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El clientelismo político es un intercambio extraoficial de favores, en el cual los titulares de cargos políticos regulan la concesión de prestaciones, obtenidas a través de su función pública o de contactos relacionados con ella, a cambio de apoyo electoral.
En un sistema de clientelismo, el poder sobre las decisiones del aparato administrativo del Estado se utiliza para obtener beneficio privado; el patrón —sea directamente un funcionario, u otra persona dotada de suficiente poder como para influir sobre los funcionarios— toma decisiones que favorecen a sus clientes, y que estos compensan con la perpetuación en el poder del funcionario implicado o de su entorno. La relación puede fortalecerse mediante la amenaza de utilizar esa misma capacidad de decisión para perjudicar a quienes no colaboren con el sistema. Resulta paradigmática, a este respecto, la habitual relación entre los principales medios de comunicación comerciales y privados, y los principales partidos cercanos a cualquiera de los principales organismos de poder, fenómeno particularmente característico de sistemas con fuerte consolidación o predominio de situaciones de bipartidismo. En general, los sistemas clientelares aparecen donde la necesidad de integrar rápidamente un elevado número de participantes a un sistema político sin tradición organizativa lleva al desarrollo de sistemas de mediación informal entre la acción estatal y las necesidades de las comunidades. (fuente Wikipedia)
EVOLUCION Y MANIPULACIÓN HISTÓRICA DEL CONCEPTO
El marco teórico que se ha ido reconstruyendo a medida que se
han abordado los estudios de las diferentes manifestaciones de las
relaciones de clientela, ha cambiado. Su transformación ha estado
marcada por la determinación de la estructura de la relación clientelar, su
contextualización y las características que se han identificado tras su
aparición.
El origen del término demuestra la facilidad con la que se presta a
la confusión y a la manipulación de quien halla, en sus funcionalidades,
justificaciones para considerarlo como un elemento patológico de la
democracia y, a su vez, como un instrumento que disminuye los efectos de
las ineficacias de los propios Estados y su administración.
Por ello, a lo largo de siglos se ha puesto de manifiesto el atractivo
de este término, de su estudio, y de sus efectos sobre el desarrollo y la
consolidación democrática.
Los estudios etimológicos son una prueba de la versatilidad del
término. En relación a la raíz latina del término clientelismo se señala la expresión “cliens”. No obstante, la dificultad está en determinar qué
expresiones o expresión es la antecesora de “cliens”. Los diferentes
estudios citan tres verbos posibles: clinere, colere, cluere.
El significado semántico de estos tres verbos es diferente. Clinere
significa “apoyarse en”, cluere “el que está atento a” y colere “habitar con”.
La evolución de estos verbos identifica a colere como la antecesora de la
raíz cliens, pero su significado “habitar con”, no es el más próximo a lo que
se entiende por cliente según las connotaciones que ha tenido el concepto
a lo largo de la historia. Cuestión que sí cumplen los otros dos verbos,
clinere y cluere, aunque no se les reconozca finalmente como voces
antecesoras de “cliens”. Se trata, pues, de una muestra evidente de que en
un momento determinado existió un interés concreto en aplicar el término
cliente a un personaje diferente al que inicialmente correspondía, de forma
que la evolución etimológica y semántica son contradictorias.
(fuente:http://www.icps.cat/archivos/WorkingPapers/wp206.pdf?noga=1)