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sábado, 30 de julho de 2016

LITERATURA BRASILEÑA

La literatura brasileña mucho más allá del futbol y del samba

Brasil es una isla cultural cuya literatura transciende sus estereótipos

Sus escritores y escritoras tienen el desafío de reflejar la inmensa diversidad del país en sus páginas.

30 JUL 2016 - EL PAÍS - ESPANHA.
Ilustração: Setanta.

A mediados de julio, todos los años, la linda ciudad de Paraty, en el estado de Río de Janeiro, alberga el festival literario más importante de Brasil. Los caserones de más de 300 años, de la época del comercio del oro, y las rúas de trazado colonial, calzadas de piedras casi asesinas para los tobillos de los transeúntes, se transforman en una especie de radiografía, no del todo infiel, del panorama del libro brasileño. Es el mejor lugar para intentar descubrir para dónde va la literatura brasileña —si es que va para algún lugar. También para saber si los romances y ensayos de hoy o de después de mañana reflejan o reflejarán el convulso y depresivo estado que atraviesa el país: a las puertas de los Juegos Olímpicos, con una presidenta, Dilma Rousseff, apartada de su cargo por un proceso aún en marcha de impeachment y semi exilada en su propio palacio residencial, y otro presidente en ejercicio, Michel Temer, a la espera de tomar las redes del poder de forma definitiva en un mes. 

¿Cuándo la historia entra por la puerta, la literatura se arroja por la ventana?

Rodrigo Lacerda (Rio de Janeiro, 1969), editor, historiador y escritor, es uno de los novelistas que pasean por Paraty. Es autor, entre otros, de un libro celebrado, “Outra vida”, en el cual relata el desmoronamiento de un casamiento mientras espera un ómnibus que va a llevarlos para afuera de São Paulo. Lacerda afirma que la agitación política y social de Brasil “es muy reciente para que aparezca en las novelas”. Pero agrega: “A pesar de esto, hoy hay un interés por los tiempos de la dictadura, y eso sí se puede aproximar del tema de la crisis que estamos viviendo, como si se sobrepusieran”. Y agrega: “En esta nueva caída de autoestima que ahora estamos sufriendo, los dos temas se unen en la sensación de que estuvimos cerca de llegar allá, pero que el piso volvió a abrirse y caímos de nuevo en el infierno.
El tren pasó. Tenemos que esperar otro. No hay nada que hacer”.

Esto es especialmente cruel en un país tan diverso social, racial, geográfica y hasta climáticamente como es Brasil: una geografía cruzada de mundos y hasta de épocas diferentes que se yuxtapone y se retroalimenta en un territorio mágico. La vida de un profesor de la Universidad de São Paulo no tiene absolutamente nada que ver con la de un trabajador sin tierra del estado de Maranhão, ni la de este con la de un indio de uno de los mil ríos amazónicos o con la de un vaquero del Sur o del Oeste del país. El escritor agrega entonces otra característica de la actual literatura brasileña: “Hace algunos años, una especialista elaboró un censo de los personajes de ficción y 90 % eran hombres, universitarios, que habitaban en grandes ciudades (Rio de Janeiro y más aún São Paulo) y que tenían problemas típicos de esa clase social.
Es decir: escribimos sobre nosotros mismos”.

Luiz Ruffato, de 55 años, escritor y articulista en la prensa, autor, entre otros, de “Eles eram muito cavalos”, una novela experimental que describe, en capítulos cortos y electrizantes, la vida en la interminable São Paulo, tiene una explicación triste: “La ficción actual brasileña refleja los problemas, la vida y las preocupaciones de la clase social que tuvo acceso a los estudios en Brasil. Cada uno escribe sobre su aldea, su ciudad, su entorno, y con eso intenta ser universal. Pero en Brasil, mientras tanto, no hay escritores venidos de otro mundo más allá del nuestro y eso dice mucho sobre la desigualdad que impera en el país”.

Alguna cosa se mueve, mientras tanto, en algunas favelas de Río o de São Paulo. Incipiente aún, carente, según algunos, de auténtico aliento literario, un grupo de escritores nacidos y criados allí comienzan a publicar y a viajar mostrando su obra. Uno de sus exponentes es Reginaldo Ferreira da Silva, Ferrez, de 40 años, morador del barrio periférico de Capão Redondo, en São Paulo. Su último libro es el volumen explosivo y combativo de cuentos “Os ricos também morrem”, en el cual narra las historias de sus vecinos. En
una entrevista a este diario, explicó: “Es un libro pensado para ser comentado en la calle, para que se rían cuando lo comentan. Yo no tengo más nada, además de las personas leyendo mis historias y comentando conmigo, riendo cuando las cuento para ellas. No son historias reales, pero el tono y el modo de hablar lo son. Son de aquí”.

90% de los personajes de los romances son hombres, urbanos y universitarios, algo cruel en un país tan diverso y desigual socialmente

Hay también un elemento que puede intimidar a los escritores brasileños a la hora de abordar un tema más amplio que el de su propia vida y la de los que rodean al escritor: la realidad brasileña acostumbra frecuentemente derrotar a cualquiera que la enfrente a partir de la ficción. En un reciente libro sobre la vida de un narcotraficante en la Rocinha publicado en portugués, “O dono do morro”, el periodista británico Misha Glenny, entre otras historias increíbles, cuenta la de Chico Bala, la mascota del líder, que paseaba vestido de cowboy y acabó secuestrado por la política. “El abordaje de concebir en un romance la votación del Congreso que apartó a Dilma Rousseff del poder, con los políticos votando por la madre, por la esposa, por la tía... no iba a pasar por la cabeza de nadie”, explica Julia Wähmann, de 35 años, bloguera y escritora. “En mi primer libro escribí una historia muy poco brasileña, centrada en la danza contemporánea. Pero, por otro lado, también es la historia de una brasileña que viaja.”


El escritor y profesor de literatura Flavio Carneiro, de 54 años, está de acuerdo con esta desventaja ante la realidad extraordinaria de todos los días en Brasil, pero alerta para el reduccionismo: “Desde los años 80, hay muchas literaturas brasileñas, incluyendo una literatura de entretenimiento, heredera de Machado de Assis, de folletín, que yo defiendo”. Carneiro es autor de una serie de romances policiales que transcurren en Río de Janeiro. “Hasta hace algunos años, en Brasil, el escritor Rubén Fonseca, autor de romances policiales, era considerado baja literatura. Ahora es un clásico”, agrega.

Carneiro tiene razón. Es peligroso intentar reducir la literatura de un país-continente, donde se producen muchas novelas urbanas paulistas como las de Ruffato, pero que también produce joyas extrañas como “A queda do céu”, escrito por el antropólogo francés Bruce Albert sobre lo que le contó su amigo de años, el xamã de la tribu indígena yanomami Davi Kopenawa, un texto citado por algún escritor como un volumen imprescindible para comprender la realidad brasileña.

Em lo que todos los escritores están de acuerdo es con la poca repercusión internacional de la literatura brasileña. El primer premio Nobel de la lengua portuguesa (y el único hasta ahora) es del escritor portugués José Saramago. No hubo ningún brasileño. Las traducciones de las novelas brasileñas son raras y difíciles de encontrar en España, Estados Unidos o Francia. O, por lo menos, mucho más difíciles de encontrar que las de sus contemporáneos hispano-americanos. Todos tienen conciencia de que viven en una isla lingüística enorme, pero en una isla, al fin. Y todos critican la bastante escasa y contradictoria promoción cultural de los sucesivos gobiernos brasileños. Hay quien apunte también, como la escritora Noemí Jaffe, que muchas veces las editoras extranjeras buscan un conjunto de estereotipos (futbol, samba, favela...) de los cuales muchos escritores justamente intentan escapar.
Todos estos autores miran con un poco de envidia para la protección universal de la música brasileña, esta continua fuente popular de ritmo y armonía que a cada generación ve brotar uno o varios genios. Ricardo de Carvalho, el Chacal, viejo poeta que iba, a la ahora bella ciudad de Paraty, en los tiempos en que por allá había “solo perros vagabundos y borrachos en el puerto”, recuerda que buena parte de la cultura brasileña, la que viene de los indios que estaban allí y de los negros que llegaron en los navíos de esclavos “es una cultura eminentemente oral, focalizada en la música”. “Hubo un funcionario portugués encargado de civilizar a los indígenas brasileños de los primeros tiempos que escribió que la metrópolis tendría de hacerlo con la música, porque sin ella no se conseguiría nada. ‘Sem tam-tam não dá’, decía.”

LIBROS, LECTORES Y ANALFABETOS
-Habitantes de Brasil: 205 millones.
-Índice de analfabetismo: Brasil es el octavo país del mundo con más analfabetos (cerca de 14 millones, según datos de la Unesco de 2014). 38 % de los analfabetos latinoamericanos son brasileños.
-Número de títulos editados: 60.829 en 2014 y 52.427 en 2015 (una reducción de 13,81 %).
 -Tirada media: 4.500 copias para una tirada media inicial a nivel nacional.
 -Porcentaje de traducciones de lenguas extranjeras: 4.781 títulos traducidos; 47.646 nacionales (9,11 % del total en 2015).
 -Número de editoras: Más de 750 según el último estudio de la Cámara Brasileña del Libro.
 -Número de librerías: 3.095, una por cada 64.954 habitantes en 2014 (la Unesco recomienda 1 por cada 10.000). 55 % están en el Sudeste, 19 % em el Sur, 16 % em el Nordeste, 6 % en el Centro-Oeste y 4 % en el Norte.
 -Número de bibliotecas públicas: 6.949 distribuidas en los 26 Estados y en el Distrito Federal.
 -Títulos más vendidos en 2015: ­Ficción: Cincuenta Tonos de Gris, de E. L. James (174.796 copias). No ficción: Jardín secreto, de Johanna Basford (719.626 copias).

MULTILINGÜISMO

El multilingüismo para impulsar el desarrollo sostenible

Foto: UNAI
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(29 de julio de 2016).- La brasileña Ellen Da Silva, la serbia Tijana Cupic y el ugandés Tom Otok, son parte de los estudiantes que fueron seleccionados por Impacto Académico de las Naciones Unidas, a través de un concurso de ensayos, para participar en el grupo de idioma español en el Foro Mundial de la Juventud Many Languages, One World en Nueva York.
El concurso Many Languages, One World proponía a estudiantes universitarios de todo el mundo un desafío: escribir un ensayo que analizara la ciudadanía mundial, el entendimiento cultural y la función que la capacidad multilingüe puede tener para fomentar ambas cuestiones.
Los participantes debían presentar ensayos en uno de los seis idiomas oficiales de las Naciones Unidas (árabe, chino, español, francés, inglés y ruso), que no podían ser el idioma nativo del estudiante ni su principal idioma de estudios. Más de 9.000 personas provenientes de 165 países participaron en la fase inicial del concurso.
En total 60 estudiantes fueron seleccionados para participar en el foro, en el que también, en su grupo de idioma, presentaron en la Asamblea General planes de acción relacionados con la Agenda 2030 de desarrollo sostenible de la ONU.
El grupo de estudiantes de idioma español presentaron sus propuestas para el Objetivo 15 que trata de la protección de la vida de los ecosistemas terrestres. El equipo propuso la creación de una academia verde para capacitar a la gente sobre la importancia de los árboles y el cuidado de la biodiversidad.
Foto: Ellen Da Silva
Ellen Da SilvaEl multilingüismo para la igualdad de género
En entrevista con ONU México, Ellen Da Silva comentó que decidió participar en el concurso porque quería explicar la importancia de la ciudadanía global y el multilingüismo para impulsar la igualdad de género.
"Me parece que los principales pilares de una democracia es la igualdad de género y en muchos países les hacen falta esta parte. Necesitamos que haya una cierta diversidad para que logremos que las naciones respondan a las necesidades de su población", comentó.
La joven brasileña de 26 años realiza actualmente su maestría en Ciencias Sociales en la Universidad de Brasilia con enfoque en las trayectorias políticas de las mujeres en los gobiernos de Brasil y Costa Rica.
Con sus compañeras Ellen trabaja en un proyecto llamado "Ellas También" que tiene como objetivo compartir historias de mujeres inspiradoras.
Explicó que si bien aprendió primero el inglés de forma autodidacta, el español le interesó por la cultura, los hechos históricos y las cuestiones de identidad que comparten los países de América Latina.
El interés por los idiomas, relató Ellen Da Silva, vino de manera personal porque sus padres originarios de Paraná, en el sur de Brasil, no están involucrados en temas internacionales, puesto que su padre es teólogo y su madre es ama de casa y no han viajado fuera de su país.
Foto: Tijana Cupic
Tijana CupicTu pasaporte no te define
Por su parte, Tijana Cupic tiene un gusto particular por los idiomas que empezó en la secundaria. Inició primero con el inglés y el alemán, pero luego optó por una tercera lengua, el español.
La joven de 26 años, originaria de Salas Nocajski, un pequeño pueblo de Serbia, estudió un master en literatura latinoamericana y actualmente está terminando otro master que realiza en España y Alemania para ser profesora de español.
Su ensayo titulado Tu pasaporte no te define trata del tema de la educación y la relación con los idiomas.
"Expliqué que cuando la gente comparta uno o varios idiomas y que logre pasar las barreras lingüísticas, puede también enfrentar las barreras culturas, sociales, económicas y políticas. Uno deja de tener miedo a las otras culturas, a otras visiones y pensamientos. La educación, especialmente la educación multilingüe, es importante", expuso.
"Quise también explicar que tu pasaporte no importa. Si somos de Serbia, México, Estados Unidos o Arabia Saudita, todos somos seres humanos y nos podemos comunicar hablando idiomas. Tenemos mucho más cosas en común que diferencias", añadió.
Tijana Cupic argumentó que el aprendizaje de los idiomas le permitió abrirse al mundo.
"Para mis padres que hablan sólo serbio, les resulta muy curioso todo lo que yo hago, sin embargo, ahora dicen que con los idiomas he aprendido mucho en la vida que si sólo hubiera hablado serbio", señaló.
Foto: Tom Otok
2016-07-29-PHOTO-00000017.jpgLos idiomas facilitan la globalización
A su vez, Tom Otok explicó que en su ensayo al hablar más de dos idiomas se puede cambiar el mundo. También se puede promover la globalización.
"Soy de Uganda. Nací en un país en guerra y con inestabilidad política. Soy ingeniero civil en mi país y siempre me ha gustado estar activo en los proyectos que hago y conocer más. Con mi profesión no puedo alcanzar a ayudar a suficientes personas porque la economía principal de mi país y de África en general es la agricultura", contó el joven de 26 años.
Decidió irse a Costa Rica para estudiar un programa en agronomía, sostenibilidad y energía renovable en la Universidad Earth, lo cual le ha obligado a aprender español.

"Podré ayudar a mis paisanos y dar soluciones para que nuestra economía mejore. La agricultura es un sector que emite bastante contaminación en el mundo, pero si usamos tecnologías y métodos más eficientes, podremos reducir la contaminación y hacer que esta industria sea más sustentable", concluyó.

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