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quinta-feira, 24 de março de 2011

CONTRADICCIÓN


Contradecirse o ser imbécil
24MAR 2011 04:35
Fuente: El País - España

El principio de contradicción (o, con mayor exactitud, de no contradicción) es uno de los tres pilares, junto al de identidad y el de tercio excluso, de la lógica aristotélica. Nada puede ser y no ser al mismo tiempo, decía el Estagirita.

Avicena, discípulo de éste en el seno de la filosofía árabe, pedía, con sorna, que se golpease y quemase a todo aquél que, negando dicho principio, pensara que es lo mismo ser golpeado y quemado que no serlo.

Bueno, pues que vayan golpeándome y quemándome –algunos, metafóricamente, ya lo hacen–, porque yo, que no soy aristotélico, sino, en todo caso, platónico, reivindico y practico lo que cabría llamar “principio de la sí contradicción”.

Lo de contradecirse, en Vandalia, en Tontalia e incluso en España (y quizá también, aunque lo ignoro, en otras partes del planeta), irrita mucho al personal. Lo digo por experiencia. Ya de niño –¡imaginen ahora!– me silbaban los oídos con esa pepla: la de que me contradigo.

¡Pues claro que lo hago! Y pienso seguir haciéndolo…

Nunca ha entendido por qué enfada eso a la gente. ¡Como si ella no se contradijese!

Es imposible que los seres dotados de razón, si emplean ésta, no se contradigan varias veces al día o, por lo menos, a la semana.

Quien mantiene incólumes sus ideas, sus creencias, sus opiniones y sus filiaciones a lo largo de la vida es, en el sentido etimológico de la palabra, un imbécil. O sea: carece de bastón. Y sin éste, ya sirva para caminar con paso firme, ya para medir las costillas (metafóricamente, claro) de los burros bípedos, no cabe llegar a parte alguna, creían los griegos, sin depender del prójimo.

Dicho de otro modo… Mala cosa es que un niño no crea en los Reyes Magos, pero peor aún sería seguir creyendo en ellos al crecer.

Los falangistas díscolos de la universidad, cuando yo iba a ella, cantaban una canción que hice mía. La música era sonsonete de un estribillo de moda que por motivos obvios, no siendo éste papel pautado, resulta imposible reproducir aquí. La letra decía: “¡Viva, viva / la contradicción! / ¡Muera, muera / la identidad! / ¡Que no queremos / identidades / que nos digan / que A es A! / ¡Que sí queremos / contradicciones / que nos puedan enseñar!”.

O algo así.

Cuentan Dominique Lapierre y Larry Collins en “Esta noche la libertad” que alguien, en cierta ocasión, dijo a Gandhi:

-¡Pero padrecito! ¡Lo que acabo de oírle es justamente lo contrario de lo que usted decía hace una semana!

Y el mahatma respondió:

-Ya… Es que en los últimos siete días he aprendido mucho.

A Graham Greene, al término de una conferencia, otro pazguato bípedo, furibundo, vociferó:

-¡Usted se contradice!

Y el increpado, sin perder su muy británica flema, respondió:

-Pues sí… Me contradigo.

Y pasó a otra cosa.

Yo también.

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