El Español nuestro de cada día
- Por Rosana Rivero Ricardo
http://www.ahora.cu/
Martes, “Llegó el verano!, época del año que es sinónimo de vacaciones, “pelo suelto y carretera”, río, sol, playa y arena. El cubano aprovecha para viajar. Los de la capital vienen a visitar las “áreas verdes”; y los de acá..., bueno, ya saben: fotos en el Capitolio aunque esté en reparación.
Sin embargo, viajar no es tarea fácil. Después de los consabidos trámites para transportarse de un municipio o de una provincia a otra, el turista nacional tiene que enfrentar otro pequeño inconveniente: el idioma.
Sí, porque aunque nos mantengamos en el país e incluso, en la misma provincia, el español nuestro varía de una región a otra.
En Banes, por ejemplo, el salvador, querido extensor y a la vez vituperado fongo, no existe. Si desea consumir tan añorada vianda debes preguntar por “bungo”.
Con julio y agosto, además de intensificarse calor, llegan los amores de verano. Pero si una joven decide tener un novio guantanamero, no debe pedirle que se deshaga de los calzoncillos. Definitivamente no la entenderá. Para ellos esta prenda interior se llama “tacasillo”
En la provincia de Granma no se usan palillos para tender, sino mordazas. Los santiagueros, por su parte, le dicen parihuela a la carretilla y ayaca al tamal.
Los habaneros son un poco más crueles en este sentido de las variaciones del idioma. Si viaja a la capital, evite usar el término “cubalse” para referirse a la “habaneramente” conocida “jabita 'e nylon”; pues si no, el mote de palestino no se lo quita nadie.
De cualquier modo, los orientales economizamos más el lenguaje, pues empleamos una sola palabra para referirnos a la misma jabita que los habaneros denominan con tres. También nosotros decimos simplemente guineo, mientras ellos le llaman platanito fruta.
Hablando de frutas, es precisamente en este apartado donde existen más nombres para denominarlas en las diferentes regiones del país. Además del caso del guineo versus el plátano fruta, compiten la frutabomba y la papaya. También el zapote y el mamey.
Cuando uno se hospeda en la casa de un familiar o amigo, es bueno ayudar en las labores domésticas. Una de las que más se agradece es la limpieza, pero si estás en territorio habanero debes abrir la “pila” para coger agua y no la “pluma”. Además debes emplear un “balde” que viene a cumplir la misma función del oriental “cubo” y usar la “bayeta”, por nada del mundo el trapeador. Con los matanceros evadiríamos este último dilema del español, pues son tan holgazanes que ni siquiera usan escoba o trapeador, con el haragán les basta.
No creo que los del oriente del país seamos los menos científicos a la hora de comunicarnos mediante el idioma español. En pleno centro de nuestra geografía, en Villa Clara, al refrigerador lo llaman aparato. Los habaneros dicen sillón por balance, contradiciendo la física, pues a este tipo de mueble le llamamos así porque tiene patas arqueadas que le permiten, precisamente, balancearse.
La lista sería infinita. Mas si bien estas palabras forman parte de la identidad de la región donde vivimos, hemos de evitar repetir aquellas que rozan la marginalidad y denotan pobreza cultural en la persona que la emplea.
Si usted decide viajar, no se preocupe por estas variaciones de sinónimos. Camine de Maisí a San Antonio que cubalse o bolsita de nylon, pila o pluma, cubo o balde; todos los cubanos nos entendemos y enriquecemos más el español nuestro.
Sin embargo, viajar no es tarea fácil. Después de los consabidos trámites para transportarse de un municipio o de una provincia a otra, el turista nacional tiene que enfrentar otro pequeño inconveniente: el idioma.
Sí, porque aunque nos mantengamos en el país e incluso, en la misma provincia, el español nuestro varía de una región a otra.
En Banes, por ejemplo, el salvador, querido extensor y a la vez vituperado fongo, no existe. Si desea consumir tan añorada vianda debes preguntar por “bungo”.
Con julio y agosto, además de intensificarse calor, llegan los amores de verano. Pero si una joven decide tener un novio guantanamero, no debe pedirle que se deshaga de los calzoncillos. Definitivamente no la entenderá. Para ellos esta prenda interior se llama “tacasillo”
En la provincia de Granma no se usan palillos para tender, sino mordazas. Los santiagueros, por su parte, le dicen parihuela a la carretilla y ayaca al tamal.
Los habaneros son un poco más crueles en este sentido de las variaciones del idioma. Si viaja a la capital, evite usar el término “cubalse” para referirse a la “habaneramente” conocida “jabita 'e nylon”; pues si no, el mote de palestino no se lo quita nadie.
De cualquier modo, los orientales economizamos más el lenguaje, pues empleamos una sola palabra para referirnos a la misma jabita que los habaneros denominan con tres. También nosotros decimos simplemente guineo, mientras ellos le llaman platanito fruta.
Hablando de frutas, es precisamente en este apartado donde existen más nombres para denominarlas en las diferentes regiones del país. Además del caso del guineo versus el plátano fruta, compiten la frutabomba y la papaya. También el zapote y el mamey.
Cuando uno se hospeda en la casa de un familiar o amigo, es bueno ayudar en las labores domésticas. Una de las que más se agradece es la limpieza, pero si estás en territorio habanero debes abrir la “pila” para coger agua y no la “pluma”. Además debes emplear un “balde” que viene a cumplir la misma función del oriental “cubo” y usar la “bayeta”, por nada del mundo el trapeador. Con los matanceros evadiríamos este último dilema del español, pues son tan holgazanes que ni siquiera usan escoba o trapeador, con el haragán les basta.
No creo que los del oriente del país seamos los menos científicos a la hora de comunicarnos mediante el idioma español. En pleno centro de nuestra geografía, en Villa Clara, al refrigerador lo llaman aparato. Los habaneros dicen sillón por balance, contradiciendo la física, pues a este tipo de mueble le llamamos así porque tiene patas arqueadas que le permiten, precisamente, balancearse.
La lista sería infinita. Mas si bien estas palabras forman parte de la identidad de la región donde vivimos, hemos de evitar repetir aquellas que rozan la marginalidad y denotan pobreza cultural en la persona que la emplea.
Si usted decide viajar, no se preocupe por estas variaciones de sinónimos. Camine de Maisí a San Antonio que cubalse o bolsita de nylon, pila o pluma, cubo o balde; todos los cubanos nos entendemos y enriquecemos más el español nuestro.