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terça-feira, 2 de abril de 2013

La lengua no tiene hueso


Carlos Requena .- Fuente: Fundéu
Uno de los atrasos más graves de la justicia mexicana es, sin duda, el uso del lenguaje en las resoluciones y sentencias judiciales. Me refiero a los vicios de muchos impartidores de “justicia”, quienes se empeñan en imprimir redacciones oscuras, confusas e incomprensibles, en lugar de emitir textos claros, sencillos y transparentes con el fin de que sean entendibles para el ciudadano común. El sentido primordial del Derecho es solucionar conflictos dando a cada parte lo suyo, para lograr un orden social justo mediante el buen manejo del idioma. Sin embargo, muchas resoluciones emitidas por especialistas en Derecho alejan la justicia de la gente al hacerla incomprensible por falta de empatía y uso incorrecto del lenguaje legal.

Incluso el jurista Ricardo León Pastor publicó hace pocos años el Manual de Redacción de Resoluciones Judiciales, cuyo prólogo consigna: “La labor del sentenciador tiene mucho en común con la del escritor”, afirmación relevante porque, además de ser razonadas y justas las sentencias pronunciadas por tales especialistas, deben escribirse con un estilo encaminado a facilitar el buen decir.

Toda resolución jurídica debería ser un documento asequible intelectualmente para cualquier ciudadano. Sin embargo, este “deber ser” dista mucho de la realidad, pues muchas autoridades provocan confusiones al hacer verdaderos galimatías en detrimento de la justicia.

Lenguaje de élite

Muchos ministerios públicos, jueces y magistrados, entre otras autoridades, conforman una élite que, so pretexto del lenguaje legal, terminan discriminando a los destinatarios de las resoluciones al no explicarles -en términos sencillos- las implicaciones de sus derechos y obligaciones.

Estos vicios del sistema de procuración y administración de justicia desvirtúan el sentido de la lengua. Son deformaciones alarmantes de las que nadie escapa, nos trastocan a todos: legisladores, ministerios públicos, jueces, magistrados, peritos, policías y a abogados. La comunicación jurídica abandona su esencia y se pierde la confianza. El tema se agrava cuando una resolución jurídica no comprendida por sus destinatarios en conflicto conlleva arbitrariedad disfrazada de discrecionalidad y termina dando ventajas indebidas a una de las partes por mal uso o abuso del lenguaje legal. Estas prácticas convierten a la justicia en letra muerta.

Desuso de la lengua

Uno de los privilegios de la vida humana es gozar del lenguaje para comunicarnos. La lengua nace, evoluciona, se transforma y enriquece nuestra convivencia. En consecuencia, la claridad y el entendimiento de las resoluciones legales nos humanizan.

Las procuradurías generales de Justicia, Procuraduría General de la República, Poder Judicial federal y los estatales, Congreso de la Unión y los congresos locales, así como demás autoridades de todos los niveles son corresponsables de poner buen ejemplo en sus resoluciones y sentencias. La claridad de las leyes y resoluciones es apremiante y necesaria.

El reto es enorme

Incluso, el Artículo 17 constitucional ordena: las sentencias que pongan fin a los procedimientos orales deberán ser “explicadas por los jueces en audiencia pública”. Veamos si las autoridades pueden acercar el Derecho a la gente para una mejor comprensión y transparencia de la justicia, haciendo del lenguaje legal un verdadero lenguaje ciudadano.

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desestacionalizar, verbo válido

Desestacionalizar, que se usa en economía con distintos significados, es un término adecuado, pues deriva de estacional y respeta las normas académicas sobre formación de palabras.

Por una parte, este verbo puede encerrar el sentido de ‘fomentar un sector o negocio típicamente vinculado a una estación, como la venta de helados o turrones, de manera que su actividad se amplíe más allá de su temporada alta y logre desarrollarse durante todo el año’.

Por otra, en estadística, desestacionalizar se utiliza con el significado de ‘calcular un dato filtrando variables que presentan patrones cíclicos de comportamiento en periodos específicos a lo largo de varios años’, como el repunte de contrataciones temporales de los centros comerciales en la campaña de Navidad.

En este cómputo, a menudo se prescinde de los llamados efectos de calendario, esto es, de la estructura particular de un mes o un trimestre, como la fecha específica en que caen los festivos de Semana Santa, a veces en marzo y otras en abril.

Derivado a partir del adjetivo estacional, que a su vez remite al sustantivo estación, se trata de un vocablo respetuoso con las normas de la Gramática sobre formación de palabras, y su uso, por tanto, es perfectamente válido, pese a que aún no aparezca recogido en los diccionarios académicos ni de uso, y solo den constancia de él lexicones especializados en economía, como el de Ramón Tamames.

Así pues, se consideran apropiadas frases como «Iniciativas para desestacionalizar el turismo» o «1802 parados menos que el valor desestacionalizado del paro registrado en enero», donde desestacionalizar se escribe en redonda, sin ningún tipo de resalte.

¿De dónde vienen?


¿De dónde vienen?: Un curioso y lejano parentesco

02/04/2013
Por María Luisa García Moreno

Todo individuo conoce que el término método da nombre al «modo de decir o hacer con orden, de obrar o proceder; al hábito o costumbre que cada uno tiene y observa». De igual modo —y esta es la acepción que más nos interesa a los docentes—, es el «procedimiento que se sigue en las ciencias para hallar la verdad y para enseñarla» —y podríamos añadir, o aprenderla.

Por su parte, el excelente Diccionario de María Moliner precisa que método es ’procedimiento, sistema’ y que se aplica específicamente «al conjunto de reglas, lecciones y ejercicios diseñados para enseñar o aprender algo». Y añade que en Lógica «se llama así a cada uno de los dos procedimientos, analítico y sintético, de razonar; particularmente, al que se sigue en la investigación científica para descubrir y demostrar algo».

Otros lexicones redundan en las mismas ideas y dicen que método procede del latín methodus, y este del griego μέθοδος, μεθόδου, con el significado de ‘camino, procedimiento’. Según la sección de etimología del interesante cibersitio InterClássica —dedicado a la investigación y difusión del mundo griego y romano antiguo— la palabra en cuestión se incorporó al español en 1611 y está compuesta de μετά, ‘entre, después, trans-’ y hodós, ’camino, dirección, viaje, costumbre, sistema’.

Sin embargo, solo en el Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, de Joan Corominas, hallamos referencia a su curioso y lejano parentesco con episodio, del griego epeisódion, que en el teatro helénico era el nombre de todo el recitado que ocurría entre dos entradas sucesivas del coro y está formada por ep-, ‘además’; éis, ’que entra’ y hodós, ’camino’, acepción en la que se evidencia la similitud entre ambos términos.

Entre los más usados derivados de método, se encuentran el adjetivo metódico —’hecho con método, que usa de método’—, el verbo metodizar —’poner orden y método en algo’—, el sustantivo metodología —’ciencia del método’ y ‘conjunto de métodos y procedimientos que se siguen en una investigación científica o en una exposición doctrinal’ y también en un proceso de enseñanza-aprendizaje— y, por último, el adjetivo metodológico —’perteneciente o relativo a la metodología’, términos todos de uso común para cualquier docente.

Muy cercano está el término procedimiento, en su acepción de ‘método de ejecutar algunas cosas’, el cual viene de proceder, y este del latín procedĕre, ‘adelantar, ir delante’, y de ahí ‘pasar a otra cosa’. Pero si de parentescos curiosos hablamos, quizás sería bueno decir que primos cercanos de procedimiento son proceso, procesar y procesión. ¡Cosas de la lengua!

Métodos y procedimientos son esenciales en la labor del docente, pero también tienen su historia.

Revista Educación, Cuba, no. 136

Sept-dic, 2012

LA LENGUA VIVA


Curiosidades del idioma
Amando de Miguel

Me llegan muchos correos en relación con el comentario de las curiosidades de nuestra lengua. Me recuerda las cosas que leíamos en el reverso de los almanaques o calendarios de taco. Supongo que ya no existen, pero aquí suplimos esa ausencia. Comentábamos aquí esa fea palabra de menstrual, la bisílaba más larga. Pero Claudio Verdú me dice que su hijo, Claudio II, ha descubierto tres bisílabas más largas (10 letras): quienquier, menstruáis y menstruéis. No creo que sean de mucho uso, pero tienen su gracia.

Gabriel Ter-Sakarian Arambarri se pica con lo de la palabra más larga: electroencefalografista. A don Gabriel se le ocurre otra todavía más larga: anticonstitucionalísimamente. Habrá que abrir un concurso para ver de superar el récord de las 28 letras. No vale lo de supercalifrástic..., y tampoco deberían aceptarse los adverbios compuestos y los superlativos. Si no fuera así, valdría otorrinolaringologísimamente. Supongo que los médicos y los farmacéuticos son los que manejan palabras más largas. Don Gabriel apunta que claustráis, con 10 letras, es una bisílaba que supera a menstrual. Y como final un retruécano: "No es lo mismo un abrigo de señora que una señora de abrigo". Solicito de los libertarios curiosos que nos comuniquen su "No es lo mismo..." favorito.

Pedro Manuel Araúz se apunta a las curiosidades y me envía unas cuantas más. Por ejemplo, la palabra oía tiene tres letras y tres sílabas. En aristocráticos, cada letra aparece dos veces. En centrifugados todas las letras son diferentes, ninguna se repite. Las voces ecuatorianos y aeronáuticos contienen las mismas letras pero en diferente orden. La palabra pedigüeñería tiene la virgulilla de la ñ, la diéresis de la u, la tilde de la i con su punto correspondiente; más no se puede pedir. El vocablo reconocer es un palíndromo, es decir, se lee lo mismo de izquierda a derecha que al revés. La voz euforia tiene las cinco vocales, quizá por eso sea tan eufórica, que es una esdrújula muy sonora.

A propósito, el idioma español es muy plano, con muchas palabras graves. La sonoridad se asegura con las escasas palabras esdrújulas. Suelen ser de origen griego. Por eso son las preferidas de los poetas. Escribe mi paisano León Felipe: "Cervantes inventa la intrépida metáfora demiúrgica,/ mística,/ poética,/ dinámica/ y mecánica también". Y sigue: "Todas las palabras esdrújulas del castellano caben aquí...". No sé si cité otro de mis versos favoritos, el que contiene "ínclitas razas ubérrimas", de Rubén Darío.

Contacte con Amando de Miguel: http://www.libertaddigital.com/opinion/amando-de-miguel/curiosidades-del-idioma-67967/

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