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quinta-feira, 8 de abril de 2010
Jardim Zen - A Beleza Natural
Um monge jovem era o responsável pelo jardim zen de um famoso templo Zen. Ele tinha conseguido o trabalho porque amava as flores, arbustos e árvores. Próximo ao templo havia um outro templo menor onde vivia apenas um velho mestre Zen. Um dia, quando o monge estava esperando a visita de importantes convidados, ele deu uma atenção extra ao cuidado do jardim. Ele tirou as ervas daninhas, podou os arbustos, cardou o musgo, e gastou muito tempo meticulosamente passando o ancinho e cuidadosamente tirando as folhas secas de outono.
Enquanto ele trabalhava, o velho mestre observava com interesse de cima do muro que separava os templos. Quando terminou, o monge afastou-se um pouco para admirar seu trabalho.
"Não está lindo?" ele perguntou, feliz, para o velho monge.
"Sim," replicou o ancião, "mas está faltando algo crucial. Me ajude a pular este muro e eu irei acertar as coisas para você."
Após certa hesitação, o monge levantou o velho por sobre o muro e pousou-o suavemente em seu lado. Vagarosamente, o mestre caminhou para a árvore mais próxima ao centro do jardim, segurou seu tronco e o sacudiu com força. Folhas desceram suavemente à brisa e caíram por sobre todo o jardim.
"Pronto!" disse o velho monge," agora você pode me levar de volta."
Versão em espanhol
Jardín Zen - La Belleza Natural
Un joven monje era el responsable por el jardín zen de un famoso templo Zen. El había conseguido el trabajo porque amaba las flores, arbustos y árboles. Próximo al templo había otro templo menor donde vivía apenas un viejo maestro Zen. Un día, cuando el monje estaba esperando la visita de importantes convidados, el dio una atención extra al cuidado del jardín. Quitó las hierbas dañinas, podó los arbustos, cardó el musgo, y gastó mucho tiempo pasando meticulosamente el rastrillo y retirando cuidadosamente las hojas secas de otoño.
Mientras él trabajaba, el viejo maestro lo observaba con interés desde arriba del muro que separaba los templos. Cuando terminó, el monje se apartó un poco para admirar su trabajo.
"¿No está lindo?" preguntó, feliz, para el viejo monje.
"Sí," replicó el anciano, "mas está faltando algo crucial. Ayúdame a pasar este muro y yo corregiré las cosas para ti."
Después de cierta vacilación, el monje levantó al viejo por sobre el muro y lo posó suavemente a su lado. Lentamente, el maestro caminó hasta el árbol más próximo al centro del jardín, aseguró su tronco y lo sacudió con fuerza. Las hojas descendieron suavemente con la brisa y cayeron por todo el jardín.
"¡Pronto!" dijo el viejo monje," ahora usted me puede llevar de vuelta."
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