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quarta-feira, 19 de dezembro de 2012

MARIA MOLINER






María Moliner, la mujer que resucitó la palabra «diccionarista»
LAURA RIESTRA LAURANARM / MADRID

Detrás de la autora del reconocido diccionario existe una historia de superación personal



Definición de libro: «La ventana maravillosa por la que uno se asoma al mundo». No es la que aparece en el diccionario de la Real Academiasino en otro de los que es, sin duda alguna, uno de los diccionarios españoles más importantes de nuestra historia: el creado por la ilustreMaría Moliner.
Amó el lenguaje, las palabras y sus matices, las mismas que daban forma a esos libros que daban sentido a su vida; los mismos que definió y los mismos a los que el devenir, en su versión más cruel, la obligó a olvidar. «No se suele hacer referencia al hecho de que perdió sus facultades hacia 1973 ó 1974. En 1974 muere su marido, mi padre, y a partir de ahí echa el cierre, no hay manera de hablar nada con ella», contaba a «Educación y Biblioteca» uno de sus hijos, Fernando Ramón Moliner, el mismo que puso énfasis en resaltar cómo la figura de María Moliner se caracterizó por la superación: «Lo fundamental es esto: primero, que es una persona con una infancia y una juventud difícil; segundo, que en un momento dado, como otras mujeres en la República, ve la luz. Y se vuelca a todos los niveles».
Efectivamente, se volcó en la elaboración de un diccionario que comenzó en 1952 y que pensó, como ella misma admitió en una entrevista a finales de los 60, que le llevaría unos «seis meses de trabajo» pero que, sin embargo, se convirtieron en quince, solo para el primer tomo, publicado en 1966. Fue un tiempo en el que se aisló por completo, lo que la llevó a presentar ese primer volumen con una dedicatoria de lo más reveladora y sentida: «A mi marido y a nuestros hijos les dedico esta obra terminada en restitución de la atención que por ella les he robado».
La importancia actual
Ese sentimiento que quiso plasmar así, refleja hasta qué punto su obra fue determinante tanto para ella como para su familia, tal y como también resaltó Gabriel García Márquez en el artículo que le dedica tras su muerte en El País: «Uno de sus hijos, a quien le preguntaron hace poco cuántos hermanos tenía, contestó: dos varones, una hembra y el diccionario».
Se trata, en definitiva, de una de las figuras más importantes de nuestra época, que queda plasmada con ilustre maestría, en la obra «El Diccionario», de Manuel Calzada Pérez, que aún se puede ver, con gran éxito de público, en el teatro de La Abadía (hasta el 23 de diciembre). «La obra nos habla de las enormes posibilidades que encierra el ser humano... María Moliner abre la puerta a nuestras facultades más escondidas, es un canto de esperanza, un aliento fresco contra la aceptación, contra la inmovilidad, contra la apatía o el abatimiento», escribe José Carlos Plaza, director de la obra.
Ese canto al que alude Plaza, sigue teniendo sentido y utilidad actualmente: «Su uso frecuente en el alumno de bachillerato o universitario facilita la adquisición de un vocabulario rico en extensión de términos así como en comprensión de realidades sociales y culturales que forman el entramado de la lengua castellana. El aprendizaje y las destrezas de comunicación se enriquecen mediante su manejo como herramienta de trabajo y mediante su consulta habitual», explica a ABC.es María Herrero, profesora de Lengua Castellana y Literatura de Enseñanza Secundaria.
Así, en opinión de Herrero, la obra de Moliner constituye «algo más que un compendio o catálogo de carácter abierto de las voces de nuestro idioma. La palabra que define María Moliner acoge etimologías, información gramatical, antiguas significaciones diacrónicamente consideradas y, de modo muy relevante, acoge el entorno conceptual en que se produce el léxico de nuestra lengua y sus relaciones estructurales configuradas en variadísimos matices lingüísticos a través de sus contrastes, sinonimias y evolución. Expresado por la propia lexicógrafa, su trabajo es, en esencia, organicista».
Una vida de superaciones
Su diccionario también es un complemento y revisión del DRAE, del que rescata antiguas acepciones y definiciones o aporta nuevos matices que enriquecen la lengua; en definitiva, refleja una personalidad, la de una mujer rebelde frente a la historia que le ha tocado vivir. Pese a que Moliner, nacida en Paniza (Zaragoza) en 1900, aseguró que su obra fue su «único mérito», son muchos sus logros.
Fue historiadora, bibliotecaria y archivera. Se licenció en 1921 en Filosofía y Letras con sobresaliente y premio extraordinario en un curso en el que solo había seis mujeres. A los 22 años ya era funcionaria de Archivos y Bibliotecas, en Simancas, y poco después en Murcia, durante la República trabajó en las Misiones Pedagógicas y fue una de las responsables del proyecto y puesta en marcha de la bibliotecas populares... y finalmente, en 1952, comenzó la obra que protagoniza este reportaje, inspirándose, según asegura su hijo Fernando, en el«Learner's Dictionary», que él mismo le regaló en 1952 tras un viaje a París: «Se lo enseñé y le gustó mucho».
Una arteriosclerosis cerebral le obligará a empezar a olvidar lo que más amaba: las palabras o, como argüía ella misma, empezaba a considerar que aquellas no habían residido nunca en su memoria. Y el transcurso de su enfermedad sucedió precisamente en un momento en el que su trabajo comenzaba a ser reconocido. Su candidatura a la Real Academia de la Lengua, a propuesta del académico Rafael Lapesa y del catedrático universitario Pedro Laín Entralgo, coincide con la pérdida de sus facultades mentales. Murió en Madrid, el 22 de enero de 1981.
Nos dejó su fuerza en la laboriosidad y, en palabras del director de su obra teatral, una «riada de amor a un país que en el siglo XXI aún tiene que sobrevivir».

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