Translate

sexta-feira, 9 de março de 2012

Historia de la Estupidez Humana

.
de Paul Tabori
Fuente: El Aleph, donde los libros son gratis - www.elaleph.com

“La estupidez es el arma más destructiva del hombre, su más desvastadora epidemia, su lujo más costoso”
Paul Tabori.

Algunos nacen estúpidos, otros alcanzan el estado de estupidez, y hay individuos a quienes la estupidez se les adhiere. Pero la mayoría son estúpidos no por influencia de sus antepasados o de sus contemporáneos. Es el resultado de un duro esfuerzo personal. Hacen el papel del tonto.
En realidad, algunos sobresalen y hacen el tonto cabal y perfecto. Naturalmente, son los últimos en saberlo, y uno se resiste a ponerlos sobre aviso, pues la ignorancia de la estupidez equivale a la bienaventuranza.
La estupidez, que reviste formas tan variadas como el orgullo, la vanidad, la credulidad, el temor y el prejuicio, es blanco fundamental del escritor satírico, agregando Tabori, que “ha sobrevivido a millones de impactos directos, sin que éstos la hayan perjudicado en lo más mínimo”.
Pero ha olvidado mencionar, quizás porque es demasiado evidente, que si la estupidez desapareciera, el escritor satírico carecería de tema. Pues, como en cierta ocasión lo señaló Christopher Morley, “em un mundo perfecto nadie reiría”. Es decir, no habría de que reírse, nada que fuera ridículo.
Pero, ¿podría calificarse de perfecto a un mundo del que la risa estuviera ausente? Quizás la estupidez es necesaria para dar no sólo empleo al autor satírico sino también entretenimiento a dos núcleos minoritarios: 1) los que de veras son discretos, y 2) los que poseen inteligencia suficiente para comprender que son estúpidos.
Y cuando empezamos a creer que una ligera dosis de estupidez no es cosa tan temible, Tabori nos previene que, en el trascurso de la historia humana, la estupidez ha aparecido siempre en dosis abundantes y mortales. Una ligera proporción de estupidez es tan improbable como un ligero embarazo.
Más aún, las consecuencias de la estupidez no sólo son cómicas sino también trágicas. Son reideras, pero ahí concluye su utilidad. En realidad, sus consecuencias negativas a todos influyen, y no sólo a quienes la padecen. El mismo factor que antaño ha determinado persecuciones y guerras, puede ser la causa de la catástrofe definitiva en el futuro.
Pero encaremos el problema con optimismo. Acabando con la raza humana, la estupidez acabaría también con la propia estupidez. Y ése es un resultado que la sabiduría nunca supo alcanzar. Después de ofrecer al lector un muestrario de la estupidez humana a través de las épocas, las profesiones y los países, sólo resta abordar un problema.
Un problema desagradable, pertinaz, y sin embargo esencial.
Naturalmente, se plantea el siguiente problema:

¿Es posible curar la estupidez?

El mejor modo de determinar la naturaleza secundaria, derivada, no congénita de la estupidez consiste en observar su desarrollo en los niños.
Un niño inteligente se idiotiza gradualmente, durante su primera pubertad(es decir, en el tercer o cuarto año de su vida).
Caracteriza a este período el persistente y vigoroso deseo de conocimiento sexual.
Si dicho deseo es objeto de grosera y arbitraria represión (como es el caso muy a menudo), y si se le aplican una serie de calificativos injuriosos, el niño reprimirá su instinto y su deseo de conocimiento. Se comportará como si nadie supiera de todo ello... y aún lo fingirá en su fuero interno. Pues para todos los niños es muy importante estar seguros del amor y del apoyo de sus padres y del medio.
Este no querer saber (que incluye cierto elemento de venganza infantil) fácilmente puede ser transpuesto a otros campos. Una vez que el niño advierte que no es conveniente saber, no tarda en alimentar verdadero temor al conocimiento... y finalmente se convierte en auténtico estúpido. Existe, como sabemos, sólo un tipo de auténtico conocimiento... y es el que se relaciona con la humanidad. Si no permitimos su libre desarrollo o, mejor dicho, si no sabemos orientarlo, ni le permitimos hallar formas compensatorias adecuadas, fomentaremos artificialmente la estupidez de niños y de adultos. Crearemos inválidos sociales. Esta condición psicológica generalmente acompaña al niño a medida que se transforma en adulto, y su expresión en el hombre o en la mujer es también la estupidez.
¿Cuán a menudo hallamos personas incapaces de juzgar con independencia, de tomar sus propias decisiones, con prescindencia de lo que otros hagan?
Si tienen alguna iniciativa, si conciben un pensamiento original, sienten que no pueden estar en lo cierto.
Pero apenas oyen o comprueban que otros dicen o hacen lo que ellos habían pensado, se sorprenden o amargan, porque hubieran podido decir o hacer lo mismo.
La estupidez es el resorte tanto de las actitudes antisociales como de los casos extremos de conformismo... engendra tanto a los anarquistas como a las masas gregarias de los países totalitarios.
Es indicio del oculto temor al conocimiento el hecho de que la gente introduzca constantemente en su conversación las expresiones: “No lo sé”, o “¿No le parece?”
Cuando desean decir algo profundo o importante, empiezan por disculparse, porque no se sienten seguros de sí mismos. Otra fuente de estupidez, como ya hemos visto, es la duda.
Se expresa bajo la forma de una aparente parálisis cerebral. Ocurre a menudo que el dudoso encara los problemas con claridad y sensatez; el inconveniente reside en que duda de su propio conocimiento, en que no confía en su propio saber. También puede considerar que todos los problemas tienen dos aspectos, y que cada problema admite dos soluciones... y debido a las dudas que lo aquejan, teme expresar cualquiera de ellas. Muchos procuran superar esas dudas mediante la burla y el cinismo. Lo consiguen... pero sólo superficialmente, pues en lo más hondo de la personalidad persiste el sentimiento de inseguridad.
El origen de la estupidez puede hallarse en la infancia, en la duda y también en la vida de los instintos. O la víctima es ignorante, y está insegura de que sus deseos sean ética y socialmente correctos, o sus emociones y sus deseos chocan entre sí, y este conflicto provoca la duda que influye todas las funciones mentales, domina los procesos del pensamiento y por lo tanto engendra estupidez.
Es el fenómeno que denominamos “ambivalencia”.
Tiene muchas formas: odio y amor, actividad y pasividad, características masculinas y femeninas que luchan unas con otras.
Estas fuerzas opuestas pero de igual intensidad convierten al espíritu en un permanente campo de batalla.
La estupidez libera al hombre de este doloroso estado; y aunque la estupidez es esencialmente una condición dolorosa, el sufrimiento es en ella menor que cuando se padecen los tormentos de la duda. Por consiguiente, a la frívola pregunta:

“¿Hace bien ser estúpido?”

Algunas veces podemos responder afirmativamente.
Sin embargo, el hombre psicológicamente sano no puede ser estúpido.
Créase o no en el psicoanálisis y terapias semejantes, no es exageración afirmar que uno de los más importantes y de los más felices descubrimientos de nuestro siglo es el siguiente concepto, rara vez bien comprendido:
Sabemos ahora que la estupidez es un problema de carácter médico... y por consiguiente, la estupidez es curable.
Suponiendo, naturalmente, que alguien quiera ser curado.

FIN, pero...

LA ESTUPIDEZ HUMANA NO TIENE FIN

Nenhum comentário:

LA RECOMENDACIÓN DIARIA

  LA RECOMENDACIÓN DIARIA resistencia a los antimicrobianos , mejor que  resistencia antimicrobiana   Resistencia a los antimicrobianos , no...