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quinta-feira, 4 de outubro de 2012

TRADUCCIÓN Y NORMALIZACIÓN






Traducción y normalización: esa hermandad necesaria
Por Juan José Arevalillo
Director gerente de Hermes Traducciones y Servicios Lingüísticos –España.


■ Cuando pensamos en el mundo de la traducción, la primera imagen que aparece es la
del traductor aislado en su trabajo y rodeado de una considerable pila de libros y documentos de consulta.
Si bien esto podía ser así no hace mucho tiempo, en la actualidad se ha producido un cambio drástico en esta consideración: el traductor aislado tradicional ha evolucionado a un traductor más abierto al mundo exterior gracias a la ventana internética.
En efecto, el mundo de la Red se abrió de golpe para el sector de la traducción unos cuantos años atrás y la evolución experimentada se mostró en progresión geométrica: de contar con unos medios de consulta impresos y de la típica máquina de escribir se pasó a un sinfín de recursos de todo tipo y a la aparición de programas especializados para la traducción y disciplinas afines.
En todo ello tuvieron que ver en gran medida los cuantiosos volúmenes de traducción
que se mueven en el mundo actual, que también han experimentado a su vez la correspondiente progresión geométrica.
De ahí que ese traductor que funcionaba un poco a su aire se vea obligado a colaborar con otros colegas para sacar adelante encargos de traducción que de otro modo no podría.
De hecho, el traductor autónomo de toda la vida funciona ahora como una microempresa, lo quiera o no. En paralelo a esta evolución del traductor han ido proliferando las empresas y agencias de traducción con sus distintas especialidades para poder abordar esos grandes
volúmenes. Hasta tal punto es así, que solo en España, según el estudio del sector profesional que llevó a cabo la Asociación Española de Empresas de Traducción (ACT, www.act.es) en
el 2004, se contaba con unas 750 empresas. La situación es de una gran atomización, puesto que entre el número de traductores independientes —que crece a un ritmo considerable por el gran número de licenciados en Traducción e Interpretación que salta cada año al sector— y las empresas y agencias que funcionan en la actualidad puede hablarse de unos 9000 operadores presentes en el mercado.
El mismo estudio de la ACT cifraba el crecimiento en un 6 % anual, claro, indicador de la madurez de este sector.
Si a todo esto le añadimos que el 15 % del PIB español se cubre con la denominada
industria de la lengua, nos enfrentamos a un mercado con enormes posibilidades para
todos los intervinientes. No obstante, la traducción en sí puede no alcanzar el 1 % de ese
PIB en España, pero sí las demás disciplinas que la acompañan.
En cualquier caso, estos datos del informe de la ACT se refieren al mercado horizontal, que aparenta una cuota reducida, pero en el mercado vertical sus cifras se disparan, porque la traducción y la interpretación —sin incluir otras especialidades relacionadas— son agentes no solo de sus propias disciplinas, sino de la internacionalización y globalización de los mercados
comerciales.
Sin duda, la especialización del sector ha dado lugar a un gran número de disciplinas
paralelas que acompañan a la traducción: revisión, corrección, maquetación,
localización, internacionalización, globalización, interpretación, Pré edición, posedición, terminología, etc.
Todos estos servicios son prestados habitualmente por las empresas de traducción, ya
que un número cada vez mayor de clientes solicitan no solo la traducción, sino una
solución documental completa y multidisciplinar. De hecho, en el ámbito internacional
se emplean con frecuencia las siglas GILT (Globalización, Internacionalización,
Localización y Traducción).
Esta combinación de servicios ha desembocado en un alto grado de especialización y en la aparición y desarrollo de una tecnología propia muy especializada que facilita la vida del profesional.
Por desgracia, la curva de aprendizaje de los traductores es significativa, ya que un buen número de universidades son ajenas a este mundo real. Todos esperamos que con la nueva visión del plan Bolonia se incluyan en los nuevos planes no solo la traducción propiamente dicha, sino también su combinación con otras disciplinas que faciliten la incorporación de los egresados al mundo profesional.
Paradójicamente, con un panorama tan intrincado, el sector adolecía de la falta de una
referencia oficial que organizara el sector o que, al menos proporcionara una guía básica
de funcionamiento profesional. El 1 de diciembre del 2006 el Boletín Oficial del Estado
publicó la norma de calidad EN-15038 para servicios de traducción y a partir de ese
momento ya se dispuso de una referencia para todo el sector. No se trataba de que antes
los profesionales no supieran cómo trabajar: todo lo contrario. Esta norma sancionaba los
usos correctos que traductores y empresas llevaban desempeñando años y años. Entre
estos usos, la norma establece como eje de su funcionamiento la revisión de las
traducciones por una persona distinta del traductor, por lo que reconoce la revisión —
e incluso la corrección de concepto— como parte esencial de todo el proceso de traducción.
La localización es la adaptación de un producto informático o página de Internet a un
idioma, país o cultura específicos, en la que la traducción es solo una parte de todo el proceso de adaptación. Conlleva también adaptaciones técnicas y el empleo de programas muy especializados. En la actualidad supone aproximadamente un tercio de todas las traducciones que se efectúan en el mundo. ello lo reviste con una serie de procedimientos de funcionamiento y apoyo para establecer el contexto operativo ideal para la prestación correcta de los servicios de traducción.
La creación de esta norma de calidad fue fruto de la iniciativa de la Unión Europea de Asociaciones de Empresas de Traducción (EUATC, www.euatc.org) —cabe recordar que la ACT es miembro fundador de esta confederación europea—, que consideraba esencial la existencia de un código mínimo para la prestación profesional de servicios de traducción.
A partir de su propio código ético interno, la EUATC propuso al Comité Europeo de Normalización (CEN) la elaboración de esta norma. Rápidamente contó con el apoyo de
todos los organismos europeos de normalización (AENOR en concreto en España) y de diversas asociaciones profesionales, universidades y diversos estamentos de toda Europa en el seno del
Comité Internacional y de los comités técnicos nacionales. Tras cinco años de trabajo, en el 2006 se aprobó unánimemente el texto de la norma y se publicó a la vez en 22 países europeos con sus respectivas versiones nacionales. Desde entonces hasta hoy numerosas empresas europeas se han certificado por esta norma de calidad —que se complementa a la perfección con la ISO 9001— y a España le cabe el honor de ser el país que cuenta con el mayor número de certificaciones, en gran medida gracias a la febril actividad de la ACT y de FEGILT, la federación a la que pertenece, que fue desde el primer momento iniciadora, creadora y garante de la norma en España y ayudó a numerosas empresas a certificarse gracias a la adaptación de sus planteamientos operativos a los procedimientos impuestos por la norma. Además, por medio de esta actividad conjunta muchas empresas consiguieron un interesante ahorro de dinero y tiempo. En la actualidad, ACT-FEGILT sigue impartiendo cursos y seminarios destinados a este fin.
Efectivamente, de todo esto se vertebra en España el asociacionismo de las empresas de traducción, que cuenta con la asociación original, ACT, que dio lugar a FEGILT, la federación española que engloba a la industria de la lengua, tal y como es reconocida por la
propia CEOE como el único representante válido en el sector empresarial. Esta federación también incluye a las asociaciones GILT territoriales, por lo que en su conjunto este movimiento asociativo dispone de una enorme capacidad de actuación, formación y prestación de servicios.
Decíamos que era precisa la existencia de ese código de prácticas recomendadas que supone la norma EN 15038 en un sector de tanta presencia. Debe recordarse que aproximadamente el 90 % de la información que nos llega procede de traducciones, y no siempre llega bien… Instituciones como la RAE, la Fundéu BBVA y el Instituto Cervantes procuran que llegue lo mejor posible mediante sus recomendaciones, pero no depende solo de ellos, sino
también de la sensibilidad de los propios receptores y clientes.
Una sensibilidad que no siempre brilla entre los usuarios, ya que la traducción es una desconocida para el gran público por numerosas razones que no vienen al caso mencionar aquí. A pocos les extraña que se den errores de todo tipo en los textos que nos llegan,
muchos de los cuales proceden de traducciones. Desde los errores internos detectados por los revisores, que pueden provocar la hilaridad por los dobles sentidos producidos —y que en ocasiones no se detectan y se publican poniendo en peligro la imagen de una empresa o producto, muchas veces por la inexistencia de la revisión—, hasta errores con una peligrosa cuantificación económica para quien los sufre: en su memoria anual del 2008 una multinacional cementera anunciaba un recorte de 21 millones de euros en sus
beneficios a causa de un error de traducción…
Como conclusión, y con toda esta información anterior, es fácil adivinar qué necesario era este documento de referencia en un sector tan huérfano en este sentido. Existe actualmente una fiebre de normalización en el sector, porque a raíz de la europea —o en
paralelo con ella— surgieron varias normas más: la ASTM estadounidense, la GB/T 19363 china y la CA/CSGB-131.10 canadiense.
Además, la ISO se ha unido a este ritmo normalizador del sector y ya está trabajando en las siguientes normas: parámetros de traducción, evaluación de traducciones, métodos término graficos y lexicográficos e interpretación comunitaria, por citar solo los relacionados directamente con el sector, al que muchos miran con interés y eso es bueno.
¡Que no decaiga!

FUENTE: Donde dice... número 17 enero-abril 2010 - la traducción en la sociedad del siglo XX
http://www.fundeu.es/files/revistas/rev-17.pdf

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