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quinta-feira, 29 de setembro de 2016

IDIOTAS

PÁGINA 12 – BUENOS AIRES -CONTRATAPA
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http://www.pagina12.com.ar/commons/imgs/go-gris.gif Por Bernardo Maresca *

“El peor analfabeto es el analfabeto político. El que no ve, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. El que no sabe que el costo de la vida, el precio de los garbanzos, del pescado, de la harina, del alquiler, del calzado o de las medicinas, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece e hincha el pecho diciendo que odia la política. No sabe el imbécil, que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado, el asaltante y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales”.
Bertolt Brecht (1898-1955)
Desde hace casi veinticuatro siglos es pacíficamente aceptado que el concepto de “política”, deriva del griego antiguo y hace referencia al gobierno de las “polis”, las ciudades estados griegas. El sufijo “tica”, en términos estrictos, se traduce generalmente como “relativo a”, pero se ha entendido que “lo relativo a la polis” es su gobierno. Ese sufijo es utilizado en múltiples palabras y, - en general, y sin forzar su significado -, remiten también al concepto de gobierno.
La aceptación, difusión y popularidad del concepto se debe a “Política”, una de las obras más conocidas del filósofo Aristóteles (384 a.C. a 322 a.C.). Con el tiempo el “gobierno de la polis” significó también el “gobierno del Estado”, sea este nacional, provincial o municipal.
El mismo Aristóteles definió al ser humano como un “zoon politikon”, esto es, un animal político que vive en un medio social ordenado por las leyes que lo rigen. La política, en la Grecia clásica, estaba asociada al concepto de “asuntos públicos” para diferenciarlos nítidamente de los “asuntos privados”. Lo “político” era inherente al ciudadano preocupado por el gobierno de la cosa pública (la “res pública” de los romanos), y por completo ajeno a quienes sólo privilegiaban sus asuntos privados.
Otras palabras de raíz helénica con el mismo sufijo y que refieren a cuestiones de gobierno pasan habitualmente desapercibidas. Un tema es un asunto o materia que se pone en consideración, mientras que un problema es una cuestión dificultosa que se trata de aclarar. La conducción de los asuntos públicos y sus complicaciones exigen el “gobierno de los temas” (temática) y el “gobierno de los problemas” (problemática).
En tiempos de Pericles, (495 a.C - 429 a.C.) la administración de los asuntos públicos (polis, res pública) reclamaba, además, que el gobernante posea la idoneidad suficiente para ejercer adecuadamente tanto el “gobierno de las palabras” (gramática) como el “gobierno de los números” (matemática).
Asimismo, la pericia del gobernante debía incluir la “heurística”, entendida como el gobierno de las investigaciones basadas en el descubrimiento, la creatividad o las innovaciones positivas, necesarias para la resolución de los problemas políticos; la “hermenéutica” o “gobierno de la interpretación de los textos”, imprescindible para dar un significado unívoco a lo redactado sobre la acción de gobierno o comprender adecuadamente los mensajes remitidos por terceros países; la “holística”, es decir, “el gobierno de ese todo que es superior a la suma de las partes”, en el que las partes sólo tienen sentido interrelacionadas entre sí, careciendo de significado en forma aislada.
Podemos agregar, también la “ética” entendida como “el gobierno de las obligaciones propias de un buen ciudadano”, diferenciándolas de las acciones antiéticas que caracterizan al mal ciudadano; y la “mística” que expresa “el gobierno del máximo grado de perfección y conocimiento humanos”.
El ciudadano que no reunía tales capacidades de gobierno de los asuntos públicos sólo le quedaba limitarse a gobernar sus asuntos privados. En el siglo de Pericles no eran bien consideradas aquellas personas egoístas que hacían caso omiso de las cuestiones generales y públicas y sólo se dedicaban a cuestiones particulares y privadas.
“Idios”, en la Grecia clásica, significaba “privado”. La “idiótica”, entendida como “el gobierno de lo privado”, no era una actividad apreciada por los ciudadanos preocupados por los asuntos públicos; por el contrario, llegó a tener una carga semántica tan negativa que la palabra “idiota” –privado de la razón– deriva de la palabra que señalaba al que sólo privilegiaba sus propios asuntos particulares haciendo caso omiso de las cuestiones que afectan a todos los ciudadanos.
Parece obvio que gobernar lo público reclama gobernar sus temas y sus problemas; sus palabras y sus números; con creatividad e innovaciones positivas; conociendo e interpretando sus orígenes e historia; conduciendo al conjunto en beneficio del bienestar general y no en favor de unos pocos particulares; y cumpliendo con sus obligaciones públicas con el máximo grado de perfección. Por lo menos esa era, en tiempo de Pericles, la diferencia existente entre un político y un idiótico.
En la Argentina actual –en que la política ha sido entusiastamente denostada por la persistente ofensiva multimediática de las corporaciones–, la idiótica ha tomado el poder del Estado y aprende “sobre la marcha”.
Los CEO (Chief Executive Officer o directores ejecutivos) de las corporaciones Axion, Banco Galicia, General Motors, Citibank, Coca Cola, Deutsche Bank, Farmacity, Grupo Clarín, HSBC, JP Morgan, LAN, La Nación, Monsanto (ahora Bayer), Pan American Energy, Shell, Techint, Telecom y Telefónica, entre otros grupos concentrados –esto es, la representación más genuina de la idiótica que supimos conseguir–, han devenido en ministros y secretarios del Poder Ejecutivo nacional y titulares de organismos descentralizados, con el objetivo claro de optimizar las ganancias de sus respectivas empresas y de ningún modo para impulsar políticas públicas que beneficien al conjunto de la sociedad, especialmente, a sus sectores más postergados.
Este es el momento de reflexionar seriamente sobre la verdadera experticia que es necesario acreditar y, fundamentalmente, los deberes que deberían encarnar los encargados del gobierno de la cosa pública.
* Sociólogo-UBA.


LITERATURA


Sin traductores, 

¿qué seríamos?

Un fragmento del 'Pentecostés', de El Greco.
El oficio de la literatura y los idiomas toma relevancia en la Semana Europea de los Idiomas.

Aunque son los invisibles de la cadena editorial, los traductores no podían estar ausentes del Día Europeo de las Lenguas (en realidad, la Semana, debido al éxito de las jornadas anteriores de estos encuentros culturales europeos). La traducción es una cuestión de la que se habla poco en los medios, pero tiene, sin embargo, mucho interés. Hace unos años, Ismail Kadaré llamaba la atención sobre el hecho de que los primeros versos de la Ilíada estén mal traducidos en todos los idiomas. De la famosa frase "Canta, oh diosa, la cólera de Aquiles, el hijo de Peleo" sólo se ha mantenido correctamente el nombre de Aquiles, decía Kadaré: no es canta sino cuenta; es hada o poetisa en vez de diosa; no es cólera sino manía u obsesión, y no es hijo sino descendiente o miembro del clan.
La obra más famosa de Kafka hace unos años que se llama La transformación. Y qué decir de Shakespeare: lo que en una vieja traducción era "a qué viles usos podemos descender, Horacio", más recientemente es "funestos destinos nos aguardan". En cuanto al casi canónico "ser o no ser", alguna vez se vertió como "existir o no existir". Problemas, sí, los que se quieran, pero sin los traductores nuestro mundo sería más silencioso y más pobre, como dijo Isabelle Marc, coordinadora de la mesa redonda que se celebró ayer en el Instituto Cervantes con traductores europeos de varios idiomas.
Goedele de Sterck recordó lo que dijo Umberto Eco, que la traducción es la lengua de Europa. Y se refirió a algo en lo que insistieron también algunos de sus compañeros de mesa, que el traductor, con un pie en cada de los mundos en que trabaja (el idioma original y el de llegada), está obligado a una serie de equilibrios, así como a tener empatía tanto con el autor que traduce como con los lectorespara los que trabaja. Señaló algo obvio, pero en lo que quizá no se piensa: la inmensa mayoría de los lectores, los que no acceden al idioma original, no leen a Proust o a Kafka, sino a sus traductores.
Por otra parte, al trasladar una lengua se traslada toda una cultura, una forma de vida, advirtió Kepa Uharte, traductor del checo al catalán y al español. "Cada palabra exige meterse en ella a fondo, comprobar porqué está ahí". Y siempre hay otra opción posible para cada frase, "ese es el riesgo que hace entretenida la traducción". Yvonne Mester, traductora del español al húngaro (de Javier Marías, por ejemplo), afirmó que no hay antagonismos irreconciliables entre las lenguas y llamó la atención sobre el hecho de que apenas existe crítica de las traducciones.
Para la venezolana Carmen Leonor Ferro, de formación científica, la traducción de poesía a la que se dedica le parece un ejercicio matemático en el que todo debe cuadrar, un ejercicio especialmente difícil cuando se trata de autores, como Ungaretti, a los que no se les puede cambiar nada del original. Habló también del peligro que encierran algunas palabras que son casi iguales pero implican algo distinto en lenguas muy cercanas, hospitalarias, como pueden ser el español y el italiano.
Todas las cuestiones expuestas componen lo que Miguel Sáenz, uno de los grandes traductores españoles (y, lo que es más raro, reconocido) llamó servidumbre y grandeza de la traducción cuando ingresó en la Real Academia. Si a Goethe, como recordó precisamente entonces Miguel Sáenz, la traducción le parecía una de las ocupaciones más importantes y más dignas del intercambio mundial, para Kadaré forma parte de la vida humana. La Teoría de la traducción ya es una asignatura universitaria desde hace tiempo, con avalistas tan ilustres como George Steiner, y alguien como Javier Marías considera una de sus mejores obras la traducción que hizo del Tristram Shandy.

FUNDACIÓN DEL ESPAÑOL URGENTE

Agencia EFEFundéu - BBVA
FUNDACIÓN DEL ESPAÑOL URGENTE

no cabe duda de que 


en lugar de 


no cabe duda que

Recomendación urgente del día
La locución verbal no caber duda se construye con la preposición de ante la conjunción que.
No obstante, resulta muy habitual encontrar en los medios de comunicación frases como «Isabel Allende asegura que no cabe duda que el Gobierno cerrará Punta Peuco», «No cabe duda que el país necesita una reforma educativa con urgencia» o «No cabe duda que sin triunfos las urgencias darán paso a las alarmas».
Estos no son sino ejemplos del extendido queísmo —supresión inadecuada de la preposición de cuando precede a oraciones subordinadas— y podrían ser la consecuencia de tratar de evitar el fenómeno lingüístico contrario, eldequeísmo.
De acuerdo con el Diccionario panhispánico de dudasno caber haber duda de algo, caer en la cuenta de algo y darse cuenta de algo son expresiones que requieren la preposición de ante la oración que les sigue.
Por tanto, en los ejemplos anteriores habría sido preferible escribir «Isabel Allende asegura que no cabe duda de que el gobierno cerrará Punta Peuco», «No cabe duda de que el país necesita una reforma educativa con urgencia» y «No cabe duda de que sin triunfos las urgencias darán paso a las alarmas».

LA RECOMENDACIÓN DIARIA:

  LA RECOMENDACIÓN DIARIA el maratón  y  la maratón ,   formas adecuadas   La palabra  maratón  puede emplearse tanto en masculino  ( el mar...