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terça-feira, 6 de setembro de 2011

LAS LENGUAS LATINAS


La utopía de esta última semana de verano —esto es un 'outlet' de utopías, rebajas final de temporada— tratará de las diez (?) lenguas hijas del latín. Son, por orden de cantidad de hablantes: español (500 millones), portugués (240), francés (200), italiano (62), rumano (23), catalán (10), sardo, occitano y romanche (4). Las cifras incluyen a los hablantes como primera y como segunda lengua. En francés, por ejemplo, los hablantes como segunda lengua son más (120) que como lengua materna (80). En total, más de mil millones. Lo que propongo es que haya un organismo común que fije y estimule una política lingüística coordinada.

Lo primero que hay que aclarar es si son lenguas diferentes, o variedades de la misma lengua. La entidad 'Ethnologue' fijó en un 85 % de coincidencias léxicas la fronteras entre lengua y dialecto: es decir, si dos variedades lingüísticas coinciden en el 85 % o más, no son lenguas diferentes. Pues según ese criterio, el catalán-occitano no es diferente del francés (85 %), el italiano (87), el español (85) y el portugués (85). El italiano es semejante al francés (89), al catalán (85), al español (85) y al sardo (85). La mayor coincidencia se da entre portugués y español (89), y la menor entre español y rumano (71). El rumano y el romanche son los más divergentes, no llegan a un 80% de coincidencia con ninguna otra lengua latina. El sardo también se aparta de todas las lenguas, excepto del italiano. Conclusión: las lenguas latinas más habladas —español, portugués, francés, italiano, catalán— forman una constelación de parentesco grande, en el que cabe hablar de una “macrolengua” más que de lenguas totalmente independientes. Otras macrolenguas son el chino (1.200 millones de hablantes, 12 variedades ¡no comprensibles entre ellas!), el árabe (16 variedades, 220 millones), hindustaní (422 millones, el hindi con muchas variedades en India y el urdu en Pakistán).

¿Por qué razón las lenguas latinas no se han coordinado, por qué no han formado algo parecido a un trust, simplemente por la cuestión elemental y práctica de unificar criterios y facilitarse mutuamente la vida? Empezando por el nombre: mientras “chino” se aplica a doce lenguas y “árabe” a dieciséis, no existe un término para las lenguas latinas. ¿Latín? No, designa solo al latín clásico, la lengua muerta de uso litúrgico en la Iglesia y académico en la Universidad hasta hace siglo y medio. Propongo adoptar “romance”, que designaría a la macrolengua de lenguas neolatinas. El español es “un” romance. Los italianos y los franceses hablan romance, aunque no hablen del todo igual. Debería haber una Academia del Romance, o Románica, que coordinara a las (poco) diversas lenguas romances.

Pero volviendo a la pregunta, por qué nadie se lo ha planteado: muy fácil, por política nacionalista. El sujeto político, las naciones, utilizan la lengua como frontera. En consecuencia, la lengua se usa no para comunicarse, o sea unirse, sino para diferenciarse frente a los otros sujetos políticos. Las diversas Academias son “soberanas” e “independientes”, y su función no es utilitaria, sino sobre todo normativa, al servicio de la construcción nacional. En nacionalismo ha conformado incluso la teoría de la enseñanza de las lenguas: al tratarse de sistemas independientes, hay que aprenderlas desde cero, “como hacen los niños”. Nunca traducir. Qué error: el niño aprende a hablar al mismo tiempo que aprende su lengua. Pero el adulto ya sabe hablar, su lengua y quizá otras, cuando aprende una lengua nueva, y se aprende lo desconocido a través de lo conocido. Es decir, traduciendo: evidente. Pongamos el gallego, que muchos consideran lengua “independiente”. Se parece al castellano en un 95%. Si quiero aprender gallego, ¿debo empezar de cero, olvidar ese 95 % común, o dedicarme e aprender el 5 % que me falta?

Pero aún hay más. Los dialectos de una lengua no se aprenden a hablar, se aprenden a entender. Si yo no entiendo el baturro, o el cubano, debo aprender a entenderlos, pero nadie me va a pedir que hable en baturro o en cubano. Si eso lo aplicamos a las lenguas romances, normalmente el esfuerzo de aprenderlas debería ser solo para entender la lengua hermana , no para hablarla. O sea, debería ser normal que italianos y españoles se entendiesen hablando cada uno en su lengua. Eso exigiría unos programas didácticos y unas rutinas sociales que ahora no existen. Tras diez años de inglés en la escuela, los alumnos no saben inglés. Si la mitad de esa energía se dedicara a las lenguas romances, la comunicación entre “romancehablantes” sería total. Les aseguro que, desde el español, el italiano “pasivo” es perfectamente accesible en un mes. Y el portugués, menos aún. Algo más el francés, pongamos un año. Pero el resultado sería espléndido: una comunidad comunicativa de más de mil millones de hablantes.

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