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sábado, 6 de outubro de 2012

JULIO CORTÁZAR (1914-1984)




Julio Cortázar, admirado cronopio
Por: José Luis Merino | 01 de octubre de 2012

Julio Cortázar fue el escritor más admirado por los jóvenes, y no tan jóvenes, lectores en lengua española en los años sesenta. Se le consideró como uno de los principales adalides del llamado boom de la literatura latinoamericana. Sus relatos y, muy en especial, su novela Rayuela poseían una atracción inmensa. En esas obras su autor no distinguía diferencia alguna entre la realidad y lo fantástico. Suscribía esa simbiosis unitaria del dos en uno, en cada una de las entrevistas en las que tomaba parte. “Para mí lo fantástico procede siempre de lo cotidiano”, remarcaba.
Junto a lo real y lo fantástico, Cortázar incluía el juego, lo lúdico, la perenne diversión. Hay en sus líneas un deseo incontenible por hacer de la vida un puro juego. Sobre Rayuela, novela de la metafísica moderna, trazada con plenitud a saltos, nos dice: “El juego consistía en recobrar lo insignificante, lo inostentoso, lo perecido”.
Pero no siempre fue así. A partir de su novela El libro de Manuel se inició su declive lúdico. Las obras de relatos como Bestiario, Final de juego, Las armas secretas, Todos los fuegos el fuego o la citada Rayuela, sus obras principales, e incluso obras de tipo menor, sean Historias de cronopios y famas, La vuelta al día en ochenta mundos y Último round, todas ellas están impregnadas de una dilatada diversión vital. Con la publicación de El libro de Manuel surge un Cortázar cambiado, roído por la crispación; aparece el escritor empeñado en querer denunciar, al punto de politizarse mediante la acción de escribir...
Lo curioso es que antes de ese libro, su compromiso se hallaba al margen de lo creativo. Siendo un hombre comprometido, sabía distinguir entre creación y compromiso. Eso es lo que olvidó más tarde. En El libro de Manuel intentó fusionar lo creativo con el compromiso político, sin llegar a cumplimentarlo debidamente. Lejos quedaba la magia divertida de Rayuela y los memorables relatos La autopista del sur, El perseguidor, La señorita Cora y tantos otros inolvidables.
Los que le admirábamos seguíamos fieles a su nombre. Por eso, cuando aparecieron sus nuevos libros, como Octaedro, Alguien que anda por ahí,Queremos tanto a Glenda, rescatábamos gozosos un relato aquí y otro allá. Pero nos dábamos cuenta que nuestro querido cronopio se repetía. Ya no nos sorprendía, aunque nos conformábamos con tomar una línea acertada o una imagen sugerente como ese rayo de sol que se le escapó a la sombra, y volábamos con todo ello al gabinete freudiano del recuerdo...
Tengo en mi poder tres cartas suyas que me escribió. Las dos primeras llevan el sello lúdico de sus mejores momentos creativos. En la tercera aparece un Cortázar distinto, más grave y tenso. Las primeras están fechadas en enero y junio de 1970, en tanto la última la escribió en marzo de 1980. Unas pocas líneas de esa última carta refrendan la deriva política-social tomada a raíz de El libro de Manuel, lejos de los esplendorosos días como creador. Dice: “vuelvo de Cuba y Nicaragua, más Italia. Me voy a Estados Unidos, vuelvo y me voy a México, más California... sólo tengo tiempo para ocuparme de problemas latinoamericanos...”.
Años después a Julio Cortázar se le paró el tiempo para siempre. A nosotros nos ha llegado la vez de recordar su mejor literatura, la que permanecerá, y la que hará lectores admirables. Digo admirables y no halago por halagar, porque no debe olvidarse que una de las más altas aspiraciones de la obra cortazariana consiste en hacer cómplice al lector en cada uno de sus mejores ejercicios literarios.

FUENTE:http://blogs.elpais.com/ladrones-de-fuego/2012/10/cortazar.html

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