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segunda-feira, 17 de setembro de 2012

CHISPITAS DEL LENGUAJE


Por Enrique R. Soriano Valencia | Septiembre 13, 2012








El destino de los signos

Muchas personas –entre las que se encuentra mi estimado amigo Enrique Suárez Zúñiga, quien vive en Miami– se preguntan cuál es el destino de los signos iniciales de interrogación y exclamación. Cada día es creciente el número de personas (incluyendo la publicidad) que únicamente ocupan los de cierre (!?) y dejan de lado los de apertura (¡¿).

Los signos de apertura son relativamente nuevos en nuestro idioma. En la Ortografía de 1754 se incorporaron al español (entonces llamado castellano). Anteriormente, nuestro idioma sólo tenía los de cierre, como el resto de lenguas que usan el alfabeto latino. Muy seguramente esta adopción se debió a las fuertes críticas a la primera edición (1741) de afrancesamiento en la normativa. Por ello, la siguiente edición presentó gran diferencia respecto de la primera, por las muchas novedades.
El propósito de los signos de puntuación es que el lector interprete adecuadamente un texto. El que un escritor busque la impecabilidad en su puntuación no es por alarde de erudición. Su propósito es no trasmitir ideas diferentes a las que pretende. En ese sentido se entiende que el resto de los otros signos no tengan discusión. Sin embargo, los signos iniciales de exclamación e interrogación empiezan a ser cuestionados seriamente por los usuarios del idioma, al dejar de usarlos.
Incorporar usos novedosos –como triplicar su presencia para dar intensidad: «¡¡¡Qué!!!»; o combinarlos para reflejar más certeramente el uso fonético: «¡¿Qué pasó?!»– no han sido suficiente para los usuarios del idioma.
En mucho se debe a la influencia del inglés. No obstante, hay un argumento en contrario: en inglés las preguntas también tienen un anuncio de apertura, como el español. Pero ese idioma lo hace mediante el auxiliar do. Este vocablo no tiene otra función que la de anunciar a quien escucha o lee que se trata de una pregunta. Si traducimos una oración interrogativa, no aparece palabra equivalente. Es, por tanto, simplemente el anuncio de que la oración es una pregunta. Bajo esta lógica, estaríamos frente a una mala copia del inglés al usar sólo los de cierre. Aunque esto es una verdad a medias, pues hay vocablos (como who) que no lo requieren y otras voces interrogativas que en ocasiones sí y otras no (como what, how, which whose que no lo requieren si califican al sujeto).
En español no hay algo más (solo la entonación) para identificar que se trata de una pregunta. Además, esa tonalidad se presenta desde el inicio de la oración cuando hablamos. ¿Cómo leer en voz alta un texto sin saber si la entonación es la correcta? Por tanto, se hace necesario el signo desde el comienzo del enunciado escrito. Sin embargo, los propios hablantes no parecen tener mucha dificultad en identificar cuándo es una pregunta y cuándo no.
Si los propios usuarios del idioma –quienes históricamente han sido quienes determinan el rumbo del idioma– lo empiezan a omitir y su adopción fue una decisión académica, entonces hay mucha probabilidad de que desaparezcan.
Hoy son obligatorios, ortográficamente hablando. Personalmente, prefiero su permanencia en nuestro idioma; pero, la evolución la marcan los hablantes.
sorianovalencia@hotmail.com

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