territorio de Irlanda del Norte, este último permanecerá de manera efectiva dentro de la unión aduanera de la Unión Europea.

LA RECOMENDACIÓN DIARIA:

  LA RECOMENDACIÓN DIARIA el maratón  y  la maratón ,   formas adecuadas   La palabra  maratón  puede emplearse tanto en masculino  ( el mar...