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segunda-feira, 6 de setembro de 2010
RESPONSABILIDAD SOCIAL
O problema é nosso
Autor: Ing. Enrique Martínez -
Presidente do INTI – INSTITUTO NACIONAL DE TECNOLOGIA INDUSTRIAL DE ARGENTINA
Existem varias instituições do mundo central dedicadas com exclusividade a pensar a ajuda
para o desenvolvimento nos países periféricos, especialmente os mais pobres.
Una delas, de Inglaterra, apresenta uma cifra que por se só resulta muito reveladora do
problema da pobreza.
Entre 2005 e 2010 ingressarão à idade do trabalho adulto 50 milhões de jovens do mundo
desenvolvido. Nos demais países, pobres ou periféricos, o número será de 733 milhões.
Dito de outro jeito: o problema do trabalho futuro é de nós. E só nosso.
Estamos pelo tanto ante um grande paradoxo.
O mundo de hoje é o que é por causa das decisões de países muito poderosos e de corporações do mesmo teor. E quem pensa em como resolver os problemas gerados são essencialmente estes mesmos países e estas mesmas corporações. Porém, os problemas são basicamente nossos.
Não será conveniente – imprescindível - utilizar outro olhar, aquele de quem temos a água ao pescoço?
Em que trocaria a possível solução?
Essencialmente, acreditamos que há um primeiro e primordial espaço ignorado pelo olhar alheio: Os 733 milhões de novos trabalhadores do futuro poderiam – deveriam – se aplicar com prioridade a produzir bens que satisfaçam as necessidades deles e suas famílias.
Não é essa a visão de aqueles, desde aí acima, que acreditam que a ocupação se vincula necessariamente a um mercado global e pelo tanto, o primeiro passo mais seguro, seria capacitarmos para aportar recurso humano barato e eficiente a corporações multinacionais.
A ocupação e como conseqüência dela o desenvolvimento, pensado e motorizado desde a necessidade própria e local, porém, com o apoio duma política nacional ao respeito, pode trocar muitos paradigmas.
Primeiro: não é necessário supor que a meta é conseguir atrair capitais externos, em competência com outras localidades ou com outros países. Esta lógica lhe há custado muitos milhares de milhões de dólares em subsídios a governos como ao Brasil de faz uns anos, que chegou a pagar a empresas automotivas até 150.000 dólares por posto de trabalho gerado, conseguindo um triste Record mundial.
Segundo: não é necessário trabalhar sobre custos do mercado internacional para decidir se um investimento é razoável. Pelo contrario, se pode trabalhar tomando como referencia os preços locais, o qual implica uma proteção natural, por todos os custos em que incorre uma importação até chegar à casa dum consumidor do lugar.
Terceiro: pode contar-se com o valor agregado que outorgue a consciência da produção local como base da sustentabilidade e em vários casos da qualidade do bem consumido. A verdura ou os frangos do agricultor cuja família é vizinha; os moveis da mercenária do bairro, podem se converter num patrimônio a defender com orgulho.
Quarto: um Estado nacional que valorize adequadamente este caminho tem facilitado o desenho dum sistema de apoio tecnológico a esta via, porque boa parte dos empreendimentos de base é reproduzível município por município em todo o país. La maior parte das necessidades de alimentação, vestido, moradia, educação, sociabilidade e lazer podem ser satisfeitas a través de empreendimentos de cada local.
Todo isto parece obvio e embora muito pouco se haja concretizado como política sistemática. Até faze muito pouco tempo, Rio Cuarto, uma das capitais do milho na Argentina, se fornecia de frangos desde Buenos Aires. Assustariam conhecer o ingresso de produtos manufaturados em madeira a Misiones, provenientes de outras províncias. E assim seguindo.
Argentina quiçá seja um dos países em melhores condições para desenhar modelos de sustentabilidade produtiva, social e ambiental, que podem ser reproduzidos dentro do mundo periférico. Isso é assim porque o país conta com uma parte da sua estrutura industrial muito integrada ao mundo, o qual quer dizer com equipamentos e sobre todo pessoas que estão ao dia em quanto às inovações que hoje impulsionam o crescimento mundial. Nosso desafio consiste em utilizar boa parte desse capital com um olhar distinto.
Ocupar a nossa gente para que essa mesma gente coma; se vista e se abrigue, parece um objetivo mais claro e certamente mais fácil de atingir que vender caramelos em Costa Rica. Embora, temos conseguido o segundo sem sequer haver começado a delinear o primeiro. Tal vez convenha pensar de novo nosso problema, sabendo – sentindo – que, ante nosso destino, estamos nós sozinhos.
El problema es nuestro
Autor: Ing. Enrique Martínez - Presidente del INTI
Hay varias instituciones del mundo central dedicadas con exclusividad a pensar la ayuda para
el desarrollo en los países periféricos, especialmente los más pobres. Una de ellas, de
Inglaterra, presenta una cifra que por sí sola resulta muy reveladora del problema de la
pobreza.
Entre 2005 y 2010 ingresarán a la edad del trabajo adulto 50 millones de jóvenes del mundo
rico. En los demás países, pobres o periféricos, el número será de 733 millones. Dicho en buen
romance: el problema del trabajo futuro es de nosotros. Y solo nuestro.
Estamos por lo tanto ante una gran paradoja.
El mundo de hoy es lo que es a causa de las decisiones de países muy poderosos y de corporaciones del mismo tenor. Y quienes piensan en cómo resolver los problemas generados son esencialmente esos mismos países y esas mismas corporaciones. Pero los problemas son básicamente nuestros.
¿No será conveniente – imprescindible - utilizar otra mirada, aquella de quienes tenemos el agua al cuello?
¿En qué cambiaría la posible solución?
Esencialmente, creemos que hay un primer y primordial espacio ignorado por la mirada ajena: Los 733 millones de nuevos trabajadores del futuro podrían – deberían – aplicarse con prioridad a producir bienes que satisfagan las necesidades de ellos y sus familias. No es esa la visión de quienes, desde allá arriba, creen que la ocupación se vincula necesariamente a un mercado global y por lo tanto, el primer paso más seguro, sería capacitarnos para aportar recurso humano barato y eficiente a corporaciones multinacionales.
La ocupación y como consecuencia de ella el desarrollo, pensado y motorizado desde la necesidad propia y local, pero con el apoyo de una política nacional al respecto, puede cambiar muchos paradigmas.
Primero: no es necesario suponer que la meta es conseguir atraer capitales externos, en competencia con otras localidades o con otros países. Esta lógica le ha costado muchos miles de millones de dólares en subsidios a gobiernos como el de Brasil de hace unos años, que llegó a pagar a empresas automotrices hasta 150.000 dólares por puesto de trabajo generado, consiguiendo un triste récord mundial.
Segundo: no es necesario trabajar sobre costos del mercado internacional para decidir si una inversión es razonable. Por el contrario, se puede trabajar tomando como referencia los precios locales, lo cual implica una protección natural, por todos los costos en que incurre una importación hasta llegar a la casa de un consumidor del lugar.
Tercero: puede contarse con el valor agregado que otorgue la conciencia de la producción local como base de la sustentabilidad y en varios casos de la calidad del bien consumido. La verdura o los pollos del quintero cuya familia conocemos; los muebles de la sutil carpintería del barrio, pueden convertirse en un patrimonio a defender con orgullo.
Cuarto: un Estado nacional que valore adecuadamente este camino ve facilitado el diseño de un sistema de apoyo tecnológico a esta vía, porque buena parte de los emprendimientos de base son reproducibles municipio por municipio en todo el país. La mayor parte de las necesidades de alimentación, vestimenta, vivienda, educación, sociabilidad y esparcimiento pueden ser satisfechas a través de emprendimientos de cada lugar.
Todo esto parece obvio y sin embargo muy poco se ha concretado como política sistemática. Hasta hace muy poco tiempo, Río Cuarto, una de las capitales del maíz en la Argentina, se abastecía de pollos desde Buenos Aires. Nos asustaría conocer el ingreso de productos manufacturados en madera a Misiones, provenientes de otras provincias. Y así siguiendo.
Argentina tal vez sea uno de los países en mejores condiciones para diseñar modelos de sustentabilidad productiva, social y ambiental, que pueden ser reproducidos dentro del mundo periférico. Eso es así porque el país cuenta con una parte de su estructura industrial muy integrada al mundo, lo cual quiere decir con equipos y sobre todo personas que están al día en cuanto a las innovaciones que hoy traccionan el crecimiento mundial. Nuestro desafío consiste en utilizar buena parte de ese capital con una mirada distinta.
Ocupar a nuestra gente para que esa misma gente coma, se vista y se cobije, parece un objetivo más claro y ciertamente más fácil de alcanzar que vender caramelos en Costa Rica. Sin embargo, hemos conseguido lo segundo sin siquiera haber comenzado a delinear lo primero. Tal vez convenga pensar de nuevo nuestro problema, sabiendo – sintiendo – que, ante nuestro destino, estamos nosotros solos.
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