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domingo, 11 de março de 2012
EL PODER DE LA ESTUPIDEZ
“El poder de la Estupidez” de Giancarlo Livraghi
Basado en “El Tratado de la Estupidez Humana” de Carlo Cipolla
“Tengo la firme convicción, avalada por años de observación y experimentación, de que los hombres no son iguales, que algunos son estúpidos y otros no lo son.”
Carlo M. Cipolla
(15 de agosto, 1922 - 05 de setiembre de 2000). Nació en Pavia , donde obtuvo su grado académico, en 1944. A través de su estudio de la historia económica, demostró un gran interés en las causas que llevaron a situaciones específicas económicas y sociales a lo largo de la historia, en lugar de concentrarse en hechos y números. Era conocido también por su trabajo sobre la superpoblación y sus ensayos sobre la estupidez humana. Cuando joven, Cipolla quería enseñar historia y filosofía en una importante escuela italiana y, para ello, se matriculó en la facultad de Ciencias Políticas en la Universidad de Pavía. Mientras estudiaba allí, gracias al profesor Franco Borlandi, especialista en historia económica medieval, descubrió su pasión por la historia económica. Posteriormente, estudió en la Sorbona y en la Escuela Económica de Londres. Cipolla obtuvo el cargo de profesor de Historia Económica, por primera vez, en Catania a la edad de 27 años. Esta sería la primera etapa de una larga carrera académica en Italia. (Venecia, Turín, Pavía, Escuela Normal Superior de Pisa y Fiesole) y en el exterior. En 1953, Cipolla partió para Estados Unidos como compañero de Fulbright y en 1957 se tornó profesor visitante en la Universidad de California - Berkeley. Dos años más tarde obtuvo una cátedra. En 1995 recibió el Premio Balzán; por ese motivo "Carlo María Cipolla es considerado por sus pares como un líder en la historia económica que supo incorporar un espíritu de innovación en la disciplina. Gracias a su curiosidad intelectual, dominado por el pensamiento más riguroso y con metodología, a través de una pesquisa meticulosa de material de origen, él combinó el abordaje macro-histórico, con estudios en micro-historia en obras de gran originalidad y solidez, que cubren un amplío abanico de dominios económicos y culturales ".]
Fuente: Wikipedia..
Allegro ma non troppo (Alegre, pero no mucho)
Su primer ensayo, Las Leyes Fundamentales de la Estupidez Humana, explora el controvertido tema de la estupidez. Las personas estúpidas son vistas como un grupo , mucho más poderoso, , que algunas grandes organizaciones como la Mafia y el complejo industrial , que, sin reglamentación, líderes o manifiestos, no obstante, consigue operar con un efecto y una coordinación increíbles.
Como bien afirma Giancarlo Livraghi
“Siempre me ha fascinado la Estupidez.”
Giancarlo Livraghi ( Milão , 1927 ) es um publicista, bibliografo y escritor italiano .
Como profesional de la publicidad , ha trabalhado para muchas de las principales empresas italianas e internacionales, también ocupando cargos institucionales. Como estudioso, desarrolló una línea de pensamiento centrado en los valores de la comunicación humana a través de Internet.
Livraghi efectuó centenas de publicaciones (incluyendo artículos, estudios y ensayos) en comunicación , marketing , cultura de Internet y actividades de negocios online.
La mía, por supuesto; y eso es una causa suficientemente grande de ansiedad. Pero las cosas se vuelven mucho peores cuando uno tiene la oportunidad de observar como la Gente Grande toma Decisiones Grandes. Generalmente tendemos a culpar a la perversidad intencional, a la malicia astuta, la megalomanía, etc. de las malas decisiones. Están allí, por supuesto; pero cualquier estudio cuidadoso de la historia, o de los eventos actuales, lleva a la invariable conclusión que la fuente más grande de los terribles errores es la pura estupidez. Cuando se combina con otros factores (como sucede a menudo) los resultados pueden ser devastadores.
Uno de los muchos ejemplos de estupidez es que la intriga y el poder de la manipulación bélica se llaman "maquiavélicos". Obviamente nadie ha leído los libros de Maquiavelo, y eso no es lo que el viejo “Niccolò” quiso dar a entender.
Otra cosa que me sorprende (¿o no?) es el escaso material dedicado al estudio de un tema tan importante. Existen departamentos universitarios para analizar las complejidades matemáticas de los movimientos de las hormigas del Amazonas, o la historia medieval de la isla de Perima; pero nunca he sabido de una Fundación o Consejo Consultivo que apoye los estudios de la Estupidología.
He encontrado muy pocos libros buenos sobre el tema. Uno que leí cuando era adolescente, y que nunca olvidé, se llama “Una Breve Introducción a la Historia de la Estupidez Humana” de Walter B. Pitkin de la Universidad de Columbia, publicado en 1934. Lo encontré por accidente hace muchos años cuando estaba viendo los anaqueles de libros de mi madre; y para mi placer, cuando fui a su casa ayer y lo busqué, todavía estaba allí. Así de antiguo como es, todavía es un muy buen libro. Algunas de las observaciones del Profesor Pitkin aparecen extraordinariamente correctas sesenta años después.
Pero... ¿por qué llamaría el autor "una breve introducción" a un libro de 300 páginas? Al final del libro, dice: Epílogo: ahora estamos listos para empezar a estudiar la Historia de la Estupidez. Nada sigue…
El Profesor Pitkin fue un hombre muy sensato. Sabía que toda una vida era muy poco tiempo para cubrir aún un fragmento de tan vasto tema. Así que publicó la Introducción, y eso fue todo. Pitkin estaba muy consciente de la carencia de trabajos previos en el campo. El tenía a su disposición un equipo de investigadores a quienes puso a realizar pesquisas en los archivos de la Biblioteca Central de Nueva York. Nada encontraron. Según Pitkin, había solamente dos libros sobre la materia: “Aus der Geschite der menschlichen Dummheit” de Max Kemmerich, y “Über Dummheit” de Lewenfeld.
Desafortunadamente no entiendo alemán, aunque "Dummheit " me parece suficientemente claro; y creo que Kemmerich y Lewenfeld debieron de haber tenido una abundancia especial de material para sus estudios, considerando lo que sucedió en Alemania en 1933 y en los años siguientes.
En la opinión de Pitkin, cuatro de cada cinco personas son lo suficientemente estúpidas para ser llamados "estúpidos". Eso equivaldría a quinientos millones de personas cuando escribió el libro; ahora son más de seis mil millones. Esto por sí mismo es bastante estúpido.
El observó que uno de los problemas de la Estupidez es que nadie tiene una definición realmente buena de lo que es. De hecho los genios son a menudo considerados estúpidos por una mayoría estúpida (aunque nadie tiene tampoco una buena definición de genio). Pero la estupidez definitivamente se encuentra allí, y hay mucho más de lo que nuestras pesadillas mas desbordadas pudieran sugerir. De hecho domina al mundo --lo cual es muy claramente comprobado por la forma en que se gobierna al mundo. Pero alguien, cincuenta años después, llegó con una definición bastante interesante. Su nombre es Carlo M. Cipolla quien es Profesor Emérito de Historia Económica en Berkeley. Todos sus libros se han publicado en inglés, excepto dos. El primero fue publicado por "Il Mulino" en Bolonia en 1988. En ese libro hay un pequeño ensayo intitulado Las Leyes Básicas de la Estupidez Humana, que puede ser lo mejor que se ha escrito sobre la materia.
Aquí siguen las Cinco Leyes de la Estupidez, según Carlo Cipolla:
Primera Ley
Siempre subestimamos el número de personas estúpidas.
Esto no es tan obvio como parece, dice Cipolla, porque:
a.- personas que habíamos pensado como racionales e inteligentes repentinamente resultan ser estúpidas sin lugar a dudas.
y
b.- día tras día nosotros estamos afectados en cualquier cosa que hagamos por personas estúpidas quienes invariablemente se aparecen en los lugares menos apropiados.
El también observa que es imposible establecer un porcentaje, ya que cualquier número que escojamos será demasiado pequeño.
Segunda Ley
La probabilidad de que una persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la persona.
Si estudiamos la frecuencia de la estupidez en las gentes que llegan a limpiar los salones de clase después de que se han ido los alumnos y los maestros, encontraremos que es mucho más alta de lo que esperábamos. Podríamos suponer que está relacionada al bajo nivel de educación, o al hecho de que la gente no estúpida tiene mejores oportunidades de conseguir buenos trabajos. Pero cuando analizamos a los estudiantes o a los profesores universitarios (o, añadiría yo, a los programadores de computadoras) la distribución es exactamente la misma.
Las militantes feministas pueden enojarse, dice Cipolla, pero el factor estupidez es el mismo en ambos géneros (o en tantos géneros o sexos como usted decida considerar). Ninguna diferencia en el factor ípsilon [estupidez], siguiendo a Cipolla, se puede encontrar por raza, condición étnica, educación, etcétera.
Tercera Ley (la de Oro)
Una persona estúpida es alguien que ocasiona daño a otra persona, o a un grupo de personas, sin conseguir ventajas para ella misma - o aún resultando dañada.
(Regresaremos a esto, porque es el concepto central de la Teoría de Cipolla)
Cuarta Ley
La gente no estúpida siempre subestima el poder de causar daño de la gente estúpida. Constantemente se les olvida que en cualquier momento, y bajo cualquier circunstancia, el asociarse con gente estúpida invariablemente constituye un error costoso.
Esto sugeriría (diría yo) que la gente no estúpida es un poco estúpida --pero regresaré a este punto al final.
Quinta Ley
Una persona estúpida es la persona más peligrosa que puede existir.
Esta es probablemente la más ampliamente entendida de las Leyes, si bien solamente porque es del conocimiento común que las gentes inteligentes, sin importar lo hostiles que puedan ser, son predecibles, mientras que las gentes estúpidas no lo son. Además, su corolario básico: Una persona estúpida es más peligrosa que un bandido, nos conduce a la parte medular de la Teoría de Cipolla. Existen cuatro tipos de gente, dice, dependiendo de su comportamiento en una transacción:
Desgraciado: Alguien cuyas acciones tienden a generar auto daño, pero que también crean ventajas para alguien más.
Inteligente: Alguien cuyas acciones tienden a generarle ventajas, generando al mismo tiempo ventajas para otros.
Bandido: Alguien cuyas acciones tienden a generarle ventajas, al mismo tiempo que causan daño a los otros.
Estúpido: Ya tenemos la definición de la tercera ley.
Por supuesto las personas inteligentes hacen la mayor contribución a la sociedad como un todo. Pero, tan feo como pueda parecer, los bandidos inteligentes también contribuyen a una mejora en el balance de la sociedad al ocasionar más ventajas que daños globalmente. Las gentes "desafortunadas-inteligentes", aunque de manera individual pierden, también pueden tener socialmente efectos positivos.
Sin embargo, cuando la estupidez entra en escena, el daño es enormemente mayor que el beneficio a cualquiera. Esto comprueba el punto original: el único factor más peligroso en cualquier sociedad humana es la estupidez.
Como un historiador, Cipolla señala que, en tanto que el factor ípsilon (estupidez) es constante a través del tiempo, al igual que del espacio, una sociedad fuerte en ascenso tiene un porcentaje mayor de gente inteligente, en tanto que una sociedad que declina tiene un alarmante porcentaje de bandidos con un fuerte factor de estupidez (sub-área Be en la malla) entre la gente en el poder, y un igualmente alarmante porcentaje de desafortunados (área D) entre aquellos que no están en el poder.
¿Adónde estamos ahora? Esa es una buena pregunta....
Cipolla también observa que las gentes inteligentes generalmente saben que lo son, los bandidos también están conscientes de su actitud, y aun las gentes desafortunadas tienen una sospecha penetrante de que no todo está bien. Pero las gentes estúpidas no saben que son estúpidas, y esta es una razón más porque son extremadamente peligrosos. Lo cual por supuesto me remite a mi pregunta original y dolorosa:
¿ soy estúpido?
He pasado varias pruebas de coeficientes de inteligencia con buenas calificaciones. Desafortunadamente, sé cómo funcionan estas pruebas y que estas nada demuestran.
Varias personas me han dicho que soy inteligente. Pero eso tampoco demuestra nada. Estas personas pueden ser tal vez muy consideradas como para decirme la verdad. A la inversa, podrían estar intentando usar mi estupidez para sus propios fines ventajosos. O podrían ser tan estúpidos como yo.
Quedo con un pequeño asomo de esperanza: muy a menudo estoy intensamente consciente de cuan estúpido soy (o he sido). Y esto indica que no soy completamente estúpido.
En algunas ocasiones, he tratado de ubicarme en la matriz de Cipolla, utilizando lo más que sea posible resultados medibles de acciones, en lugar de opiniones, como un termómetro. Dependiendo de la situación, parece que deambulo alrededor del lado superior de la malla, entre las áreas De y Ib; pero en algunos casos quedo desesperadamente perdido en Ed. Tan solo deseo quedar ubicado en el lado derecho de la diagonal con tanta frecuencia como lo creo.
En una escala más amplia, uno esperaría que los factores más fuertes de éxito se ubiquen en los subsectores Ib y Bi. Sin embargo, los descomunales números de gentes Eb y aun Ed que han tenido maravillosas carreras solamente puede ser explicado por un fuerte deseo por parte de muchos líderes de estar rodeados de tantas personas estúpidas como sea posible.
Cuando leí el libro, me gustó tanto que le escribí una carta a Carlo Cipolla. (Solamente he hecho este tipo de cosa dos veces en mi vida).
Muy para mi sorpresa, me contestó, breve pero amablemente.
Yo tenía dos preguntas:
a. "¿Puedo tener el texto inédito de la versión en inglés, para mis amigos de habla inglesa?"
La respuesta fue no. (No dijo porqué, pero tengo una sospecha)
b. "¿Qué piensa de mi 'corolario' a su Teoría?"
En este caso la respuesta fue, "Bien...¿porqué no? , tal vez..."
--lo cual interpreté como una Entusiasta Aprobación y Adhesión del...
Corolario de Livraghi a la Primera Ley de Cipolla
En cada uno de nosotros hay un factor de estupidez, que siempre es más grande de lo que suponemos.
Esto crea una malla tridimensional y no pienso que deba llevarlo a usted por los pasos que hay que dar, porque ninguna persona que no sea estúpida (o tímida) tendría el coraje de leer hasta este punto.
Por supuesto, uno puede introducir otras variables, tales como sus propios factores D y B, y los E, D y B de otras gentes. Puede ser sensato olvidarse de ellos, en tanto que nunca son suficientes como para quedar satisfecho; no obstante, si considere B, porque aun la más generosa de las gentes puede comportarse algunas veces como un bandido, si bien tan solo por error. Estos factores adicionales generan modelos multidimensionales que pueden resultar algo difíciles de manejar. Pero aun si solamente consideramos nuestros valores individuales ípsilon, la complejidad puede ser bastante formidable.
Inténtelo usted... y asústese de verdad.
¿Es "cierta" la definición de Cipolla?
En mis etapas tempranas de aprendizaje, tuve la suficiente fortuna de contar con maestros que establecieron en mí unos cuantos principios, los cuales después de muchos años aun permanecen firmes en mi mente.
Uno de esos principios filosóficos es el de que no hay tal cosa como una verdad "absoluta" . Una teoría "verdadera" es simplemente la más conveniente bajo las circunstancias: la que mejor explica e interpreta lo que estamos estudiando.
No conozco cual es la mejor definición "absoluta" de estupidez --o aún si existe una que tenga sentido. No sé tampoco de alguna definición realmente efectiva de inteligencia.
La belleza de la definición de Carlo Cipolla (creo) sobre la estupidez (y la inteligencia) estriba en el hecho de que no está basada en un concepto abstracto sino en los resultados: una persona o un comportamiento es estúpido o inteligente dependiendo de lo que suceda. Esto tiene dos ventajas. La primera es que define a una persona (y al comportamiento de esa persona) como estúpida (o inteligente, desgraciada o como bandido) en base a los hechos; o al menos en base a nuestro entendimiento y definición de los hechos. La segunda, y aun de mayor importancia, es que nos conduce a concentrarnos en el factor vital: no la estupidez por si misma sino en los daños que ocasiona.
Pueden haber incontables tipos de comportamiento que son, o parecen, "estúpidos" pero que son inocuos. Estos se acercan a lo neutral en la matriz de Cipolla --y de hecho pertenecen a esta categoría.
Por ejemplo, el compartir una diversión alocada con los amigos y carcajearse puede parecer "estúpido" a los ajenos, pero de acuerdo a la Teoría de Cipolla tal comportamiento es probable que sea clasificado como "inteligente": lo cual de hecho lo es, en tanto que la alegría compartida por las personas que están divirtiéndose sea más que los inconvenientes o aburrimiento ocasionado a los demás. Generalmente la inteligencia (ventaja práctica) de tal comportamiento queda limitada a un momento de buen humor, pero muy a menudo puede conducir a efectos más relevantes, desencadenado ideas y cooperación en formas que no serían posibles en un ambiente aburrido.
Lo ridículo o “alocado" puede ser notablemente inteligente, en tanto que lo "serio" puede ser bastante estúpido... muy aparte del hecho que el pensamiento innovador sea visto a menudo como "alocado" o ridículo por las gentes que no lo entienden.
Esto nos lleva a un importante tema: la relevancia del pensamiento no lineal (al igual que la emoción y el humor) en todos los procesos mentales y especialmente en la innovación. Para discutir eso de una manera significativa necesitaría mucho más espacio del que tengo disponible aquí. Permítaseme decir aquí que la distinción de mentes "izquierda" y "derecha" puede ser interesante en los experimentos clínicos pero, en mi concepto, debería evitarse en la observación general del comportamiento humano porque la estructura del pensar no es tan simple como eso -- y, en cualquier caso, los varios proceso de percepción y del pensamiento siempre funcionan juntos y son mejor entendidos como un todo que como la suma de sus partes separadas.
Tres Corolários
Poco después de haber leído acerca de las Leyes de Cipolla, desarrollé lo que vino a mi mente como el "Primer Corolario de Livraghi" . Entonces me di cuenta que no podría llamarlo "primero", porque solo tenía uno. Pero mi intuición original era correcta... desde entonces descubrí de que hay al menos tres.
Aquí están:
Primer Corolario:
En cada uno de nosotros hay un factor de estupidez, el cual siempre es más grande de lo que suponemos.
(eso lo expliqué en mi artículo original sobre "estupidez")
Segundo Corolario
Cuando la estupidez de una persona se combina con la estupidez de otras, el impacto crece de manera geométrica --es decir, por multiplicación, no adición, de los factores individuales de estupidez.
Tercer Corolario:
La combinación de la inteligencia en diferentes personas tiene menos impacto que la combinación de la estupidez, porque (Cuarta Ley de Cipolla) " la gente no estúpida tiende siempre a subestimar el poder de daño que tiene la gente estúpida".
La estupidez no tiene cerebro --no necesita pensar, organizarse o planear para generar un efecto combinado. La transferencia y combinación de la inteligencia es un proceso mucho más complejo.
Las gentes estúpidas pueden combinarse instantáneamente en un grupo o masa súper-estúpida, en tanto que las gentes inteligentes son efectivas como grupo solamente cuando se conocen bien entre sí y tienen experiencia en trabajo de equipo. La creación de grupos bien sintonizados de gentes que compartan la inteligencia puede generar razonablemente poderosas fuerzas anti-estúpidas, pero (a diferencia del aglutinamiento de estupidez) necesitan de planificación organizada y actualización; y pueden perder gran parte de su efectividad por la infiltración de gente estúpida o por los brotes inesperados de estupidez en gentes que por lo demás son inteligentes.
En algunas situaciones estos peligros se pueden parcialmente contrarrestar (si no es que totalmente controlarse) al estar conscientes del problema potencial antes de algo salga mal y tener "inteligencia de respaldo" en el grupo (y en cualquier equipo que se esté usando) para llenar las lagunas y corregir los errores antes de que el daño se vuelva demasiado serio. Cualquier buen marinero de un bote de vela sabe qué cosa quiero decir, y así lo sabe cualquier persona que tenga la experiencia de un ambiente donde el proceso de causa-efecto sea crudamente directo y tangible.
Las comunidades con un elevado factor de inteligencia están más propensas a tener un potencial mayor de una supervivencia a largo plazo, pero para que eso sea efectivo debemos evitar los impactos potencialmente devastadores más inmediatos de la estupidez compartida, lo cual (desafortunadamente) puede ocasionar daños substanciales a gran número de personas no estúpidas antes de que se auto destruya.
Otro elemento peligroso en la ecuación (tal como lo señalaba Carlo Cipolla) estriba en que el aparato del poder tiende a colocar "bandidos inteligentes" en la punta de la pirámide (algunas veces, también "bandidos estúpidos"); y ellos, a su vez, tienden a favorecer y proteger la estupidez y mantener fuera de su camino lo más que puedan la verdadera inteligencia. Esto es, creo, un importante tema por sí mismo. Puede ser que algún día intente hacer comentarios sobre esto.. cuando lo haga, si lo hago, el título podría ser La Estupidez del Poder.
La estupidez y la biología
En un ambiente biológico básico, el "problema de la estupidez" no existe. El proceso está basado en la producción de un número extremadamente grande de mutantes "tontos". Solamente muy pocos (los mejor "adaptados") sobreviven, y eso así es. Desde esa perspectiva, lo que nosotros vemos como una catástrofe es tan solo otra variación en el curso "natural" de los eventos. Los incendios destructivos son entendidos por los botánicos como un paso necesario, de hecho deseable, en la evolución de un bosque. Los millones de criaturas vivientes que sucumban en el proceso podrán estar en desacuerdo, pero su opinión es irrelevante.
En esa perspectiva, las soluciones son simples y muy efectivas. Si hay demasiadas personas, todo lo que necesitamos es otra plaga (o cualquier mecanismo de masacre que no interfiera demasiado con el ambiente en su totalidad) que pueda aniquilar el 90% de la población. El 10 por ciento de los que sobrevivan, tan pronto como se repongan de la sacudida, encontrarán probablemente aceptable el ambiente resultante. Probablemente también sean genéticamente semejantes: compartiendo rasgos específicos de apariencia y actitud. Si todos resultaran con cabello verde, o con ojos rosados, y les gustara el clima lluvioso, pronto llegarían a considerar a los individuos (extintos) con cualquier otro color de cabello y ojos, así como a aquellos que les gustara el clima seco y soleado, como bastantes raros e inferiores, y entonces los libros de historia de resistencia a la humedad tratarían a la mayoría de nosotros como a su vez nosotros trataríamos a los neandertales.
La destrucción o esterilización de nuestro planeta, por el poder nuclear (o químico) creado por el hombre o por la colisión con algún meteoro errante, parecería un detalle irrelevante desde una perspectiva cósmica, y si sucediera antes del desarrollo de los viajes espaciales y la colonización en otros mundos, la desaparición de nuestra especie (junto con el resto de la biósfera terrestre) no causarían mucha conmoción aun dentro de nuestra galaxia.
Pero en el ambiente biológico particular donde se establece cierta especie (tal como la nuestra) el sistema está basado en la suposición de que el ambiente puede, y de hecho debe, ser controlado; y que cada individuo en nuestra especie (y en las otras especies que "protegemos" nosotros) debería de ser capaz de vivir más tiempo, y más placenteramente, que lo que podría en un ambiente sin control. Esto requiere de una clase particular de "inteligencia organizada. Por consiguiente la estupidez, en esta fase y tipo de desarrollo biológico, es extremadamente peligrosa.
Como humanos, eso es algo sobre lo que necesitamos preocuparnos.
Por ejemplo de las pensiones de jubilación. En mi país {Italia} los esquemas de pensión están controlados por el gobierno y son obligatorios. Hace algunas décadas era perfectamente claro que la población envejecería y crearía un serio problema. Nadie hizo algo al respecto. Muy al contrario, se hicieron muchas cosas que lo empeoraron: pensiones a temprana edad, favores especiales a personas que ni lo necesitaban ni lo merecían, etcétera. --en una escala monstruosamente grande. Y ahora se están peleando acerca de cómo arreglar el problema.
Y el medio ambiente, la explosión demográfica, el uso de la energía fósil ... la tonta, rigidez jerárquica de las organizaciones públicas y privadas (incluyendo a las escuelas) en un mundo de creciente turbulencia y complejidad... la "sociedad de la información", el mundo enlazado por redes informáticas, todos constituyendo potencialmente una poderosa herramienta para los sub-privilegiados, pero conducidos por los "gordos" en la dirección opuesta ...
Los ciegos están conduciendo a los ciegos, la estupidez está desatada en el mundo. Para cualquiera que nos mirara desde el espacio exterior, esto podría ser extremadamente divertido. Pero no sé por qué a mí no me hace reír.
Escribí un primer esbozo de este texto en octubre de 1997. Quedó “incompleto” durante cuatro años y medio. Me encontraba frente a un problema similar al que había afrontado Walter Pitkin cuando, en 1934, había publicado su “Introducción a la historia de la estupidez humana”. Cada vez que retomaba el trabajo había algún vistoso ejemplo de la estupidez del poder. En los sucesos cotidianos – o en alguna parte de la historia reciente o remota. El análisis de cada uno de esos ejemplos habría requerido el estudio de eventos complejos, graves o trágicos, o bien de fenómenos capaces de producir consecuencias desastrosas de las cuales nadie se ocupa de manera adecuada. Cosas demasiado complejas como para poder ser examinadas adecuadamente en un breve artículo. Así me convencí de que es mejor no dar ejemplos, ni hablar de casos específicos, sino limitarse a la teoría general. Que, espero, es clara y simple – aunque desafortunadamente no está en condiciones de proponer alguna solución específica.
La esencia de la estupidología es el intento de explicar por qué las cosas no funcionan – y en qué medida esto se debe a la estupidez humana, que es la causa de casi todos nuestros problemas. Y cuando la causa no es la estupidez, las consecuencias son mucho peores porque son estúpidas nuestras reacciones y nuestros intentos de solución.
Este análisis es esencialmente diagnóstico, no terapéutico. El concepto es que, si nos damos cuenta de cómo funciona la estupidez, podríamos controlar un poco mejor sus consecuencias. No podemos derrotarla del todo, porque es parte de la naturaleza humana. Pero sus efectos pueden ser menos graves si sabemos que existe, entendemos cómo funciona y, de este modo, no nos toma completamente por sorpresa.
La estupidez de cada ser humano es, en sí misma, un problema preocupante. Pero el cuadro cambia cuando se trata de la estupidez de personas que tienen “poder”: es decir posibilidades de control sobre el destino de otras personas.
Como en las primeras dos partes, seguiré basándome en la definición de estupidez, inteligencia, etcétera, según el método de Carlo Cipolla. Pero hay una diferencia sustancial cuando la relación no se establece “entre iguales”. Una persona, o un pequeño grupo de personas, puede influir sobre la vida y el bienestar de muchos. Esto cambia las relaciones de causa y efecto en el sistema.
“Grande” o “pequeño” poder
El poder está en todos lados. Todos estamos sujetos al poder de otros y (si no en casos de extrema esclavitud) todos ejercemos poder sobre alguien. Personalmente la idea me resulta desagradable – pero es parte de la vida. Los padres tienen (o se supone que tienen) poder sobre los hijos, pero los niños tienen mucho poder sobre los padres, un poder que a menudo usan despiadadamente. Podemos ser “propietarios” de perros y gatos, caballos o hamsters, elefantes o camellos, barcos o automóviles, teléfonos o computadoras, pero frecuentemente somos sometidos a su poder.
Sería demasiado complicado, para el propósito de este análisis, entrar en el terreno complejo de la multiplicidad de las relaciones humanas. Por este motivo me limito a los casos más obvios de “poder”: esas situaciones en las cuales cada uno tiene un rol definido de autoridad sobre un gran (o pequeño) número de personas.
En teoría, todos estamos más o menos de acuerdo sobre el hecho de que debería haber la menor cantidad posible de poder; y que quien tiene poder debería estar sujeto al control de las demás personas. Este es el sistema al cual llamamos “democracia”. O lo que en las organizaciones llamamos repartición de tareas, colaboración, motivación, responsabilidad distribuida – al contrario de autoridad, burocracia, centralización, disciplina formal.
Pero son muchas las personas que no desean una verdadera libertad. La responsabilidad es un peso. Es más cómodo ser “secuaces”. Dejar la tarea de pensar y de decidir a los gobernantes, jefes, dirigentes, “intelectuales”, gurúes de todo tipo, personalidades televisivas, etcétera – y darles a ellos la culpa si no estamos contentos.
Por el otro lado, hay un tipo particular de personas que ama el poder, les da placer y gozo. Como se dedican con más energía a los notables esfuerzos y sacrificios necesarios para tener más poder, a menudo estas personas llevan las de ganar.
Debemos partir del concepto de aplicar, también en este caso, la “segunda ley” de Cipolla: hay tantos estúpidos en el poder como en el resto de la humanidad – y son más numerosos de lo que creemos. Pero dos cosas son diferentes: la relación y la actitud.
El poder del poder
Las personas en el poder tienen más poder que las otras personas. Esta afirmación no es tan obvia como lo parece. Existen personas aparentemente poderosas que son mucho menos influyentes que otras menos visibles. En estos razonamientos debemos evitar ocuparnos de esa distinción. Independientemente del modo en que el poder es obtenido y ejercido, o de las apariencias que a menudo esconden o disfrazan los roles, aquí se trata del poder real. Esa relación desequilibrada en la cual algunos tienen más influencia que otros – y en tantas situaciones pocos pueden hacer bien o mal a muchos.
Una definición fundamental en el método de Cipolla establece que los resultados de un comportamiento no deben ser medidos desde el punto de vista de quien hace las cosas (o no hace lo que debiera) sino desde el punto de vista de quien sufre sus efectos. Una clara consecuencia de este principio es un desfasaje en el diagrama de Cipolla. El daño (o la ventaja) es mucho más grande, en base al número de personas involucradas y a la intensidad de las consecuencias de un acto o de una decisión. Esto que en las habitaciones del poder aparece como un detalle puede ser un evento importante en la vida de las “personas comunes”.
Si en una “relación entre iguales” una persona consigue una ventaja equivalente al daño que inflige a algún otro, esa persona en la definición de Cipolla es un “bandido perfecto”, mientras el otro es un “perfecto desprevenido” – y el sistema, en general, permanece en equilibrio. Obviamente no es así cuando hay una diferencia de poder.
En teoría, podríamos presumir que si el porcentaje de estúpidos es el mismo, los efectos del poder pueden ser balanceados. Pero cuando el poder se ocupa de un gran número de personas, se pierde todo equilibrio. Es mucho más difícil escuchar, entender, medir los efectos y las percepciones. Hay un “efecto doppler”, un desfasaje, que aumenta el factor de estupidez. Todos los estudios serios sobre los sistemas de poder (aun si no tienen en cuenta la estupidez) ponen en evidencia la necesidad de separar los poderes – y de formalizar los conflictos de poder para evitar que se traduzcan en violencia – para evitar que se instaure un “poder absoluto” (es decir, extrema estupidez). Este es un problema bastante grande y serio, como para tener a todos alerta contra cualquier exagerada concentración de poder – y nos ayuda a entender por qué tantas cosas están yendo de mal en peor. Pero hay más.
El síndrome del poder
¿Cómo hace una persona para tener poder? A veces lo logra sin querer. A alguno se le da confianza porque se confía en esa persona. En ese modo el poder es atribuido a personas capaces, competentes y con un fuerte sentido de la responsabilidad. Este proceso tiene buenas probabilidades de generar poder “inteligente”. Una situación en la cual las personas elegidas hacen el bien a sí mismos y aún más a los otros. A veces se puede arribar al sacrificio, cuando las personas se hacen daño a sí mismas por el bien de los otros (si esto es un hecho intencional no siempre coloca a esas personas en la categoría de los “desprevenidos”, porque hay que tener en cuenta las ventajas morales, incluyendo la estima por uno mismo y la confianza de los otros, que pueden derivar del consciente sacrificio). Pero vemos menos ejemplos de “poder inteligente” de cuanto nos gustaría ver. ¿Por qué?
El motivo es que hay una competencia. Competencia por el poder. Las personas que no buscan el poder como tal, sino que vigilan más el bien de los otros, tienen menos tiempo y energías para gastar en la conquista del poder – o incluso para tratar de conservar el que tienen. Las personas sedientas de poder, independientemente de sus efectos sobre la sociedad, se concentran en la lucha por el poder. La mayor parte de las personas se coloca en algún punto intermedio entre los dos extremos, con muchas diversas tonalidades y matices. Pero el elemento manipulador tiende a ser más agresivo, y por eso adquiere más poder.
También las personas que comienzan con las mejores intenciones pueden ser constreñidas, con el tiempo, a dedicar más energías para mantener o acrecentar su poder – hasta perder de vista sus objetivos iniciales.
Otro elemento, que empeora las cosas, es la megalomanía. El poder es una droga, un estupefaciente. Las personas en el poder son inducidas a pensar que porque están en el poder son mejores, más capaces, más inteligentes, más sabias que el resto de la humanidad. También están rodeadas de cortesanos, secuaces y aprovechadores que refuerzan continuamente esa ilusión.
El poder es “sexy”. Esto no es sólo un modo de decir. Hay un instinto en la naturaleza de nuestra especie que hace sexualmente atractivo a quien tiene poder (o parece tenerlo). Pese a que las personas empeñadas en la lucha por el poder tienen, usualmente, poco tiempo y pocas energías disponibles para una sana vida sexual – o para ocuparse de emociones, afectos y sentimientos.
Las personas que tienen o buscan el poder no son más inteligentes, ni más estúpidas, que las otras. A menudo son hábiles y astutas. Pero si seguimos el método de Cipolla, que mide la estupidez y la inteligencia en base a los resultados, vemos que hay un claro desfasaje.
El deseo de poder aumenta el factor estupidez. El efecto puede ser más o menos grande según la cantidad de poder (la importancia de los hechos influidos por el poder y el número de personas que sufren sus consecuencias) y la intensidad de la competición por el poder.
Esta es la más relevante, si no la única, excepción a la “segunda ley” de Cipolla. Sigue siendo verdad que la probabilidad de que una cierta persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona. Pero el poder, como sistema, es mucho más estúpido de cuanto puede serlo una sola “persona común”.
El problema es que el poder puede ser limitado, controlado y condicionado – pero no se puede eliminar del todo. La humanidad tiene necesidad de alguien que gobierne. Las organizaciones necesitan personas que asuman responsabilidades y esas personas tienen necesidad de un poco de poder para poder desarrollar su tarea.
En suma, debemos convivir con el poder – y con su estupidez. Pero eso no significa que debamos aceptarlo, tolerarlo o sostenerlo. Ni confiar en palabras, promesas o intenciones declaradas. El poder no merece ser admirado, reverenciado y ni siquiera respetado si no demuestra inteligencia práctica en lo que hace a nosotros y al mundo. No creo que haya una solución “universal” y estandarizada que pueda resolver todos los aspectos de este problema. Pero hemos hecho la mitad del camino si somos conscientes de su existencia – y si no nos dejamos engañar o seducir por el falso, y a menudo mentiroso, esplendor del poder. Un eficaz antídoto contra la estupidez del poder es la capacidad, que algunas personas tienen, de hacer funcionar las cosas sin colocarse en un “rol de poder”.
EL PODER DE LA ESTUPIDEZ
Como ocurre con todas las criaturas humanas, también los estúpidos influyen sobre otras personas con intensidad muy diferente. Algunos estúpidos causan normalmente perjuicios limitados, pero hay otros que llegan a ocasionar daños terribles, no ya a uno o dos individuos, sino a comunidades o sociedades enteras. La capacidad de hacer daño que tiene una persona estúpida depende de dos factores principales: del factor genético y del grado de poder o autoridad que ocupa en la sociedad. Nos queda aún por explicar y entender qué es lo que básicamente vuelve peligrosa a una persona estúpida; en otras palabras en qué consiste el poder de la estupidez.
Esencialmente, los estúpidos son peligrosos y funestos porque a las personas razonables les resulta difícil imaginar y entender un comportamiento estúpido.
Una persona inteligente puede entender la lógica del malvado. Las acciones de un malvado siguen un modelo de racionalidad: racionalidad perversa, si se quiere, pero al fin y al cabo racionalidad. El malvado quiere añadir un "más" a su cuenta. Puesto que no es suficientemente inteligente como para imaginar métodos con que obtener un "más" para sí, procurando también al mismo tiempo un "más" para los demás, deberá obtener su "más" causando un "menos" a su prójimo. Desde luego, esto no es justo, pero es racional, y si es racional uno puede preverlo.
Con una persona estúpida todo esto es absolutamente imposible. Una criatura estúpida nos perseguirá sin razón, sin un plan preciso, en los momentos y lugares más improbables y más impensables. No existe modo alguno racional de prever si, cuándo, cómo, y por qué, una criatura estúpida llevará a cabo su ataque.
Frente a un individuo estúpido, uno está completamente desarmado.
Puesto que las acciones de una persona estúpida no se ajustan a las reglas de la racionalidad, de ello se deriva que generalmente el ataque nos coge por sorpresa, incluso cuando se tiene conocimiento del ataque no es posible organizar una defensa racional, porque el ataque, en sí mismo carece de cualquier tipo de estructura racional.
El hecho de que la actividad y los movimientos de una criatura estúpida sean absolutamente erráticos e irracionales no sólo hace problemática la defensa, sino que hace extremadamente difícil cualquier contraataque. Hay que tener en cuenta también otra circunstancia. La persona inteligente sabe que es inteligente. El malvado es consciente de que es malvado. El incauto está penosamente imbuido del sentido de su propia candidez. Al contrario de todos estos personajes, el estúpido no sabe que es estúpido. Esto contribuye poderosamente a dar mayor fuerza, incidencia y eficacia a su acción devastadora.
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida y el trabajo, hacerte perder dinero, tiempo, buen humor, apetito, productividad, y todo esto sin malicia, sin remordimientos y sin razón. Estúpidamente.
No hay que asombrarse de que las personas incautas, generalmente no reconozcan la peligrosidad de las personas estúpidas. El hecho no representa sino una manifestación más de su falta de previsión. Pero lo que resulta verdaderamente sorprendente es que tampoco las personas inteligentes ni las malvadas consiguen muchas veces reconocer el poder devastador y destructor de la estupidez.
Generalmente, se tiende incluso a creer que una persona estúpida sólo se hace daño a sí misma, pero esto significa que se está confundiendo la estupidez con la candidez.
SOCIEDAD Y ESTUPIDEZ
Sería un grave error creer que el número de estúpidos es más elevado en una sociedad en decadencia que en una sociedad en ascenso. Ambas se ven aquejadas por el mismo porcentaje de estúpidos. La diferencia entre ambas sociedades reside en el hecho de que en la sociedad en declive los miembros estúpidos de la sociedad se vuelven más activos por la actuación permisiva de los otros miembros.
Un país en ascenso tiene también un porcentaje insólitamente alto de individuos inteligentes que procuran tener controlada a la fracción de los estúpidos, y que, al mismo tiempo, producen para ellos mismos y para los otros miembros de la comunidad ganancias suficientes como para que el progreso sea un hecho.
En un país en decadencia, el porcentaje de individuos estúpidos sigue siendo igual; sin embargo, en el resto de la población se observa, sobre todo entre los individuos que están en el poder, una alarmante proliferación de malvados con un elevado porcentaje de estupidez y, entre los que no están en el poder, un igualmente alarmante crecimiento del número de los incautos.
Observe a su alrededor, estamos rodeados…
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