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sábado, 10 de novembro de 2012
EL MEJOR POEMA
Por: Javier Rodríguez Marcos | 09 de noviembre de 2012
EL PAÍS - España
LO QUE NO ES SUEÑO
Déjame que te hable en esta hora
de dolor, con alegres
palabras. Ya se sabe
que el escorpión, la sanguijuela, el piojo,
curan a veces. Pero tú oye, déjame
decirte que, a pesar
de tanta vida deplorable, sí,
a pesar y aun ahora
que estamos en derrota, nunca en doma,
el dolor es la nube,
la alegría, el espacio;
el dolor es el huésped,
la alegría, la casa.
Que el dolor es la miel,
símbolo de la muerte, y la alegría
es agria, seca, nueva,
lo único que tiene
verdadero sentido.
Déjame que, con vieja
sabiduría, diga:
a pesar, a pesar
de todos los pesares
y aunque sea muy dolorosa, y aunque
sea a veces inmunda, siempre, siempre
la más honda verdad es la alegría.
La que de un río turbio
hace aguas limpias,
la que hace que te diga
estas palabras tan indignas ahora,
la que nos llega como
llega la noche y llega la mañana,
como llega a la orilla
la ola:
irremediablemente.
El poema es de Claudio Rodríguez (1934-1999) y pertenece a Alianza y condena (1965), su tercer libro después del precocísimo y fulgurante Don de la ebriedad (1953) y de Conjuros (1958). Que solo publicara dos libros más –El vuelo de la celebración (1976) y Casi una leyenda (1991)- da una idea de la exigencia del que tal vez sea el mejor poeta español de la segunda mitad del siglo XX.
No sabemos si “Lo que no es sueño” es el mejor poema de Claudio Rodríguez, lo que sabemos es que Claudio Rodríguez es uno de los pocos poetas que han conseguido ser a la vez celebratorio y verosímil.
Desde el hecho de cantar lo que se pierde (Machado) hasta el de considerar la literatura como una defensa contra las ofensas de la vida (Pavese), la mayoría de los poetas se han sentido siempre más cómodos en la elegía. Claudio Rodríguez es uno de los pocos que han conseguido cantar la vida sin pecar de optimismo ni resultar naïf. Su amigo Francisco Brines –maestro de la elegía, por cierto- siempre ha dicho que Claudio Rodríguez consiguió eso tan difícil que él llama “voz adolescente”. No adolescente porque hable de la adolescencia del poeta sino porque habla de la del mundo, cuando todo es nuevo o, mejor, es visto como si lo fuera: “Qué verdad, que limpia escena / la del amor, que nunca ve en las cosas / la triste realidad de su apariencia”, dice uno de los poemas de Don de la ebriedad.
Claudio Rodríguez, además, es uno de esos pocos escritores que consiguen disolver la frontera entre el fondo y la forma. Sus poemas son más un cuerpo que una máquina: todo en ellos parece natural, sin esfuerzo. Una vez, en un curso de verano, le pregunté por la palabra final del poema –irremediablemente- y él arrastró las erres y habló del Cantábrico y de cómo las consonantes llegaban al verso como llegan las olas. “No podía ser otra palabra”, dijo.
John Berger sostiene que los poemas están más cerca de las oraciones que de los cuentos, es decir, de la religión que de la literatura. Puede ser. Tal vez por lo que tienen a veces de curativo. No sabemos si “Lo que no es sueño” es el mejor poema del mundo, pero sí es el poema al que uno recurre cuando piensa en un lugar en el que coinciden la verdad, la belleza y la bondad. Dejémoslo en que es el mejor poema para el 9 de noviembre de 2012. Irremediablemente.
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