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terça-feira, 29 de janeiro de 2013

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Los alumnos de Goebbels

El doc­tor Joseph Goeb­bels (*29 de octu­bre de 1897 — †1 de mayo de 1945) fue el minis­tro de pro­pa­ganda del gobierno de Adolf Hitler (en ale­mán Pro­pa­gan­da­mi­nis­te­rium) en la Ale­ma­nia Nazi.
Fue una figura clave del régi­men, cono­cido por sus dotes retó­ri­cas, y su importante capa­ci­dad de convencimiento.
En la historia, que cómo ya sabemos es escrita por los que quedan…, o sobreviven para escribirla,  Joseph Goebbels no fue exactamente favorecido.
Sin embargo sus ideas continúan siendo motivo de estudio y son aplicadas en nuestra vida cotidiana…
Su idea­rio publi­cista se detalla a continuación;  

11 principios de la propaganda

¿Cuán­tos de estos prin­ci­pios siguen usán­dose para la pro­pa­ganda 100 años des­pués?

Prin­ci­pio de sim­pli­fi­ca­ción y del enemigo único. Adop­tar una única idea, un único Sím­bolo; Indi­vi­dua­li­zar al adver­sa­rio en un único enemigo.
Prin­ci­pio del método de con­ta­gio. Reunir diver­sos adver­sa­rios en una sola cate­go­ría o indi­vi­duo; Los adver­sa­rios han de cons­ti­tuirse en suma individualizada.
Prin­ci­pio de la trans­po­si­ción. Car­gar sobre el adver­sa­rio los pro­pios erro­res o defec­tos, res­pon­diendo el ata­que con el ata­que. “Si no pue­des negar las malas noti­cias, inventa otras que las distraigan”.
Prin­ci­pio de la exa­ge­ra­ción y des­fi­gu­ra­ción. Con­ver­tir cual­quier anéc­dota, por pequeña que sea, en ame­naza grave.
Prin­ci­pio de la vul­ga­ri­za­ción. “Toda pro­pa­ganda debe ser popu­lar, adap­tando su nivel al menos inte­li­gente de los indi­vi­duos a los que va diri­gida. Cuanto más grande sea la masa a con­ven­cer, más pequeño ha de ser el esfuerzo men­tal a rea­li­zar. La capa­ci­dad recep­tiva de las masas es limi­tada y su com­pren­sión escasa; ade­más, tie­nen gran faci­li­dad para olvidar”.
Prin­ci­pio de orques­ta­ción. “La pro­pa­ganda debe limi­tarse a un número pequeño de ideas y repe­tir­las incan­sa­ble­mente, pre­sen­ta­das una y otra vez desde dife­ren­tes pers­pec­ti­vas pero siem­pre con­ver­giendo sobre el mismo con­cepto. Sin fisu­ras ni dudas”. De aquí viene tam­bién la famosa frase: “Si una men­tira se repite sufi­cien­te­mente, acaba por con­ver­tirse en verdad”.
Prin­ci­pio de reno­va­ción. Hay que emi­tir cons­tan­te­mente infor­ma­cio­nes y argu­men­tos nue­vos a un ritmo tal que cuando el adver­sa­rio res­ponda el público esté ya intere­sado en otra cosa. Las res­pues­tas del adver­sa­rio nunca han de poder con­tra­rres­tar el nivel cre­ciente de acusaciones.
Prin­ci­pio de la vero­si­mi­li­tud. Cons­truir argu­men­tos a par­tir de fuen­tes diver­sas, a tra­vés de los lla­ma­dos glo­bos son­das o de infor­ma­cio­nes fragmentarias.
Prin­ci­pio de la silen­cia­ción. Aca­llar sobre las cues­tio­nes sobre las que no se tie­nen argu­men­tos y disi­mu­lar las noti­cias que favo­re­cen el adver­sa­rio, tam­bién con­tra­pro­gra­mando con la ayuda de medios de comu­ni­ca­ción afines.
Prin­ci­pio de la trans­fu­sión. Por regla gene­ral la pro­pa­ganda opera siem­pre a par­tir de un sus­trato pre­exis­tente, ya sea una mito­lo­gía nacio­nal o un com­plejo de odios y pre­jui­cios tra­di­cio­na­les; se trata de difun­dir argu­men­tos que pue­dan arrai­gar en acti­tu­des primitivas.
Prin­ci­pio de la una­ni­mi­dad. Lle­gar a con­ven­cer a mucha gente que se piensa “como todo el mundo”, creando impre­sión de unanimidad.


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